Hola!

Registrándote como bakuno podrás publicar, compartir y comunicarte en privado con otros bakuos :D

Regístrame ya!

Pablo, mi vecino

isahn1969

Becerro
Desde
9 Ago 2008
Mensajes
34
Hola, me llamo Diego, tengo 32 años, casado, con dos pequeños hijos, hasta el momento solo había posteado pornografía, pero hace unos días me pasó algo que bien creo merece compartirse en un relato, sobre todo porque se trata de algo que, sin saberlo, estuve deseando por mucho tiempo. Quiero aclarar que me considero una persona heterosexual, me gustan las minas, aunque lo sucedido hace que me planteé varios aspectos respecto a mi propia sexualidad. Para que entiendan mejor mi historia, les cuento que vivo en una casa por pasillo en el barrio de San Cristóbal, en el departamento de arriba vive un sujeto llamado Pablo, el otro protagonista de este relato. Para decirlo mal y pronto, Pablo no es ningún trigo limpio, es sabido que anda en cosas raras, aunque lo que más molesta, no solo a mí, sino también a mi esposa y a los demás vecinos, es que tiene una vida nocturna bastante agitada. Cuándo todos nos acostamos a dormir después de una jornada laboral bastante agitada, él recién comienza, pone la música bien fuerte, para colmo solo escucha bailanta y de la peor, y entonces empiezan a caer los amigos y las “amigas”. Ya es rutinaria escuchar por las noches los jadeos y los gritos de las minas que se coge. Una distinta cada vez, ya que no tiene pareja fija. Y por la forma en que grita a veces me pongo a pensar en que les estará metiendo. Por conversaciones que llegue a escuchar, llegue a darme cuenta que es un verdadero adicto al sexo anal. A más de una le escuche suplicar que por la cola no, aunque mucho caso parecía no hacerles, ya que enseguida se escuchaba un grito desgarrador, como de empalamiento y luego una interminable sucesión de gemidos placenteros. Todo concluía con los pasos de él por el pasillo y el ruido del agua, seguramente de cuándo se aseaba. Todo esto despertaba en mí cierta libido que se me hacía difícil aplacar. Aunque me hacía el dormido, estaba bien despierto, atento a lo que sucedía arriba, a escasos metros de mi cama, y más de una vez me imaginaba participando de alguna de sus festicholas, aunque en mi fantasía yo no ocupaba el lugar de ninguno de sus amigos, sino más bien de alguna de sus “amigas”. Si, por primera vez en mi vida, fantaseaba con que un tipo me garchaba.
Hasta entonces mi relación con Pablo era más bien fría y distante, nos cruzábamos de vez en cuándo en el pasillo y nos saludábamos, como con cualquier vecino, aunque en alguna que otra ocasión me había invitado a tomar una cerveza. Esta invitación se fue repitiendo en el último tiempo, aunque yo siempre me negaba alegando cualquier excusa. Pero esta última vez no pude zafar… ¿o no quise?
Como hacía habitualmente me dijo de “tomarnos una birra”, y como hacía yo también habitualmente, me negué, pero al insistirme, esta vez con mayor énfasis, le dije que si. Se notaba que él ya había estado tomando y que tenía ya varias botellas encima, por lo que supuse que sería un trago y nada más.
Subimos a su departamento, entramos, me invitó a sentarme y se dirigió a la cocina. Regresó casi de inmediato con una cerveza bien helada y un par de vasos. La abrió y sirvió. Brindamos no se porque y tomamos. Repetimos la ceremonia. Seguimos charlando, esta vez de las minas que llevaba a su departamento, aunque en más de una ocasión también lo había visto con algún “trava”.
-Sabes lo que pasa, papá, no se pueden resistir, les muestro el pedazo y caen muertas- me dice, revelándome sus tácticas de seducción.
-¿El pedazo?- me sorprendo.
-Si, papá, el pedazo, este pedazo- me dice a la vez que se baja el cierre del pantalón y pela… pela… ¡FLOR DE PEDAZO!
