El término
niños índigo es utilizado en el contexto de la llamada "Corriente de la
Nueva Era" o
New Age para referirse a aquellos niños que supuestamente representarían un estado superior de la evolución humana. Quienes defienden esta hipótesis señalan dicha evolución como un avance espiritual, ético y mental, sin atender a la definición que diera el científico
Charles Darwin (mutación y selección por supervivencia del más apto).
El psiquiatra pediátrico
Russell Barkley, sostiene que los diecisiete rasgos más comúnmente atribuidos a los
niños índigo, son tan vagos que
"podrían describir a la mayoría de la gente la mayor parte del tiempo", y refiere además que podríamos estar ante un fenómeno psicológico conocido como "
Efecto Forer". Se ha indicado también que etiquetar a un niño revoltoso como "índigo" retrasa el diagnóstico y el tratamiento que pudieran ayudarlo.
La psiquiatría y la psicología han desestimado la existencia de estos niños, dado que no se ha podido demostrar su existencia. Expertos psiquiatras afirman que la New Age, debería producir evidencia empírica acerca de este supuesto tipo de niños.
De este modo, pedagogos y profesionales de la mente afirman que la defensa de la supuesta existencia de los niños índigo es en realidad una reacción de "rebeldía" de los padres hacia sistemas educativos autoritarios que restringen las conductas expansivas del infante, que premian la pasividad y el conformismo, y que fustigan la creatividad.
Los más escépticos opinan que esta suerte de "superioridad" atribuida a los niños índigo es nociva para el desarrollo de los infantes hiperactivos, cuya necesidad más urgente es la de aprender a convivir con los demás, así como obtener atención y apoyo parentales y de su entorno. A esta variante de las supuestas propiedades de los niños índigo, algunos llegan a asimilarle supuestos componentes segregacionistas o discriminatorios.
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EL FRAUDE SOBRE LOS "NIÑOS ÍNDIGO", UNA PERTURBACIÓN FILIAL DISFRAZADA
Pablo Allegritti
Las pretensiones y anhelos de insensatos progenitores (deshonestamente
considerados "elegidos") parecen no distinguir ya la diferencia entre
igualdad/discriminación en el universo de los seres humanos. Hoy por hoy
uno de los temas más absurdos y morbosos es el referido al de los "Niños
Índigo", un a modo de señuelo elitista donde la niñez es el blanco favorito
de aquellos prejuicios paternos que, de la mano de ciertos psicólogos
viciosos y/o intelectualoides de bajo vuelo, son proclives a creer,
alardear, inculcar e imponer un nuevo sistema de clasificación antropológica
en pos de una inimaginable segregación infantil. El enajenamiento
pseudocientífico y sofomesiánico no parece tener límites. Tal es el caso de
aquellas clasificaciones dadas a determinados niños con problemas de
hiperquinesia o que padecen anomalías en la conducta. De hecho, esto plantea
un gran dilema psico-social a tal punto que tales incongruencias son
disfrazadas con todo un halo presuntuoso de connotaciones místicas y hasta
supernormales. Ahora resultaría que cualquier trastorno selectivo en la
atención, o un excéntrico problema de hiperactividad infantil, es
considerado de rebato como un caso de "Niño Índigo".
El caso de estos niños es, asimismo, una sutilísima y novedosa manera de
hacer racismo pro-infantil, todo ello (claro está) encubierto bajo un
disfraz de milagro biológico evolutivo. Tal dilema ya no implica únicamente
un arrebato de pedantería social o de una candorosa super-ética sino más
bien un enorme y espinoso conflicto en el que un eventual complejo de
inferioridad logra escudarse tras una falsa noción de virtud racial
biogenética, o ?lo que es peor? tras una guisa de psicopatología inducida.
Algo digno de ser incluido en el marco contracultural del Síndrome
Combinado de Calígula & Nepote.
El vocablo "índigo" fue manoseado y re-concebido en 1982 por Nancy Ann
Tappe, una ocultista que difundió toda una taxonomía de perfiles a los fines
de clasificar la personalidad de los seres humanos según el color de su
"aura". De algún modo, ha sido una manera oculta de poder propalar una a
modo de atrayente convicción sobre la base de la novísima intolerancia
espiritualoide o de un mero sectarismo biogenético.
A juzgar por lo que insinúa Tappe, al sustentarse en su peregrino criterio
?que desde el vamos no expone ningún fundamento cierto? : las auras han
estado yendo y viniendo del planeta Tierra a través de la existencia del
Homo Sapiens Superior, si bien aquellas de color índigo comenzaron a
aparecer (así nomás, de rompe y porrazo, merced a una dispensación cósmica
ultraterrena) en los años '80. Y, para colmo de quimeras, según tal
parapsicóloga, el guarismo de los nacimientos de niños dentro de esta
tipología acrece velozmente. Al parecer, Nancy Ann Tappe se olvidó del
axioma epistemológico que afirma: "La Naturaleza no se anda con saltos ni
omisiones". Una cosa es detectar algo peculiar y otra muy distinta es
enjaretar una Nueva Raza al estilo del místico chalado Serge Alexandrovitch
Nilus.
