FANTASIA CON DETALLES...
OTRA HISTORIA 2X1
Mi mujer es muy mandona y en la cama también. Le gustan las posturas en las que ella domina la situación: su postura favorita es ella encima cabalgando.
Estábamos de vacaciones en la playa. Todos las noches, después de acostar a nuestra hija, nos tomábamos una copa en la terraza del apartamento y después nos acostábamos y follábamos.
Una noche mi mujer me propuso hacerlo en la terraza. La miré sorprendida porque nos podían ver, bien desde la calle (estábamos en un segundo piso) o desde alguna de las terrazas vecinas.
- ¿No te atreves?
- Sí me atrevo pero me sorprende tu propuesta, ¿no te preocupa que alguien nos vea?
- Eso añadirá emoción.
Mi mujer se levantó de su silla, se acercó a la mía y se reclinó para besarme, después se quitó el vestido playero que llevaba puesto, se quedó en bragas y sujetador y siguió besándome. Todavía no había salido de mi asombro cuando se quitó el sujetador y resfregó sus tetas en mi cara. Me preocupaba que alguien nos viese, miré las terrazas vecinas, -no había nadie-, comencé a chuparle las tetas, que estaban turgentes y puntiagudas, y una de mis manos buscó el coño.
- Desnúdate. – dijo mi mujer. Lo hice casi sin levantarme de la silla con más precaución de que no me viesen que la que tenía mi mujer para que no la viesen a ella, y entonces ella, que se había quitado las bragas mientras yo me desnudaba, se sentó a horcajadas sobre mi y me folló.
El polvo no duró más de tres minutos y cuando terminamos de follar mi mujer me preguntó si alguien nos había visto desde la calle. Le dije que no lo sabía y le pregunté entonces si le hubiera gustado que nos hubiesen visto y me dijo que sí y, me confesó que su fantasía era que un desconocido viese cómo lo hacíamos.
Ella me preguntó cuál era mi fantasía. Era la primera vez que hablábamos de nuestras fantasías sexuales. Intenté escabullirme diciéndole que no tenía fantasías sexuales pero ella insistió:
- Vamos, no te creo. Yo te he dicho la mía. Y no vale decir que te gustaría hacerlo con una actriz de cine.
Realmente no sabía qué responder pues no estaba dispuesto a decirle que mi fantasía era chupársela a un tío y entonces, inspirándome en su fantasía, le dije:
- Mi fantasía es verte follar con otro tío.
- ¡Te gustaría verme follar con otro hombre? – respondió incrédula.
- Sí. – le dije.
- No me lo creo, te daría un ataque de cuernos.
Me reafirmé en lo que había dicho y le dije que en los cuernos no importaba tanto el hecho como el engaño. También le dije que sabía que yo no era un buen amante y que me gustaría verla disfrutar con un tío que tuviese una buena polla.
- ¿Seguro? – dijo mi mujer y yo me reafirmé una vez más.
Unos días después, en los prolegómenos previos a follar, le dije:
- ¿Te imaginas que el policía de la playa nos estuviese viendo?
Me refería a un policía que veíamos todos los días haciendo la ronda por la playa, vestido con pantalón corto.
- Me encantaría. Se pondría a cien. – me respondió mi mujer.
- Seguro. Tendría que hacerse una paja. – le dije yo y ella se rió y me dijo:
- Bueno, como a ti no te importaría…
- ¿Te follarías al policía?
- Ves como te da un ataque de celos. – dijo mi mujer. Le dije que no eran celos y volví a decirle que me gustaría verla follar con otro tío. Entonces mi mujer dijo:
- Tendría que ser con un desconocido y yo lo elegiría.
- Primero lo haría contigo y que él mirase y después lo haría con él.
- El lugar es lo más complicado, en nuestra casa no puede ser.
Nos calentamos muchísimo y terminamos echando el mejor polvo de las vacaciones.
El policía de la playa siguió presente en nuestros juegos sexuales durante un tiempo. Una noche de sábado en la que íbamos a follar, cuando entramos en la habitación, le dije a mi mujer, antes de que comenzase a desnudarse:
- Imagínate que en esa silla está el policía de la playa. Desnúdate para él.
