unEscritor
Becerro
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- 15 May 2010
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Ella era Marcela. Era bella, con un cuerpo fantástico y joven de 24 años. Los hombres volteaban a verla cuando estaba caminando en las calles con su ropa mínima. Eso no le hacía mucha gracia a Gerardo, su novio. Ella se sabía divina en toda la extensión de la palabra y amaba sentirse observada se molestara quien se molestara.
Fue un día de tantos cuando Gerardo llevo a Marcela a casa de sus padres. Los suegros de Marcela tenían unos 70 años de edad. Todo estaba muy bien: buena comida, buena música y buena plática en familia. La reunión la conformaban Don Sergio, Doña Carmina, Gerardo y Marcela. Se la pasaron comiendo y platicando de todo un poco en el comedor.
Pasaron las horas, y Doña Carmina se disponía a lavar los trastes e irse a su cuarto a ver sus "cuentos" como ella le decía a las telenovelas. Una vez terminada su labor de lavar platos, se despidió de todos para entrar en su cuarto y enajenarse con la televisión. Don Sergio, por el contrario acompañaba a Marcela y a su hijo en la sala platicando de fútbol y de noticias de conocidos (chismes) del pueblo.
Ese día, Marcela, se había arreglado de una manera peculiar: llevaba leggins negros con una blusa blanca y sandalias del mismo color. Esa combinación resaltaba uno de sus mejores atributos: sus nalgas. Ella lo sabía, pero como iban a ver a sus suegros no se le hizo impropio, ya que alguna vez su suegro la había elogiado frente a su hijo y eso le gustó.
El ambiente estaba tranquilo pero entretenido. Don Sergio relataba historias de cuando su hijo era pequeño y Gerardo sólo se avergonzaba con sus tropezones de adolescencia, pero, después de todo son esos detalles los que hacen la vida toda una aventura.
Marcela sentía un poco de mareamiento pero tranquila, aunque de vez en cuando se hallaba con que su suegro la miraba cuando Gerardo se distraía. Esos "miramientos" le parecían entretenidos y a veces hasta se contoneaba de manera sensual para que Don Sergio le mirara. A veces sus miradas se cruzaban y Marcela y su suegro se reían como diciendo:"Ya te vi, eeeh!".
En un momento, Gerardo, tuvo que ir al baño a deshacerse de tanta cerveza que había tomado y al quedarse solos Marcela y Don Sergio decidieron ponerse a platicar en el sofá de dos plazas mientras le dejaban el "loveseat" a Gerardo para cuando volviera del baño. Ese tiempo lo usaron para que Don Sergio elogiara lo hermosa que era Marcela y ella se lo agradecía agregando al final: "¡Ya basta, que me voy a sonrojar!". Don Sergio era muy feliz con la visión de esa mujer y Marcela lo sabía muy bien, pero sabía que no se podía pasar de "sensual" con el señor.
Todo iba muy bien hasta que salió Gerardo y se percató de que ya no habían cervezas ni vodka, que era lo que tomaba Marcela, y decidió salir al Chedraui para traer eso y más botana. Gerardo, inocentemente, le dijo a Marcela que lo esperara con su padre para no dejarlo solo y que no se tardaba. Después de eso, se dirigió a la puerta diciendo el clásico "no me tardo".
Ya en la sala, Marcela decidió quitarse las sandalias para poder subir sus pies al mueble sin ensuciar y comenzar a platicar con su suegro. Ella estaba en posición ladeada hacia su suegro. Don Sergio al mirar el gesto le mencionó lo lindos que eras sus pies. Ella lo tomó como un cumplido y le preguntó si le gustaba el color de la punta de sus uñas al señor y le enseñaba que hacían juego con la de sus manos y que le gusta como se las arreglan en la estética a la que iba cada semana. Don Sergio interrumpió con un "y bueno…mi hijo debe consentir a su mujercita, y más cuando su mujercita es como tú". Una vez más, Marcela sintió la mirada de su suegro en todo su cuerpo pero sin inmutarse le agradeció el comentario y como acto reflejo le contestó -"las debo de tener bien cuidadas por mi trabajo de edecán aunque te diré, Sergio, hoy vengo cansadísima estuve parada 4 horas en el centro comercial antes de venir aquí con ustedes". Esa respuesta hizo clic en Don Sergio y añadió -"Qué te parece si te doy un masaje rápido en lo que viene mi hijo?". Ella, por necesidad y por su naturaleza juguetona accedió y sin dudarlo le subió los pies a las piernas del padre de su novio. Don Sergio se levantó al baño, pero Marcela vió que se fue asomar a la habitación para checar a Doña Carmina y le causó una leve sonrisa en el rostro y pensó -" ¡Viejo cabrón!".
