Hola!

Registrándote como bakuno podrás publicar, compartir y comunicarte en privado con otros bakuos :D

Regístrame ya!

'Si me atrapan o me matan... nada cambia'

asko99

Bovino adicto
Desde
6 Feb 2009
Mensajes
538
EL FUNDADOR DE LA REVISTA "PROCESO" ENTREVISTO AL FAMOSO CAPO ISMAEL "EL MAYO" ZAMBADA



ISMAEL 'EL MAYO' ZAMBADA
'Si me atrapan o me matan... nada cambia'
En el mayor de los sigilos, bajo la exigencia de reserva absoluta que él respetó y respeta, el fundador de Proceso fue convocado a encontrarse con Ismael El Mayo Zambada. "
Julio Scherer García
04-04-2010


24fdf1b9.jpg

Tenía interés en conocerlo", le dijo el capo del cártel de Sinaloa, colega y compadre de "El Chapo" Guzmán. En el encuentro, que terminó en puntos suspensivos, El Mayo Zambada dejó un reto: "Me pueden agarrar en cualquier momento… o nunca"


Un día de febrero recibí en Proceso un mensaje que ofrecía datos claros acerca de su veracidad. Anunciaba que Ismael Zambada deseaba conversar conmigo.
La nota daba cuenta del sitio, la hora y el día en que una persona me conduciría al refugio del capo. No agregaba una palabra.
A partir de ese día ya no me soltó el desasosiego. Sin embargo, en momento alguno pensé en un atentado contra mi persona. Me sé vulnerable y así he vivido. No tengo chofer, rechazo la protección y generalmente viajo solo, la suerte siempre de mi lado.
La persistente inquietud tenía que ver con el trabajo periodístico. Inevitablemente debería contar las circunstancias y pormenores del viaje, pero no podría dejar indicios que llevaran a los persecutores del capo hasta su guarida. Recrearía tanto como me fuera posible la atmósfera del suceso y su verdad esencial, pero evitaría los datos que pudieran convertirme en un delator.
Me hizo bien recordar a Octavio Paz, a quien alguna vez le oí decir, enfático como era:
"Hasta el último latido del corazón, una vida puede rodar para siempre".
Una mañana de sol absoluto, mi acompañante y yo abordamos un taxi del que no tuve ni la menor idea del sitio al que nos conduciría. Tras un recorrido breve, subimos a un segundo automóvil, luego a un tercero y finalmente a un cuarto. Caminamos en seguida un rato largo hasta detenernos ante una fachada color claro. Una señora nos abrió la puerta y no tuve manera de mirarla. Tan pronto corrió el cerrojo, desapareció.
La casa era de dos pisos, sólida. Por ahí había cinco cuadros, pájaros deformes en un cielo azuloso. En contraste, las paredes de las tres recámaras mostraban un frío abandono. En la sala habían sido acomodados sillones y sofás para unas diez personas y la mesa del comedor preveía seis comensales.
Me asomé a la cocina y abrí el refrigerador, refulgente y vacío. La curiosidad me llevó a buscar algún teléfono y sólo advertí aparatos fijos para la comunicación interna. La recámara que me fue asignada tenía al centro una cama estrecha y un buró de tres cajones polvosos. El colchón, sin sábana que lo cubriera, exhibía la pobreza de un cobertor viejo. Probé el agua de la regadera, fría y en el lavamanos vi cuatro botellas de Bonafont y un jabón usado.
Hambrientos, el mensajero y yo salimos a la calle para comer, beber lo que fuera y estirar las piernas. Caminamos sin rumbo hasta una fonda grata, la música a un razonable volumen. Hablamos sin conversar, las frases cortadas sin alusión alguna a Zambada, al narco, la inseguridad, el ejército que patrullaba las zonas periféricas de la ciudad.
Volvimos a la casa desolada ya noche. Nos levantaríamos a las siete de la mañana. A las ocho del día siguiente desayunamos en un restaurante como hay muchos. Yo evitaba cualquier expresión que pudiera interpretarse como un signo de impaciencia o inquietud, incluso la mirada insistente a los ojos, una forma de la interrogación profunda. El tiempo se estiraba, indolente y comíamos con lentitud.
Las horas siguientes transcurrieron entre las cuatro paredes ya conocidas. Yo llevaba conmigo un libro y me sumergí en la lectura, a medias. Mi acompañante parecía haber nacido para el aislamiento. Como si nada existiera a su alrededor, llegué a pensar que él mismo pudiera haber desaparecido sin darse cuenta, sin advertirlo. Me duele escribir que no tenía más vida que la servidumbre, la existencia sin otro horizonte que el minuto que viene.
"Ya nos avisarán", me dijo sorpresivamente, "la llamada vendrá por el celular".
Pasó un tiempo informe, sin manecillas. 'Paciencia', me decía.
Salimos al fin a la oscuridad de la noche. En unas horas se cruzarían el ocaso y el amanecer sin luz ni sombra, quieto el mundo.
Viajamos en una camioneta, seguidos de otra. La segunda desapareció de pronto y ocupó su lugar una tercera. Nos seguía, constante, a cien metros de distancia. Yo sentía la soledad y el silencio en un paisaje de planicies y montañas.
Por veredas y caminos sinuosos ascendimos una cuesta y de un instante a otro el universo entero dio un vuelco. Sobre una superficie de tierra apisonada y bajo un techo de troncos y bejucos, habíamos llegado al refugio del capo, cotizada su cabeza en millones de dólares, famoso como "El Chapo" y poderoso como el colombiano Escobar, en sus días de auge zar de la droga.
Ismael Zambada me recibió con la mano dispuesta al saludo y unas palabras de bienvenida:

