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PABLO

caliente lorena

Becerro
Desde
15 May 2009
Mensajes
5
Lo prometido es deuda, aquí estoy de nuevo dispuesta a ponerlos al tanto de lo que estuvo sucediendo en mi vida durante todo este tiempo, primero debo decir que hace bastante que no me voy a la cama con un desconocido, no porque no quiera, sino porque las diferentes ocupaciones de una mujer casada, que es madre y que además tiene que trabajar para poder subsistir insumen gran parte de mi tiempo. Lo poco que me queda libre lo dedico a mis hijos, obviamente, y a mi marido, antes que nada esta la familia, y no la pondría en riesgo por nada del mundo, aunque a veces…
Bueno, a veces tengo ganas de olvidarme por un rato de todo e irme con cualquiera a un telo perdido y coger como una descosida, como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina. Las oportunidades nunca faltan. Cualquiera resulta un potencial amante, el que me mira las tetas en el colectivo, el que me dice un piropo por la calle, el kiosquero que me regala un bombón cuándo voy a comprar golosinas para mis chicos, nadie esta exento de ser un nuevo protagonista de mis relatos, apenas una mirada o una sonrisa bastarían para complacerlos. La tentación es demasiada, aunque el hecho de que no me vaya a la cama con ellos no significa que haya dejado de ser infiel, la infidelidad sigue latiendo en mí, sigue tan viva como antes, aunque quizás más dosificada, esperando el momento oportuno, el momento propicio para expresarse en plenitud.
Por lo pronto sigo reencontrándome con Pablo, cada vez que llevo a Pablito para que vea a su padre terminamos echándonos un polvo, también el doctor sigue atendiéndome aunque no tanto como antes, ya que se puso de novio y su nueva pareja le demanda que tenga su virilidad a pleno, y cuándo esta conmigo, bueno, le lleva un buen tiempo recuperarse. A ellos dos se les sumo Ariel, alias “Pijudo”, quién protagonizara mi último relato publicado. Nos vemos de vez en cuándo, aunque ustedes saben que me gusta lo imprevisible, lo espontáneo, lo casual, y nuestras relaciones últimamente se están volviendo bastante rutinarias, como que se perdió la emoción del comienzo. Pero bueno, por lo menos me sigue cogiendo rico.
Creo que para empezar lo mejor sería contarles alguna experiencia que haya tenido con cada uno de ellos durante este tiempo, con quienes vendrían a ser algo así como mis amantes fijos, el staff oficial que atiende a Caliente Lorena, jajaja, así que empezamos con la primera, titulada simplemente: PABLO.
Aquel día, como siempre, mi marido salió a trabajar temprano. De paso llevo a los chicos al colegio mientras yo me quedaba con Pablito. Ordené todo y preparé el bolso para llevarlo a la guardería, aunque antes tenía pensado pasar por lo de Pablo, ya que hacía bastante que no lo veía. Últimamente había comenzado a preguntarme si era correcto llevar a mi hijo a que viera al que era su verdadero padre, más de una vez me había puesto a sopesar los pro y los contras de semejante decisión, y para ser sincera, cada vez que lo pensaba encontraba más contras que otra cosa, ¿Qué pasaría, por ejemplo, si Pablito algunas vez lo nombraba delante de mi marido o de sus hermanos?, ¿Cómo haría para justificar algo así?, además no estaba segura de que Pablo fuera un buen ejemplo para su hijo si llegaba a estar decidida con esos esporádicos contactos. Más de una vez estuve a punto de desaparecer de su vida, pero seguía yendo. ¿Por qué? Fácil. La pija de Pablo me resulta adictiva, no me puedo resistir a la tentación de tenerla dentro de mí, ya sea en mi boca, en mi concha o en mi culo. No tengo la fuerza de voluntad suficiente como para hacerle frente. Por eso sigo yendo a verlo, Pablito solo es una excusa.