Todavía en estado de reposo, la pija le llegaba casi hasta mitad del muslo, exhibiendo en toda su extensión una virilidad impactante. Las venas se le marcaban latentes y palpitantes, recorriendo toda su generosa extensión, desde el nacimiento de los pendejos, hasta la cabeza, la cuál, dicho sea de paso, se notaba de un tono bermellón subido. Debo admitir que quede impactado. Siempre se la había mirado de reojo a algún amigo en un vestuario, pero la de Pablo era algo impresionante, si hasta daban ganas de chupársela.
-¿Y que te parece?- me preguntó, con la voz pastosa.
-Eh… bien… esta bien… es… grandota- respondí sin poder quitarle los ojos de encima.
Para colmo de males, él se la agarraba con una mano y se la sacudía ostentosamente, haciendo que empezara acrecer en una forma más que perceptible. Por un acto reflejo, algo que hice sin pensar, me pasé la lengua por los labios, como relamiendo mentalmente tan cargado manjar. Ese gesto no pasó desapercibido para Pablo. Podría estar borracho, pero no era boludo.
-¿Te gustaría chupármela?- me preguntó.
-¿Estás loco? ¿Qué te pasa?- trate de hacerme el escandalizado, aunque la realidad era que se me hacia agua la boca al contemplar semejante pijazo, ahí nomás, al alcance, bastaba con estirar la mano para tocárselo.
-No sé, pensé que quizás te gustaría…- repuso.
Amagué como para irme, fue lo que debí hacer, pero no pude, la tentación fue mucho más fuerte que cualquier atisbo de razón.
-¿Esto queda acá?- le pregunté.
-Obvio, no voy a andar publicando por ahí que me la mamaste, ¿Cómo se te ocurre?- me aseguró.
Lo pensé, en esos breves segundos lo pensé una y mil veces, llegando a sopesar hasta los Pro y los contras de mi inminente decisión, sabía que tenía mucho más para perder que para ganar, pero la hermosa pija de Pablo estaba ahí, a unos pocos centímetros, palpitando de ansiedad. Un juguito espeso y transparente le goteaba por la punta. El olor a pija, a calentura, llenaba el ambiente. Por un instante estuve a punto de levantarme y mandarme a mudar, pero entonces… lo hice. Le agarre la pija con una mano y le pasé la lengua a todo lo largo, de abajo hacia arriba, saboreando en el final esas gotitas que ya fluían profusamente. Al sentir mi lamida, Pablo echó la cabeza hacia atrás y soltó un complaciente suspiro. Ya estaba hecho, no había vuelta atrás, y quién dice una lamida bien puede decir una mamada. La pija estaba ahí frente a mi cara, repitiéndome una y otra vez: “Chupame… chupame…”, como una irresistible letanía. No me pude resistir, abrí la boca y me la mandé para adentro, cerré los labios en torno a ese caliente y pegajoso volumen, cerré también los ojos y me puse a chupársela con todas mis ganas, descubriendo para mi propia sorpresa que hacia tiempo me moría por chuparle así la pija a un tipo. El hecho de que la pija en cuestión fuera la de Pablo, una pija digamos… hermosa y suculenta, le agregaba un plus adicional a la situación.
Estuve un buen rato peteándolo, escuchando sus profusos suspiros, llenándome una y otra vez el paladar con esa carne tan repleta de venas que alcanzaba a percibir los prominentes bultitos a medida que la deslizaba entre mis labios.
“Chup… chup… chup…”
“Ahhhhh… ahhhhhh… ahhhhhh…”, era lo único que se escuchaba en el departamento de Pablo. El ruido de mi chupada y de sus suspiros.
Entonces, de repente, él que se había mantenido hasta ese momento expectante, dejando que se la chupara a mi propio ritmo, me la sacó de la boca, se la apretó contra el vientre y comenzó a restregarme las bolas por toda la cara. No me opuse a aquella exacerbada muestra de calentura, por el contrario, abrí bien la boca y saque la lengua, y aunque algunos pendejos se me pegaban en el paladar no me resistí a tragarlos. A continuación me agarró con ambas manos la cabeza y manteniéndola bien sujeta, comenzó a clavarme la pija en la boca una y otra vez, metiéndomela más allá de la campanilla, ¡me estaba cogiendo por la boca!, sentía que me ahogaba, que me sofocaba, que las lágrimas me saltaban de os ojos, pero él seguía, rabiosa, furiosamente, hasta que apiadándose de mí me dejo continuar a mi propio ritmo.
