Las maletas abandonadas del Willard Psychiatric Center

DrTijuax

Bovino Milenario
#1
Cuando el Willard Psychiatric Center de Finger Lakes de Nueva York cerró en 1995, dos miembros del personal, Beverly Courtwright y Lisa Hoffman, encontraron una puerta escondida que accedía al ático de uno de los edificios abandonados. Al abrir la puerta, descubrieron una amplia habitación que albergaba unas cuatrocientas maletas, cajas y baúles pertenecientes a algunos de los numerosos pacientes que ingresaron en aquel asilo mental. Las maletas de los hombres estaban situadas a la izquierda y las de las mujeres a la derecha. Se habían colocado en orden alfabético y se encontraban etiquetadas.





Los pacientes trajeron aquellas maletas, cuando fueron admitidos en el asilo mental, pero, por circunstancias desconocidas, no se les permitió mantenerlas en sus habitaciones. Documentos, libros, fotografías, zapatos, ropa, platos envueltos en papel de periódico y otros muchos objetos personales se conservaron intactos durante décadas en aquel ático del hospital.
Después del hallazgo de estas maletas, Darby Penney y Peter Stastny -profesor de psiquiatría en el Albert Einstein College of Medicine- en colaboración con la fotógrafa Lisa Rinzler seleccionaron diez maletas e investigaron la historia personal de cada uno de los propietarios de las mismas, tratando de descubrir qué motivos causaron su ingreso en el psiquiátrico. El resultado de su investigación dio lugar a una Exposición en el New York State Museum en 2008, una Exposición en línea y un interesante libro, The Lives They Left Behind: Suitcases from a State Hospital Attic.
Los objetos personales de los pacientes permiten conocer quiénes eran esas personas antes de desaparecer detrás de los muros del psiquiátrico, cuáles eran sus trabajos, aspiraciones, sus relaciones con los demás. En las fotografías aparecen frecuentemente sonrientes, relajados, viajando, haciendo deporte, estudiando… llevando esa vida normal que llevamos todos.
Pero, a través de la información contenida dentro de estas maletas abandonadas, también podemos ver cómo sus vidas, en un momento determinado, se rompen, como consecuencia no sólo de la enfermedad mental sino de otras muchas circunstancias. A partir de esa catástrofe personal, estas personas dejan de ser consideradas “sanas” o “normales” y son recluidas, la mayoría ya para siempre, en la institución mental.
Sin embargo, en la actualidad, estas personas recibirían unos tratamientos muy distintos (en echoesofwillard se explica qué duros tratamientos se emplearon en el Willard desde los años 30) y no habrían permanecido durante décadas apartadas del mundo. Por este motivo, sus historias son tan interesantes y emotivas.
En este post descubriremos la historia Madeline, Theresa, Lawrence, Margaret, Roderigo y Ethel, seis pacientes muy distintos que terminaron siendo ingresados en el Willard.​




Madeline

Madeline nació en 1896. Pertenecía a una acaudalada familia de París. Se graduó en la Sorbona y, en su juventud, viajó por toda Europa y Estados Unidos. En sus maletas se encontraron muchas de las fotografías que fue haciendo durante sus viajes.


Fotografía tomada por Madeline en Vigo

Después de la Primera Guerra Mundial, Madeline dejó Francia y se trasladó a Nueva York, donde consiguió un buen trabajo como secretaria. Durante la década de 1920, fue profesora de literatura francesa en escuelas privadas para niñas en Boston, Dallas, New Hampshire y Nueva York. Era una mujer intelectual, interesada por la filosofía, la literatura, la historia y la música. Ese interés por el conocimiento la llevó a ampliar sus estudios en la Universidad de Columbia.