Salí de casa con todo a cuestas y me subí a un taxi, en diez minutos estuve frente a la puerta de quién es el padre de mi hijo. Toque el timbre pero no atendía, le insistí ya que lo conozco bien y sé que es de andar de joda hasta tarde, luego de casi quince minutos la puerta se abre y aparece acompañado de una chica, vestida con poca ropa, y con cara de haber pasado una noche bastante tumultuosa. Una de sus tantas putitas. La despide con un beso y una palmada en la cola, y me saluda.
-No te esperaba hoy por acá- me dice, con la mirada perdida todavía por la resaca.
-Pensé que quizás te interesaría ver a tu hijo- le digo, sin poder ocultar mis celos, como si fuera la legítima.
-Claro, como no voy a querer verlo- contesta haciéndole upa y entrando al departamento.
Cierro la puerta y cruzo con él el pasillo, subimos las escaleras, antes de llegar al último escalón se detiene y espera a que lo alcancé, cuándo estoy a la par suya me acaricia la cola y me pregunta:
-¿Me extrañaste?-
-Sabes que vengo solo por él- le digo refiriéndome a Pablito a la vez que le saco la mano de un manotazo.
Se ríe en forma burlona.
-Por él y por esta- me dice agarrándose en forma grosera el bulto de la entrepierna.
Abre la puerta y entramos. Precavidamente he sabido dejar en su casa los juguetes preferidos de Pablito, de modo que cada vez que voy, lo dejamos en una habitación contigua, jugando y de esa forma puedo disponer de toda su atención.
-¿Acaso la pendejita te dejo con ganas todavía?- le digo irónicamente cuándo empieza a meterme mano.
-Para vos siempre tengo ganas, mi amor- me dice, besándome las orejas, lamiéndome la cara, provocándome de a poco esos deliciosos estremecimientos que siempre tienen un final feliz.
Sin demasiada reticencia mi lengua se encuentra con la suya, se enroscan, se lamen, se saborean mutuamente, para terminar luego dentro de la boca del otro.
-Sos un guacho… me tenes muerta… haces conmigo lo que queres- le digo cuándo logro desprenderme brevemente de aquel jugoso beso, pero enseguida vuelvo a fundirme con él en una forma por demás apasionada y agresiva.
-No te hago nada que no te guste- me susurra, y tiene razón, no hay ninguna queja de mi parte, ni ahora ni nunca, ni siquiera cuándo terminé embarazada de él.
Sabe lo que me gusta y me lo da. Se recuesta en la cama y se desabrocha el pantalón. La pija aún está contenida bajo la tela del slip, pulsando, hinchándose cada vez más. Se la agarró y se la tocó. Se lo que quiere pero no me lo dice, y a mí me gusta que me lo diga, que me lo ordené, como si no tuviera ninguna otra opción.
-¿Qué?- le digo y me quedó mirándolo.
-Chupámela- me dice con ese tono imperativo que tanto me excita.
No me queda más que acatar la orden, cumplir con mi deber, le bajo el calzoncillo y la pija emerge pletórica e imponente, rebosante de vigor, un verdadero poema para mis ojos. Todavía huele a sexo, a leche recién derramada, aún así no puedo resistirme, la sostengo con una mano mientras comienzo a lamerla de abajo hacia arriba, reconociendo enseguida ese sabor que ha sabido complacerme en innumerables oportunidades. ¿Qué tiene de diferente ese pedazo de carne para atraerme tanto? No lo sé, tampoco quiero perder tiempo en tratar de comprenderlo, prefiero disfrutarlo, sentirlo, saborearlo, al llegar a la punta abro la boca y me lo voy comiendo de a poco, despacio, sin apurarme, sintiendo como cada pedazo va llenando mi paladar, como su carne se va fundiendo con mis labios formando una misma conjunción.
De a poco y progresivamente lo escucho suspirar, más fuerte cada vez, más intensamente cuándo comienzo a chupársela con fuerza, con frenesí, con el mayor de los gustos, la siento palpitar en mi garganta, ahogándome, sofocándome, pero no me importa, trato de respirar por la nariz mientras me deslizo a lo largo de su portentoso volumen. Cierro los ojos y me concentro en tan complaciente tarea, poniendo todos mis sentidos al servicio de la mamada, me gusta sentirla inflamándose en mi boca, humedeciéndose, y me gusta todavía más cuándo me apoya una mano en la cabeza y empieza a empujar hacia abajo, obligándome así a comerme hasta el último trozo de verga. De ratos tengo que sacarla de mi boca para toser un poco y escupir restos de saliva y líquido preseminal, pero enseguida vuelvo a devorarla entera, a comerla con la mayor avidez posible, atravesándome la garganta con semejante porongazo.