Mi mujer se quitó la ropa más despacio que otras veces y cuando llegó el momento de quitarse el sujetador y las bragas se puso delante de la silla, se quitó esas prendas mucho más despacio, las lanzó a la silla y permaneció unos segundos delante de la silla mostrando se cuerpo.
Pili me miró como preguntándome si lo había hecho bien, yo me acerqué y empecé a acariciarle las tetas, de forma que el policía imaginario de la silla lo viese. Cuando nos tumbamos en la cama y empecé a meterle mano en el coño noté su coño estaba más engrasado y caliente que nunca.
- Te pone cachonda el policía.
- Sí, estoy a cien.
- Acércate y mira el coño de mi mujer. – dije dirigiéndome a la silla.
Le abrí las piernas a mi mujer y pregunté como si el policía estuviese mirando.
- ¿Te gusta su coño?
Mi mujer me besó con pasión, me tumbó sobre la cama y se dispuso a follarme.
Fue un polvo estupendo.
- ¿Te follarías al policía ahora? – le pregunté.
- Me follaría a cualquiera. – respondió Pili.
Lo pensé varios días y me decidí a realizar la fantasía de Pili. Cuando se lo dije ella volvió a preguntarme si estaba seguro de que no me afectaría, le dije que sí y entonces me dijo que le gustaría pero que era casi imposible porque no quería que fuese alguien conocido ni que volviésemos a ver por casualidad algún día y que no podría ser en nuestra casa. Le dije que buscaría en Internet y entonces me dijo que ella tendría que dar el visto bueno al chico.
Aunque sólo utilizo Internet para leer los periódicos y bajarme música y películas, no tardé mucho tiempo en encontrar una página de anuncios de contactos. Pasé más de una hora leyendo anuncios. Lo que más abundaba eran parejas que buscaban parejas, chicos o chicas y chicos que buscaban parejas o chicas.
Aquella noche le dije a Pili que había encontrado una página de anuncios de contactos que estaba muy bien y le dije que para poner el anuncio necesitaba hacerle una foto sexy. Pili volvió a preguntarme:
- ¿Estás seguro?
Le dije que sí, que quería verla follar con otro tío. Ella me dijo que estaba dispuesta a que la viesen follar pero que no estaba segura de follar con el chico. Volvió a insistir en que no podía ser de nuestra ciudad ni de ningún pueblo vecino pues no quería volver a ver al chico nunca más y que la cita tendría que ser en un hotel de otra ciudad.
Le hice varias fotos y para el anuncio elegí dos, una en la que estaba de espaldas, desnuda, con las manos apoyadas en la pared y las piernas entreabiertas y otra tumbada en la cama, también de espaldas y en la que se le veía un poco el sexo.
Al día siguiente puse este anuncio: Busco chico entre 25 y 35 años de Madrid o Barcelona para hacer realidad la fantasía de mi mujer. Quiere que un chico nos mire mientras follamos. No garantiza nada más que dejarse mirar. La cita sería en un hotel. Interesados enviar foto y teléfono de contacto, no contestaremos a nadie que no reúna estos dos requisitos.
De todas las contestaciones seleccioné cuatro y mi mujer hizo la selección final después de leer la respuesta y ver las fotos.
- Cualquiera de estos dos me gusta, son simpáticos y están muy bien. Elígelo tu.
Le pregunté a Pili que fecha prefería y ella después de preguntarme una vez más si estaba seguro me dijo que podría ser el fin de semana siguiente y que antes de dar el paso final quería hablar con el chico en un cafetería.
De los dos chicos elegí en primer lugar a Miguel pues decía que tenía experiencia con otras parejas y decía que “si tu mujer me deja metérsela la verás retorcerse de placer”. Le envíe un correo preguntándole a qué hora podía llamarlo por teléfono y me contestó que a partir de las ocho de la tarde.