Amigas o compañeras de Madeline

Su vida parecía interesante y próspera pero, en un momento determinado, Madeline fue alejándose de sus amigos y compañeros de trabajo. De acuerdo con su expediente, algunas de las personas que la emplearon la consideraban “extraña, sin tacto y dominante”. Su suerte comenzó a cambiar durante la Gran Depresión, no logró encontrar un trabajo estable y fue encerrándose en sí misma. Finalmente, fue ingresada en 1931 en la unidad de psiquiatría del Bellevue Hospital en Manhattan.
Madeline accedió voluntariamente al ingreso pero creyendo que su hospitalización sería algo temporal. No pudo imaginarse que después de permanecer en aquel centro sería trasladada a otros psiquiátricos hasta terminar ingresada en el Willard en 1939. Según su expediente, Madeline había declarado enfurecida que le parecía un escándalo que la mantuviesen hospitalizada contra su voluntad.


Los documentos registrados indican que en 1965 seguía exigiendo su liberación, sostenía que no estaba loca y que estaba perdiendo el tiempo allí encerrada.
Madeline recibió fármacos antipsicóticos en la década de 1950. Con el tiempo, desarrolló lo que más tarde llegó a ser conocido como disquinesia tardía (DT), un trastorno del movimiento causado por consumir medicamentos usados para controlar la esquizofrenia y otras psicosis.
En 1970, un documento sostiene que Madeline había desarrollado “movimientos nerviosos, posturas rígidas y muecas faciales”. Se creía que aquella patología que padecía Madeline no era causada por el uso prolongado de determinados fármacos de modo que siguió tomándolos. Se le prescribió una “terapia de actitud” para conseguir que dejara de hacer aquellas muecas.
Con 79 años, después de permanecer 47 años en el Willard, fue enviada a un centro privado de atención, situado cerca del psiquiátrico. Murió en octubre de 1986, en el Condado de Séneca, a la edad de 90 años.



Theresa

Theresa nació en 1880 en Baviera, Alemania. Con sólo 16 años ingresó en la congregación de las Hermanas Dominicas, donde tomó el nombre de Sor Marie Ursuline. La llevaron a América en 1898. Tuvo problemas con la Madre Superiora y comenzó a cuestionarse su permanencia en la congregación. En 1917 le escribió a su padre pidiéndole ayuda para volver a su casa en Alemania, pero su carta fue devuelta debido a las restricciones de correo en tiempo de guerra. Theresa tenía dudas espirituales que le ocasionaban un gran desasosiego.
Fue ingresada en el Hospital Estatal de Manhattan en junio de 1918. El personal del hospital no llegó a creer que hubiese sido monja, consideraba que su formación religiosa era producto de su imaginación. En su entrevista de admisión, Theresa aseguró desesperada que ella no estaba loca, que no escuchaba voces ni tenía visiones, que sólo estaba nerviosa.
Ocho meses después, con 39 años, Theresa fue enviada al Willard. Tampoco en esta institución creyeron que hubiese sido una religiosa. En su expediente se la describe como: “ruidosa y delirante”.


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Objetos personales contenidos en la maleta de Theresa
Theresa, traumatizada por la dura existencia en el Willard, se evadió asumiendo otras identidades alternativas, entre las que se encontraba una niña de nueve años. Después de permanecer en este asilo mental 30 años, murió a la edad de 69 años y su cuerpo fue utilizado con fines científicos.
Lawrence
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Lawrence nació en 1878 en el Imperio Austro-Húngaro. En su juventud, sirvió en el ejército. Tras licenciarse, se dedicó a recoger chatarra y al comercio ambulante de objetos de metal. Alrededor de 1900, dos acontecimientos cambiaron su vida: recibió una grave lesión en la cabeza, como consecuencia de una pedrada, y comenzó a beber frecuentemente en exceso. Terminó siendo ingresado en un hospital mental de Düsseldorf, Alemania, donde permaneció cerca de un año.
En 1907, se trasladó a Nueva York. Encontró trabajo como limpiador de ventanas en el Hospital Bellevue. En 1916 fue ingresado en un psiquiátrico porque iba por la calle cantando ruidosamente, gritando que escuchaba la voz de Dios, afirmando que podía ver a los ángeles y que había pecado mucho. En 1918, fue enviado al Willard.

