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Todo por petróleo - ¡LECTURA OBLIGADA!

jarochilandio

Bovino de la familia
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14 Mar 2010
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Salah Nasrawi

Traducción para "Rebelión" de Loles Oliván


Durante los ocho años desde que Estados Unidos invadió Iraq y derrocó al régimen de Sadam Husein, el petróleo ha sido un tema tabú a pesar de que casi la mitad de las reservas probadas del país se han concedido a empresas occidentales y consorcios conjuntos, proporcionando beneficios de millones de dólares anuales.

Sin embargo, un impactante informe incluido en un nuevo libro sobre el petróleo iraquí tras la ocupación estadounidense del país y publicado esta semana revela que el crudo estaba, de hecho, en el epicentro de la invasión liderada por estadounidenses y británicos, a pesar de que ambos gobiernos negasen que el petróleo fuera la razón de la guerra.

Según un informe de unos mil documentos publicados en el libro Fuel on Fire del activista Muttitt Greg, algunos de los cuales han sido reproducidos por el periódico The Independent de Londres la semana pasada, los ministros del gobierno británico discutieron planes para explotar las reservas de petróleo de Iraq en los meses previos a que Gran Bretaña adoptase un papel dirigente en la invasión del país.

Las conversaciones secretas se iniciaron después de que compañías británicas de petróleo se enterasen de que la administración del presidente de Estados Unidos, George W Bush, se estaba acercando discretamente a las corporaciones estadounidenses del petróleo e intentando alcanzar acuerdos con los gobiernos y compañías petroleras franceses y rusos en relación a los campos de petróleo iraquíes en el otoño de 2002.

Las revelaciones demuestran que la presión de la gigante petrolera británica BP, que temía ser “excluida” de los yacimientos iraquíes después de la guerra, la entonces ministra de Comercio británico, Elizabeth Symons, presionó asimismo Bush en nombre de la compañía energética británica para que se le garantizara una parte de las reservas iraquíes, las segundas más grande del mundo.

Los documentos oficiales divulgados son las actas de las reuniones celebradas entre altos ejecutivos petroleros y ministros del gobierno británico obtenidas en virtud de la legislación británica sobre la libertad de información. Ponen de relieve por primera vez las mentiras que se ocultaban tras la negación pública de que había un interés propio en la decisión de invadir Iraq.

Los representantes británicos y estadounidenses siempre se resistieron a afirmar que el petróleo fuera uno de los motivos para la “guerra preventiva” que la administración Bush lanzó contra Iraq en 2003. De acuerdo con su versión de los hechos, la invasión era necesaria para proteger a los estadounidenses de las armas de destrucción masiva iraquíes y del grupo terrorista Al-Qaida.

Por otro lado, en sus memorias de la época también publicadas la semana pasada, el ex jefe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamad El-Baradei, acusa a los dirigentes estadounidenses de haber distorsionado deliberadamente la verdad cuando afirmaron que Iraq poseía arsenales de armas de destrucción masiva, a pesar de las evidencias contrarias recogidas por los inspectores de armamento en el interior del país en aquel momento.

En su libro de memorias de 321 páginas, El-Baradei, ganador del Premio Nobel, condena el engaño de la Casa Blanca de Bush y sugiere que la Corte Internacional de Justicia se pronuncie sobre si la guerra fue, de hecho, ilegal y “determine quién es responsable”.

Ahora se da por hecho que no hay pruebas para vincular el régimen del ex presidente iraquí Sadam Husein con Al-Qaida, la red terrorista dirigida por Osama Bin Laden.

A raíz de la invasión de Iraq dirigida por Estados Unidos en 2003, empresas petroleras extranjeras estadounidenses, británicas y otras se apresuraron a adquirir participaciones de enormes reservas de petróleo iraquí firmando contratos por 20 años que se han descrito como los más importantes de la historia de la industria petrolera y que representan cerca de 60 mil millones de barriles de petróleo, o la mitad de las reservas de Iraq.

ExxonMobil Iraq es el contratista principal de los yacimientos del sur de Iraq, con un 60% de participación. Su contrato incluye trabajos en 15 pozos en el yacimiento petrolero de West Qurna Phase I con 8,6 mil millones de barriles, uno de los más grandes del país.

