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Ulises Ruiz, el siete vidas

De Abolengo

Bovino maduro
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Opinómetro Nacional Escrito por elarsenal.net Domingo 27 de Junio de 2010 19:15
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Oaxaca de Juárez, 27 de junio. El 11 de agosto de 2006 se publicó en el espacio de Estrictamente Personal: “Ulises Ruiz se ha vuelto insostenible como gobernador y no parece haber más cauce de retorno a la gobernabilidad en Oaxaca que su destitución La decisión está tomada. El problema es cuándo será y cómo lo harán, lo que no es un asunto menor”. Estamos en junio de 2010 y Ruiz sobrevivió aquella crisis, donde operó una alianza impensable en su contra de maestros, organizaciones civiles, el gobierno de Vicente Fox y el EPR, que no pudieron con él.



A Ruiz le hicieron todo para destituirlo. Comenzó con un plantón magisterial en el centro de la capital, como habían habido durante 26 años consecutivos. Pero un mal manejo político previo le enredó la vida. No fue el choque con la disidencia del magisterio, que quería una retabulación salarial, sino una ruptura con su antecesor, José Murat, por un asunto, como suele ser entre caciques, de cotos de poder y dinero. Quería Murat que Ruiz le diera contratos a unos recomendados para sacar comisión, decía el gobernador. Falso, espetaba Murat, Ruiz se dedicó a purgar a sus ex colaboradores.



El rompimiento llevó a Murat a operar políticamente con los maestros disidentes, a cuyo plantón se sumó la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), entre cuyos líderes se encontraba Flavio Sosa, antiguo dirigente taxista, que respondía directamente a Murat. En la APPO confluyeron otras fuerzas, como las del EPR, que hizo del plantón en la capital del estado un laboratorio para sus tácticas guerrilleras urbanas. Con la creciente descomposición social, el gobierno foxista vio la oportunidad de darle un golpe al PRI mediante su destitución, y de esa manera dañar también la carrera presidencial de Roberto Madrazo, de quien era operador en el sur del país.



La intentona para derrocarlo no tenía dialéctica alguna. Asesoraba al gobierno federal un panista de nuevo cuño, Diódoro Carrasco, ex gobernador de Oaxaca, secretario de Gobernación en el gobierno de Ernesto Zedillo, y uno de los tutores de Gabino Cué, quien como candidato de la izquierda había perdido la gubernatura ante Ruiz. Se había sumado Elba Esther Gordillo, quien en su empeño por evitar que Madrazo llegara a Los Pinos, se fue del lado de la Coordinadora Magisterial, la disidencia que organizó el plantón, y a la cual Murat y Ruiz habían financiado para que realizaran insultantes pintas frente a la casa de la maestra en la ciudad de México. El carácter de sátrapa de Ruiz, con su sentido de poder patrimonialista y autoritarismo galopante, lo hacían también un político difícilmente defendible para el PRI.



Pero cuando en el PRI se dieron cuenta que el objetivo no era Ruiz sino Madrazo y el PRI, bloquearon la posibilidad de una destitución. El gobierno de Fox, sin embargo, siguió su estrategia para doblegarlo. El ex presidente le prometió ayuda policial para disolver el plantó que se extendía por ocho meses y lo engañó. Le dijo que respaldaría una operación para acabar con el plantón, y cuando Ruiz envió a su policía una madrugada, las fuerzas federales prometidas por Fox y el entonces secretario de Gobernación, Carlos Abascal, nunca llegaron. El responsable de esas fuerzas, hoy diputado del PRI, Ardelio Vargas, le dijo a Ruiz por teléfono, cuando le preguntó que sucedía, que tenía a sus contingentes listos pero “no me dieron la orden de salir”.



Ruiz entendió de lo que se trataba y con su gladiador Jorge Franco, hoy diputado federal, buscó la solución. “Con dinero —decía Fernando Gutiérrez Barrios—, todo es más barato”. Y Ruiz, con 20 millones de pesos repartidos entre los dirigentes de la Coordinadora, encabezada en ese momento por Enrique Rueda, otro ex militante del EPR, puso fin al largo conflicto. Dinero, no obras, como repite Ruiz, es la clave.



Sobrevivió Ruiz a la disidencia magisterial, hoy muy apagada. Sobrevivió a la guerrilla urbana que le quiso montar el EPR. Sobrevivió a Fox, a Abascal y a todas las fuerzas políticas que se alinearon para acabarlo. Recuperó Oaxaca, comenzó a revivirla económicamente y retomó el control político del estado, que sólo volvió a entrar en un periodo de turbulencia cuando condujo el proceso de selección de candidato a gobernador. Logro tranquilizar a casi todos los adversarios de su delfín, Eviel Pérez, el único realmente su hechura, salvo a Franco, su plomero, su jefe de mosqueteros, su solucionador de conflictos. Franco, quien se sacrificó por él en 2006, pensó que era tiempo de cobrar por servicios realizados, pero lo hizo a un lado.El



Ruiz, como ha sido una constante, no reparó el daño. Pérez lo buscó para hacer un pacto, pero no llegó a ninguna parte. También a Murat para aislar el problema de Ruiz y que no se trasladara a él, y en esa ruta está. El delfín de Ruiz sabe que no puede tener enemigos en casa, cortesía inopinada de su jefe político, porque perderá la elección ante Cué, que va nuevamente por la gubernatura. Ruiz, su soporte, paradójicamente, también es su lastre.



Pérez depende de Ruiz hasta el último momento y de su capacidad de reinventarse una vez más. El gobernador despierta pasiones encontradas. Muchos lo detestan, y según las encuestas, es uno los políticos con mayores negativos a nivel nacional. Pero muchos lo aprecian por su trabajo político en momentos coyunturales y apoyos en procesos electorales. Genera repudio por el cinismo con el cual recluta a sus oponentes —con dineros y favores—, pero al mismo tiempo, provoca resignación política por la eficacia de sus audaces chicaneras.



Pocos políticos hay en el escenario nacional que representen, como él, mucho de lo que se quisiera dejar en el pasado. A él, esas cosas no le importan. Después de todo, como le dijo alguna vez a su interlocutor, “tú no votas en Oaxaca”. Él busca resultados que le favorezcan, y así espera la próxima elección para gobernador. “Ganaremos por más de 5 puntos”, dice. “Con eso no pueden cuestionar la elección. Pero si lo hacen y si logran anularla, de cualquier manera voy a ganar. El Congreso no elegirá a un gobernador interino de la oposición, y cuando vuelva a haber elecciones, les volveré a ganar”. Todo es “yo”, no es “nosotros”. No es mera semántica. Es la ratificación de cómo siente que el poder en Oaxaca le pertenece personalmente. Tener siete vidas no le da el derecho de hablar con sentido de propiedad. Pero así es Ruiz, cuyo futuro se juega el 4 de julio
 
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