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En la imagen superior, contenido de la maleta de Lawrence

En su expediente se sostenía que Lawrence era un paciente difícil y solitario, pero un buen trabajador. En 1937, se convirtió en sepulturero del Willard. Este oficio, en un principio no remunerado (el trabajo no remunerado fue prohibido en los centros psiquiátricos a partir del año 1973), agradaba a Lawrence porque le permitía huir de la rutina asfixiante que se vivía en las salas del psiquiátrico. Durante el buen tiempo, se le permitía vivir en una choza dentro del recinto del cementerio y regresar al hospital sólo para comer.



En 1945 escribió una carta al director del Willard solicitando su liberación. Argumentó que había sido un trabajador excelente, excavando más de 600 tumbas en ocho años. Sin embargo, Lawrence continuó como sepulturero en el psiquiátrico hasta pocos días antes de su muerte, a los 90 años, en 1968. Permaneció en la institución mental durante 50 años. Fue enterrado anónimamente en el cementerio que él mismo había cuidado durante tantos años.


Margaret

Fotografías de Margaret colocadas sobre su maleta

Margaret nació en Edimburgo, Escocia, en 1892. Según una de sus tías, era “una niña brillante y feliz que sufrió la desgracia después de la desgracia”. Su padre, un marino mercante, murió de tuberculosis cuando ella tenía 7 años. Su madre, que volvió a casarse al poco tiempo, fue acusada por las autoridades de descuidar a sus hijas, de modo que Margaret y su hermana Marie ingresaron en un orfanato. Margaret se hizo enfermera y su vida, a pesar de la guerra y los bombardeos que sufrió el hospital donde trabajaba, comenzó a agradarle. Sin embargo, la muerte de su novio en Francia, unas semanas después de ir al frente, volvió a dejarla sola y apenada.
Emigró a los Estados Unidos en 1921 y se inscribió en unos estudios de postgrado en enfermería en el Hospital de la Mujer de Nueva York. Durante su formación, sufrió una lesión grave en la cabeza. En 1925 contrajo la tuberculosis y tuvo que abandonar su trabajo en el Hospital de la Mujer. Durante seis años permaneció en hospitales para tuberculosos. Tras su rehabilitación, sólo pudo encontrar trabajo en este tipo de instituciones.
A pesar de su dura vida, Margaret era una mujer alegre, viajó mucho, tenía un excelente grupo de amigos y un coche propio.





Contenido de la maleta de Margaret
Tras perder al doctor que siempre la había atendido, que era también su amigo y confidente, su nuevo médico consideró que sus problemas emocionales requerían su ingreso en un psiquiátrico. Fue admitida en el Willard el 28 de junio de 1941. Debió de ser realmente duro para Margaret que no le permitieran conservar sus pertenencias puesto que llevó al asilo mental un gran número de sus posesiones. En concreto, en el ático se encontraron 18 maletas, cajas y baúles.​
Tenía 48 años cuando fue internada en el Willard. En su entrevista de admisión, se refirió a sí misma como una “mosca en una tela de araña” y accedió a quedarse sólo hasta que encontrase un lugar mejor para ella. Pero eso nunca sucedió.

Durante sus 32 años en Willard, no recibió psicoterapia sino que le suministraron grandes dosis de tranquilizante Thorazine. Según los registros, se dedicó a tejer y a leer. Falleció el 17 de agosto de 1973.​


Roderigo

Roderigo provenía de una acaudalada familia de la clase alta filipina. En 1907 se trasladó a Estados Unidos para asistir a la escuela en Salt Lake City.​

Compañeros de colegio de Roderigo

Ya de adulto, se mudó a Chicago y después a Buffalo, donde, a pesar de su formación, trabajó como empleado doméstico de uno de los médicos más famosos de la ciudad. Durante este tiempo, Roderigo se planteó convertirse en un ministro metodista. Sin embargo, comenzó a deprimirse y a oír voces que lo acusaban de ser un pecador y el médico para el que trabajaba decidió internarlo en el Hospital Estatal de Buffalo en 1917. Tenía 29 años.