Una vez que regreso "del baño", Don Sergio se acomodó en el sillón y subió las dos lindas piernas de Marcela sobre su regazo para comenzar con el masaje. Marcela se colocó boca arriba totalmente para recibir las caricias "terapéuticas" de su suegro. El comenzó a sobarle el pie derecho pasando sus dedos sobre todo el pie de Marcela y acariciando dedo por dedo del mismo y enseguida comenzó a acariciarlo con sus dos manos haciendo presión justo donde se juntan los dedos del pie al pie (valga la redundancia). Marcela estaba de lo más relajada y comenzaba a sentir verdadero placer del masaje de Don Sergio.
Ellos seguían platicando de cosas banales mientras Don Sergio le acariciaba los pies a su nuera. Él en su interior la admiraba y sentía una mezcla de adrenalina con lujuria al ver a la chica totalmente acostada dejándose acariciar. La imagen de sus curvas a través de los leggins, que marcaban un poco los labios vaginales, estaban haciendo efecto en su fisonomía. Don Sergio, sabía los límites y se concentraba en hacerle el masaje a su nuera lo más placentero posible. Y lo estaba logrando. Marcela ya casi no hablaba y en un momento pudo ver que ella se mordía los labios "discretamente" y continuaba con su plática.
Las ideas sexuales estaban presentes en los dos, pero nadie se animaba a nada más. Será que el hecho de que se veían de frente les hacía recordar sus roles y que ese masaje debía ser de lo más asexuado posible. Aquí es donde la experiencia se hizo presente y Don Sergio le pidió a Marcela que se pusiera boca abajo para facilitarle el masaje. Marcela, sin chistar, se dió la vuelta rozando los muslos de su suegro y le dijo -"que rico masaje, Sergio, ya estoy por favor continúa me has relajado bastante.". En este momento Don Sergio tenía la vista de las hermosas nalgas de Marcela mientras continuaba acariciando sus pies. Esa visión no hizo mas que causar una erección en él y se dispuso a colocar un cojín sobre su pene con el pretexto de que así ella estaría más cómoda pero Marcela sabía que había logrado calentar al padre de su novio sin siquiera tocarlo y le agradó la idea…bastante. Enseguida el suegro continuaba el masaje de pies mientras le comentaba que al estar parada tanto tiempo le haría bien un masaje en sus muslos. Hubo un silencio. Marcela lo volteó a ver y le dijo -"bueno, pero despacito que no quiero amanecer adolorida ¿ok?". Esta respuesta tranquilizó a Don Sergio pensando que le había pedido demasiado y comenzó a recorrer los muslos de su nuera a consciencia mientras disfrutaba la carne joven que le era ofrecida incondicionalmente.
Don Sergio comenzaba a subir desde los pies hasta casi las nalgas de Marcela. En su mente, Marcela, pensaba en que pasaría si su suegro se atreviera a tocarle las nalgas ahí en su casa a minutos de que llegara su novio mientras su suegra estaba en la otra habitación. Ya no había conversación, sólo el sonido al frotar y uno que otro suspiro de Marcela que etiquetaba de "relajación". Don sergio tenía la urgencia de masturbarse. La idea de su nuera ahi boca abajo, en una posición de dominio, recibiendo placer por sus manos provocaba demasiada tensión en el viejo. Tenía que liberar esa tensión. Su pene necesitaba descargar. Se imaginaba eyaculando encima de esas nalgas mientras escuchaba los gemidos y susurros de Marcela producto del placer que el le daba. Don Sergio comenzó a sobar su pene por encima del pantalón mientras con la otra mano acariciaba los muslos y pies de su nuera. Marcela al sentir sólo una mano imaginaba lo que pasaba y decidió no voltear para que no hubiera un momento incómodo. Ella se concentraba en escuchar el sonido de la mano de su suegro sobre su verga al estar tan caliente por ella. -"Seguro con su mujer no se excita igual" ella pensó. Las caricias continuaban hasta que Marcela sintió como él dió un apretón a sus pies indicando su orgasmo. Todo se confirmó con el silencio y con la petición de su suegro de que lo esperara porque quería ir al baño. Ella quiso hacer la maldad de voltear para verlo con sus pantalones mojados o tal vez con su mano sosteniendo su pene flácido lleno de esperma, pero no lo hizo, y sólo le dijo -"Si Don Sergio, lo espero". Él se fue apresurado al baño a terminar o a limpiarse. Marcela se encontraba en el sillón boca abajo con las imágenes de su suegro masturbándose por ella. Dos minutos después, llega su novio y le pregunta por su papá; ella le comenta que se quedó dormida un rato. Don Sergio sale, ve a Gerardo y le dice -"hijo! ¿ya listo para continuar?. En lo que te fuiste le di un masajito de pies a Marce, pobrecita venía muy adolorida". Gerardo voltea a ver a Marcela con duda pero se acordó de la edad de su padre y le dijo -"Que bueno amor, imagino que por eso te quedaste dormida" a lo que ella contestó con una sonrisa cómplice a Don Sergio -"Si mi vida, los hace muy bien".