–Tenía mucho interés en conocerlo.
–Muchas gracias–, respondí con naturalidad.

Me encontraba en una construcción rústica de dos recámaras y dos baños, según pude comprobar en los minutos que me pude apartar del capo para lavarme. Al exterior había una mesa de madera tosca para seis comensales y bajo un árbol que parecía un bosque, tres sillas mecedoras con una pequeña mesa al centro. Me quedó claro que el cobertizo había sido levantado con el propósito de que el capo y su gente pudieran abandonarlo al primer signo de alarma. Percibí un pequeño grupo de hombres juramentados.
A corta distancia del narco, los guardaespaldas iban y venían, a veces los ojos en el jefe y a ratos en el panorama inmenso que se extendía a su alrededor. Todos cargaban su pistola y algunos, además, armas largas. Dueño de mí mismo, pero nervioso, vi en el suelo un arma negra que brillaba intensamente bajo un sol vertical. Me dije, deliberadamente forzada la imagen: podría tratarse de un animal sanguinario que dormita.
–Lo esperaba para que almorzáramos juntos–, me dijo Zambada y señaló la silla que ocuparía, ambos de frente.
Observé de reojo a su emisario, las mandíbulas apretadas. Me pedía que no fuera a decir que ya habíamos desayunado.
Al instante fuimos servidos con vasos de jugo de naranja y vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos que se desmoronaban entre los dedos o derretían en el paladar, café azucarado.
–Traigo conmigo una grabadora electrónica con juego para muchas horas–, aventuré con el propósito de ir creando un ambiente para la entrevista.
–Platiquemos primero.