Halliburton, la empresa dirigida por uno de los arquitectos originales de la guerra, el ex vice-presidente estadounidense Dick Cheney, coordinó importantes contratos gubernamentales en Iraq durante la ocupación estadounidense y es el subcontratista principal de Exxon Mobil en Iraq.

El lunes, Halliburton anunció que había sido contratada por Exxon Mobil para instalar tres plataformas de perforación que proveerán servicios de perforación de petróleo en un importante yacimiento en desarrollo en el sur de Iraq.

La otra gran compañía petrolera estadounidense que ha obtenido concesiones en Iraq es Occidental Petroleum. El año pasado, esta empresa se unió al conglomerado de la energía italiana Eni y a la South Korea Gas Corporation firmando un contrato de servicios técnicos para desarrollar el enorme yacimiento petrolero de Zubair, en el sur de Iraq y con cuatro mil millones de barriles.

También el lunes, el ministro de Petróleo iraquí Abdel Karim Luaibi anunció los detalles de la próxima ronda de concesiones para la explotación de petróleo y gas natural del país que afectará a bloques que contienen un total de 29 mil millones de metros cúbicos de gas y 10 mil millones de barriles de petróleo crudo. Se espera que dichas concesiones vayan a parar a empresas estadounidenses, británicas y otras empresas extranjeras.

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Las reservas confirmadas de Iraq sitúan al país como el tercero más importante del mundo con aproximadamente 143 mil millones de barriles. Sin embargo, el gobierno iraquí ha declarado que las nuevas exploraciones prueban que Iraq, de hecho, cuenta con la mayor reserva mundial de petróleo comprobada, con más de 350 mil millones de barriles.

Los intereses de Estados Unidos en el crudo iraquí se remontan a principios del siglo XX, cuando se descubrió por primera vez petróleo en el país. Desde entonces, Iraq ha sido escenario de la rivalidad por el control de su vasta riqueza petrolera.

Después de la Primera Guerra Mundial, y con la derrota de Alemania en la guerra, la participación alemana en la Compañía Turca de Petróleo, que había tenido previamente la concesión para todo Iraq, fue a parar a Gran Bretaña y a Francia, las dos nuevas potencias coloniales en Oriente Próximo.

Sin embargo, el dominio de ambas potencias “no era indiscutido”. Bajo la presión de Estados Unidos, la nueva superpotencia emergente, se otorgó a dos compañías petroleras estadounidenses, la Jersey Standard y la Socony, un 23,75% de participación en la nueva Iraq Petroleum Company (IPC), manteniéndose el resto de acciones en poder de Gran Bretaña, Francia y la Royal Dutch-Shell.

El monopolio extranjero del petróleo iraquí sólo concluiría con la nacionalización de la industria petrolera en 1972.

Los expertos de la industria petrolera afirman que todos los yacimientos iraquíes producen petróleo en la actualidad y que juntos representan más del 90% de la producción actual de Iraq. Las necesidades de inversión y de tecnología son relativamente menores.

Además, los costes de producción en Iraq son relativamente bajos ya que los yacimientos de petróleo del país están situados en regiones relativamente accesibles. El crudo iraquí, conocido como ligero y dulce, es de alta calidad y apropiado para las refinerías de Estados Unidos.

Dado que los precios del petróleo siguen subiendo y que no se vislumbra una mejoría, no parece que las compañías de petróleo estadounidenses vayan a permitir que otras grandes empresas petroleras se apoderen de las enormes reservas de Iraq aun cuando el ejército estadounidense haya de hacer frente a la posibilidad de abandonar el país pronto.

Ello podría explicar por qué los altos funcionarios militares de Estados Unidos han aumentado recientemente la presión sobre el gobierno iraquí para que acepten prolongar la presencia del ejército estadounidense en Iraq más allá del plazo anteriormente acordado y a pesar del compromiso previo asumido por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de retirar todas las tropas a finales de diciembre.

El primer ministro iraquí Nuri Al-Maliki tiene ahora que decidir si pedir a las tropas estadounidenses que permanezcan en el país más allá de la prevista retirada, o que cumplan con el acuerdo de seguridad de 2008 que establece que la mayoría de las tropas de Estados Unidos debería salir a finales de este año.

