xamaneksan
Bovino Milenario
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[FONT=Arial, Helvetica, sans-serif]'Pok ta pok'
[/FONT][FONT=Arial, Helvetica, sans-serif]Cancún es la joya de la política turística del Estado mexicano. Donde hace cuatro décadas sólo había paisaje y un puñado de pescadores, hoy existe un conglomerado de instalaciones y servicios turísticos que abarca miles de kilómetros cuadrados, que se extienden, de manera desordenada y depredadora, a lo largo de varios municipios de Quintana Roo. Sin orden ni concierto, como un tapete que se va desenrollando, según conviene a los intereses privados, la depredación se extiende por la costa del caribe mexicano y amenaza con provocar un ecocidio.
Pok ta pok (vocablo maya que significa juego de pelota) es el nombre del campo de golf, de 57 hectáreas, ubicado en plena zona hotelera de Cancún. Creado y financiado en 1976 por Fonatur, fue vendido en 1990 a la empresa japonesa Hazama Corporation, Desarrollo de Turismo, S. A. de C. V. En el contrato entre Fonatur y Hazama se estableció una cláusula irrevocable: el uso del suelo no podría modificarse por 30 años. Hoy, Pok ta pok es una de las pocas áreas de reserva ecológica y recarga natural de los mantos acuíferos, que nutren del vital líquido a más de un millón de habitantes.
Años más tarde el grupo japonés vendió las acciones de Hazama al especulador norteamericano, hoy encarcelado en su país de origen, Michael Kelly (socio de otros megaproyectos en el mismo lugar, como Puerto Cancún), quien antes de caer preso las vendió (quizá en 2008) en alrededor de 8 millones de dólares, a un singular grupo de mexicanos; digo que es singular porque tiene como denominador común estar formado por empresarios gasolineros. Entre ellos están: Carlos Mouriño Terrazo, del Grupo Energético del Sureste, hermano de Juan Camilo (qepd); los hermanos Ricardo y Emilio Gamboa García, dueños de Delta Gas; Emilio Loret de Mola, dueño de Lodemo; Ricardo Vega, propietario de estaciones de gasolina en Cancún, y William Karam, del grupo Hidrosina.
Los nuevos dueños de las acciones de Hazama, y con ellas del terreno que comprende Pok ta pok, pretenden convertirlo en un megadesarrollo urbano -hoteles, casas y condominios- que terminaría por liquidar lo poco que de reserva ecológica queda en ese destino turístico. Para sus propósitos requieren que Fonatur, dirigido por Miguel Gómez Mont, revoque la cláusula establecida en 1990, que impide fraccionar y urbanizar el terreno. A quienes se oponen al proyecto les preocupa que el hermano del actual secretario de Gobernación tenga a su lado, en un alto cargo, a Adalberto Enrique Füguemann, ex director de Grupo Energético del Sureste, de la familia Mouriño.
El negocio supondría, sólo para empezar, que el precio por metro cuadrado de ese terreno se eleve, en promedio, a 500 dólares; un negocio de casi 300 millones de dólares; pero si los nuevos dueños desarrollan y construyen, la ganancia sería mucho mayor, de miles de millones de dólares; todo a cambio de una inversión de 8 millones de dólares... y con una pequeña ayuda de sus amigos.
En Cancún hay un movimiento ciudadano de resistencia y denuncia; se trata no sólo de evitar uno más de los turbios negocios con bienes que fueron públicos, sino también de poner un alto a la depredación que desde hace lustros ha causado enormes daños en toda la zona. Los ciudadanos exigen que Fonatur recupere ese terreno y lo preserve; han ofrecido incluso promover aportaciones de la sociedad para recomprar el predio y dar a Pok ta pok la calidad de bien público, espacio de reserva ecológica, vital para el presente y futuro de su ciudad.
La decisión final tiene que pasar por el Comité Técnico de Fonatur, pero sobre todo por el cabildo municipal de Benito Juárez, que encabeza el perredista Gregorio Sánchez, única autoridad facultada para cambiar el uso del suelo. Se rumora que los permisos están firmados, y sólo falta su convalidación formal; sería una decisión a todas luces reprobable; un ejemplo más de connivencia entre autoridades y especuladores.