Le pregunté al capo por Vicente, Vicentillo.
–Es mi primogénito, el primero de cinco. Le digo "Mijo". También es mi compadre.
Zambada siguió en la reseña personal:
–Tengo a mi esposa, cinco mujeres, quince nietos y un bisnieto. Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siempre es buena, el cielo no.
–No le entiendo.
–A veces el cielo niega la lluvia.
Hubo un silencio que aproveché de la única manera que me fue posible:
–¿Y Vicente?
–Por ahora no quiero hablar de él. No sé si está en Chicago o Nueva York. Sé que estuvo en Matamoros.
–He de preguntarle, soy lo que soy. A propósito de su hijo, ¿vive usted su extradición con remordimientos que lo destrocen en su amor de padre?
–Hoy no voy a hablar de "Mijo". Lo lloro.
–¿Grabamos?
Silencio.
–Tengo muchas preguntas–, insistí ya debilitado.
–Otro día. Tiene mi palabra.
Lo observaba. Sobrepasa el 1.80 de estatura y posee un cuerpo como una fortaleza, más allá de una barriga apenas pronunciada. Viste una camisa verde cerrada al cuello y sus pantalones de mezclilla azul mantienen la línea recta de la ropa bien planchada. Se cubre con una gorra y el bigote recortado es de los que sugieren una sutil y permanente ironía.
–He leído sus libros y usted no miente–, me dice.
Detengo la mirada en el capo, los labios cerrados.
–Todos mienten, hasta Proceso. Su revista es la primera, informa más que todos, pero también miente.
–Señáleme un caso.
–Reseñó un matrimonio que no existió.
–¿El del Chapo Guzmán?
–Dio hasta pormenores de la boda.
–Sandra Ávila cuenta de una fiesta a la que ella concurrió y en la que estuvo presente "El Chapo".
–Supe de la fiesta, pero fue una excepción en la vida del "Chapo". Si él se exhibiera o yo lo hiciera, ya nos habrían agarrado.
–¿Algunas veces ha sentido cerca al Ejército?
–Cuatro veces. "El Chapo" más.
–¿Qué tan cerca?
–Arriba, sobre mi cabeza. Huí por el monte, del que conozco los ramajes, los arroyos, las piedras, todo. A mí me agarran si me estoy quieto o me descuido, como al Chapo. Para que hoy pudiéramos reunirnos, vine de lejos. Y en cuanto terminemos, me voy.
–¿Teme que lo agarren?
–Tengo pánico de que me encierren.
–Si lo agarraran, ¿terminaría con su vida?
–No sé si tuviera los arrestos para matarme. Quiero pensar que sí, que me mataría.
Advierto que el capo cuida las palabras. Empleó el término arrestos, no el vocablo clásico que naturalmente habría esperado.
Zambada lleva el monte en el cuerpo, pero posee su propio encierro. Sus hijos, sus familias, sus nietos, los amigos de los hijos y los nietos, a todos les gustan las fiestas. Se reúnen con frecuencia en discos, en lugares públicos y el capo no puede acompañarlos. Me dice que para él no son los cumpleaños, las celebraciones en los santos, pasteles para los niños, la alegría de los quince años, la música, el baile.
–¿Hay en usted espacio para la tranquilidad?
–Cargo miedo.
–¿Todo el tiempo?
–Todo.
–¿Lo atraparán, finalmente?
–En cualquier momento o nunca.
Zambada tiene sesenta años y se inició en el narco a los dieciséis. Han transcurrido cuarenta y cuatro años que le dan una gran ventaja sobre sus persecutores de hoy. Sabe esconderse, sabe huir y se tiene por muy querido entre los hombres y las mujeres donde medio vive y medio muere a salto de mata.
–Hasta hoy no ha aparecido por ahí un traidor–, expresa de pronto para sí. Lo imagino insondable.
–¿Cómo se inició en el narco?
Su respuesta me hace sonreír.
–Nomás.
–¿Nomás?
Vuelvo a preguntar:
–¿Nomás?
Vuelve a responder:
–Nomás.
Por ahí no sigue el diálogo y me atengo a mis propias ideas: el narcotráfico como un imán irresistible y despiadado que persigue el dinero, el poder, los yates, los aviones, las mujeres propias y ajenas con las residencias y los edificios, las joyas como cuentas de colores para jugar, el impulso brutal que lleve a la cúspide. En la capacidad del narcotráfico existe, ya sin horizonte y aterradora, la capacidad para triturar.
Zambada no objeta la persecución que el gobierno emprende para capturarlo. Está en su derecho y es su deber. Sin embargo, rechaza las acciones bárbaras del ejército.
Los soldados, dice, rompen puertas y ventanas, penetran en la intimidad de las casas, siembran y esparcen el terror. En la guerra desatada encuentran inmediata respuesta a sus acometidas. El resultado es el número de víctimas que crece incesante. Los capos están en la mira, aunque ya no son las figuras únicas de otros tiempos.
–¿Qué son entonces?–, pregunto.
Responde Zambada con un ejemplo fantasioso:
–Un día decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero al cabo de los días vamos sabiendo que nada cambió.
–¿Nada, caído el capo?
–El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí.
A juicio de Zambada, el gobierno llegó tarde a esta lucha y no hay quien pueda resolver en días problemas generados por años. Infiltrado el gobierno desde abajo, el tiempo hizo su "trabajo" en el corazón del sistema y la corrupción se arraigó en el país. Al Presidente, además, lo engañan sus colaboradores. Son embusteros y le informan de avances, que no se dan, en esta guerra perdida.
–¿Por qué perdida?
–El narco está en la sociedad, arraigado como la corrupción.
–Y usted, ¿qué hace ahora?
–Yo me dedico a la agricultura y a la ganadería, pero si puedo hacer un negocio en los Estados Unidos, lo hago.
Yo pretendía indagar acerca de la fortuna del capo y opté por valerme de la revista "Forbes" para introducir el tema en la conversación.
Lo vi a los ojos, disimulado un ánimo ansioso:
–¿Sabía usted que "Forbes" incluye al Chapo entre los grandes millonarios del mundo?
–Son tonterías.
Tenía en los labios la pregunta que seguiría, ahora superflua, pero ya no pude contenerla.
–¿Podría usted figurar en la lista de la revista?
–Ya le dije. Son tonterías.
–Es conocida su amistad con "El Chapo" Guzmán y no podría llamar la atención que usted lo esperara fuera de la cárcel de Puente Grande el día de la evasión. ¿Podría contarme de qué manera vivió esa historia?
–"El Chapo" Guzmán y yo somos amigos, compadres y nos hablamos por teléfono con frecuencia. Pero esa historia no existió. Es una mentira más que me cuelgan. Como la invención de que yo planeaba un atentado contra el Presidente de la República. No se me ocurriría.
–Zulema Hernández, mujer d "El Chapo", me habló de la corrupción que imperaba en Puente Grande y de qué manera esa corrupción facilitó la fuga de su amante. ¿Tiene usted noticia acerca de los acontecimientos de ese día y cómo se fueron desarrollando?
–Yo sé que no hubo sangre, un solo muerto. Lo demás, lo desconozco.
Inesperada su pregunta, Zambada me sorprende:
–¿Usted se interesa por el Chapo?
–Sí, claro.
–¿Querría verlo?
–Yo lo vine a ver a usted.
–¿Le gustaría…?
–Por supuesto.
–Voy a llamarlo y a lo mejor lo ve.
La conversación llega a su fin. Zambada, de pie, camina bajo la plenitud del sol y nuevamente me sorprende:
–¿Nos tomamos una foto?
Sentí un calor interno, absolutamente explicable. La foto probaba la veracidad del encuentro con el capo.
Zambada llamó a uno de sus guardaespaldas y le pidió un sombrero. Se lo puso, blanco, finísimo.
–¿Cómo ve?
–El sombrero es tan llamativo que le resta personalidad.
–¿Entonces con la gorra?
–Me parece.
El guardaespaldas apuntó con la cámara y disparó.