El principal rival político de Al-Maliki, el radical clérigo chií Muqtada Al-Sadr respaldado por Irán, ha advertido de que sus partidarios reanudarán la oposición armada si las tropas estadounidenses permanecen más allá del final de este año.

El mentor de Al-Sadr, el gran ayatolá Kazim al-Haeri, también ha emitido un edicto religioso desde su base en Irán prohibiendo cualquier extensión de la presencia militar de Estados Unidos en Iraq más allá del calendario previamente acordado.

Estos acontecimientos podrían ser expresiones parciales de la política interior iraquí y de las ambiciones de Irán por desempeñar un mayor papel en Iraq cuando se produzca la retirada estadounidense. Sin embargo, vinculado a todo ello, existe también un aspecto relacionado con el petróleo.

Para mantener su posición como segundo mayor productor de la OPEP, Irán ha dependido de la escasez del petróleo iraquí y por ello se ha opuesto a las sanciones lideradas por Estados Unidos. A Irán le preocupa que el resurgimiento de la producción petrolera de Iraq afecte a su propia posición en el mercado internacional.

Las motivaciones que esconden los intentos de las compañías petroleras estadounidenses de incrementar sus inversiones en Iraq pudieran no ser las de reducir las exportaciones iraníes de petróleo, pero desde el punto de vista iraní ese será probablemente su efecto.

Sigue siendo cierto que el 75% del petróleo mundial se encuentra en la región del Golfo y que quien la controla, controla la economía mundial. Esto en sí mismo podría explicar las mentiras y el engaño sobre los motivos reales de la costosa ocupación extranjera de Iraq.

* Publicado originalmente en Al-Ahram Weekly el 04-05-2011 (actualmente ya no disponible ahí)


Fuente


Pero ésto es sólo el preámbulo. ¿Creían que aquí terminaba todo? ¡Pues están muy equivocados! Vayan a la siguiente entrada.
 
La guerra por el petróleo en Siria y en Irak: política, seguridad y redistribución de recursos

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David Butter
Primavera de 2015


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El petróleo, recurso relativamente escaso en Siria, y abundante en Irak, ha marcado la evolución de los conflictos que se viven en la región

En Siria, el gobierno ha perdido el control sobre algunos campos petrolíferos. Para cubrir su demanda interna ha recurrido a Irán, que empieza a limitar su ayuda

En Irak, la crisis política y militar ha provocado una relajación de las tensiones entre Bagdad y el gobierno regional kurdo por las exportaciones de crudo kurdo


El petróleo ha influido de muchas maneras en los actuales conflictos de Siria e Irak. En Siria se han producido enfrentamientos por un recurso que es relativamente escaso. El gobierno sirio se ha visto obligado a ceder el control sobre zonas en las que hay campos petrolíferos, y varios grupos rebeldes y tribus locales las han ocupado para explotarlos. Mientras tanto, el gobierno ha tenido que recurrir a Irán, su principal aliado en la región, para financiar el suministro de petróleo necesario para su propia supervivencia.

En 2014, el autollamado Estado Islámico (EI) logró hacerse con gran parte del negocio del petróleo de Siria, lo cual le ha proporcionado ingresos y combustible para llevar a cabo sus ofensivas tanto en Siria como en Irak. Sin embargo, no ha conseguido asegurarse unos precios significativos para el crudo en este último país.

A lo largo de 2014, la producción total de petróleo iraquí aumentó casi un tercio a pesar de los avances del grupo Estado Islámico, y la crisis política y militar ha provocado una relajación de las tensiones entre el gobierno de Bagdad y el gobierno regional de Kurdistán (GRK). Como consecuencia de ello, se han producido avances importantes en la disputa por las exportaciones de petróleo kurdo y la distribución de los ingresos del crudo en el presupuesto iraquí.

El pastel del petróleo sirio

Siria nunca ha sido un gran productor de petróleo. No obstante, desde que en los años cincuenta se desarrollaron sus primeros campos, ha producido lo suficiente como para cubrir la mayor parte de sus necesidades internas y dejar un margen para exportar a un nivel modesto.

