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Bovino adicto
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Rosario Mosso Castro
La devaluación mexicana de 1995 tuvo dos padres; el déficit histórico dejado tras la ejecución de cientos de obras en el último año de la presidencia de Carlos Salinas, quien agotó las reservas internacionales; y que a su llegada, el Presidente Ernesto Zedillo no contempló esta ausencia de recursos cuando decidió instituir la libre flotación del valor del peso frente al dólar.
Los ex presidentes priistas se culparon mutuamente de la debacle económica.
Después de ellos, los mandatarios aztecas de extracción panista se han dedicado, un día sí y el otro también, a rechazar en el discurso cualquier señalamiento de inestabilidad financiera. El “blindaje a prueba de crisis” ha sido la versión oficial de la casa.
Pero sus palabras no han sido suficientes para encubrir la realidad. De acuerdo al Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), al término del sexenio de Zedillo, había 24.1 millones de mexicanos en pobreza, y, según el reporte de 2011, la suma llegó a 52 millones de ciudadanos pobres.
Esto a pesar que, a la mitad de su administración, Vicente Fox modificó los cuestionarios de Desarrollo Social y los parámetros para considerar a una persona pobre, con lo que logró eliminar en el escritorio y del padrón de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), a 20 millones de mexicanos marginados.
Los albiazules incluso sacaron provecho de la política de flotación generalizada impuesta por Zedillo; con ello los presidentes emanados del blanquiazul, Vicente Fox y Felipe Calderón, se libraron en términos mediáticos de la mala publicidad y la sombra del concepto “devaluación”.
La palabra ya no se usa, porque “la reducción del valor de la moneda nacional con relación al oro”, no es más el resultado directo de una decisión gubernamental. Sin embargo, los datos históricos que dan cuenta del valor del peso mexicano frente a la moneda de Estados Unidos a través de los últimos cuatro sexenios -y de toda la historia mexicana-, dejan claro que el peso continúa devaluándose.
También ha sido evidente que las acciones de la autoridad mexicana, o la falta de ellas, han tenido consecuencias. Como ejemplo reciente, la subasta de 400 millones de dólares hecha el 31 de mayo de 2012 por el Banco de México para estabilizar el mercado.
Para hacer un comparativo entre administraciones priistas y panistas, y de cómo el poder adquisitivo de los mexicanos se ha depreciado en casi 24 años, vale recordar algunos números: Salinas recibió el dólar a razón de 2.48 pesos por dólar y lo entregó a 3.31 pesos por dólar; al término del zedillismo, ya estaba a 9.36 pesos por uno. La moneda mexicana había perdido siete pesos en 12 años.
Con Fox se depreció en total 1.52 pesos, y con Calderón, hasta el 4 de junio de 2012, cuando el dólar interbancario estaba a 14.40 pesos, la devaluación acumulada con los panistas en el gobierno federal, rebasaba ya los cinco pesos.
La realidad es que en México el peso no flota -como dicen los funcionarios-, la moneda continúa hundiéndose con sus fatales consecuencias de la inflación generada en un país “no autosuficiente” que importa la mayoría de los productos que consume y los paga en dólares.
Sume Usted, o reste: la fuga de capitales; el incremento de los precios; el crecimiento y acumulación de las deudas; la pérdida de empleos; reducción de los ingresos; disminución del consumo. Al final, millones de mexicanos que se agregan a los cinturones de pobreza.
Al respecto, el Presidente Calderón y su gabinete sólo se han dedicado a desplazar la responsabilidad. Primero fue la recesión de Estados Unidos, recientemente los griegos, y desde hace algunas semanas, se acusa a la economía española.
Pero a estas alturas, el quién o quiénes tienen la culpa, a los mexicanos les resulta francamente irrelevante. Lo que reclaman -el Presidente Calderón y su gabinete están obligados a dar es una explicación- es qué se va a hacer en el país para evitar o reducir el menoscabo de las finanzas de los hogares mexicanos.
Es urgente que la federación defina el proyecto político-económico que permitirá afrontar el peor de los escenarios generado por la crisis europea, y que incorpore a la sociedad en su desarrollo. Los focos rojos están encendidos desde el mes de abril, el gobierno mexicano continúa sin definir la estrategia para afrontarlo, y con esa actitud, lo único que puede generar es especulación, fuga de capitales y miedo; aspectos que sólo contribuyen a generar mayor inestabilidad, desasosiego y desconfianza.
http://www.zetatijuana.com/2012/06/11/devaluacion/