SRDorvas
Becerro
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- 15 Jun 2015
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..y aunque en apariencia y enfrente de él se mostraba sumisa, en su interior sentía sus jugos resbalando por la piel de los muslos una vez inundado su sexo. Pequeñas convulsiones que disimulaba hábilmente, la recorrían y cada una de ellas hacia brotar un poco más de jugo de su manantial.
Pero él no se dejó engañar. La conocía demasiado bien y conocía su olor. Alzó el látigo, lo descargó sobre su espalda y estirando de ella, la obligó a ponerse en pie. Ella gemía. Llevó la mano a sus bragas, se las arrancó de un tirón y, empapadas como estaban, las hizo un ovillo y se las metió en la boca. Gotas de esmegma caían de su sexo. La hizo agacharse a olerlas mientras azotaba febrilmente las nalgas ofrecidas. No aguantó. Tensó el cuerpo y con un alarido ahogado por las bragas en su boca, se dejó ir en un orgasmo tan profundo que la hizo caer sobre sus propios jugos mientras él seguía azotándola. Sin darle tiempo a recuperarse, se lanzó sobre ella e introduciendo el miembro en su interior, la cabalgó frenéticamente provocandole un nuevo orgasmo. Le faltaba el aire. Quería escupir las bragas pero él lo impidió posando la boca sobre la suya, sorbiendo los jugos que empapaban la tela. Intentaba apartarlo de si con las piernas pero solo conseguía que entrase más profundamente en ella. Estaba en un orgasmo continuo. Los espamos la recorrían uno tras otro arrancándole las fuerzas.
Cuando retiró el miembro de su interior, sintió que un chorronde sus jugos lo seguía. Dos dedos lo reemplazaron en tanto retiraba las bragas de su boca. Quiso coger más aire pero, sin darle tiempo, el pene se introdujo entre sus labios. Succionó aquel vástago ardiente que, casi de inmediato, descargó en su boca los jugos que guardaba en su interior. Se atragantó con el semen entre las convulsiones de un nuevo orgasmo. Él rodó y se quedó tumbado boca arriba.
Sin embargo, a pesar de los múltiples orgasmos, ella no había terminado. Se tendió sobre él y tomó el pene en su boca mientras masajeaba, con la mano empapada de la mezcla de jugos, los testículos del hombre. Le introdujo un dedo en el ano y calló el gemido con un beso cargado de lujuria a la vez que le pellizcaba un pezón con la otra mano. Sintió como el pene crecía dentro de su boca y como su propio sexo volvía a mojarse. Introdujo dos dedos en su vagina e, impregnados del liquido viscoso, los llevó a la boca de él que los chupó con deleite. Los sustituyó por la lengua y saboreó sus propios jugos de la boca de su amante. Observó el pene, brillante por su saliva, del que brotaba un fino hilillo de liquido preseminal y se sentó sobre él introduciéndolo en la vagina ya encharcada. Agarró la cabeza del hombre por los pelos y estirando de ella, le introdujo un pecho en la boca. Él se axfisiaba y buscaba aire forcejeando llegando con su miembro a lo más profundo de ella y eso la excitaba aún más. Acarició el escroto inundado de sus jugos e introdujo dos dedos en el ano del hombre que dio un respingo llegando al último rincón de su vagina. Oleadas de calor invadían su interior y se sentía derretir derramándose a través de aquel falo que la penetraba. Él clavó los dedos en sus nalgas, apretándolas contra su pene e imponiéndole un ritmo frenético. Lo sintió crecer dentro de ella presionando sobre las paredes. Llevó la mano a su sexo. Cuando sus dedos frotaron el clítoris, un nuevo alarido escapó de su interior. Manoteó en el aire golpeando el pecho masculino mientras se dejaba ir a la vez que él derramaba en su interior su semen cálido y viscoso.
Quedaron agotados uno en brazos del otro tendidos en el suelo, los sexos ahogados en sus propios líquidos, los pechos buscando aire, los músculos rendidos...
Pero él no se dejó engañar. La conocía demasiado bien y conocía su olor. Alzó el látigo, lo descargó sobre su espalda y estirando de ella, la obligó a ponerse en pie. Ella gemía. Llevó la mano a sus bragas, se las arrancó de un tirón y, empapadas como estaban, las hizo un ovillo y se las metió en la boca. Gotas de esmegma caían de su sexo. La hizo agacharse a olerlas mientras azotaba febrilmente las nalgas ofrecidas. No aguantó. Tensó el cuerpo y con un alarido ahogado por las bragas en su boca, se dejó ir en un orgasmo tan profundo que la hizo caer sobre sus propios jugos mientras él seguía azotándola. Sin darle tiempo a recuperarse, se lanzó sobre ella e introduciendo el miembro en su interior, la cabalgó frenéticamente provocandole un nuevo orgasmo. Le faltaba el aire. Quería escupir las bragas pero él lo impidió posando la boca sobre la suya, sorbiendo los jugos que empapaban la tela. Intentaba apartarlo de si con las piernas pero solo conseguía que entrase más profundamente en ella. Estaba en un orgasmo continuo. Los espamos la recorrían uno tras otro arrancándole las fuerzas.
Cuando retiró el miembro de su interior, sintió que un chorronde sus jugos lo seguía. Dos dedos lo reemplazaron en tanto retiraba las bragas de su boca. Quiso coger más aire pero, sin darle tiempo, el pene se introdujo entre sus labios. Succionó aquel vástago ardiente que, casi de inmediato, descargó en su boca los jugos que guardaba en su interior. Se atragantó con el semen entre las convulsiones de un nuevo orgasmo. Él rodó y se quedó tumbado boca arriba.
Sin embargo, a pesar de los múltiples orgasmos, ella no había terminado. Se tendió sobre él y tomó el pene en su boca mientras masajeaba, con la mano empapada de la mezcla de jugos, los testículos del hombre. Le introdujo un dedo en el ano y calló el gemido con un beso cargado de lujuria a la vez que le pellizcaba un pezón con la otra mano. Sintió como el pene crecía dentro de su boca y como su propio sexo volvía a mojarse. Introdujo dos dedos en su vagina e, impregnados del liquido viscoso, los llevó a la boca de él que los chupó con deleite. Los sustituyó por la lengua y saboreó sus propios jugos de la boca de su amante. Observó el pene, brillante por su saliva, del que brotaba un fino hilillo de liquido preseminal y se sentó sobre él introduciéndolo en la vagina ya encharcada. Agarró la cabeza del hombre por los pelos y estirando de ella, le introdujo un pecho en la boca. Él se axfisiaba y buscaba aire forcejeando llegando con su miembro a lo más profundo de ella y eso la excitaba aún más. Acarició el escroto inundado de sus jugos e introdujo dos dedos en el ano del hombre que dio un respingo llegando al último rincón de su vagina. Oleadas de calor invadían su interior y se sentía derretir derramándose a través de aquel falo que la penetraba. Él clavó los dedos en sus nalgas, apretándolas contra su pene e imponiéndole un ritmo frenético. Lo sintió crecer dentro de ella presionando sobre las paredes. Llevó la mano a su sexo. Cuando sus dedos frotaron el clítoris, un nuevo alarido escapó de su interior. Manoteó en el aire golpeando el pecho masculino mientras se dejaba ir a la vez que él derramaba en su interior su semen cálido y viscoso.
Quedaron agotados uno en brazos del otro tendidos en el suelo, los sexos ahogados en sus propios líquidos, los pechos buscando aire, los músculos rendidos...