Dragut
Bovino de alcurnia
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Champagne agrio y cosas chiquitas
No sé si lo han notado, pero la frase más recurrente entre los dictadorzuelos y genocidas del planeta ha sido siempre de la "Que Dios y la Historia me juzguen" lo cual deja bien patente la escasa disposición de los genocidas a reconocer cualquier otro tipo de orden jurisdiccional.
Pinochet ya pasó a ser un ex-ex-dictador, lo que viene a significar que el primero de los dos juicios ha comenzado para él.
También el segundo juicio, el de la Historia, parecía dar sus primeros pasos. El gobierno de Bachelet (reitero mi escepticismo ante los tibios logros de esta nueva socialdemocracia) le negó el luto oficial y el entierro con honores de Jefe de Estado a quien fue legítima y democráticamente elegido por los fusiles, circunscribiendo las exequias al ámbito estrictamente castrense. El miles gloriosus partió como siempre le gustó vivir, entre el olor de la pólvora y las descargas cerradas.
Pero el estampido de las salvas que se dispararon en su honor (horror) no termina de eclipsar el eco de otros disparos ya lejanos en el tiempo por más que algunos se tapen los oídos con palabras como "concordia" o "unidad nacional".
Chile, y por favor, corríjanme si me equivoco, no es hoy un país desunido. Cierto que tenemos, lo estamos viendo, a dos sectores minoritarios y polarizados, a saber:
- los que celebraron con champagne la muerte del dictador. Sinceramente, no entiendo qué celebraban. Dejando a un lado la legitimidad moral para divertirse por la muerte de un anciano de noventa años (la moral es algo muy elástico, cada cual tiene la suya y no hay que entrar a formular dogmáticos juicios de valor sobre si la muerte de otro ser humano debe ser causa de regocijo) tengo la inconfesable sensación de que la mayoría de las personas que salieron a la calle para celebrar con champagne el fallecimiento de Pinochet, igualmente hubieran salido por la victoria de su equipo de futbol. Una vez más, les pido que me respondan y me saquen de la perplejidad: ¿Qué celebraban? ¿Saben ya las madres chilenas dónde pueden ir a llorar a sus hijos? ¿Reciben ya todos los familiares de los desaparecidos una compensación económica que al menos les indemnice de su sufrimiento durante los ominosos años de la dictadura? ¿Fue juzgado y condenado el dictador y supuso esa sentencia un precedente victorioso para la causa universal de los Derechos Humanos y un ejercicio de catarsis - ¡tan necesario en toda transición política! - para el pueblo chileno? ¿Están siendo encausados los conmilitones del general, responsables directos de las muertes y desapariciones?
- los que lloraban al general; más allá de sus propios familiares y allegados, también me preguntaba ¿Por qué lloran? ¿Por un hombre que se dejó los mejores años de su vida arrebatando la de otros? ¿Es porque se esfuma la posibilidad de volver a un pronunciamiento militar? ¿O simplemente por nostalgia del terror? ¿Encendieron también velas por los desaparecidos, por los asesinados, por los torturados? ¿Dónde estaban sus lágrimas o los nudos de sus estómagos en aquella época?
Sin embargo, entiendo que no son estos los sectores -minoritarios presumo - de la sociedad chilena quienes deberían sorprendernos. Más bien el de la gran masa gris, apática e indiferente, mera espectadora que confunde resentimiento con memoria, indiferencia con serenidad y prudencia con silencio cómplice. Declaraba el dictador, en los preliminares de ese juicio que nunca se celebró, no haberse enterado de las desapariciones, torturas y asesinatos: "Yo entonces era Presidente de la República y no me podía ocupar de cosas chiquitas". Y efectivamente, la dictadura arrojó un saldo de tres mil desaparecidos, y tres mil familias representan una ínfima parte de la sociedad chilena. ¿Dónde estaba el resto? ¿Dónde está ahora? ¿Jugando al silogismo de "yo salí ileso de la dictadura, hubo desaparecidos pero no en mi familia, ahora me va bien, dejemos las cosas como están"?
Permítanme que les diga lo difícil que resulta pasar página en el libro de la Historia cuando la sangre que mancha el papel aún está fresca.
Este no ha sido un final justo: decía Jean de la Bruyere que una de las principales cualidades de la Justicia es hacerla pronto y sin dilaciones; hacerla esperar es injusticia. Pero la espada de la Diosa justicia se partió en dos ante la guadaña de la Muerte. Que no sea el último aliento del dictador el que selle la impunidad porque en este caso, muerto el perro no se acabó la rabia.
Pinochet no estaba solo: el show de la Justicia debe continuar.
