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- #1
La noche tenía esa esencia de descaro impregnando el aire frío, era, a mi entender, la causa de tanto movimiento en la ciudad, los bares y discotecas rebosaban de mujeres enfundadas en prendas diminutas y entalladas, perfumadas, húmedas; hombres con aires de conquistador, con la espalda y un pie sobre la pared, fumando un cigarro, acechantes, varoniles; parejas en busca del embriagante deseo mezclado del sudor del baile, el ron y el humo del tabaco, amantes que alterados por el alcohol y la libido paraban el taxi para que los llevara a casa o a algún motel donde encontrar lo que toda la noche buscaron, la noche olía a deseo.
Eran las dos de la mañana cuando una pareja me hizo la parada, ella era una mujer hermosa, de grandes muslos, pantorrillas generosas y un par de tetas altivas y regordetas, vestía una minifalda negra, unas zapatillas altas y una blusa blanca de botones al frente. Él, un joven atlético de cabello cortísimo, con la apariencia que te deja el uniforme militar aún cuando no lo traigas puesto.
-¿A la Plutarco?
-Sí, súbanle joven
Ella subió primero, quedando justo en medio del asiento trasero, esperándolo, cuando se dejó caer dentro del coche lo atrapó como las arañas a su presa, lo envolvió entre sus brazos y al igual que esos insectos comenzó a devorarlo a besos, yo, emprendí el camino.
Las gotas de una ligera lluvia escurrían por los vidrios de mi taxi; atrás de mí, casi como si lo hicieran en mi oído, podía escuchar sus labios juntándose, la saliva fluyendo de sus bocas y ligeros gemidos de ella como si se aguantara un dolor que la incomodaba. Frente a la luz roja de un semáforo, ajusté el retrovisor y pude ver la silueta de la mano del hombre que hurgaba entre las piernas de la chica, el tufo a alcohol que emanaba de sus bocas impregnó el auto y se mescló con el olor a hembra en celo de ella, bajé la ventanilla, estaban absortos en su juego, ella abriendo las piernas a tope y él invadiéndola con dos dedos, antes de meter primera, me sobé la verga para acomodármela y sentir el rose de mi mano, después de ese espectáculo lo necesitaba.
Instantes más tarde los gemidos de la chica fueron sustituidos por sendos ronquidos, voltee de reojo incrédulo y me los encontré dormidos con las cabezas unidas, sosteniéndose entre sí para no caerse, ella, las piernas abiertas en par, una tanga morada corrida completamente en la ingle y un coño bastante peludo expuesto, vibrante, brillando por la excitación. Cada vez que me topaba el “alto”, que afortunadamente fue un par de veces, aprovechaba para voltear y ver esa pepa velluda, con ayuda de mi teléfono celular lo alumbraba para verlo a detalle e incrementar el morbo, pero llegué a su destino y no me quedó de otra que despertar al afortunado que se comería a esa mujer.
Ey, joven, ya llegamos ¿dónde los dejo?
Dé la vuelta en esta calle- me dijo él despabilándose con mucho esfuerzo- aquí atrás del coche blanco
Me paré en el sitio indicado, el muchacho se bajó buscando su cartera en la bolsa trasera del pantalón pero sin despertarla a ella quien se escurrió en el sillón, lo que hizo que se abriera más de piernas. Acercándose a la ventanilla, con algo de dificultad me dijo:
A ella llévala a Campestre ¿cuánto es de las 2 dejadas?
Cien pesos ¿Pero seguro que va a saber decirme dónde hay que llevarla?- le pregunté incrédulo de que fuera a dejarme tremendo paquete sin preocuparse.
Sí, no hay pedo, no se despierta- me dijo después de echarle una breve mirada y pagándome lo acordado, para irse tambaleando hasta una casa donde entró sin mirar atrás.
Me encaminé a dejarla, iba totalmente inconsciente sin siquiera sospechar que se encontraba sola, con la tanga corrida, la falda a la cintura y conmigo sobándome la verga cada que al voltear a verla. Sin embargo, soy una persona que sabe de límites y por ello me conformé con el simple espectáculo que durante los 20 minutos que duró el trayecto, me siguió proporcionando tan exquisita mujer.
Al entrar a la colonia hice lo mismo que con su pareja.
Señorita, ya llegamos ¿Dónde la dejo?
Ella despertó con algo de espanto pero sin decir nada, por un momento creí que gritaría, pero solo miraba de un lado para el otro, desorientada, perdida, pero sin cerrar las piernas.
Parece ahí, en la esquina.- me dijo señalando el margen de un terreno baldío
Cuando detuve el taxi, de inmediato abrió la puerta y apenas al colocar los pies en el piso, comenzó a tener arqueadas intentando vomitar.