Fuente
 
Está re-buena la compre hace rato...

Y lástimosamente en la mayoría de las cosas tiene razón el "Mayo" Zambada...
 
Estaba leyendo la entrevista en linea y queria postearla para que vieran muchas de las gentes de aqui de ba-k que piensan que todo aquel que es narcotraficante es un tacuache o un "naco" el señor mayo zambada como muchos, muchos narcotraficantes estan mas refinados igual o mas que cualquier persona de "la alta sociedad" asi que no piensen que todo aquel que es narcotraficante es un tacuache o unos sin sintimientos aclaro NO TODOS excelente entrevista del señor scherer
 
Buena nota... Una duda...

Abusados! Jejeje, ¿Que los celulares y ciertas camaras tienen la capacidad de guardar la locacion de donde se tomo la fotografia? ¿Podrian asi acaso dar con el paradero del señor? Esa foto vale una lana si acaso esta dentro de esto que antes comento...

AlexAv.
 
Que valiente es Julio Scherer y que triste que el gobierno de Calderón no despierte la misma simpatía que el Mayo.

No pude dejar de pensar en los días en que cada "forajido" tenía su escriba, quizás éste sea el papel actual de Scherer. Pero eso ya lo veremos.

Abusados! Jejeje, ¿Que los celulares y ciertas camaras tienen la capacidad de guardar la locacion de donde se tomo la fotografia? ¿Podrian asi acaso dar con el paradero del señor? Esa foto vale una lana si acaso esta dentro de esto que antes comento.

No creo que lo lograran. Él mismo señala que en cuanto terminara la entrevista se iba de ese lugar.
 
:metal:mis respetos para don julio, eso es tener los pantalones bien puestos:metal:
 
Que interesante eh, y q webos del señor al ir hasta ahi pues que bueno que nos da una perspectiva de la manera que piensa este señor.

saludos
 
valla que entrevista ya deverian de entregar el pder de la republica a los capos alos narcos no pero capos como este senor que al cabo que mas da los gobiernos que emos tenido no sirven ayquecalarcon algo nuevo(aclaro estoy en contra de la violencia y todo eso pero ya estos compas arriba arreglarian las cosas)
 
Muy interesante ,, pero la realidad es que es un delicuente.. y que a lo largo de los años en narco ha hecho mucho mal a la sociedad .... Que una persona te caiga bien o de buen aspecto no quiere decir que deba ser perdonado o comprendido por sus actos..
 