Los primeros campos de petróleo y gas en ser explotados se encontraban en el noreste del país, en las provincias de Hasaka y Raqqa, e incluyen el campo de Sweida, que sigue siendo el mayor del país. La mayoría de los campos del noreste eran explotados por la Compañía Siria de Petróleo (CSP), de propiedad estatal, y producían crudo pesado que se transportaba a la refinería de Homs y a la terminal exportadora de Banias, en la costa mediterránea, a través de un oleoducto que cruzaba el Éufrates al sur de Raqqa. En 1980 se puso en marcha la segunda refinería del país, situada precisamente en Banias.

A principios de los años ochenta empezó una nueva fase para el sector cuando Shell (Pecten) descubrió el campo de Tayem, en el valle del Éufrates, al sur de Deir el Zor. Shell siguió desarrollando unos 40 campos en el valle, en el marco de la Compañía de Petróleo Al Furat, el 50% de la cual estaba en manos de la CSP. El petróleo que producía Al Furat se procesaba en unos puntos de recogida centralizados y se bombeaba a Homs y a Banias utilizando tramos del oleoducto Irak-Siria-Líbano que se terminó a principios de los años cincuenta y se cerró en 1976 (a causa de una disputa politizada por los derechos de paso). El crudo de Al Furat es de alta calidad, ligero y bajo en azufre. El éxito de Shell atrajo a Siria a otras compañías, pero solo hicieron pequeños descubrimientos, de los que destaca el de Total en el campo de Jafra, cerca de Deir el Zor.

En marzo de 2011, la producción siria ascendía a 387.000 barriles diarios (b/d), de los cuales unos 200.000 los producía directamente CSP, 90.000 Al Furat (Shell), y 20.000 DZPC (Total). El resto, un total de 50.000 b/d, lo producían dos empresas en el extremo noreste del país: SIPC (con la china Sinopec como operadora), Gulfsands Petroleum y Kawkab (CNPC).

Tras el levantamiento contra el régimen de Bashar al Assad en marzo de 2011, la Unión Europea (UE) impuso sanciones a Siria, entre otras la prohibición de importar petróleo del país, que entraron en vigor en octubre. Fue un duro golpe, ya que la práctica totalidad de los 150.000 b/d que Siria exportaba se vendían a países miembros de la UE, sobre todo Italia y Alemania. Siria tuvo dificultades para encontrar clientes alternativos. Cuando la insurrección armada ganó fuerza en 2012, el régimen admitió que la defensa de los campos de petróleo de las zonas desérticas del este del país comprometería unas tropas que eran necesarias en los frentes estratégicamente más importantes de las regiones más pobladas en torno a las principales ciudades del oeste. A principios de 2013, gran parte del valle del Eúfrates estaba en manos rebeldes, y las tribus locales y los empresarios habían empezado a extraer petróleo de campos que llevaban mucho tiempo abandonados por las compañías explotadoras. Las ciudades de Manbiy, al este de Alepo, y de Tel Abyad, más al este, junto a la frontera con Turquía, se convirtieron en importantes escalas en las que comerciar con el petróleo y procesarlo en refinerías improvisadas. Los grandes campos petrolíferos del noreste de la provincia de Hasaka quedaron bajo control del régimen y de las fuerzas kurdas, pero solo producían cantidades limitadas, sobre todo para consumo local, dado que el oleoducto que unía esa zona con Homs y Banias había quedado interrumpido.

En un primer momento, el Frente al Nusra y Ahrar al Sham se hicieron cargo de la organización de la economía del petróleo de la región rebelde, bajo la tutela de los tribunales islámicos fundados por ellos en las principales ciudades. El EI (o Estado Islámico de Irak y el Levante, como se llamaba en ese momento) empezó a abrirse paso en el negocio del petróleo a comienzos de 2013, al tiempo que expulsaba a los grupos rebeldes de la ciudad de Raqqa.

El Frente al Nusra conservó los yacimientos petrolíferos más grandes del valle del Éufrates hasta que se rindió al grupo Estado Islámico a mediados de 2014. Los acuerdos alcanzados entre las tribus de la región y Omar al Hadawi, jefe del consejo legislativo del Frente, quedaron anulados por las nuevas disposiciones elaboradas por los emires del grupo Estado Islámico.

