Athenea.
Bovino Milenario
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Audrey de Grey, un cientifico britanico con aspecto de rockero y discurso de profeta revolucionario, dice que esta a 25 años de encontrar la formula para "derrotar al envejecimiento" y permitirnos vivir indefinidamente.
Cree que los niños nacidos en las próximas décadas, tendrán ciertamente una muy buena probabilidad de vivir 200 o 300. O, como dice el, "indefinidamente".
¡Que cumplas doscientos años más! Cuenta el Génesis que Adán, el primer hombre, murió a los 930 años. Una longevidad que hemos heredado sus descendientes sólo como un anhelo, impreso en nuestro subconsciente, irremediablemente insatisfecho.
La persona más longeva que se conoce desde que existen datos fiables es la francesa Jeanne-Louise Calment, que murió el 4 de agosto de 1997, a los 122 años y 164 días de edad. Una edad inalcanzable para la mayoría, aunque, en el último siglo, la esperanza media de vida se ha más que duplicado, situándose hoy, en los países desarrollados, en los 83 años para las mujeres y 77 años para los hombres.
La potabilización del agua, una mayor higiene y algunos descubrimientos médicos clave (como la penicilina y las vacunas) han hecho posible este pequeño milagro de vivir unas décadas más y en mejores condiciones. Pero estos avances están lejos de satisfacer nuestra profunda aspiración a una juventud perpetua. Los progresos recientes en biología, la ingeniería genética y el despegue científico de la gerontología abren, sin embargo, nuevas expectativas.
¿Podremos alcanzar la longevidad mitológica que describen los relatos de ciencia-ficción?
“La muerte no es una consecuencia necesaria de la vida. Hay sistemas biológicos que no mueren. Los cnidarios, por ejemplo, viven en el mar indefinidamente siempre que no se altere su medio”, comenta Carlos Martínez, presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Al contrario que estas criaturas acuáticas, los humanos somos animales de gran actividad metabólica y esto complica mucho las cosas, aunque no desalienta a los científicos que investigan sobre distintas dianas relacionadas con el envejecimiento, bastante prometedoras.
Una de las vías de investigación que ha dado resultados más claros, explica Martínez, es la de la dieta hipocalórica.
David Sinclair, investigador de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), es uno de los abanderados de esta vía. Sinclair trabaja con ratones y ha podido comprobar cómo manteniéndolos con una alimentación escasa (que en los humanos equivaldría a unas 1.800 calorías diarias para hombres y 1.500 para mujeres) viven más. Sinclair ha identificado el papel crucial de una proteína (sirtuina) en este proceso y ha localizado el gen que la controla. De esta forma, ha abierto la vía a crear nuevos fármacos que actúen sobre el gen en cuestión de manera que el organismo reaccione como si realmente estuviera bajo una dieta hipocalórica sin estarlo.
¿Cuántos años más podríamos ganar por este camino? Nadie se atreve a dar cifras. Salvo Aubrey de Grey, investigador independiente de la Universidad de Cambridge, que se atreve a predecir un futuro de humanos milenarios, siempre que se consiga reparar la maquinaria humana deteriorada por el paso del tiempo.
A su juicio son siete las causas del envejecimiento, y ha diseñado un programa, SENS (en español, algo así como Estrategias de bioingeniería contra el envejecimiento innecesario), para combatirlas una a una.
Las siete culpables de nuestra decadencia son la pérdida de células, la acumulación de células, las mutaciones en el núcleo celular, las mutaciones en la mitocondria, la acumulación de basura dentro y fuera de la célula y la acumulación de conexiones químicas indebidas en el material que sostiene a las células.
Aubrey De Grey sostiene que si somos capaces de reparar todos los destrozos causados en ese proceso (además de reponer las células que se pierden y resolver el problema de las que se acumulan indebidamente), viviremos para siempre. Manteniendo, además, el esplendor de la juventud. ¿Cuándo se realizará ese milagro? “En los próximos 10 años lograremos probablemente rejuvenecer ratones de media edad, alargando sus vidas al doble o al triple. Con estos resultados, nuestro proyecto dejará de ser criticado por los científicos, y nos lloverá el dinero para seguir investigando.
