El aporreado boxeador se desploma en el banquillo de su esquina, sangrante y lacerado, y le dice con voz de angustia a su manejador: “Olvídate de mí, Negro. ¡Sálvate tú!”
Pos eso quizas nunca los sabremos, pero creo que la mayoria nunca o por chiripa hayan leido algo de literatura mas rica en lugar del el mil chistes, saludos.