-Ya sabía guachito que te gustaba la verga- musitó a la vez que apoyaba una mano en la parte de atrás de mi cabeza y la empujaba hacia su cada vez más endurecida virilidad.
En cierto momento tuve que apartarme, ya que aquello resultaba demasiado para mí, tosí y escupí una mezcla de saliva y líquido preseminal, tras lo cuál me la volvió a meter, ahogándome con ese exceso de carne que palpitaba frenéticamente. Cuándo me la volvió a sacra una vez más, pensé que ahí se acababa todo, que se hacía una paya, eyaculaba y listo, pero no, enseguida bajó sus manos hasta mi cintura y comenzó a desabrocharme el pantalón. Aparte de hacer que le chupara la pija, también quería cogerme.
-No… eso no- traté de resistirme, aunque no procedí acorde a lo que mis palabras decían.
-Si, eso si- afirmó él, sin darme chance alguna a asentir o negarme.
Me sacó el pantalón, me lo arrancó prácticamente junto con el slip, haciendo que mi pija saliera disparada de su escondite. Me la agarro con una mano y empezó a pajearme, suavecito, sin apurarse. Sentir su mano envolviendo mi verga me hizo estremecer. Era algo encantador. Diferente. Distinto. Pero sumamente placentero. De repente me la soltó, me separó las piernas y comenzó a tantearme el agujero del culo con un dedo. No me pude resistir.
-¿Me… vas a coger?- pregunté titubeante.
Ya sabía que lo iba a hacer, solo quería escucharlo.
-Si… te voy a romper bien el culo- me dijo con una sonrisa maliciosa.
Con los pulgares de cada mano me abrió lo más que pudo el agujero del culo y me escupió varias veces adentro, me metió entonces un dedo y comenzó a escarbar adentro, superficialmente primero, más adentro cada vez, hasta que sentí que el nudillo me rozaba el borde del ano.
-¡Ahhhhhh… hijo de puta!- me estremecí, al mismo tiempo que mi pija pegaba un respingo.
Él solo se rió y siguió explorando mi interior, dando vueltas y vueltas para luego meter otro dedo. ¡Ahora eran dos! Los metía y sacaba, con más fuerza cada vez. Mis esfínteres, intestinos o lo que quiera que sea se derretían en torno a las falanges de mi vecino.
-¿Te gusta?- me preguntó en un tono por demás perverso.
Mi única respuesta fue un quejido de dolor mezclado con placer. Saco los dedos y volvió a escupir copiosamente en el hueco, tras lo cuál repitió la misma operación, dilatándome el agujero del culo hasta su máxima resistencia, o al menos eso creía yo. Entonces se apartó por un instante, yo estaba con los ojos cerrados, así que cuándo los abrí para ver que había pasado, veo que vuelve con la pija hermosamente enfundada en un preservativo color turquesa. El látex hacía que la pija de mi vecino resplandeciera bajo el foco de luz, lo que le otorgaba a toda aquella situación los visos de un verdadero sueño. Me separó un poco más las piernas y sin ayuda de sus manos enfiló la verga hacia mi palpitante culito. Encajó la punta justo en la entrada y empezó a empujar, con fuerza, sin consideración alguna por la virginidad de esa parte de mi cuerpo.
-¡Ahhh… ahhh… ahhh…!- me quejaba yo, aunque no hacía nada por evitar esa inesperada perforación, por el contrario, colaboraba con ella, empujando mis caderas hacia delante… él empujaba, yo empujaba, la sacó, se escupió varias veces en la mano y embadurnó la saliva por sobre toda su riquísima poronga, volvió a colocar la punta en la entrada y empezó a empujar de nuevo.
-¡Ahhhhhhhh…!- esta vez, algo en mí se abrió, sentí que la punta ingresaba un poco más de lo que había podido hasta ese momento, pero Pablo no se quedo quieto, sino que siguió, con más fuerza todavía, tratando de meter el resto.