De Grey no promete alargar cientos de años nuestras vidas de la noche a la mañana. Pero, si vivimos para verlo, la sucesión de descubrimientos nos permitirá ir ascendiendo peldaños en la escalera de la longevidad.
Sin embargo, los científicos consideran simplista su análisis. Y en cuanto a la ordenada lista de las causas de nuestra progresiva decrepitud, tampoco genera credibilidad. “Es cierto que el envejecimiento se produce por una acumulación de daños en los tejidos, en eso están todos los investigadores de acuerdo; lo que aún no está tan claro es cuál es la naturaleza de este daño”, opina Manuel Serrano, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). “Para algunos, es la oxidación de las proteínas, para otros, la oxidación del ADN, o las roturas del ADN; otros argumentan que es la pérdida de telómeros, o la pérdida de células madre, etcétera”. Dicho en otras palabras, “faltan por definir las causas fisiológicas del envejecimiento”. No obstante, el panorama se aclarará, asegura Serrano, en las próximas dos décadas.
Un plazo imprescindible, sobre todo porque esta cura del envejecimiento que propone De Grey pasa por encontrar un remedio efectivo al cien por cien para uno de los grandes asesinos de nuestro tiempo: el cáncer. Él tiene ya su propia fórmula, que consiste en impedir la proliferación del tumor eliminando los genes que controlan la telomerasa, enzima clave en este proceso. “Eliminar la telomerasa no es una garantía de protección absoluta contra el cáncer. Los tumores se pueden formar sin ella aunque de manera menos eficiente”, señala María Blasco, investigadora del CNIO y experta en este apartado de la biología molecular. Además, añade, “la telomerasa es un gen de longevidad y, por tanto, para extender la vida lo que habría que hacer es aumentar su actividad de manera controlada”, sin dar tiempo a la formación del tumor.
Serrano no niega la hipótesis de que en un futuro sea posible alargar sustancialmente la vida humana. “De hecho, no hemos dejado de alargarla desde los tiempos de Atapuerca”, subraya este científico, que le concede a De Grey el mérito de haber propiciado un cambio en la perspectiva desde la que se mira el envejecimiento. Que, a fin de cuentas, “es un problema de salud producido por una pérdida sistémica de función”, para el que quizás haya un día soluciones médicas.
En esta convicción trabajan también la biogerontóloga Ana Navarro y su equipo de la Universidad de Cádiz, que experimentan con ratones los efectos de distintos tratamientos. Navarro ha probado con éxito una combinación de dieta hipocalórica, vitamina E, alta actividad neurológica y ejercicio físico moderado. Aun así, nadie se atreve a hablar de fechas en este proceso ni mucho menos a prometer plazos de ampliación de la vida humana. Son demasiadas las vías prometedoras que han desembocado en un desierto de resultados.
Pongamos el caso de los antioxidantes. Bruce Amis, que lanzó la hipótesis de la oxidación, ha seguido trabajando sobre el impacto de algunas sustancias antioxidantes en el proceso de envejecimiento. Pese al éxito relativo de sus experimentos, sin embargo, no han podido probarse en humanos. Y no hay estudio alguno que demuestre que el consumo de antioxidantes alargue la vida, aunque el mercado cosmético ha sacado sustancioso partido al término.
“Encuentro más futuro en los trasplantes, que han tenido un desarrollo enorme en los últimos tiempos”, apunta Jaime Miquel Calatayud, gerontólogo y padre también de la hipótesis de la oxidación, que trabajó para la NASA en los años sesenta como jefe de neuropatología experimental. Calatayud investigó los efectos de la ingravidez en el organismo de los animales, en cierto modo similares a los que produce el envejecimiento. Pero se muestra escéptico cuando se le mencionan las posibilidades de la regeneración celular. “La dificultad está en regenerar las neuronas, donde se acumula la memoria y la identidad de un individuo”.