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(Regalito de no-cumpleaños para el dictador. En su nefasta memoria y esperando que los demás asesinos pasen por los tribunales antes de hacerle compañía)
Abrazotes.
el asesino nunca encuentra reposo
Dostoievski
Dostoievski
No sé si lo han notado, pero la frase más recurrente entre los dictadorzuelos y genocidas del planeta ha sido siempre de la "Que Dios y la Historia me juzguen" lo cual deja bien patente la escasa disposición de los genocidas a reconocer cualquier otro tipo de orden jurisdiccional.
Pinochet ya pasó a ser un ex-ex-dictador, lo que viene a significar que el primero de los dos juicios ha comenzado para él.
También el segundo juicio, el de la Historia, parecía dar sus primeros pasos. El gobierno de Bachelet (reitero mi escepticismo ante los tibios logros de esta nueva socialdemocracia) le negó el luto oficial y el entierro con honores de Jefe de Estado a quien fue legítima y democráticamente elegido por los fusiles, circunscribiendo las exequias al ámbito estrictamente castrense. El miles gloriosus partió como siempre le gustó vivir, entre el olor de la pólvora y las descargas cerradas.
Pero el estampido de las salvas que se dispararon en su honor (horror) no termina de eclipsar el eco de otros disparos ya lejanos en el tiempo por más que algunos se tapen los oídos con palabras como "concordia" o "unidad nacional".
Chile, y por favor, corríjanme si me equivoco, no es hoy un país desunido. Cierto que tenemos, lo estamos viendo, a dos sectores minoritarios y polarizados, a saber:
- los que celebraron con champagne la muerte del dictador. Sinceramente, no entiendo qué celebraban. Dejando a un lado la legitimidad moral para divertirse por la muerte de un anciano de noventa años (la moral es algo muy elástico, cada cual tiene la suya y no hay que entrar a formular dogmáticos juicios de valor sobre si la muerte de otro ser humano debe ser causa de regocijo) tengo la inconfesable sensación de que la mayoría de las personas que salieron a la calle para celebrar con champagne el fallecimiento de Pinochet, igualmente hubieran salido por la victoria de su equipo de futbol. Una vez más, les pido que me respondan y me saquen de la perplejidad: ¿Qué celebraban? ¿Saben ya las madres chilenas dónde pueden ir a llorar a sus hijos? ¿Reciben ya todos los familiares de los desaparecidos una compensación económica que al menos les indemnice de su sufrimiento durante los ominosos años de la dictadura? ¿Fue juzgado y condenado el dictador y supuso esa sentencia un precedente victorioso para la causa universal de los Derechos Humanos y un ejercicio de catarsis - ¡tan necesario en toda transición política! - para el pueblo chileno? ¿Están siendo encausados los conmilitones del general, responsables directos de las muertes y desapariciones?
- los que lloraban al general; más allá de sus propios familiares y allegados, también me preguntaba ¿Por qué lloran? ¿Por un hombre que se dejó los mejores años de su vida arrebatando la de otros? ¿Es porque se esfuma la posibilidad de volver a un pronunciamiento militar? ¿O simplemente por nostalgia del terror? ¿Encendieron también velas por los desaparecidos, por los asesinados, por los torturados? ¿Dónde estaban sus lágrimas o los nudos de sus estómagos en aquella época?
Sin embargo, entiendo que no son estos los sectores -minoritarios presumo - de la sociedad chilena quienes deberían sorprendernos. Más bien el de la gran masa gris, apática e indiferente, mera espectadora que confunde resentimiento con memoria, indiferencia con serenidad y prudencia con silencio cómplice. Declaraba el dictador, en los preliminares de ese juicio que nunca se celebró, no haberse enterado de las desapariciones, torturas y asesinatos: "Yo entonces era Presidente de la República y no me podía ocupar de cosas chiquitas". Y efectivamente, la dictadura arrojó un saldo de tres mil desaparecidos, y tres mil familias representan una ínfima parte de la sociedad chilena. ¿Dónde estaba el resto? ¿Dónde está ahora? ¿Jugando al silogismo de "yo salí ileso de la dictadura, hubo desaparecidos pero no en mi familia, ahora me va bien, dejemos las cosas como están"?
Permítanme que les diga lo difícil que resulta pasar página en el libro de la Historia cuando la sangre que mancha el papel aún está fresca.
Este no ha sido un final justo: decía Jean de la Bruyere que una de las principales cualidades de la Justicia es hacerla pronto y sin dilaciones; hacerla esperar es injusticia. Pero la espada de la Diosa justicia se partió en dos ante la guadaña de la Muerte. Que no sea el último aliento del dictador el que selle la impunidad porque en este caso, muerto el perro no se acabó la rabia.
Pinochet no estaba solo: el show de la Justicia debe continuar.
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(Regalito de no-cumpleaños para el dictador. En su nefasta memoria y esperando que los demás asesinos pasen por los tribunales antes de hacerle compañía)
Abrazotes.