dito de best
Bovino adicto
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Bueno ya saben aqui de nuevo aportando material al foro, lo obtuve de cierta pagina de internet, como lo he dicho antes los aportes que hago no son de mi autoria simplemente me gusta compartir lo que veo con la bakunada disfruten esta historia
Síndrome del Hombre Ángel
Será simple, pensamos. Tomamos algunos cromosomas, los rebanamos, los ponemos allí, y listo, un ser humano perfecto. Todavía no estoy seguro de qué pudo haber salido mal. ¿Quizá un error en los cálculos?, ¿una falla en el procedimiento? O quizá algo mucho más allá de nuestro control.
Nosotros (algunos de mis compañeros psicólogos y yo) estábamos profundamente intrigados por las emociones humanas. Ira, desesperación, placer. ¿Sería posible privar a la mente humana de una emoción específica? ¿Sería posible programar un estado de euforia constante a manera de que jamás se pudiera sentir ira o tristeza que nublara el pensamiento? Teóricamente, sí.
No pasaré a describirte nuestros experimentos. Tanto porque no me gustaría que se repitieran como porque me temo que me volvería loco de tener que volver a relatarlos. Las cosas terribles que hicimos. Éramos ambiciosos, jóvenes, nada ni nadie podía detenernos, y nadie podía decir que estábamos en un error. Todo lo que revelaré es que logramos hacernos de unas pocas células madres, nutridas en los fetos, y modificadas con algo de genética. El experimento fue nombrado “El Proyecto del Hombre Ángel” y la meta era crear un ser que sólo fuera capaz de sentir felicidad. Pero algo fue mal, terriblemente mal.
La mitad de los sujetos de prueba perecieron inesperadamente, sin ninguna advertencia ni causa probable. La mitad restante nació, en su mayoría, horriblemente distorsionados. Pero tres nacieron en perfecto estado. Perfectos, al menos eso es lo que pensamos. Un ser humano con una capacidad mental más allá de lo antes visto debido a su estado constante de euforia.
Crecieron perfectamente normales hasta los dieciocho meses. Fue allí cuando empezaron a aparecer los primeros síntomas. Dificultad para comer, falta de equilibro, insomnio, reflejos vagos. Todos entramos en pánico por dentro, por su puesto, pero por fuera mantuvimos el temple y dimos seguimiento al proyecto. Deberíamos haber detenido todo ahí. Deberíamos haber tomado a esos malditos sujetos de prueba, sacrificarlos y quemado junto con el laboratorio. Pero continuamos.
Las cosas fueron de mal en peor. Los movimientos de los sujetos se hacían cada vez más esporádicos y eran incapaces de articular palabras, aunque podían reír y lo hacían con mucha frecuencia. No una risa de felicidad, sino algo más calmo como una risa nerviosa, casi constante. Sin importar la cantidad de dolor que infringiéramos en los sujetos, simplemente te observaban y se echaban a reír, como si estuvieran burlándose, llamando inútiles a tus intentos de producirles algún daño.
Esperábamos que los sujetos presentaran capacidades superiores de aprendizaje. Todo lo contrario ocurrió. El desarrollo mental estaba severamente retrasado. No podían poner atención a nada en concreto más que algunos minutos antes de soltarse en un ataque de risa. Pero continuamos, con la esperanza de que los síntomas desaparecieran mientras el niño crecía. Dimos un nombre a los síntomas. “Síndrome de la Marioneta Feliz”, porque los movimientos erráticos de los niños se asemejaban a los de una marioneta tirada por cuerdas.
Tras cinco años en el proyecto, nos dimos cuenta que no cabía ya la esperanza. Éramos incapaces de seguir soportando la incesante risa de esos niños; como si supieran algo que nosotros no, como si jugaran alguna broma entre ellos. Dirigirte a un niño y ver como se contrae esporádicamente mientras se ríe de una forma excesiva es una situación inquietante. Dos de mis compañeros ya habían abandonado el proyecto porque no pudieron soportarlo. Nunca más volví a escuchar de ellos. Probablemente murieron.
Durante cinco años los niños nunca hablaron. Sólo reían con esa maldita risa. Todos los días nos presentábamos a darles el desayuno y nos miraban con sus enormes ojos, sacudiéndose, riéndose y sin decir nada. Dejábamos la comida delante de ellos y nos marchábamos. El almuerzo de aquel día estaba mezclado con unas toxinas que, de forma silenciosa e indolora, pondrían fin a la vida de estos sujetos. Era algo doloroso para nosotros, pero teníamos que hacerlo. Sin embargo, no sería tan fácil.