En una contradictoria inercia, circa 1999, apareció el libro "Los Niños
Índigo" escrito conjuntamente por Lee Carroll y Jean Tober. Dichos autores
pregonaron esta rabanera idea haciendo referencia a la consabida nueva
generación espiritual de características especiales, destinada a mejorar el
mundo. En efecto, tal texto se pergeñó sobre la base de relatos atinentes a
singulares hábitos por parte de párvulos, algo así como hipotéticos eventos
tenidos por supernormales, los cuales fueron testimoniados o reportados por
adventicios educadores y parapsicólogos inanes (ya que por otro lado,
además, se afirma que algunos eran psicólogos oportunistas) que concurrieron
a las conferencias de los precitados autores. Así las cosas, en los
respectivos seminarios se relataron insólitos hechos aunados con presuntos
rasgos anímicos "poco usuales", lo cual los llevó a inferir que se trataba
de patrones actitudinales no reportados hasta el momento .algo por demás
extraordinario. Esta obra fue escrita para ser leida por los muchos padres
y maestros ansiosos de leer algo afín con lo único que aceptaban y querían
creer. Sin duda, el libro no es más que un compendio sensacionalista de
ensayos y diálogos aportados por fulanos autoproclamados idóneos en la
materia, más que nada "expertos sociales" frustrados o sujetos con dudosas
capacidades mediunímicas (o para decirlo de un modo más bonito: "contactados
mediante percepción extrasensorial"), partidarios de la "higiene espiritual"
, fanáticos de los "mensajeros celestiales", gurúes del caos pedagógico,
maniáticos de las "terapias alternativas", etc.
Otra cuestión es el hecho de que a estos niños no reconocidos por la "gente
como uno" se les atribuye la capacidad "maravillosa" de salvar al mundo, de
poseer dotes telequinésicas y de ser resistentes a los agentes patógenos
que más asustan a los mortales. Y, así, en este marco soteriológico y
megalómano se desahoga disparatadamente todo un submundo de chapucerías y
aspiraciones cripto-segregacionistas. Empero, el engreimiento o la más
simple rebeldía, por parte de estos inéditos críos, son tomados como una
señal inequívoca de un alma sabia y superior que fluye en potencia sin ser
comprendida por el infradotado remanente humano. Amén de todo, y sin
perjuicio de desconfiar porque sí, cabe preguntarse: ¿Acaso ya se tienen
pruebas irrefutables sobre tales hazañas o prodigios? Pues bien, si esta
estirpe de niños superprecoces advino allá por los años '80 entonces alguno
de ellos (por lógica hoy adultos) ya podría ?a estas alturas? haber dado
muestras de algo inobjetable para evitar las pandemias y masacres que, al
presente, azotan por doquier al género humano.
El Síndrome de Déficit de Atención e Hiperactividad (SDAH) es parte de una
embarazosa controversia entre padres, psicólogos y médicos debido al hecho
de que ningún progenitor acepta fácilmente que su propio hijo padece de una
patología de carácter neurológico. En compensación, uno de los artilugios
utilizados por inescrupulosos terapeutas es el de captar a aquellos padres
inadvertidos que gozan de una movilidad social financieramente solvente y,
por consiguiente, suplantar una (acaso) tediosa filosofía disciplinaria de
vida por un sofisma de (mal)crianza lo cual acaece como una panacea más
facilista y cómoda que la anterior alternativa. En consecuencia, la
solución más rápida de estos embaucadores es la de hacerles creer a tales
progenitores que sus hijos han sido privilegiados por la naturaleza (o bien
léase: por el supracosmos) y que ante esta "portentosa evidencia" la
tesonera medicina tradicional confunde tal dispensación sobrenatural con el
"término médico equivocado" de SDAH. Según la capciosa ponderación de estos
fraudulentos terapeutas, sendos niños no padecen ninguna patología concreta,
al contrario están muy por encima de esta clase de "pamplinas galénicas". .Y
como siempre sucede con todo fraude milagrero: el lucro es el móvil más
preciado.
Incluso hay algo más: toda vez que se investiga imparcial y seriamente el
asunto de los "Niños Índigo" se tiene la cada día más cabal certeza de que
las "evidencias", dadas por los ya señalados autores e impulsores del tema,
son sólo presuntas pruebas realizadas, en una data que nunca se precisa, en
la Universidad Californiana de Los Angeles (UCLA) y que, conforme se ha
cacareado, es allí donde en efecto se trataron células de "Niños Índigo"
(empero, tampoco se detalla rigurosamente qué tipo de células: piel, sangre,
etc.) exponiéndolas al virus del SIDA y a células cancerígenas (igualmente,
jamás han dado ha conocer el tipo de las mismas) "las cuales no afectaron en
modo alguno las células de los infantes." Ergo: ¿No resulta ya, todo lo
expuesto por ellos, como demasiado ficticio?
Eso sí, los padres ávidos de dar a luz una progenie superior forman parte de
un perfil tan patético como el de los falsos profetas. Por tal motivo, al
antropólogo le interesa esta clase de conducta social a los efectos de
comprender aquellos fenómenos pseudoculturales donde humanidad, obra y
circunstancia son la constante primordial del devenir ontológico .un devenir
vulnerable ante azarosas índoles adversas. Ahora bien, los impostores
profesionales que manipulan el pensamiento mágico de estos padres tan
ingenuos (por lo general: desesperados o perturbados) mezclan todo lo de su
conveniencia con lo fenoménico y excluyen selectivamente al resto de los
niños, a quienes consideran con frecuencia como demasiado comunes o
elementales, conforme el argumento sectario de lo que ellos entienden
equívocamente como Funciones Humanas Excepcionales (FHE).
Sea como fuere, el caso de los "Niños Índigo" impetra una cínica forma de
desprecio mesiánico teñido de añil. Por eso sería lícito reflexionar: "Si la
petulancia fuera tiña todos los impertinentes serían índigos".
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fuente:
http://digital.el-esceptico.org/leer.php?id=1806&autor=584&tema=31&bu=indigos
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notas:
"Niños Índigo: ¿realidad o ficción?" (Ricardo Babarro es biólogo y ha
investigado exhaustivamente el presente tema).
Pablo Allegritti es Profesor Argentino, Licenciado en Historia y
Investigador en Antropología Forense