Lo llamé aquella misma tarde y le dije que estaríamos en Madrid el fin de semana siguiente y que antes de ir al hotel queríamos conocerlo y le recordé que, en principio, él sólo miraría. Estuvo de acuerdo en todo y quedamos en que lo llamaría en cuanto supiese el hotel en el que nos hospedaríamos para quedar.
Por la noche le dije a mi mujer que había elegido a Miguel, que había hablado con él y que sólo faltaba reservar la habitación del hotel.
- ¿Lo has pensado bien?
- Sí.- le respondí.
- Imagínate que me pongo a cien y que lo hago con él. ¿Seguro que no te afectará?
- Prefiero la seguridad de verte follar con otro que imaginarlo.
- Bueno, está bien. Reserva la habitación y yo llamaré a mi madre para que se quede con la niña el fin de semana.
Habíamos quedado con Miguel a las tres y media en la cafetería del hotel para tomar café. Llegamos a Madrid a las once de la mañana y empleamos el resto de la mañana en hacer compras y comer en El Corte Inglés y llegamos al hotel a las tres.
Como siempre, mi mujer se demoró con los arreglos y yo bajé a la cafetería pues, tal como habíamos quedado, Miguel me llamó por teléfono para decirme que ya había llegado.
Lo identifiqué enseguida. Estaba en la barra y me acerqué a él.
- ¿Miguel?
- Sí.- respondió él.
- Pili está terminando de arreglarse, bajará enseguida.
Nos fuimos a una mesa. Le pregunté si era madridista o del Atleti y me dijo que lo habían hecho socio del Madrid con una semana de vida y que eso le había marcado. Coincidíamos en esto y estábamos tan ensimismados hablando del Madrid que no vimos llegar a Pili.
- ¿También eres del Madrid? – dijo Pili.
- Sí y mucho. – respondió Miguel levantándose para saludarla.
Los presenté a Miguel y, por la expresión de sus caras, supe que se gustaban.
Pili se sentó a mi lado, el camarero llegó enseguida y Pili le pidió un café con leche.
Pili le preguntó a Miguel si era raulista, como yo, o no, y Miguel, no sé si por congraciarse conmigo, dijo que sí. Después Pili le preguntó lo que decían de las juergas de los jugadores en las discotecas y Miguel le respondió, con gracia, que los jugadores metían más goles en las discotecas que en el campo.
La charla duró casi una hora y fue un rato muy agradable pues Miguel era un gran conversador.
- Bueno, ¿subimos a la habitación? – preguntó retóricamente mi mujer.
Pagué y nos dirigimos a los ascensores. Continuamos hablando de futbol hasta que llegamos a la habitación. En cuanto entramos, Pili le dijo a Miguel:
- Como te ha dicho Carlos, tengo la fantasía de que un desconocido me vea follar. Carlos me ha dicho que, si quiero, puedo follar contigo, pero no sé si me decidiré. ¿De acuerdo?
- De acuerdo. Si te animas no te arrepentirás.
Pili le sonrió y dijo:
- Comencemos.
Miguel se retiró un poco, hasta la ventana de la habitación, y nos dejó a nosotros el espacio que había a los pies de la cama.
Le bajé la cremallera de vestido a Pili y ella lo dejó caer al suelo, después lo recogió y lo colocó delicadamente sobre uno de los sillones de la habitación. Sin prisas se quitó el sujetador y lo dejó junto al vestido, después se sentó en el borde de la cama y se quitó las medias. Por último, con la misma lentitud y mostrándose claramente a Miguel, se quitó las bragas. Los ojos de Miguel echaban fuego, Pili le lanzó las bragas a la cara y él las cogió al vuelo y las olió intensamente.
Yo todavía no había terminado de desnudarme, pues estaba más atento a lo que hacía Pili que a lo mío.
- ¡Qué lento eres! – me dijo Pili.
La miré y vi su cuerpo espectacular. Sus tetas me apuntaban y parecía que me iban a disparar, miré su sexo y me pareció más depilado que otras veces.
- Ya estoy terminando. – le dije.