Fue un día de tantos cuando Gerardo llevo a Marcela a casa de sus padres. Los suegros de Marcela tenían unos 70 años de edad. Todo estaba muy bien: buena comida, buena música y buena plática en familia. La reunión la conformaban Don Sergio, Doña Carmina, Gerardo y Marcela. Se la pasaron comiendo y platicando de todo un poco en el comedor.
Pasaron las horas, y Doña Carmina se disponía a lavar los trastes e irse a su cuarto a ver sus "cuentos" como ella le decía a las telenovelas. Una vez terminada su labor de lavar platos, se despidió de todos para entrar en su cuarto y enajenarse con la televisión. Don Sergio, por el contrario acompañaba a Marcela y a su hijo en la sala platicando de fútbol y de noticias de conocidos (chismes) del pueblo.
Ese día, Marcela, se había arreglado de una manera peculiar: llevaba leggins negros con una blusa blanca y sandalias del mismo color. Esa combinación resaltaba uno de sus mejores atributos: sus nalgas. Ella lo sabía, pero como iban a ver a sus suegros no se le hizo impropio, ya que alguna vez su suegro la había elogiado frente a su hijo y eso le gustó.
El ambiente estaba tranquilo pero entretenido. Don Sergio relataba historias de cuando su hijo era pequeño y Gerardo sólo se avergonzaba con sus tropezones de adolescencia, pero, después de todo son esos detalles los que hacen la vida toda una aventura.
Marcela sentía un poco de mareamiento pero tranquila, aunque de vez en cuando se hallaba con que su suegro la miraba cuando Gerardo se distraía. Esos "miramientos" le parecían entretenidos y a veces hasta se contoneaba de manera sensual para que Don Sergio le mirara. A veces sus miradas se cruzaban y Marcela y su suegro se reían como diciendo:"Ya te vi, eeeh!".
En un momento, Gerardo, tuvo que ir al baño a deshacerse de tanta cerveza que había tomado y al quedarse solos Marcela y Don Sergio decidieron ponerse a platicar en el sofá de dos plazas mientras le dejaban el "loveseat" a Gerardo para cuando volviera del baño. Ese tiempo lo usaron para que Don Sergio elogiara lo hermosa que era Marcela y ella se lo agradecía agregando al final: "¡Ya basta, que me voy a sonrojar!". Don Sergio era muy feliz con la visión de esa mujer y Marcela lo sabía muy bien, pero sabía que no se podía pasar de "sensual" con el señor.
Todo iba muy bien hasta que salió Gerardo y se percató de que ya no habían cervezas ni vodka, que era lo que tomaba Marcela, y decidió salir al Chedraui para traer eso y más botana. Gerardo, inocentemente, le dijo a Marcela que lo esperara con su padre para no dejarlo solo y que no se tardaba. Después de eso, se dirigió a la puerta diciendo el clásico "no me tardo".
Ya en la sala, Marcela decidió quitarse las sandalias para poder subir sus pies al mueble sin ensuciar y comenzar a platicar con su suegro. Ella estaba en posición ladeada hacia su suegro. Don Sergio al mirar el gesto le mencionó lo lindos que eras sus pies. Ella lo tomó como un cumplido y le preguntó si le gustaba el color de la punta de sus uñas al señor y le enseñaba que hacían juego con la de sus manos y que le gusta como se las arreglan en la estética a la que iba cada semana. Don Sergio interrumpió con un "y bueno…mi hijo debe consentir a su mujercita, y más cuando su mujercita es como tú". Una vez más, Marcela sintió la mirada de su suegro en todo su cuerpo pero sin inmutarse le agradeció el comentario y como acto reflejo le contestó -"las debo de tener bien cuidadas por mi trabajo de edecán aunque te diré, Sergio, hoy vengo cansadísima estuve parada 4 horas en el centro comercial antes de venir aquí con ustedes". Esa respuesta hizo clic en Don Sergio y añadió -"Qué te parece si te doy un masaje rápido en lo que viene mi hijo?". Ella, por necesidad y por su naturaleza juguetona accedió y sin dudarlo le subió los pies a las piernas del padre de su novio. Don Sergio se levantó al baño, pero Marcela vió que se fue asomar a la habitación para checar a Doña Carmina y le causó una leve sonrisa en el rostro y pensó -" ¡Viejo cabrón!".