José Manuel Ribera Casado, catedrático de Geriatría de la Universidad Complutense y jefe de Geriatría del hospital Clínico de Madrid, se enfrenta a diario en su consulta con una realidad muy alejada de las soñadoras teorías de Aubrey de Grey, que a él le parecen ciencia-ficción. “La realidad es que la esperanza de vida máxima se mantiene en el mismo tope más o menos desde hace 1.000 años. Lo único que ha mejorado de manera significativa es la esperanza de vida media, que es un concepto estadístico distinto. Hasta ahora lo único que frena la vejez es la muerte”, comenta, cáustico.
Ribera tiene claro que los cambios que se asocian al envejecimiento intrínseco son, hoy por hoy, inalterables. “Vienen predeterminados por nuestro patrón genético, y se asocian a un uso que genera gasto. Los órganos se van desgastando; en ese desgaste se manifiesta el reloj biológico. La oxidación que provoca radicales libres también es un factor intrínseco”. Luego están los factores extrínsecos: la huella de alguna enfermedad, la alimentación, el tipo de vida que se lleva, etcétera, que sí se pueden modificar.
Como geriatra, o gerontólogo clínico, este facultativo apuesta sobre todo por la prevención y el avance médico. “Hoy por hoy es la única vía eficaz para retrasar el envejecimiento. Si vivimos más es porque han mejorado aspectos que tienen que ver con la prevención. Las vacunas contra la polio, contra la viruela, contra la gripe, prolongan la vida; los fármacos que previenen las recaídas en ciertas patologías, también. Y, por supuesto, la dieta es importante, evitar la malnutrición y la obesidad, paliar el déficit de vitaminas y de calcio en las personas mayores tendría consecuencias enormes. Luego está la actividad física, que se ha demostrado crucial”.
Fuentes:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/cumplas/doscientos/anos/elpepisoc/20080224elpepisoc_1/Tes
http://www.diariomedico.com/edicion...alidades/geriatria/es/desarrollo/1197988.html
http://www.cnnexpansion.com/actualidad/2009/03/13/cientifico-ingles-reta-al-envejecimiento
Cree que los niños nacidos en las próximas décadas, tendrán ciertamente una muy buena probabilidad de vivir 200 o 300. O, como dice el, "indefinidamente".
¡Que cumplas doscientos años más! Cuenta el Génesis que Adán, el primer hombre, murió a los 930 años. Una longevidad que hemos heredado sus descendientes sólo como un anhelo, impreso en nuestro subconsciente, irremediablemente insatisfecho.
La persona más longeva que se conoce desde que existen datos fiables es la francesa Jeanne-Louise Calment, que murió el 4 de agosto de 1997, a los 122 años y 164 días de edad. Una edad inalcanzable para la mayoría, aunque, en el último siglo, la esperanza media de vida se ha más que duplicado, situándose hoy, en los países desarrollados, en los 83 años para las mujeres y 77 años para los hombres.
La potabilización del agua, una mayor higiene y algunos descubrimientos médicos clave (como la penicilina y las vacunas) han hecho posible este pequeño milagro de vivir unas décadas más y en mejores condiciones. Pero estos avances están lejos de satisfacer nuestra profunda aspiración a una juventud perpetua. Los progresos recientes en biología, la ingeniería genética y el despegue científico de la gerontología abren, sin embargo, nuevas expectativas.
¿Podremos alcanzar la longevidad mitológica que describen los relatos de ciencia-ficción?
“La muerte no es una consecuencia necesaria de la vida. Hay sistemas biológicos que no mueren. Los cnidarios, por ejemplo, viven en el mar indefinidamente siempre que no se altere su medio”, comenta Carlos Martínez, presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Al contrario que estas criaturas acuáticas, los humanos somos animales de gran actividad metabólica y esto complica mucho las cosas, aunque no desalienta a los científicos que investigan sobre distintas dianas relacionadas con el envejecimiento, bastante prometedoras.