Pili aprovechó para retirar la ropa de la cama y cuando terminé de desnudarme me dijo que me sentase en el borde de la cama, a los pies. Lo hice y entonces me tumbó sobre la cama, me abrió las piernas y comenzó a acariciarme y a chuparme la polla. De vez en cuando abría los ojos y miraba a Miguel que seguía en el mismo lugar y nos observaba.
Poco después Pili me pidió que me levantase y que me tumbase en la cama atravesado, con mi cabeza en el lateral de la cama donde estaba Miguel. Pili se subió encima de la cama y se sentó a horcajadas encima de mi, se reclinó sobre mi, me besó y agarrando mi polla con su mano se la metió dentro. Nos besamos durante unos segundos y después Pili se incorporó y comenzó a cabalgar lentamente sobre mi polla.
La miré y vi que ella miraba a Miguel con una sonrisa maliciosa. Sus tetas se movían al ritmo de sus movimientos. Miré a Miguel y me di cuenta que estaba pegado al borde de la cama, un bulto enorme debajo de los pantalones evidenciaban una enorme erección. Unos segundos después, Pili dejó de moverse, se reclinó sobre mi y vi con asombro, que le desabrochaba el pantalón a Miguel.
Miguel se bajó el pantalón y los calzoncillos hasta las rodillas y entonces vi su enorme polla a menos de dos palmos de mi cara. Sentí unas ganas enormes de agarrar aquella polla. Pili se la acarició y se la chupó durante unos segundos, después dejó de hacerlo y, en la misma posición en la que estaba, reanudó los movimientos de su cadera, ahora con más fuerza y rapidez hasta que me corrí. Entonces mi mujer volvió con Miguel, le agarró la polla y comenzó a chupársela y a masturbarlo. Cerré los ojos para evitar la tentación de tocar aquella polla.
- Déjame follarte. – dijo Miguel.
Pili no respondió, Miguel volvió a insistir diciéndole que la haría disfrutar como nunca. Abrí los ojos y vi que Miguel le estaba tocando las tetas a mi mujer.
- Fóllatelo, lo estás deseando. – le dije a Pili.
Pili aceptó y Miguel la agarró de la muñeca e hizo que se levantase de la cama, después le dijo que quería follarla en el suelo.
- Mejor tu debajo. - le dijo mi mujer.
- Me gusta tu coño. Te lo voy a agrandar un poco. - le dijo Miguel momentos antes de metérsela.
Pili soltó un suspiro enorme al sentir la penetración.
- Me gusta tu coño. – volvió a decirle.
Mi mujer estaba a cuatro patas y Miguel le comía las tetas y le agarraba el culo sin dejar de follarla. Yo, al principio, me coloqué en un lugar en el podía ver cómo entraba y salía la polla de Miguel en el coño de mi mujer.
Mi mujer, gemía como una gata, no pude resistirme, me acerqué sigilosamente y acaricié los muslos y los huevos de Miguel. Mi polla se levantó como un resorte. Mi mujer estaba en pleno orgasmo y sus gemidos eran casi gritos. Miguel resoplaba con fuerza, me retiré unos pasos y entonces llegó el orgasmo de Miguel que se agitó con fuerza y espasmódicamente mientras Pili jadeaba de palcer.
- Cuando encuentran una polla que les gusta se vuelven locas. - me dijo Miguel con un cierto orgullo:
- ¿Puedo coger una coca-cola del mini-bar? – preguntó Miguel cuando se levantó.
- Sí, claro. Yo tomaré otra.
Abrí el minibar y saqué las coca-colas. Miguel le dio un trago largo a la coca-cola y me dijo, mientras la miraba:
- Tu mujer está buenísima.
Pili se había tumbado en la cama, tenía los ojos cerrados y respiraba mansamente.
- Cuando tienen un orgasmo muy intenso se quedan agotadas, pero cuando se recuperan volverían a follar si pudiesen.
Pili abrió los ojos e intervino en la conversación.
- No podría hacerlo ni aunque me pagasen un millón. Todavía me tiemblan las piernas.