(Agradezco a Carlos Cardín, ex alcalde de Cancún, la información). [/FONT]
[/FONT][FONT=Arial, Helvetica, sans-serif]Cancún es la joya de la política turística del Estado mexicano. Donde hace cuatro décadas sólo había paisaje y un puñado de pescadores, hoy existe un conglomerado de instalaciones y servicios turísticos que abarca miles de kilómetros cuadrados, que se extienden, de manera desordenada y depredadora, a lo largo de varios municipios de Quintana Roo. Sin orden ni concierto, como un tapete que se va desenrollando, según conviene a los intereses privados, la depredación se extiende por la costa del caribe mexicano y amenaza con provocar un ecocidio.
Pok ta pok (vocablo maya que significa juego de pelota) es el nombre del campo de golf, de 57 hectáreas, ubicado en plena zona hotelera de Cancún. Creado y financiado en 1976 por Fonatur, fue vendido en 1990 a la empresa japonesa Hazama Corporation, Desarrollo de Turismo, S. A. de C. V. En el contrato entre Fonatur y Hazama se estableció una cláusula irrevocable: el uso del suelo no podría modificarse por 30 años. Hoy, Pok ta pok es una de las pocas áreas de reserva ecológica y recarga natural de los mantos acuíferos, que nutren del vital líquido a más de un millón de habitantes.
Años más tarde el grupo japonés vendió las acciones de Hazama al especulador norteamericano, hoy encarcelado en su país de origen, Michael Kelly (socio de otros megaproyectos en el mismo lugar, como Puerto Cancún), quien antes de caer preso las vendió (quizá en 2008) en alrededor de 8 millones de dólares, a un singular grupo de mexicanos; digo que es singular porque tiene como denominador común estar formado por empresarios gasolineros. Entre ellos están: Carlos Mouriño Terrazo, del Grupo Energético del Sureste, hermano de Juan Camilo (qepd); los hermanos Ricardo y Emilio Gamboa García, dueños de Delta Gas; Emilio Loret de Mola, dueño de Lodemo; Ricardo Vega, propietario de estaciones de gasolina en Cancún, y William Karam, del grupo Hidrosina.
Los nuevos dueños de las acciones de Hazama, y con ellas del terreno que comprende Pok ta pok, pretenden convertirlo en un megadesarrollo urbano -hoteles, casas y condominios- que terminaría por liquidar lo poco que de reserva ecológica queda en ese destino turístico. Para sus propósitos requieren que Fonatur, dirigido por Miguel Gómez Mont, revoque la cláusula establecida en 1990, que impide fraccionar y urbanizar el terreno. A quienes se oponen al proyecto les preocupa que el hermano del actual secretario de Gobernación tenga a su lado, en un alto cargo, a Adalberto Enrique Füguemann, ex director de Grupo Energético del Sureste, de la familia Mouriño.
El negocio supondría, sólo para empezar, que el precio por metro cuadrado de ese terreno se eleve, en promedio, a 500 dólares; un negocio de casi 300 millones de dólares; pero si los nuevos dueños desarrollan y construyen, la ganancia sería mucho mayor, de miles de millones de dólares; todo a cambio de una inversión de 8 millones de dólares... y con una pequeña ayuda de sus amigos.
En Cancún hay un movimiento ciudadano de resistencia y denuncia; se trata no sólo de evitar uno más de los turbios negocios con bienes que fueron públicos, sino también de poner un alto a la depredación que desde hace lustros ha causado enormes daños en toda la zona. Los ciudadanos exigen que Fonatur recupere ese terreno y lo preserve; han ofrecido incluso promover aportaciones de la sociedad para recomprar el predio y dar a Pok ta pok la calidad de bien público, espacio de reserva ecológica, vital para el presente y futuro de su ciudad.
La decisión final tiene que pasar por el Comité Técnico de Fonatur, pero sobre todo por el cabildo municipal de Benito Juárez, que encabeza el perredista Gregorio Sánchez, única autoridad facultada para cambiar el uso del suelo. Se rumora que los permisos están firmados, y sólo falta su convalidación formal; sería una decisión a todas luces reprobable; un ejemplo más de connivencia entre autoridades y especuladores.
(Agradezco a Carlos Cardín, ex alcalde de Cancún, la información). [/FONT]