Una de las vías de investigación que ha dado resultados más claros, explica Martínez, es la de la dieta hipocalórica.
David Sinclair, investigador de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), es uno de los abanderados de esta vía. Sinclair trabaja con ratones y ha podido comprobar cómo manteniéndolos con una alimentación escasa (que en los humanos equivaldría a unas 1.800 calorías diarias para hombres y 1.500 para mujeres) viven más. Sinclair ha identificado el papel crucial de una proteína (sirtuina) en este proceso y ha localizado el gen que la controla. De esta forma, ha abierto la vía a crear nuevos fármacos que actúen sobre el gen en cuestión de manera que el organismo reaccione como si realmente estuviera bajo una dieta hipocalórica sin estarlo.
¿Cuántos años más podríamos ganar por este camino? Nadie se atreve a dar cifras. Salvo Aubrey de Grey, investigador independiente de la Universidad de Cambridge, que se atreve a predecir un futuro de humanos milenarios, siempre que se consiga reparar la maquinaria humana deteriorada por el paso del tiempo.
A su juicio son siete las causas del envejecimiento, y ha diseñado un programa, SENS (en español, algo así como Estrategias de bioingeniería contra el envejecimiento innecesario), para combatirlas una a una.
Las siete culpables de nuestra decadencia son la pérdida de células, la acumulación de células, las mutaciones en el núcleo celular, las mutaciones en la mitocondria, la acumulación de basura dentro y fuera de la célula y la acumulación de conexiones químicas indebidas en el material que sostiene a las células.
Aubrey De Grey sostiene que si somos capaces de reparar todos los destrozos causados en ese proceso (además de reponer las células que se pierden y resolver el problema de las que se acumulan indebidamente), viviremos para siempre. Manteniendo, además, el esplendor de la juventud. ¿Cuándo se realizará ese milagro? “En los próximos 10 años lograremos probablemente rejuvenecer ratones de media edad, alargando sus vidas al doble o al triple. Con estos resultados, nuestro proyecto dejará de ser criticado por los científicos, y nos lloverá el dinero para seguir investigando.
De Grey no promete alargar cientos de años nuestras vidas de la noche a la mañana. Pero, si vivimos para verlo, la sucesión de descubrimientos nos permitirá ir ascendiendo peldaños en la escalera de la longevidad.
Sin embargo, los científicos consideran simplista su análisis. Y en cuanto a la ordenada lista de las causas de nuestra progresiva decrepitud, tampoco genera credibilidad. “Es cierto que el envejecimiento se produce por una acumulación de daños en los tejidos, en eso están todos los investigadores de acuerdo; lo que aún no está tan claro es cuál es la naturaleza de este daño”, opina Manuel Serrano, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). “Para algunos, es la oxidación de las proteínas, para otros, la oxidación del ADN, o las roturas del ADN; otros argumentan que es la pérdida de telómeros, o la pérdida de células madre, etcétera”. Dicho en otras palabras, “faltan por definir las causas fisiológicas del envejecimiento”. No obstante, el panorama se aclarará, asegura Serrano, en las próximas dos décadas.
Un plazo imprescindible, sobre todo porque esta cura del envejecimiento que propone De Grey pasa por encontrar un remedio efectivo al cien por cien para uno de los grandes asesinos de nuestro tiempo: el cáncer. Él tiene ya su propia fórmula, que consiste en impedir la proliferación del tumor eliminando los genes que controlan la telomerasa, enzima clave en este proceso. “Eliminar la telomerasa no es una garantía de protección absoluta contra el cáncer. Los tumores se pueden formar sin ella aunque de manera menos eficiente”, señala María Blasco, investigadora del CNIO y experta en este apartado de la biología molecular. Además, añade, “la telomerasa es un gen de longevidad y, por tanto, para extender la vida lo que habría que hacer es aumentar su actividad de manera controlada”, sin dar tiempo a la formación del tumor.