Miguel se rió y le dijo:
- Seguro que esta noche follarás otra vez con tu marido.
- Dame una coca-cola. – me dijo Pili.
Pili se sentó en la cama y se tapó el sexo con la sábana mientras se tomaba la coca-cola.
- ¿Qué tenéis pensado hacer esta noche? – preguntó Miguel.
- Nada. – le dije.
- Pues, si os apetece, os invito a una fiesta de sexo.
Antes de que dijésemos algo continuó:
- Es una reunión de parejas y amigos, todos de total confianza, que nos reunimos de vez en cuando para disfrutar del sexo sin limitaciones.
- Cuando digo sin limitaciones no quiero decir que tengas que hacer lo que no te apetece, sino que tienes ocasión y libertad para hacer lo que tu quieras.
- Para los que les gusta mirar o ser vistos, hay un salón donde pueden hacerlo en público y, para los más tímidos, hay habitaciones privadas. Hay otro salón, que es la zona de encuentro, para charlar y tomar una copa y por supuesto hay duchas y toallas limpias.
- Algunas parejas prefieren estar juntas todo el tiempo y hacen tríos con otra chica o chico, o se limitan a follar entre ellos en público o en privado o a mirar mientras otros lo hacen. Otras parejas prefieren no estar juntos y se lo montan por separado, bien porque la chica quiera estar con otra chica o porque prefiera estar toda la noche con las piernas abiertas, o porque el hombre quiera hacer lo que no puede hacer con su mujer.
- La fiesta es privada, todos los asistentes son invitados por alguien de confianza.
Pili y yo no hablamos en todo el rato que duró la explicación. Cuando terminó Miguel nos quedamos en silencio hasta que nos preguntó:
- ¿Os animáis?
La primera en hablar fue Pili.
- Yo estoy agotada.
- Más agotados estamos nosotros. - le respondió Miguel con picardía, Pili se rió y él añadió:
- Es una experiencia inolvidable y probablemente no se os vuelva a presentar la oportunidad.
Pili y yo nos miramos y yo le dije que tomase ella la decisión.
- No sé… - dudó Pili.
- Habladlo entre vosotros. La fiesta comienza a las ocho y tardaremos media hora en llegar. Yo os espero en la cafetería hasta las siete y media.
Miguel se vistió con rapidez y se despidió por si no nos volvíamos a ver y nos dijo que lo había pasado muy bien, y que si queríamos repetir lo llamásemos.
Cuando Miguel salió de la habitación, le pregunte a Pili:
- ¿Qué hacemos?
- No lo sé, yo estoy agotada pero sobre todo tengo miedo que esto te afecte.
Le dije que me había gustado tanto que había tenido una erección al verla disfrutar tanto. Ella se rió y se dejó caer en la cama.
- No sé…
Entonces le dije que se lo pensase, que yo me iba a duchar y que después bajaría a la cafetería a tomarme un sandwich y charlar con Miguel. Si te decides bajas, sino te decides yo subiré a las siete y media.
Eso hice, me duché y bajé a la cafetería.
Miguel se alegró al verme y tuve que decirle que Pili lo estaba pensando.
Empezamos a hablar, de nuevo, de futbol, no hablamos nada de lo que había ocurrido ni de la fiesta. El tiempo se nos pasó volando y sólo nos dimos cuenta de la hora que era cuando sonó mi teléfono. Abrí el teléfono entre sorprendido y asustado, pues no esperaba ninguna llamada: era Pili.
- Me acabo de decidir, pero son las siete y cuarto, tardaré en arreglarme media hora, así que dile a Miguel que si vamos, llegaremos tarde.
Se lo dije a Miguel y dijo que no había problema.
- Pili siempre llega tarde a todos los sitios. – le dije a modo de disculpa.
- No te preocupes, a las mujeres hay que perdonarle que lleguen tarde porque siempre es porque se están poniendo guapas para nosotros.
En cuanto colgué Miguel llamó a los organizadores de la fiesta, les dijo que iría acompañado de una pareja muy guapa y que llegaríamos un poco tarde.