Es probable que, antes de que comenzasen los ataques aéreos dirigidos por Estados Unidos en septiembre de 2014, la producción total de petróleo de los campos sirios e iraquíes bajo control del EI fuese de unos 70.000 b/d, a lo sumo. En la práctica, el grupo Estado Islámico concedía la explotación de los campos a grupos tribales locales y les pagaba entre 20 y 25 dólares por barril de crudo. Las tribus competían por esos contratos, y los que salían perdiendo y cuestionaban las decisiones del EI eran tratados sin piedad, como ocurrió con la tribu de Al Shuaitat, en el este de Siria. Comerciantes autorizados por el EI vendían el petróleo a las refinerías, que a su vez volvían a vender los productos al EI o los pasaban de contrabando a través de la frontera con Turquía. El valor total del comercio del crudo y de los productos derivados ascendía nada menos que a cuatro millones de dólares diarios, de los cuales el EI se aseguraba una parte sustancial en forma de impuestos y tasas, así como algunos beneficios del comercio.

Las incursiones aéreas de Estados Unidos y de sus aliados árabes han alterado las operaciones del grupo Estado Islámico con el petróleo. En uno de sus primeros comunicados sobre los ataques, realizado a finales de septiembre, el Mando Central del Ejército Estadounidense (Centcom, por sus siglas en inglés) declaró que habían sido alcanzadas 12 refinerías de los alrededores de Deir el Zor y del sur de la provincia de Hasaka. El comunicado decía que cada refinería tenía una capacidad de procesado de entre 300 y 500 b/d, e insinuaba que las incursiones por sí solas habían anulado el 10% de la capacidad productiva del EI. La organización también ha tenido que hacer frente a la caída del precio de petróleo desde octubre de 2014, lo cual probablemente haya mermado sus ingresos, ya que el precio que pagan los consumidores finales de los productos sirios refleja los precios del mercado mundial.

Desde mediados de 2014, el grupo Estado Islámico ha lanzado una serie de ataques a las instalaciones productoras de gas natural situadas entre Homs y Palmira. El objetivo de estos ataques no está claro, ya que el EI no tiene medios para vender gas, que llega a las centrales eléctricas situadas en zonas controladas por el régimen a través de un gasoducto. A su vez, la energía de las centrales se distribuye a toda Siria por la red eléctrica nacional. Es posible que estos ataques sean intentos por conseguir nuevos territorios y no guarden relación con el sector del petróleo y el gas como tal.

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Al Assad depende de los petroleros iraníes

Según el gobierno sirio, la producción de petróleo en las zonas bajo control del régimen ha quedado reducida a tan solo algunos miles de barriles diarios. Esto significa que ahora el gobierno depende de las importaciones para cubrir la demanda nacional. Esta es mucho menor que antes del conflicto, ya que la población de las zonas controladas por el régimen ha disminuido debido a que la superficie geográfica se ha reducido y a que más de tres millones de sirios han huido del país. A mediados de 2013, Irán proporcionó una línea de crédito de 3.600 millones de dólares para financiar las importaciones de combustible. Estas consistían principalmente en crudo de Irán e Irak que se transportaba a Banias a través de una red de intermediarios. Allí el petróleo se refinaba para producir gasolina, gasoil y fueloil. Estos suministros, que ascendían a unos 80.000 b/d de media, se complementaban con los cargamentos de productos refinados de petroleros procedentes de Irán y de otros proveedores, entre ellos empresarios europeos que podrían haber hecho tratos con empresas privadas sirias en vez de con las entidades de propiedad estatal sometidas a las sanciones de la UE.

Hacia finales de 2014 hubo indicios de que los suministros de Irán eran menos regulares. En Damasco se informaba con frecuencia de la escasez de combustible, que los funcionarios del gobierno explicaban afirmando que las llegadas de los petroleros se habían visto interrumpidas por diversas razones, como el mal tiempo y los ataques de los piratas del Índico. Una explicación más verosímil es que el crédito iraní se había agotado: 80.000 barriles diarios a 100 dólares el barril alcanzaría un total de 3.600 millones de dólares en 18 meses. Una importante delegación de ministros sirios visitó entonces Irán, pero no hubo ningún anuncio de que se fuese a ampliar la línea de crédito. Con los precios del petróleo en descenso, la capacidad de Irán de seguir proporcionando combustible y ayuda financiera a Siria está llegando al límite. Irán ha tomado la decisión estratégica de apoyar al régimen de Al Asad, pero es posible que le esté presionando para que utilice los recursos privados de su entorno para cubrir una parte importante de la factura del combustible.