En octubre de 1919, fue trasladado al Willard Psychiatric Center. En su expediente se incluía la siguiente descripción de su carácter:
Fácilmente entabla conversación con cualquier persona, es sociable, muy bien educado, amable, cortés, cooperativo, ordenado y limpio, nunca causa problemas. Está muy dispuesto a ayudar con el trabajo de jardinería… lee libros y escribe poesía sencilla.​


El personal del psiquiátrico estaba muy impresionado de los conocimientos de música clásica y de poesía que tenía Roderigo.

Contenido de la maleta de Roderigo​

A finales de 1960, se le ofreció la oportunidad de vivir, junto a un grupo de pacientes, fuera del Willard, pero él declinó la oferta. Se encontraba tan habituado a su vida en aquella institución mental que ya no deseaba salir de allí. En su expediente se encontró la siguiente observación:
En cuanto a su duración, los años de institucionalización parecen haber sido un error, ya que este hombre actualmente posee un estado mental perfecto​

Con el tiempo, Roderigo fue perdiendo la vista y fue trasladado a una sala para pacientes ciegos. Murió en 1981, después de permanecer en el Willard 62 años.



Ethel
Ethel nació en Ithaca, NY, en 1889. Era hija de un pastor metodista. Cuando tenía 18 años, se casó con un plomero. Su marido bebía demasiado, era violento y tenía muchas amantes. Ethel tuvo dos hijos, sufrió dos abortos involuntarios y dio a luz a dos hijos más, que murieron en la infancia.
Cuando ya no pudo seguir aguantando aquella relación, abandonó a su marido y comenzó a ganarse la vida como costurera. Su maleta contenía ropa de alta calidad que ella había confeccionado: una fina colcha cosida a mano, un precioso vestido de bebé bordado y zapatitos de bebé.
En 1930, fue admitida en el Willard. Su expediente indica que fue ingresada a petición de su casera porque se negaba a abandonar la habitación que tenía alquilada y solo quería permanecer en la cama alegando que estaba enferma.


Objetos personales de Ethel
Ethel fue descrita como una paciente muy sociable y locuaz, limpia y bien vestida. Sin embargo, en algunas ocasiones, era excesivamente sarcástica e irritable y se negaba a trabajar. Le gustaba leer y hacer ganchillo.



Al principio, sus hijos la visitaron unas cuantas veces pero después dejaron de hacerlo, a pesar de que la hija era miembro del personal del psiquiátrico. Durante los 43 años que permaneció en Willard, no recibió medicación. Murió en 1973.






Fuente
 

ramon7878

Bovino Milenario
#10
Muy buen post, no cabe duda como dicen cuando entras a un psiquiatrico si no eres loco ahí te vuelven por las buenas o por las malas, el chiste es tener pacientes y que estes loco, la verdad dudo mucho de los psiquiatras y de los psicólogos, en la mayoría de los casos solo hacen coco wash.
 

gerar10

Bovino de alcurnia
#13
Orale debio de ser muy duara la vida para estas personas cabe mencionar que en esa epoca se utilizaban muchos metodos inadecuados es los hospitales psiquiatricos los que no estaban locos terminaban estandolos en estos lugares lo gacho es que en México aun existan lugares así, llamados a hora granjas
 

zombiesquad_69

Bovino adolescente
#14
está interesante la info. me sorprende que aparentemente la función de ese hospital solo consistía en mantener alejada de la sociedad a las personas con problemas emocionales y enfermedades metales en lugar de darles un tratamiento adecuado para reintegrarlos a la sociedad.
 

tiburoncd

Bovino de alcurnia
#16
está interesante la info. me sorprende que aparentemente la función de ese hospital solo consistía en mantener alejada de la sociedad a las personas con problemas emocionales y enfermedades metales en lugar de darles un tratamiento adecuado para reintegrarlos a la sociedad.
Eso es, aun ahora deben existir lugares como esos.
 

Zikz

Bovino de alcurnia
#19
Uff pocas veces un texto me hace sentir un vacío y una sensación de familiaridad al mismo tiempo. Es impresionante. Podría ser porque de mis miedos, el más constante es el miedo a prder el control, a volverme loco.

Ah y les recomiendo un libro que probablemente no encuentren en original ya, pero vale la pena buscar quien lo tenga... se llama Revelaciones de la Psiquiatría.
 
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