Serrano no niega la hipótesis de que en un futuro sea posible alargar sustancialmente la vida humana. “De hecho, no hemos dejado de alargarla desde los tiempos de Atapuerca”, subraya este científico, que le concede a De Grey el mérito de haber propiciado un cambio en la perspectiva desde la que se mira el envejecimiento. Que, a fin de cuentas, “es un problema de salud producido por una pérdida sistémica de función”, para el que quizás haya un día soluciones médicas.
En esta convicción trabajan también la biogerontóloga Ana Navarro y su equipo de la Universidad de Cádiz, que experimentan con ratones los efectos de distintos tratamientos. Navarro ha probado con éxito una combinación de dieta hipocalórica, vitamina E, alta actividad neurológica y ejercicio físico moderado. Aun así, nadie se atreve a hablar de fechas en este proceso ni mucho menos a prometer plazos de ampliación de la vida humana. Son demasiadas las vías prometedoras que han desembocado en un desierto de resultados.
Pongamos el caso de los antioxidantes. Bruce Amis, que lanzó la hipótesis de la oxidación, ha seguido trabajando sobre el impacto de algunas sustancias antioxidantes en el proceso de envejecimiento. Pese al éxito relativo de sus experimentos, sin embargo, no han podido probarse en humanos. Y no hay estudio alguno que demuestre que el consumo de antioxidantes alargue la vida, aunque el mercado cosmético ha sacado sustancioso partido al término.
“Encuentro más futuro en los trasplantes, que han tenido un desarrollo enorme en los últimos tiempos”, apunta Jaime Miquel Calatayud, gerontólogo y padre también de la hipótesis de la oxidación, que trabajó para la NASA en los años sesenta como jefe de neuropatología experimental. Calatayud investigó los efectos de la ingravidez en el organismo de los animales, en cierto modo similares a los que produce el envejecimiento. Pero se muestra escéptico cuando se le mencionan las posibilidades de la regeneración celular. “La dificultad está en regenerar las neuronas, donde se acumula la memoria y la identidad de un individuo”.
José Manuel Ribera Casado, catedrático de Geriatría de la Universidad Complutense y jefe de Geriatría del hospital Clínico de Madrid, se enfrenta a diario en su consulta con una realidad muy alejada de las soñadoras teorías de Aubrey de Grey, que a él le parecen ciencia-ficción. “La realidad es que la esperanza de vida máxima se mantiene en el mismo tope más o menos desde hace 1.000 años. Lo único que ha mejorado de manera significativa es la esperanza de vida media, que es un concepto estadístico distinto. Hasta ahora lo único que frena la vejez es la muerte”, comenta, cáustico.
Ribera tiene claro que los cambios que se asocian al envejecimiento intrínseco son, hoy por hoy, inalterables. “Vienen predeterminados por nuestro patrón genético, y se asocian a un uso que genera gasto. Los órganos se van desgastando; en ese desgaste se manifiesta el reloj biológico. La oxidación que provoca radicales libres también es un factor intrínseco”. Luego están los factores extrínsecos: la huella de alguna enfermedad, la alimentación, el tipo de vida que se lleva, etcétera, que sí se pueden modificar.
Como geriatra, o gerontólogo clínico, este facultativo apuesta sobre todo por la prevención y el avance médico. “Hoy por hoy es la única vía eficaz para retrasar el envejecimiento. Si vivimos más es porque han mejorado aspectos que tienen que ver con la prevención. Las vacunas contra la polio, contra la viruela, contra la gripe, prolongan la vida; los fármacos que previenen las recaídas en ciertas patologías, también. Y, por supuesto, la dieta es importante, evitar la malnutrición y la obesidad, paliar el déficit de vitaminas y de calcio en las personas mayores tendría consecuencias enormes. Luego está la actividad física, que se ha demostrado crucial”.
Fuentes:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/cumplas/doscientos/anos/elpepisoc/20080224elpepisoc_1/Tes
http://www.diariomedico.com/edicion...alidades/geriatria/es/desarrollo/1197988.html
http://www.cnnexpansion.com/actualidad/2009/03/13/cientifico-ingles-reta-al-envejecimiento