El sector petrolero iraquí menosprecia al EI

A comienzos de 2014, Irak producía unos tres millones de barriles diarios. En diciembre se estaba acercando a los cuatro millones, y ese mismo mes las exportaciones alcanzaron un récord de 2,94 millones de barriles al día. Los buenos resultados del sector petrolero iraquí se podían atribuir a las mejoras en las explotaciones de las compañías petroleras internacionales, como BP en el sur, y al aumento de la producción de la región kurda. La ofensiva del EI que empezó en junio de 2014 no logró asegurarle el control de ninguno de los grandes recursos petrolíferos. Los objetivos prioritarios fueron la refinería de Baiji y los principales campos de Kirkuk. El EI ha llevado a cabo varios ataques contra esos objetivos, el último de ellos contra Kirkuk a finales de enero de 2015. Mientras el EI siga activo en el norte de Irak, no parece problable que la refinería de Baiji pueda reanudar su actividad, y la producción del campo de Kirkuk seguirá estando por debajo de su capacidad de 300.000 b/d. No obstante, la intervención estadounidense y aliada en el conflicto significa que es muy poco probable que el EI sea capaz de apoderarse de las instalaciones y explotarlas de forma sostenible.

Una de las consecuencias de la campaña del grupo Estado Islámico fue la caída de Nuri al Maliki y la formación de un nuevo gobierno presidido por Haidar al Abadi, que ha declarado su compromiso de ser más inclusivo y de luchar contra la corrupción. A su vez, esto ha tenido como resultado una relajación de las tensiones entre el gobierno central y el GRK por las exportaciones de petróleo kurdo. Según un acuerdo provisional alcanzado en noviembre de 2014, el GRK ha aceptado que la Organización Estatal de Comercialización del Petróleo iraquí (SOMO) gestione la exportación de 250.000 b/d de petróleo kurdo. El GRK facilitará también la exportación de 300.000 b/d de crudo de Kirkuk. A cambio, el gobierno de Bagdad volverá a efectuar los pagos presupuestarios al GRK de acuerdo con la fórmula de distribución por la cual los kurdos reciben el 17% del total de los ingresos iraquíes por el petróleo. El acuerdo deja pendientes cuestiones difíciles que tendrán que ser resueltas en la legislación sobre el sector del petróleo, postergada desde hace mucho tiempo, pero apunta a una actitud más cooperativa.

La caída de los precios del petróleo mermará los ingresos presupuestarios totales de Irak a pesar de los volúmenes adicionales que se están exportando actualmente. Abadi ya se ha lamentado de que eso causará dificultades al gobierno para financiar su guerra contra el EI. Sin embargo, el alcance de la corrupción durante el mandato de Maliki hace pensar que debería de haber un margen considerable para reducir el derroche, si existe la voluntad política de hacerlo.


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Fuente alternativa
 
Estalla la guerra del petróleo entre Estados Unidos y Rusia en Siria

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Eugenio García Gazcón
10/02/2018


Un nuevo giro se ha producido esta semana en Siria, donde la aviación aliada de Estados Unidos ha bombardeado posiciones de las milicias progubernamentales en el distrito de Deir al Zor. Americanos y rusos se acusan de querer apropiarse de los campos de petróleo que hay en la zona y que hasta hace poco explotaba el Estado Islámico.

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Dos aviones de combate estadounidenses sobrevuelan Siria. / EFE


La provincia siria de Deir al Zor, bañada por el río Éufrates, es el teatro más reciente de la confrontación entre fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos y fuerzas leales al gobierno de Damasco respaldadas por Rusia. En el fondo de esta rivalidad entre las dos potencias se encuentran los ricos campos de petróleo y gas que hay en la zona, y que antes de la guerra eran los más productivos del país.

En la noche del miércoles, la aviación aliada liderada por Estados Unidos lanzó un ataque contra las milicias tribales prosirias que un poco antes iniciaron un ataque en la localidad de Jusham, donde se encuentran los principales pozos de petróleo. El ataque de las milicias tribales rompió el statu quo que dice que la zona al este del Éufrates es para las Fuerzas Sirias Democráticas, lideradas por los kurdos, aliados de Estados Unidos.