La entrevista del Sr. Scherer fue soberbia... y la mayoría si no es que todo lo dicho por "El Mayo" resulta ser cierto.
 
la verdad que muy buena entrevista, io estoy esperando ke la suban pero pss tambien me voy a comprar el numero para tener la revista eso que hizo el señor es memorable jeje, o de aplaudirse, que pantalones.
 
Scherer sirve de mensajero del Mayo quien en su cara le pinta cuernos a Calderón y le demuestra, y nos demuestra, lo que muchos venimos diciendo desde que empezó este baño de sangre entre mexicanos: es una guerra perdida cuyo veradero objetivo no es el narco si no el pueblo de nuestro país. Mantenernos bajo un régimen de terror, sozobra y desesperanza son las verdaderas tácticas parte de una estrategia con objetivos muy, muy diferentes a los que declara Felipe de Jesús. (El nombre de este tipejo es una total ironía)

Y qué sigue?

Calderón va a reonocer que SU guerra estúpida y asesina de inocentes no sirve más que para maldita sea la cosa? Lo dudo mucho. La soberbia de los imbéciles como ese señor solo es superada por la perversión y corrupción de sus patrocinadores.


Si leen rabia en mi texto es porque efectivamente estoy enojado y mi enojo es fruto de mi indignación social ante esta falta de empatía con la vida que demuestra Calderón junto con su recua de ayudantes y todos sus ocultos patrocinadores.
 
Dalay mi Eoz... Bien dicen, "No siempre llovera..."

Sabemso que el Sr. Chaparro esta perdido... Y claro esperamos que los no menos perdidos jefes del Sr. por fin lo hagan a un lado!

AlexAv.
 
Mucha razón hay en las palabras de Zambada cuando dice que la 'guerra contra el narco' es una guerra perdida y que el gobierno está metido hasta el cuello en el narco, lástima que el chaparro no piense igual (o se haga pendejo, cosa que le sale a las mil maravillas)
 
Ahh buenisima entrevista me hizo el domingo espero la proxima parte un post excelente.
 
Y con eso Julio Scherer demuestra lo que es ser un verdadero periodista en México y no payasos (te estoy viendo a ti Loret de Mola, Javier Alatorre, López Dóriga y varios más). Y con eso Scherer se carcajea del pseudoperiodismo mexicano. La historia te reserva un lugar especial a ti, Julio Scherer.

Julio Scherer, periodista

Hace poco más de nueve años escribí sobre varios de los mitos que, según creo, envuelven a don Julio Scherer García; aún pienso que éstos integran algo similar a un celofán fino, resistente y transparente que cubre sin embargo su esencia, en particular, la de periodista.
Desde siempre he comprendido que el elogio o la diatriba como leit motiv del discurso que sea son propios de fanáticos cuando no de cofradías engendradas en la oscuridad de intereses que se niegan a presentar en público. Nada de esto le es propio a seres racionales que encuentran en los reductos de la inteligencia y la ética los motivos para respetar y admirar a alguien, no obstante los matices que a ellos y a todos nos envuelven. En definitiva: no creo en los santos ni en el fervor de sus feligreses, no creo ni en los que les otorga la religión ese carácter ni en los que aparecen como estandarte o proclama de camarillas laicas.
Lo anterior es un preámbulo indispensable para escribir lo siguiente: para mí, la edición de Proceso del 4 de abril de este año es ejemplo de buen periodismo. Me refiero en particular al encuentro de Julio Scherer García con Ismael Zambada, a la foto de portada y a la forma en que el periodista narra aquella situación inédita.
Es muy probable que, por estos días, no falte quien diga que Proceso fue usado para un acto de propaganda e incluso opine que la revista le da eco al parecer del Mayo que considera que el gobierno federal perdió la guerra contra el narcotráfico. En la esfera del poder oficial esto, con toda seguridad, se toma como una afrenta más de la revista contra el gobierno del presidente Felipe Calderón cuya reacción durante estos años ha sido tan primitiva que suspendió el flujo de publicidad a Proceso.