¿Me ayuda?- me dijo luego de varios intentos fallidos
Pero ¿qué hago?- le respondí sorprendido por la solicitud
Sólo apriéteme el estomago para que vomite
Sin pensarlo mucho bajé del coche y me dirigí hacia a ella quien en lo que yo rodee el auto, se incorporó dejándome ver toda su figura, era más bien lo que se le dice “gordibuena” pues no era justo una modelo de vientre plano, pero tenía suficiencia de carne por todos lados.
Al acercarme sentí su perfume que olía delicioso, pegué mi cuerpo al suyo desde la espalda, colocando mi miembro en medio de esa rallota formada por su par de grandes nalgas que apenas eran cubiertas por aquella falda de una tela muy fina, al sentirme, ella de inmediato se empinó incrementando esa sensación en mi pene que comenzó a levantarse de nueva cuenta. Miré para todos lados, la calle estaba tan vacía como el desierto, claro, con los clásicos ladridos de perros en la lejanía y el canto de los grillos. Rodee con mi mano su vientre, que formaba una llantita de mediano tamaño de la cual me aferré y le di el primer apretón al tiempo que ella penetraba con un dedo su garganta, volví a intentarlo dándole esta vez más presión a su cola con mi vientre, para el tercer apretón mis manos recorrieron todo su cuerpo hasta posarse por sus grandes tetas, ella no dijo nada, de su garganta solo salían sonidos provenientes de su estomago que se resistía a devolver el alcohol ingerido. Regresando rápido su vientre, volví a apretarla quizás con un poco más de fuerza pues sus nalgas se contrajeron dándole un ligero apretón a mi verga, fue entonces que me valió madre, con una mano le apreté fuerte su teta derecha y con la otra bajé hasta su vagina peluda, jamás había visto y sentido una concha con tanto pelo, con el brazo de esa mano la volví a apretar y entonces sí comenzó a vomitar, y yo, aprovechando esas convulsiones en todo su cuerpo, que la hacían apretar el culo, comencé a gozar dándole tremendos arrimones, mientras mantenía un dedo en la entrada de su panocha.
No hice más de eso, creo que por el miedo de que, en su estado, de pronto comenzara a alegar que estaba abusando de ella.
Cuando hubo terminado, sosteniéndose del carro me pidió que la llevara ahora sí a la puerta de su casa. Subimos al coche y avanzamos un par de cuadras más, supe que estábamos en el lugar correcto cuando la escuché decir:
- ¡En la madre! Ya llegó ese cabrón. Déjeme más adelante, ahí a la vuelta.
Supuse que se refería a su esposo, jajajaja el muy cornudo llegando de la chamba mientras ella llegaba de restregarle la concha a otro.
- Ay señor ¿Le puedo pedir otro favor?, me dijo sin siquiera abrir la puerta del coche.
- Dígame señorita, si puedo ayudarla, con todo gusto
- Déjeme cambiarme aquí en su coche, si me ven llegar con esta ropa se me arma la grande
Sobra decir cuál fue mi respuesta...
CONTINUARÁ
Eran las dos de la mañana cuando una pareja me hizo la parada, ella era una mujer hermosa, de grandes muslos, pantorrillas generosas y un par de tetas altivas y regordetas, vestía una minifalda negra, unas zapatillas altas y una blusa blanca de botones al frente. Él, un joven atlético de cabello cortísimo, con la apariencia que te deja el uniforme militar aún cuando no lo traigas puesto.
-¿A la Plutarco?
-Sí, súbanle joven
Ella subió primero, quedando justo en medio del asiento trasero, esperándolo, cuando se dejó caer dentro del coche lo atrapó como las arañas a su presa, lo envolvió entre sus brazos y al igual que esos insectos comenzó a devorarlo a besos, yo, emprendí el camino.
Las gotas de una ligera lluvia escurrían por los vidrios de mi taxi; atrás de mí, casi como si lo hicieran en mi oído, podía escuchar sus labios juntándose, la saliva fluyendo de sus bocas y ligeros gemidos de ella como si se aguantara un dolor que la incomodaba. Frente a la luz roja de un semáforo, ajusté el retrovisor y pude ver la silueta de la mano del hombre que hurgaba entre las piernas de la chica, el tufo a alcohol que emanaba de sus bocas impregnó el auto y se mescló con el olor a hembra en celo de ella, bajé la ventanilla, estaban absortos en su juego, ella abriendo las piernas a tope y él invadiéndola con dos dedos, antes de meter primera, me sobé la verga para acomodármela y sentir el rose de mi mano, después de ese espectáculo lo necesitaba.
Instantes más tarde los gemidos de la chica fueron sustituidos por sendos ronquidos, voltee de reojo incrédulo y me los encontré dormidos con las cabezas unidas, sosteniéndose entre sí para no caerse, ella, las piernas abiertas en par, una tanga morada corrida completamente en la ingle y un coño bastante peludo expuesto, vibrante, brillando por la excitación. Cada vez que me topaba el “alto”, que afortunadamente fue un par de veces, aprovechaba para voltear y ver esa pepa velluda, con ayuda de mi teléfono celular lo alumbraba para verlo a detalle e incrementar el morbo, pero llegué a su destino y no me quedó de otra que despertar al afortunado que se comería a esa mujer.