La pija de Pablo esta en su máximo esplendor, con las venas bien marcadas, chorreando ese líquido con el que tanto me gusta empacharme, muy a mí pesar me apartó de ella, me levanto y comienzo a desvestirme. Sus ojos me recorren de arriba abajo. Me excita terriblemente la forma en que me mira, como un ave de presa al acecho de su víctima.
-Que buena estás Lore, te voy a coger hasta que se te caigan los ojos- me dice en esa forma vulgar tan propia de él.
Ya desnuda me subo a la cama y me acomodo encima suyo, a caballito, con una mano le agarro la pija y la pongo en donde debe estar, en su destino natural, la entrada de mi concha, de a poco me voy sentando, sintiéndola fluir, deslizándose hasta lo más profundo mi ser, llenándome, rebalsándome, volviéndome a proporcionar esa complacencia que me resulta tan necesaria, tan urgente.
-¡Ahhhhhhhhhhhh…!- mi gemido fluye naturalmente a causa del alivio que siento al tenerlo de nuevo adentro, palpitando enérgicamente, con esa fuerza viril que solo un hombre como él puede prodigarme.
Me recibe besándome las tetas, chupando y mordiendo mis pezones, provocándome unas fuertes descargas eléctricas que me estremecen hasta lo más íntimo. No se pone preservativo para cogerme, no hace falta, después de todo es el padre de mi hijo, aún así me estoy cuidando, para que no vuelva a ocurrir aquel ¿descuido? o ¿accidente?, aunque cada vez que pienso en el asunto más me convenzo de que fui yo misma la que busco quedarse embarazada. Embarazada de mi amante, toda una declaración de principios, por eso no tomé la píldora aquella vez, y por eso mismo deje que me acabara adentro aún sabiéndolo.
Sin dejar de disfrutar de mis lolas, me agarró fuertemente de las nalgas y empezó a empujar hacia arriba, con esa potencia que lo calificaba como un cogedor excepcional, como un semental de primera línea.
-¡Ahhhhhhhh… ahhhhhhhhhh… ahhhhhhhhhh…!- gemía yo al ritmo de esas violentas embestidas, disfrutando cada golpe, cada irrupción de su virilidad.
Me emocionaba casi hasta las lágrimas volver a sentir ese furioso palpitar dentro de mí, esa fuerza, esa energía, era algo descomunal, impresionante, algo que no se comparaba con nada, yo no me quedaba quieta, por supuesto, me movía con él, acoplándome a sus entusiastas movimientos, subía y bajaba, una y otra vez, me clavaba con todo en esa punzante verga que ya conocía hasta el rincón más recóndito de mi cuerpo.
No hay secretos para él, sabe cuándo acelerar y cuándo aminorar para mantenerme en vilo, expectante de sus arremetidas. Soy yo la que le pide más, la que le demanda más energía, más brutalidad.
-¡Cogeme…!- le pido -¡Cogeme…!- le grito, se lo reclamo, me abro toda para él, me entrego completamente, en cuerpo y alma, sin guardarme nada, esa soy yo, la que esta sudando en esa cama que no es la mía, la que se deja arrastrar por los impulsos de la lujuria, la que no piensa ni razona cuándo hay una pija de por medio, y más cuándo se trata de la de Pablo.
En medio del garche y bien aferrado de mis nalgas, me da la vuelta invirtiendo nuestras posiciones, ahora soy yo la que esta debajo y él arriba, entre mis piernas, bombeándome con todo, bien duro y parejo, metiéndomela bien hasta los pelos.
-¡Sos una puta… como te gusta la verga!- me dice mirándome a los ojos, esbozando esos hermosos gestos de sádico sexual que tanto me gustan.