Mientras un amigo dejaba la bandeja de comida frente a uno de los chicos, la risa se detuvo súbitamente. El chico miró a mi amigo, sus ojos repentinamente se oscurecieron y de verdad, la risa había cesado.
Continuaron mirándolo y temblando durante algún tiempo. Mi amigo estaba paralizado y no podía moverse. Mis colegas y yo corrimos por una pluma y un bloc de notas para tomar apuntes. De repente, mi amigo cayó de rodillas, se tomó la cabeza y gritó con furia. Parecía ser objeto de un dolor horrible. Mis colegas y yo estábamos sorprendidos, pero no podíamos hacer nada más que sentarnos y observar. Mi amigo se arrojó al suelo envuelto en un montón de gritos y maldiciones. Se convulsionó violentamente un par de veces, y luego se detuvo.
Contuve las ganas de vomitar, y tuve más éxito que algunos de mis colegas. Algo de esto no era nada normal. Una presencia oscura parecía haberse levantado sobre nosotros. Inmediatamente sellamos la entrada. Uno de los chicos se detuvo, miró hacia la puerta y comenzó a reír. Cayó al suelo, retorciéndose y rodando mientras reía como un loco. Los otros dos hicieron lo mismo. Después de algunos minutos el ataque se detuvo, se pusieron de pie, todavía retorciéndose y aun riendo.
Las luces se apagaron. Pude escuchar algunos golpes, cristales rotos, gritos. Lo más aterrador fueron los inquietantes murmullos, a la par de aquella risa nerviosa. Cuando las luces volvieron, los sujetos se habían ido. Dos de mis colegas yacían inconscientes a mi lado, sus cuerpos estaban retorcidos en ángulos muy extraños, la sangre goteaba de sus mandíbulas caídas. No mostraban signos vitales. Pero mientras me inclinaba, pude escucharlos reír muy sutilmente. Me acerqué a examinar a mi amigo. No tenía pulso, no respiraba, pero seguía riendo en voz baja.
Aunque los sujetos se habían ido, aún tenía esa sensación de que alguien me observaba, algo que estaba justo al borde de mi visión pero que nunca sería capaz de ver.
Yo y un colega que todavía estaba con vida cerramos todo inmediatamente. Antes de irnos destruimos toda la investigación y levantamos las barricadas en el laboratorio. Perdí la comunicación con mis colegas. Supongo que están muertos.
Todavía puedo sentir que alguien me está observando. Todavía puedo escuchar las risas, los susurros, en mis sueños cuando duermo y a veces cuando despierto. Cuando lo hago, corro. Me levanto y me voy de donde quiera que esté, no soy capaz de mantenerme en el mismo lugar más que algunos cuantos días a causa de esto.
Se ha extendido. Otros niños han manifestado síntomas similares. No tengo idea de cómo pudo propagarse, no es algo que pueda hacerlo. Alguien en alguna parte hizo algo con la disyunción en el 15º cromosoma, y eso mantiene a la gente feliz y en la oscuridad, por ahora. La enfermedad fue conocida como “Síndrome del Hombre Ángel”. Hasta ahora los infectados no son peligrosos. Pero yo sé que los originales aún están acechando en algún lugar.
Sé que vienen por mí. Sé que terminarán por encontrarme. Lo acepto. Es lo que me merezco por intentar manipular la naturaleza. Dejo aquí esta carta como una advertencia. Ellos vendrán por todos nosotros. Si alguna vez los escuchas susurrando, riendo, en el borde de tu capacidad auditiva, corre. Si alguna vez sientes que hay algo justo al borde de tu vista, pero no puedes verlo, corre.
Además, te advierto: 1. No manipules aquello que no te pertenece. 2. Incluso los ángeles pueden disfrazarse de demonios y 3. No venga por mí. Soy tan útil como muerto.
Este manuscrito fue encontrado en un laboratorio secreto abandonado descubierto en los bosques de Alaska. El complejo consistía de un cuarto de observación y una sala de contención. La sala de contención tenía barricadas y estaba bloqueada, y el laboratorio entero parecía haber sido víctima del fuego en algún momento. Se encontraron rastros de sangre después de que la sala de contención fue abierta, y una ventana hecha añicos. La naturaleza exacta de este laboratorio aún es desconocida.