Una vez que regreso "del baño", Don Sergio se acomodó en el sillón y subió las dos lindas piernas de Marcela sobre su regazo para comenzar con el masaje. Marcela se colocó boca arriba totalmente para recibir las caricias "terapéuticas" de su suegro. El comenzó a sobarle el pie derecho pasando sus dedos sobre todo el pie de Marcela y acariciando dedo por dedo del mismo y enseguida comenzó a acariciarlo con sus dos manos haciendo presión justo donde se juntan los dedos del pie al pie (valga la redundancia). Marcela estaba de lo más relajada y comenzaba a sentir verdadero placer del masaje de Don Sergio.
Ellos seguían platicando de cosas banales mientras Don Sergio le acariciaba los pies a su nuera. Él en su interior la admiraba y sentía una mezcla de adrenalina con lujuria al ver a la chica totalmente acostada dejándose acariciar. La imagen de sus curvas a través de los leggins, que marcaban un poco los labios vaginales, estaban haciendo efecto en su fisonomía. Don Sergio, sabía los límites y se concentraba en hacerle el masaje a su nuera lo más placentero posible. Y lo estaba logrando. Marcela ya casi no hablaba y en un momento pudo ver que ella se mordía los labios "discretamente" y continuaba con su plática.
Las ideas sexuales estaban presentes en los dos, pero nadie se animaba a nada más. Será que el hecho de que se veían de frente les hacía recordar sus roles y que ese masaje debía ser de lo más asexuado posible. Aquí es donde la experiencia se hizo presente y Don Sergio le pidió a Marcela que se pusiera boca abajo para facilitarle el masaje. Marcela, sin chistar, se dió la vuelta rozando los muslos de su suegro y le dijo -"que rico masaje, Sergio, ya estoy por favor continúa me has relajado bastante.". En este momento Don Sergio tenía la vista de las hermosas nalgas de Marcela mientras continuaba acariciando sus pies. Esa visión no hizo mas que causar una erección en él y se dispuso a colocar un cojín sobre su pene con el pretexto de que así ella estaría más cómoda pero Marcela sabía que había logrado calentar al padre de su novio sin siquiera tocarlo y le agradó la idea…bastante. Enseguida el suegro continuaba el masaje de pies mientras le comentaba que al estar parada tanto tiempo le haría bien un masaje en sus muslos. Hubo un silencio. Marcela lo volteó a ver y le dijo -"bueno, pero despacito que no quiero amanecer adolorida ¿ok?". Esta respuesta tranquilizó a Don Sergio pensando que le había pedido demasiado y comenzó a recorrer los muslos de su nuera a consciencia mientras disfrutaba la carne joven que le era ofrecida incondicionalmente.
Don Sergio comenzaba a subir desde los pies hasta casi las nalgas de Marcela. En su mente, Marcela, pensaba en que pasaría si su suegro se atreviera a tocarle las nalgas ahí en su casa a minutos de que llegara su novio mientras su suegra estaba en la otra habitación. Ya no había conversación, sólo el sonido al frotar y uno que otro suspiro de Marcela que etiquetaba de "relajación". Don sergio tenía la urgencia de masturbarse. La idea de su nuera ahi boca abajo, en una posición de dominio, recibiendo placer por sus manos provocaba demasiada tensión en el viejo. Tenía que liberar esa tensión. Su pene necesitaba descargar. Se imaginaba eyaculando encima de esas nalgas mientras escuchaba los gemidos y susurros de Marcela producto del placer que el le daba. Don Sergio comenzó a sobar su pene por encima del pantalón mientras con la otra mano acariciaba los muslos y pies de su nuera. Marcela al sentir sólo una mano imaginaba lo que pasaba y decidió no voltear para que no hubiera un momento incómodo. Ella se concentraba en escuchar el sonido de la mano de su suegro sobre su verga al estar tan caliente por ella. -"Seguro con su mujer no se excita igual" ella pensó. Las caricias continuaban hasta que Marcela sintió como él dió un apretón a sus pies indicando su orgasmo. Todo se confirmó con el silencio y con la petición de su suegro de que lo esperara porque quería ir al baño. Ella quiso hacer la maldad de voltear para verlo con sus pantalones mojados o tal vez con su mano sosteniendo su pene flácido lleno de esperma, pero no lo hizo, y sólo le dijo -"Si Don Sergio, lo espero". Él se fue apresurado al baño a terminar o a limpiarse. Marcela se encontraba en el sillón boca abajo con las imágenes de su suegro masturbándose por ella. Dos minutos después, llega su novio y le pregunta por su papá; ella le comenta que se quedó dormida un rato. Don Sergio sale, ve a Gerardo y le dice -"hijo! ¿ya listo para continuar?. En lo que te fuiste le di un masajito de pies a Marce, pobrecita venía muy adolorida". Gerardo voltea a ver a Marcela con duda pero se acordó de la edad de su padre y le dijo -"Que bueno amor, imagino que por eso te quedaste dormida" a lo que ella contestó con una sonrisa cómplice a Don Sergio -"Si mi vida, los hace muy bien".