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Bovino Milenario
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Que los animales estén echados durante largos periodos es un indicador de su falta de estimulación.
Foto: Gabriel Jiménez
Carecen en parque de expertos para dar estimulación a las distintas especies
Iván Sosa
Ciudad de México (27 diciembre 2009).- Visitar el Zoológico de Chapultepec parece una buena idea en vacaciones, pero lo es sólo si se desea ver animales tristes y deprimidos.
Carentes de actividad, la mayor parte de los animales de la colección de fauna de la Ciudad de México lucen adormilados o aburridos, en el mejor de los casos, según se pudo constatar durante un recorrido realizado con expertos.
"¿Está muerto?", "¿por qué están de flojos?", "¿se levantan alguna vez?", son preguntas que hacen los niños visitantes del parque.
Gorilas, orangutanes, koalas, bisontes, cebras, pandas, el hipopótamo o el tigre se mantienen estáticos, quietos, ajenos a la imagen de fortaleza y libertad que se tiene de ellos.
"Con todo y que ya no están en una jaula, en los exhibidores abiertos siguen atrapados, si uno observa hay cercas electrificadas, por instinto los animales no se mueven, parecen sedados, porque saben que hay un castigo; el oso, por ejemplo, no puede subir el árbol", comentó Penélope Hoyo, etóloga, especialista en el comportamiento de la fauna, luego de visitar el zoológico capitalino.
A diferencia de Chapultepec, en los zoológicos de otras ciudades del mundo los animales lucen radiantes y activos, como en el caso de los que se ubican en Madrid, París y Washington, donde la salud y entretenimiento de los ejemplares son una prioridad que está a cargo de expertos, que además realizan trabajo de investigación, de acuerdo con autoridades y expertos entrevistados por REFORMA.
Por ejemplo, el Smithsonian National Zoological Park, ubicado en Washington DC, Capital estadounidense, es reconocido porque tiene especialistas ocupados en mantener activos a los animales, además de un staff de más de 100 investigadores, científicos y veterinarios que están liderando los campos de investigación y descubrimiento para resolver problemas de conservación.
"Hay algo peor en Chapultepec: las conductas repetitivas, indicativo de la enfermedad que en las personas conocemos como psicosis y que en los animales se denomina zoocosis, producto de la falta de estímulos, de la ausencia de cualquier elemento que los remita a su comportamiento salvaje", afirmó la representante de la ONG AnimaNaturalis, Leonora Esquivel.
Durante el recorrido, se constató cómo la pantera gira, una y otra vez, sobre sí misma, al igual que el panda rojo que reproduce un ciclo de rascarse contra la puerta por donde ingresa el cuidador encargado de darle alimento. Un comportamiento anormal de acuerdo con Penélope Hoyo.
El balanceo que sobre su cuerpo practicaba Maggie, la última elefanta del zoológico, fue la conducta repetitiva que denotaba algo mal en su estado de salud, por lo que para extraerla de la soledad fue trasladada al Zoológico de Aragón, donde acompaña a Cha Cha, otra elefanta.
Sin embargo, su traslado provocó otro problema: Chapultepec se quedó sin paquidermos y con su exhibidor principal vacío.
La ex directora del Zoológico, Maria Elena Hoyo, recordó que "enriquecer" y entretener a los ejemplares del parque, era una labor que ella realizaba personalmente, pues los animales están lejos de sus condiciones naturales.
Para el director general de zoológicos en la Ciudad, José Bernal, el estado de la colección de fauna en Chapultepec es adecuado, aun cuando anticipó que ante las complicaciones para exhibir elefantes y para evitar más paquidermos estresados en cautiverio, ya no habrá más ejemplares de esa especie en exhibición.
"En 2010 mostraremos la importancia de los elefantes, pero de otra forma. Nuestra fortaleza, será conformar mejores hábitats para especies nativas del Valle de México, como el conejo teporingo de los volcanes", apuntó Bernal.
El zoológico capitalino cuenta con un presupuesto anual de 120 millones de pesos, la mayor parte destinado a gasto corriente, pago de salarios y alimentación de los ejemplares, pero lejos está de los 65 millones de dólares proveidos por el Congreso de Estados Unidos, más 17 millones recolectados por el Smithsonian National Zoological Park, de Washington.