El diablo y los infiernos
En la entrada de “La crónica de un encuentro insólito”, los editores de la revista recuerdan la frase de Scherer: “Si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos”. Más allá del aroma a epopeya que desprende ese dicho --y de que por eso incluso tengamos el derecho a emocionarnos como sucede con quien esto escribe—vale la pena reconocer que, en efecto, entrevistar al diablo sería la gran exclusiva para cualquier profesional de la comunicación, en este caso, hablamos del Mayo Zambada. Incluso, y aunque parezca sólo un matiz, podríamos decir que no debemos esperar a que tal o cual personaje de relevancia indiscutible pida la entrevista, hay que gestionarla.
El asunto es que director de Proceso no sólo tiene el reconocimiento nuestro sino también el de un narcotraficante y por eso lo buscó. Es natural: el Mayo busca la credibilidad que tiene esa revista para difundir su mensaje al mismo tiempo que la publicación incrementa su credibilidad al publicar la charla. Hay que asumirlo, el periodismo tampoco es una profesión para santos, es la actividad que documenta hechos y registra dichos al mismo tiempo que intenta explicarlos y proyectar sus consecuencias. Para ello, no hay ni puede ni debe haber, zonas vedadas.
Sobre el mensaje que pretendió dejar Ismael Zambada también habrá múltiples interpretaciones y entre ellas esta que sostengo: creo que el narcotraficante abre la puerta a la negociación con el gobierno, y lo hace desde una posición de fuerza. La imagen de la portada de Proceso impacta justo por eso, no tanto porque es el registro de la verosimilitud de un encuentro: impacta porque es una instantánea que muestra qué tan cerca está de nosotros el narcotráfico.

Propaganda o periodismo
Sin duda, Julio Scherer hace lo que le corresponde, “he de preguntarle, soy lo que soy”, le dice al capo, y éste hace lo propio. Es la tensión natural entre el periodista y el interlocutor. El resultado nos adentra en el perfil de uno de los principales narcotraficantes de México que es, además, una persona atenta al contenido de los medios de comunicación. Retrata a una persona que vive con miedo todo el tiempo, le da pánico que lo encierren y que pues así “Nomás” se inició en el narco. Esa semblanza en un espacio tan breve como el que tuvo Julio Scherer también lo muestra a él como el gran periodista que es.
Nadie que busque a los medios de comunicación lo hace con fines diametralmente distintos a los de promover ideas, acciones o imágenes. Entonces no hay sorpresa en que eso sea lo que intente el capo al buscar al ex director de Proceso, en serio: lo inaudito es que no pretendiera eso el Mayo. También sería asombroso que Julio Scherer o cualesquier otro periodista se negara a hablar con uno de los capos más relevantes del narco en el país. Escribí periodista.
Es previsible un alud de críticas a Proceso y a Julio Scherer. Habrá polémica, pública o soterrada pero la habrá. Por mi parte estoy convencido de que la revista y el periodista, como decían los clásicos, hicieron lo que tenían que hacer.
 
Debe ser muy doloroso para el gobierno de Calderón que aún así, sigue despertando más simpatía el Mayo Zambada, que su enana envestidura.
 
Scherer sirve de mensajero del Mayo quien en su cara le pinta cuernos a Calderón y le demuestra, y nos demuestra, lo que muchos venimos diciendo desde que empezó este baño de sangre entre mexicanos: es una guerra perdida cuyo veradero objetivo no es el narco si no el pueblo de nuestro país. Mantenernos bajo un régimen de terror, sozobra y desesperanza son las verdaderas tácticas parte de una estrategia con objetivos muy, muy diferentes a los que declara Felipe de Jesús. (El nombre de este tipejo es una total ironía)

Y qué sigue?

Calderón va a reonocer que SU guerra estúpida y asesina de inocentes no sirve más que para maldita sea la cosa? Lo dudo mucho. La soberbia de los imbéciles como ese señor solo es superada por la perversión y corrupción de sus patrocinadores.


Si leen rabia en mi texto es porque efectivamente estoy enojado y mi enojo es fruto de mi indignación social ante esta falta de empatía con la vida que demuestra Calderón junto con su recua de ayudantes y todos sus ocultos patrocinadores.

Es por ello Eoz que el ejercito ya esta huyendo de las calles pero lo peor de todo es q esta dejando atrás a sus bastarditos violadores-asesinos de la PF y estableciendo a sus filiales paramilitares, es una vergüenza q este tipo de instituciones hagan lo q se les plazca y sobretodo con impunidad.
 
Volver
Arriba