Síndrome del Hombre Ángel
Será simple, pensamos. Tomamos algunos cromosomas, los rebanamos, los ponemos allí, y listo, un ser humano perfecto. Todavía no estoy seguro de qué pudo haber salido mal. ¿Quizá un error en los cálculos?, ¿una falla en el procedimiento? O quizá algo mucho más allá de nuestro control.
Nosotros (algunos de mis compañeros psicólogos y yo) estábamos profundamente intrigados por las emociones humanas. Ira, desesperación, placer. ¿Sería posible privar a la mente humana de una emoción específica? ¿Sería posible programar un estado de euforia constante a manera de que jamás se pudiera sentir ira o tristeza que nublara el pensamiento? Teóricamente, sí.
No pasaré a describirte nuestros experimentos. Tanto porque no me gustaría que se repitieran como porque me temo que me volvería loco de tener que volver a relatarlos. Las cosas terribles que hicimos. Éramos ambiciosos, jóvenes, nada ni nadie podía detenernos, y nadie podía decir que estábamos en un error. Todo lo que revelaré es que logramos hacernos de unas pocas células madres, nutridas en los fetos, y modificadas con algo de genética. El experimento fue nombrado “El Proyecto del Hombre Ángel” y la meta era crear un ser que sólo fuera capaz de sentir felicidad. Pero algo fue mal, terriblemente mal.
La mitad de los sujetos de prueba perecieron inesperadamente, sin ninguna advertencia ni causa probable. La mitad restante nació, en su mayoría, horriblemente distorsionados. Pero tres nacieron en perfecto estado. Perfectos, al menos eso es lo que pensamos. Un ser humano con una capacidad mental más allá de lo antes visto debido a su estado constante de euforia.
Crecieron perfectamente normales hasta los dieciocho meses. Fue allí cuando empezaron a aparecer los primeros síntomas. Dificultad para comer, falta de equilibro, insomnio, reflejos vagos. Todos entramos en pánico por dentro, por su puesto, pero por fuera mantuvimos el temple y dimos seguimiento al proyecto. Deberíamos haber detenido todo ahí. Deberíamos haber tomado a esos malditos sujetos de prueba, sacrificarlos y quemado junto con el laboratorio. Pero continuamos.
Las cosas fueron de mal en peor. Los movimientos de los sujetos se hacían cada vez más esporádicos y eran incapaces de articular palabras, aunque podían reír y lo hacían con mucha frecuencia. No una risa de felicidad, sino algo más calmo como una risa nerviosa, casi constante. Sin importar la cantidad de dolor que infringiéramos en los sujetos, simplemente te observaban y se echaban a reír, como si estuvieran burlándose, llamando inútiles a tus intentos de producirles algún daño.
Esperábamos que los sujetos presentaran capacidades superiores de aprendizaje. Todo lo contrario ocurrió. El desarrollo mental estaba severamente retrasado. No podían poner atención a nada en concreto más que algunos minutos antes de soltarse en un ataque de risa. Pero continuamos, con la esperanza de que los síntomas desaparecieran mientras el niño crecía. Dimos un nombre a los síntomas. “Síndrome de la Marioneta Feliz”, porque los movimientos erráticos de los niños se asemejaban a los de una marioneta tirada por cuerdas.
Tras cinco años en el proyecto, nos dimos cuenta que no cabía ya la esperanza. Éramos incapaces de seguir soportando la incesante risa de esos niños; como si supieran algo que nosotros no, como si jugaran alguna broma entre ellos. Dirigirte a un niño y ver como se contrae esporádicamente mientras se ríe de una forma excesiva es una situación inquietante. Dos de mis compañeros ya habían abandonado el proyecto porque no pudieron soportarlo. Nunca más volví a escuchar de ellos. Probablemente murieron.
Durante cinco años los niños nunca hablaron. Sólo reían con esa maldita risa. Todos los días nos presentábamos a darles el desayuno y nos miraban con sus enormes ojos, sacudiéndose, riéndose y sin decir nada. Dejábamos la comida delante de ellos y nos marchábamos. El almuerzo de aquel día estaba mezclado con unas toxinas que, de forma silenciosa e indolora, pondrían fin a la vida de estos sujetos. Era algo doloroso para nosotros, pero teníamos que hacerlo. Sin embargo, no sería tan fácil.