Yo cerré los ojos y comencé a arañar el tapizado del sofá mientras sentía que la verga comenzaba a entrarme. Entonces me levantó las piernas, las calzó sobre sus hombros y empezó a cogerme, más profundamente cada vez, arrancándome unos jadeos por demás excitados. Pese al ardor, al dolor, y a las rasgaduras del frotamiento que sentía en esa parte, era delicioso, algo que no podría describir con palabras. Y fue todavía mejor cuándo agarró ritmo y comenzó a moverse con mayor fluidez, dentro y fuera, rompiéndome bien el culo, tal como me había prometido. Estuvo un buen rato dándome en esa posición, mis piernas cargadas en sus hombros, hasta que me la sacó y me dijo que me pusiera en cuatro. En el preciso instante en que su verga salía de mi culito se la mire para ver si había algo de sangre, pero no había nada. Pablo sabía muy bien lo que hacía. Me puse en cuatro, con el culo en pompa, tal como me indicó.
-Cuándo te veía yendo a jugar a la pelota con esos shortcitos deportivos siempre decía que este culito iba a ser mío- me dijo mientras me palmeaba varias veces la cola.
Me separó entonces los cachetes y me la volvió a mandar para adentro, cogiéndome con un ritmo alucinante, ni muy fuerte ni muy despacio, con el ritmo preciso, adentrándose cada vez más en mis intestinos. Cada vez que me la sacaba, la pija pegaba un salto hacia arriba de lo dura que estaba, así que me la volvía a meter con más energía todavía, hasta que sus huevos chocaban contra mis nalgas. Y así, fusionados como estábamos, caímos hacia un costado, él no se detuvo, sino que siguió empujando, bien fuerte, hasta que se quedo quieto, soltando unos rugidos que parecían los de un león enjaulado. Estaba acabando, podía sentir el forro inflándose de leche dentro de mí. Un rato después, habiendo pasado ya el momento más intenso de su orgasmo, salió de mi interior, se puso sobre mí y agarrándome la pija con una mano se puso a chupármela con frenesí. Yo la había tenido bien dura durante toda la cogida, por lo que no tarde en acabar, así que en el momento justo, se la sacó de la boca y sin dejar de sacudírmela, me hizo saltar borbotones de semen. Quede muerto.
Me levanté y fui al baño a refrescarme. Me dolía el culo al caminar pero hice un esfuerzo para no renguear. Cuándo volví Pablo estaba profundamente dormido, la borrachera lo había vencido, estaba tirado en el sofá, la pija ya fláccida, hacia un costado, con el forro todavía puesto. Agarre mi ropa, me vestí y en silencio me fui a casa.
Esto pasó ayer, y desde entonces no lo volví a ver, aunque se que en cualquier momento vamos a encontrarnos. Ahora lo que me desvela es saber si me volví puto o qué, los hombres no me atraen, solo siento atracción por Pablo y nadie más, así que no sé, la cogida que me pegó estuvo fantástica, y hasta tengo ganas de que me vuelva a dar, pero ¿y mi familia? No sé que pueda pasar de ahora en más. Si alguien puede aconsejarme, ya se a en los comentarios o por MP estaré muy agradecido.
 
No pssssss creo que ya no hay remedio .............................. y tan rico que es cogerse a una vieja ¡¡¡¡¡¡¡¡¡ =)
 
ay cabron!!!, tu si que estas jomare, jejejeje, no carnal eso no es como la gripa, no se quita en tres dias y mucho menos si te gusto.
 
No mi amigo no se asuste, usted no es puto... es putísimo... bien dice el dicho, entre menos burros, más olotes..
 
Pues ya valió primero vaya con una psicóloga que le diga cómo le dirá a la familia que "el hombre de la casa" ya no coge, sino que le gusta ser cogido, está cabrón..
 
!NO "SEÑOS PERDON SEÑORA" STA KAB..... SI YA TE GUSTO AL RATO NO NADAMAS ESE SI NO LOS DEMAS PITOTES PERO EN FIN .... TAN RICAS QUE SON LAS !PUCHACHAS!...
 
Diego, decime cuando puedo visitarte y juntos vamos a disfrutar de Pablo.
 
Pues si te gustó, allá tú, solo sé sincero con tu pareja y tu familia, que fuera de eso, es tu vida y tú decides. . .
 
Volver
Arriba