Ey, joven, ya llegamos ¿dónde los dejo?
Dé la vuelta en esta calle- me dijo él despabilándose con mucho esfuerzo- aquí atrás del coche blanco
Me paré en el sitio indicado, el muchacho se bajó buscando su cartera en la bolsa trasera del pantalón pero sin despertarla a ella quien se escurrió en el sillón, lo que hizo que se abriera más de piernas. Acercándose a la ventanilla, con algo de dificultad me dijo:
A ella llévala a Campestre ¿cuánto es de las 2 dejadas?
Cien pesos ¿Pero seguro que va a saber decirme dónde hay que llevarla?- le pregunté incrédulo de que fuera a dejarme tremendo paquete sin preocuparse.
Sí, no hay pedo, no se despierta- me dijo después de echarle una breve mirada y pagándome lo acordado, para irse tambaleando hasta una casa donde entró sin mirar atrás.
Me encaminé a dejarla, iba totalmente inconsciente sin siquiera sospechar que se encontraba sola, con la tanga corrida, la falda a la cintura y conmigo sobándome la verga cada que al voltear a verla. Sin embargo, soy una persona que sabe de límites y por ello me conformé con el simple espectáculo que durante los 20 minutos que duró el trayecto, me siguió proporcionando tan exquisita mujer.
Al entrar a la colonia hice lo mismo que con su pareja.
Señorita, ya llegamos ¿Dónde la dejo?
Ella despertó con algo de espanto pero sin decir nada, por un momento creí que gritaría, pero solo miraba de un lado para el otro, desorientada, perdida, pero sin cerrar las piernas.
Parece ahí, en la esquina.- me dijo señalando el margen de un terreno baldío
Cuando detuve el taxi, de inmediato abrió la puerta y apenas al colocar los pies en el piso, comenzó a tener arqueadas intentando vomitar.
¿Me ayuda?- me dijo luego de varios intentos fallidos
Pero ¿qué hago?- le respondí sorprendido por la solicitud
Sólo apriéteme el estomago para que vomite
Sin pensarlo mucho bajé del coche y me dirigí hacia a ella quien en lo que yo rodee el auto, se incorporó dejándome ver toda su figura, era más bien lo que se le dice “gordibuena” pues no era justo una modelo de vientre plano, pero tenía suficiencia de carne por todos lados.
Al acercarme sentí su perfume que olía delicioso, pegué mi cuerpo al suyo desde la espalda, colocando mi miembro en medio de esa rallota formada por su par de grandes nalgas que apenas eran cubiertas por aquella falda de una tela muy fina, al sentirme, ella de inmediato se empinó incrementando esa sensación en mi pene que comenzó a levantarse de nueva cuenta. Miré para todos lados, la calle estaba tan vacía como el desierto, claro, con los clásicos ladridos de perros en la lejanía y el canto de los grillos. Rodee con mi mano su vientre, que formaba una llantita de mediano tamaño de la cual me aferré y le di el primer apretón al tiempo que ella penetraba con un dedo su garganta, volví a intentarlo dándole esta vez más presión a su cola con mi vientre, para el tercer apretón mis manos recorrieron todo su cuerpo hasta posarse por sus grandes tetas, ella no dijo nada, de su garganta solo salían sonidos provenientes de su estomago que se resistía a devolver el alcohol ingerido. Regresando rápido su vientre, volví a apretarla quizás con un poco más de fuerza pues sus nalgas se contrajeron dándole un ligero apretón a mi verga, fue entonces que me valió madre, con una mano le apreté fuerte su teta derecha y con la otra bajé hasta su vagina peluda, jamás había visto y sentido una concha con tanto pelo, con el brazo de esa mano la volví a apretar y entonces sí comenzó a vomitar, y yo, aprovechando esas convulsiones en todo su cuerpo, que la hacían apretar el culo, comencé a gozar dándole tremendos arrimones, mientras mantenía un dedo en la entrada de su panocha.
No hice más de eso, creo que por el miedo de que, en su estado, de pronto comenzara a alegar que estaba abusando de ella.
Cuando hubo terminado, sosteniéndose del carro me pidió que la llevara ahora sí a la puerta de su casa. Subimos al coche y avanzamos un par de cuadras más, supe que estábamos en el lugar correcto cuando la escuché decir:
- ¡En la madre! Ya llegó ese cabrón. Déjeme más adelante, ahí a la vuelta.
Supuse que se refería a su esposo, jajajaja el muy cornudo llegando de la chamba mientras ella llegaba de restregarle la concha a otro.
- Ay señor ¿Le puedo pedir otro favor?, me dijo sin siquiera abrir la puerta del coche.
- Dígame señorita, si puedo ayudarla, con todo gusto
- Déjeme cambiarme aquí en su coche, si me ven llegar con esta ropa se me arma la grande
Sobra decir cuál fue mi respuesta...
CONTINUARÁ