chipo guerrero
Becerro
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- 28 Jul 2008
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Ya cállate, cabrón!
Éramos un grupo de cuatro adolescentes que compartíamos el gusto por la música. Teníamos una pequeña banda que nos juntábamos a tocar los fines de semana. Ese día, un amigo nos invitó a su casa. Yo era, por así decirlo, el nuevo del grupo y nunca había ido allí; todos decían que allí espantaban.
Mi amigo tenía un restaurante en la parte de abajo. Comimos y estuvimos platicando un buen rato. Era temprano, eran como las tres de la tarde, cuando nos dijo que había comprado una nueva batería. Yo tocaba la batería para la banda, él quería aprender, y de inmediato le dije que fuéramos todos a verla. Nadie quiso, todos se miraron como compartiendo un secreto.
Yo no dije nada, solo me encogí de hombros, y seguí a mi amigo.
Fue como regresar en el tiempo. Las paredes eran una combinación de pinturas sobre puestas, se podía ver las capas de pinturas, unas sobre otras en donde había huecos en la pared. La casa entera desprendía un aroma a polvo y a madera vieja. Llegamos a la parte de arriba, en el segundo piso donde tenía su batería.
Estuvimos ensayando por unos 15 min más o menos, mientras le enseñaba cómo sincronizarse.
El chavo se paró, y me dijo
El muchacho tocaba muy suavemente, como muchos cuando comienzan a tocar, en cambio yo, inunde cada rincón de esa grande casa con fuertes y acompasados golpes. Toqué y toqué hasta que sentí que el sonido llegaba todos lados. Al cabo de unos minutos, me levanté, dejé las baquetas, y me dirigí a tomar los cinco escalones que llevaban a bajo del pequeño tapanco donde estaba la batería.
Es gracioso como siempre imaginas que lo sobre natural saldrá en la oscuridad, o en la mitad del silencio de la noche, o cómo te va a dar un pequeño aviso antes de asustarte. Ese día a las tres o cuatro de la tarde, viví lo más escalofriante en mi vida. Iba bajando los escalones, cuando a la mitad del camino, sentí como me sujetaron del brazo, y me gritaron al oído con rabia “ ya cállate cabrón” mi piel se erizó y me detuve de golpe. Sentí mi cuerpo frío y paralizado. Mire hacia atrás, hacia todos lados y no vi a nadie. Mi amigo frente a mi, vio mi semblante y me dijo
*esa voz no sonaba como ningún otra. Note rabia, note odio cuando me grito al oído... me dijo mi amigo al terminar de contarme esa historia.
Éramos un grupo de cuatro adolescentes que compartíamos el gusto por la música. Teníamos una pequeña banda que nos juntábamos a tocar los fines de semana. Ese día, un amigo nos invitó a su casa. Yo era, por así decirlo, el nuevo del grupo y nunca había ido allí; todos decían que allí espantaban.
Mi amigo tenía un restaurante en la parte de abajo. Comimos y estuvimos platicando un buen rato. Era temprano, eran como las tres de la tarde, cuando nos dijo que había comprado una nueva batería. Yo tocaba la batería para la banda, él quería aprender, y de inmediato le dije que fuéramos todos a verla. Nadie quiso, todos se miraron como compartiendo un secreto.
- vayan ustedes - dijo uno de mis amigos, mientras encendía un cigarro - nosotros los esperamos aquí. - todos asintieron rápidamente.
- Pinche putos, no sean cobardes - les respondió el dueño de la casa.
Yo no dije nada, solo me encogí de hombros, y seguí a mi amigo.
Fue como regresar en el tiempo. Las paredes eran una combinación de pinturas sobre puestas, se podía ver las capas de pinturas, unas sobre otras en donde había huecos en la pared. La casa entera desprendía un aroma a polvo y a madera vieja. Llegamos a la parte de arriba, en el segundo piso donde tenía su batería.
- A ver - le dije mientras él se sentaba en el banquillo y tomaba las baquetas - !muéstrame lo que sabes!
Estuvimos ensayando por unos 15 min más o menos, mientras le enseñaba cómo sincronizarse.
El chavo se paró, y me dijo
- vamos a bajarnos con los otros, ya me dio frío.
- Déjame darme un toque - le dije. No quería irme sin estrenar esa batería.
El muchacho tocaba muy suavemente, como muchos cuando comienzan a tocar, en cambio yo, inunde cada rincón de esa grande casa con fuertes y acompasados golpes. Toqué y toqué hasta que sentí que el sonido llegaba todos lados. Al cabo de unos minutos, me levanté, dejé las baquetas, y me dirigí a tomar los cinco escalones que llevaban a bajo del pequeño tapanco donde estaba la batería.
Es gracioso como siempre imaginas que lo sobre natural saldrá en la oscuridad, o en la mitad del silencio de la noche, o cómo te va a dar un pequeño aviso antes de asustarte. Ese día a las tres o cuatro de la tarde, viví lo más escalofriante en mi vida. Iba bajando los escalones, cuando a la mitad del camino, sentí como me sujetaron del brazo, y me gritaron al oído con rabia “ ya cállate cabrón” mi piel se erizó y me detuve de golpe. Sentí mi cuerpo frío y paralizado. Mire hacia atrás, hacia todos lados y no vi a nadie. Mi amigo frente a mi, vio mi semblante y me dijo
- perdón wey, debí decirte que aquí espantan. Perdóname wey.
- Vámonos ya - atiné a decirle mientras bajaba con cuidado.
*esa voz no sonaba como ningún otra. Note rabia, note odio cuando me grito al oído... me dijo mi amigo al terminar de contarme esa historia.