BUENOS AIRES -- En el fútbol argentino suele decirse que el campeón siempre es el mejor. Lo repiten todos los jugadores sin excepción. Se puede discutir infinitamente qué es jugar bien, qué es jugar lindo, qué es ser mejor y, como las respuestas siempre serían muy subjetivas, nunca podría llegarse a una definición concluyente. Pero lo cierto es que, todos pueden coincidir en que, no siempre los partidos los gana el que juega mejor, sino que ahí se conjugan muchas cuestiones que van desde la efectividad, pasando por los planteos tácticos, habilidades técnicas y hasta la suerte.
Banfield, después de 113 años de vida, consiguió su primer título en la máxima categoría. ¿Fue el mejor? Desde las estadísticas, sí, sin dudas. ¿Fue efectivo? Sí, valla menos vencida y tuvo al goleador del campeonato. ¿Tuvo un planteo táctico determinado? Sí, siempre intentó jugar a lo mismo. Su arquero fue un pilar, defensa firme, mediocampo laborioso, delantera letal. ¿Tenía técnica, jugó lindo? Aquí empiezan las dudas. Sí tiene jugadores de buen pie como Walter Erviti o James Rodríguez, pero no fue un equipo vistoso. Por supuesto, tuvo momentos, cuando pudo ir para adelante, cuando Erviti se sacaba por un rato el overol y se soltaba. O cuando el colombiano encaraba por el carril izquierdo y no paraba. Pero fueron los menos. La realidad es que fue un equipo, más bien, práctico, que iba directo al grano: mantener el arco propio en cero y después tratar de sacudir el de enfrente. Ganaba o empataba, pero no le pasaba por encima al rival. Evitaba los adornos.
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