Continuamos hablando de futbol hasta que llegó Pili, con prisas y disculpándose por el retraso pues eran casi las ocho.
Llevaba el mismo vestido que se había puesto para conocer a Miguel pero parecía sentarle mejor pues estaba espectacular. Su cara radiaba alegría y su cuerpo inspiraba placer. Varios hombres que estaban en la barra la miraron con claro interés sexual.
Salimos del hotel y seguimos a Miguel hasta un aparcamiento cercano. Miguel nos había convencido de ir en su coche diciéndonos que así no nos perderíamos y llegaríamos antes.
No pude reprimir una exclamación de sorpresa al ver el coche: era un Adi TT. Aunque Miguel se veía educado y culto, no tenía ningún signo externo de riqueza y no me esperaba que tuviese aquél coche.
- Os dije que era pequeño. – dijo riéndose.
- Será mejor que vayas tu detrás, porque hay muy poco espacio.
Siguiendo las instrucciones de Miguel de cómo hacerlo me metí con dificultad en la parte trasera del coche, entre las risas de Pili y Miguel.
Tardamos casi media hora en llegar al lugar de la fiesta. Era una casa de dos plantas que recordaba a las casas de los Alpes. Delante de la casa había varios coches, todos bastante lujosos.
Miguel llamó al timbre y poco después una pareja, él de más de cuarenta años y ella de unos treinta, nos abrió la puerta. Miguel los saludó con gran confianza, entramos y nos presentó.
- La fiesta ya está muy animada. – nos dijo el anfitrión mientras nos conducían hasta el salón.
- Como somos muchos, no os presentaré, ya os iréis conociendo a lo largo de la noche. – nos dijo el anfitrión.
El salón era bastante grande pero estaba abarrotado, con seguridad habría entre quince y veinte personas, distribuidos en varios corros. La mayoría eran parejas y sólo dos o tres hombres solos.
Mientras nos preparaban las copas, el anfitrión empezó a hablar de futbol con Miguel.
- Carlos también es madridista.
El anfitrión, que también era madridista, se alegró y dijo:
- Todos los madridistas son bienvenidos y si tienen mujeres guapas, mucho mejor.
La anfitriona le preguntó a mi mujer si le gustaba el futbol y como le dijo que no, le dijo a Pili:
- Entonces será mejor que nos vayamos, te presentaré a otra gente que prefiere el sexo al futbol.
Y a Miguel y a mi nos dijo:
- No os comprometías con nadie, volveré a por vosotros dos.
Cuando nos quedamos solos el anfitrión dijo, dirigiéndose especialmente a mi:
- Dejemos que los que no les gusta el futbol nos calienten las mujeres, después nosotros apagaremos el incendio.
Al principio repartía mi atención entre la conversación y los demás grupos, pero como la conversación era muy interesante, pues el anfitrión y Miguel sabían muchas anécdotas y chismes de jugadores, entrenadores y presidentes que yo desconocía acabé prestando más atención a nuestra conversación que a los demás.
Cuando el primer grupo se fue del salón con claras intenciones, Miguel dijo:
- Ya se empieza a animar la fiesta. - dijo Miguel
Y el anfitrión me dijo:
- Hay dos tipos de hombres en estas fiestas: los que hablan las dos primeras hora de la fiesta y los que hablan las tres del final.
El anfitrión, bajando mucho la voz, hasta que sólo podíamos oírle Miguel y yo nos dijo:
- La del pelo corto que acaba de salir es más caliente que un alto-horno, cuando viene se folla a todo el que se lo pide. Aquél es su marido y es todo lo contrario, nunca lo he visto follar, sólo mira.
- Si quieres una buena mamada te recomiendo a aquella morena bajita o aquél tío que está en el grupo de tu mujer, entre los dos hombres.
- Con la que está a su lado no pierdas el tiempo, le gustan más las mujeres que los hombres.
Miguel intervenía de vez en cuando, para hacer algún comentario o preguntar al anfitrión por alguna de las mujeres.