Se pone de rodillas, sin sacármela, empuja mis muslos contra mi vientre y entra a darme con un movimiento por demás intenso y regular, cierro los ojos y disfruto la penetración, la siento retumbando bien adentro, profundamente, colapsando en mí, proporcionándome esa satisfacción que resulta tan necesaria. Mientras me la mete me acaricia las tetas, bah, acariciar es una forma de decir, me las aprieta y pellizca, pero aunque me hace doler esos gestos suyos son los que me enloquecen, los que hacen que este detrás de él como una sumisa y obediente esclava sexual, por que eso es lo que soy, su esclava, su perra en celo, la concha que siempre estará a disposición suya, pase lo que pase, hasta el final de los tiempos.
-Preparate mamita porque tengo leche a morir- me dice de esa forma vulgar que solo me provoca mucha más excitación.
Acelera los embistes, las palpitaciones que siento en lo más íntimo no dejan lugar a dudas, esta por acabar, en cualquier momento estalla, yo ya perdí la cuenta de los orgasmos que tuve, como siempre que estoy con él, uno detrás del otro, únicos e indivisibles, como eslabones de una misma cadena. En uno de esos últimos ensartes pega un feroz rugido, me la saca de un tirón y dando un par de zancadas me la mete en la boca. No me resisto. Y ni bien cierro los labios en torno a aquella entumecida carne los chorros de semen, calientes, espesos, efusivos, se precipitan en mi paladar. Pese a lo caudaloso de la descarga me trago todo, hasta la última gota, relamiéndome gustosa mientras siento como ese torrente de vida se diluye a través de mi garganta. La felicidad no puede ser más completa. Sin soltársela, le agarro la pija con una mano y se la aprieto, exprimiéndole hasta lo último, chupándola y rechupándola, cuándo me la saca le beso los huevos, y lo miro a los ojos, su mirada exuda pura satisfacción, aquella que seguramente no tuvo con la pendejita con la que paso la noche. No importa, no pienso hacerle ningún reclamo. Con su ver su cara me basta y sobra.
Cuándo se apara me levanto y sin decir ni una sola palabra voy al baño y me enjuago, parece mentira pero mi concha todavía se resiste a cerrarse, como no queriendo aceptar la ausencia de aquel instrumento que ha sabido proporcionarle tantas satisfacciones. Vuelvo al cuarto y me visto, Pablo se queda echado en la cama, manoseándose la pija, una sonrisa de oreja a oreja pintada en la cara. No dice nada, pero me mira.
-¿Qué?- le pregunto algo molesta.
-Nada, solo que… no me canso de cogerte- me dice.
“Yo tampoco me canso de que me cojas”, lo pienso pero no se lo digo. No hace falta que contribuya a aumentar todavía más su ya de por si alta autoestima viril.
-Dale, vestite que voy a traer a Pablito- le digo.
Se levanta de un salto y se pone el pantalón. Abro entonces la puerta de la otra habitación. Mi hijo, nuestro hijo, todavía esta jugando apaciblemente, sin mayores problemas, completamente ajeno a la terrible confusión en la que vive su madre desde que se encamó, en una ya lejana noche, con quién sería su padre. Lo levanto y lo acerco a Pablo para que le de un beso. Mientras lo besa me toca el culo, increíble, aunque acaba de cogerme igual me estremezco tan solo con una caricia suya. Agarró el bolso y me despido, hasta la próxima, no sé cuándo, aunque estoy segura que cuándo vuelta terminaré una vez más en su cama, disfrutando de eso que tanto me gusta y ante lo cuál no puedo oponer resistencia alguna. Y esta bien que sea así, después de todo siempre seré su puta. :punzadita:

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Sencillamente un relato exquisito, felicidades, buena prosa, muchos detalles, caliente a mas no poder, d lo mejor q he leído, espero los demás, gracias
 
:metal:Que bueno que estás de regreso Lorena, no nos dejes tanto tiempo sin tus excelentes relatos. Gracias:metal:
 
Ooooraleess bueen relato!

Gracias por compartir y espero leer los otros relatos!
 
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