Mientras un amigo dejaba la bandeja de comida frente a uno de los chicos, la risa se detuvo súbitamente. El chico miró a mi amigo, sus ojos repentinamente se oscurecieron y de verdad, la risa había cesado.
Continuaron mirándolo y temblando durante algún tiempo. Mi amigo estaba paralizado y no podía moverse. Mis colegas y yo corrimos por una pluma y un bloc de notas para tomar apuntes. De repente, mi amigo cayó de rodillas, se tomó la cabeza y gritó con furia. Parecía ser objeto de un dolor horrible. Mis colegas y yo estábamos sorprendidos, pero no podíamos hacer nada más que sentarnos y observar. Mi amigo se arrojó al suelo envuelto en un montón de gritos y maldiciones. Se convulsionó violentamente un par de veces, y luego se detuvo.
Contuve las ganas de vomitar, y tuve más éxito que algunos de mis colegas. Algo de esto no era nada normal. Una presencia oscura parecía haberse levantado sobre nosotros. Inmediatamente sellamos la entrada. Uno de los chicos se detuvo, miró hacia la puerta y comenzó a reír. Cayó al suelo, retorciéndose y rodando mientras reía como un loco. Los otros dos hicieron lo mismo. Después de algunos minutos el ataque se detuvo, se pusieron de pie, todavía retorciéndose y aun riendo.
Las luces se apagaron. Pude escuchar algunos golpes, cristales rotos, gritos. Lo más aterrador fueron los inquietantes murmullos, a la par de aquella risa nerviosa. Cuando las luces volvieron, los sujetos se habían ido. Dos de mis colegas yacían inconscientes a mi lado, sus cuerpos estaban retorcidos en ángulos muy extraños, la sangre goteaba de sus mandíbulas caídas. No mostraban signos vitales. Pero mientras me inclinaba, pude escucharlos reír muy sutilmente. Me acerqué a examinar a mi amigo. No tenía pulso, no respiraba, pero seguía riendo en voz baja.
Aunque los sujetos se habían ido, aún tenía esa sensación de que alguien me observaba, algo que estaba justo al borde de mi visión pero que nunca sería capaz de ver.
Yo y un colega que todavía estaba con vida cerramos todo inmediatamente. Antes de irnos destruimos toda la investigación y levantamos las barricadas en el laboratorio. Perdí la comunicación con mis colegas. Supongo que están muertos.
Todavía puedo sentir que alguien me está observando. Todavía puedo escuchar las risas, los susurros, en mis sueños cuando duermo y a veces cuando despierto. Cuando lo hago, corro. Me levanto y me voy de donde quiera que esté, no soy capaz de mantenerme en el mismo lugar más que algunos cuantos días a causa de esto.
Se ha extendido. Otros niños han manifestado síntomas similares. No tengo idea de cómo pudo propagarse, no es algo que pueda hacerlo. Alguien en alguna parte hizo algo con la disyunción en el 15º cromosoma, y eso mantiene a la gente feliz y en la oscuridad, por ahora. La enfermedad fue conocida como “Síndrome del Hombre Ángel”. Hasta ahora los infectados no son peligrosos. Pero yo sé que los originales aún están acechando en algún lugar.
Sé que vienen por mí. Sé que terminarán por encontrarme. Lo acepto. Es lo que me merezco por intentar manipular la naturaleza. Dejo aquí esta carta como una advertencia. Ellos vendrán por todos nosotros. Si alguna vez los escuchas susurrando, riendo, en el borde de tu capacidad auditiva, corre. Si alguna vez sientes que hay algo justo al borde de tu vista, pero no puedes verlo, corre.
Además, te advierto: 1. No manipules aquello que no te pertenece. 2. Incluso los ángeles pueden disfrazarse de demonios y 3. No venga por mí. Soy tan útil como muerto.
Este manuscrito fue encontrado en un laboratorio secreto abandonado descubierto en los bosques de Alaska. El complejo consistía de un cuarto de observación y una sala de contención. La sala de contención tenía barricadas y estaba bloqueada, y el laboratorio entero parecía haber sido víctima del fuego en algún momento. Se encontraron rastros de sangre después de que la sala de contención fue abierta, y una ventana hecha añicos. La naturaleza exacta de este laboratorio aún es desconocida.