No está claro por qué las milicias tribales han dado este paso en este momento, aunque es obvio que el ejército de Damasco quiere recuperar los campos de petróleo que antes de la guerra producían 30.000 barriles diarios, y que entre 2014 y 2017 fueron explotados por el Estado Islámico, convirtiéndose en la mayor fuente de ingresos de los yihadistas.

Un portavoz militar estadounidense sostiene que los americanos están en permanente contacto con las fuerzas rusas, y que les preguntaron a los rusos si participaban en el ataque contra Jusham. Cuando la respuesta fue negativa, la aviación aliada bombardeo posiciones de las milicias tribales. Según los americanos, un centenar de combatientes murió en el ataque, aunque esa cifra no está del todo clara.

Moscú rápidamente denunció las “ambiciones económicas” de Washington, y dijo que Estados Unidos busca “apropiarse de la riqueza económica siria”. La portavoz Maria Zakharova recalcó que la presencia de las tropas estadounidenses en Siria es “ilegal” puesto que no cuenta con la licencia de Damasco, a diferencia de lo que ocurre con las tropas rusas.

Zarakhova añadió que las tropas rusas buscan “preservar la unidad y la integridad de Siria”, y señaló que hay fuerzas yihadistas que usan zonas del otro lado del Éufrates para evadir al ejército sirio. Estados Unidos, según Moscú, no ataca a los “terroristas” del Estado Islámico sino que “se apropia de la riqueza siria”.

En Moscú subrayaron que no están buscando un enfrentamiento directo con Estados Unidos, y argumentaron que este no es el momento más indicado para ello puesto que en el mes de marzo tendrán lugar las elecciones presidenciales a la que concurre el presidente Vladimir Putin. Abrir un nuevo conflicto con Estados Unidos no entra en los planes de Moscú en estos momentos.

En todo caso, el bombardeo del miércoles ha puesto de relieve que existe una fina línea entre la paz y la guerra, y que esa línea se puede cruzar simplemente con una equivocación o con una decisión no muy juiciosa, por más que Estados Unidos y Rusia digan que no andan interesados en un deterioro de la situación.

Un punto oscuro en todo este incidente es que el Pentágono, que dijo que había actuado “en defensa propia”, anunció la muerte de “mercenarios rusos” en sus bombardeos, algo que Moscú negó. La presencia de fuerzas extranjeras se da en todos los bandos en Siria, y al parecer algunos de los muertos el miércoles eran milicianos chiíes de Afganistán que combaten al lado de las tropas sirias.

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Los americanos dijeron que unos 500 combatientes tribales y progubernamentales participaron en la ofensiva, apoyados por la artillería, tanques y morteros. Las víctimas de la réplica fueron “gente local leal al presidente Al Asad”, según informaron los sirios. “Los rusos nos dijeron que no había rusos y entonces atacamos”, insistió el coronel estadounidense Ryan Dillon.

La zona del bombardeo de los americanos, cerca de la población de Jusham, es una región donde los kurdos son minoría, pero el rotundo apoyo de Washington a la causa kurda indica claramente que los americanos se disponen a conservar los pozos de petróleo del lado kurdo, lo que sin duda es una nueva preocupación no solo para Damasco sino también para el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

Erdogan ha pedido en dos ocasiones y de manera pública a Estados Unidos que abandone la zona del noroeste de Siria donde tiene tropas que apoyan a los kurdos. La preocupación de Erdogan es cada vez mayor, ya que está viendo que los americanos actúan con resolución al lado de los kurdos, que él considera “terroristas”, tanto en el noroeste como en nordeste del país.

El gobierno de Damasco ha calificado la intervención de Estados Unidos de “crimen de guerra” y añade que Washington está apoyando directamente al terrorismo. Por su parte, tanto americanos como rusos se acusan de querer tomar el petróleo de Siria, que de momento se quedará en manos de los kurdos, con todo lo que puede implicar de cara al futuro del Kurdistán sirio.


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Y así tenemos, a gringos entrometiéndose en todas partes del mundo donde hay petróleo, y a iraníes, rusos y turcos interesados en preservar su zona de influencia (más que en el petróleo sirio) en ese enclave vital en medio oriente. Como parte de sus operaciones para asegurarse de un acceso franco y directo al mediterráneo, Rusia tiene una base naval en Tartus.

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