Cuando el anfitrión terminó me preguntó, con mucha naturalidad, qué le gustaba a mi mujer en la cama. Me quedé sorprendido unos segundos y entonces él dijo:
- A la mía le gusta rodearse de tres o cuatro miuras y se deja hacer de todo.
Entonces yo le dije que su fantasía era que la viesen follar. El anfitrión dijo que todas las mujeres eran exhibicionistas y que todos los hombres mirones y me preguntó si era activa o pasiva.
- Activa. - le respondí.
- Eso me parecía. - dijo él.
Durante el tiempo que duró esta conversación, salieron varias parejas del salón y regresaron dos hombres y una mujer.
Volvimos a hablar de futbol y poco después llegó la anfitriona acompañada de dos hombres, uno de ellos era el hombre del que había dicho el anfitrión que hacía buenas mamadas, y nos dijo a Miguel y a mi:
- ¿Os venís conmigo?
Miguel me dijo:
- No podemos hacerle un feo a la anfitriona.
Miré al grupo donde estaba mi mujer y Pili se dio cuenta y me dijo:
- No te preocupes por tu mujer, tiene muchos admiradores y seguro que mi marido se encarga de que no se aburra.
En cuanto salimos del salón la anfitriona nos dijo subiríamos a una habitación porque en el otro salón había overbooking. Subimos las escaleras y llegamos a una habitación, con una gran cama en el centro, sólo cubierta por una sábana. La anfitriona se quitó la blusa y la falda y se quedó con unas bragas mínimas, un sujetador a juego y las medias. Esperó a que nosotros nos pusiésemos a su nivel y cuando todos estábamos en calzoncillos ella se quitó el sujetador, las medias y las bragas y nos dijo:
- Antes de empezar quiero ver vuestras pollas. -se refiere al hombre que estaba a mi lado y a mi- las vuestras ya las conozco. Se acercó, nos miró la polla, nos la tocó y después nos acercó al borde de la cama, ella se sentó y empezó a chuparnos las polla alternando entre uno y otro. Poco después dejó de hacerlo y nos dijo:
- Soy toda vuestra. Podéis utilizar todos mis agujeros. Los preservativos están ahí, ponéroslo antes de la penetración.
Entonces se tumbó en el centro de la cama y abrió las piernas. Por primera vez le vi el sexo con claridad: estaba casi totalmente depilado. Todos, menos Miguel, nos abalanzamos sobre ella y tocamos y comimos todo lo que quisimos. Ella, nos tocaba la polla y los huevos y nos lamía y chupaba cuando podía hacerlo. Yo fui el primero en follarla. Su coño estaba caliente y parecía engrasado. No tardé en correrme y creo que ella ni se enteró de que la había follado. Otro de los hombres se corrió en su cara y el tercero le echó un buen polvo y la anfitriona gimió y se retorció de placer. El último en follarla fue Miguel.
Miguel comenzó follando del mismo modo que lo había hecho con Pili, con las manos apoyadas en el colchón, la anfitriona, desde el primer instante disfrutó de los mete-sacas de Miguel. Nosotros estábamos juntos, de pie, mirando la escena. Entonces, el hombre del que había dicho el anfitrión que la chupaba muy bien, empezó a tocársela a su amigo y, viendo que yo los miraba, empezó a tocármela a mi también y poco después se arrodilló y comenzó a chupárnosla a los dos.
La anfitriona comenzó a gritar de placer y se corrió poco después, entonces Miguel la puso a cuatro patas, se la metió por el culo y comenzó a follarla lentamente.
Mi polla se puso a tope y entonces el tío que me la chupaba, dejó de chupársela al otro y se dedicó en exclusiva a mi. Con una mano acariciaba mis huevos y con la otra agarraba mi polla al tiempo que me la chupaba. Me corrí en su boca.
Miguel terminó de follar el culo de la anfitriona casi a la vez que yo me corría.
La anfitriona dijo que se iba a duchar, Miguel se quedó con ella y nosotros nos vestimos y bajamos al salón.
Cuando llegué Pili no estaba, el anfitrión me dijo que acababa de salir en compañía de un grupo y nos ofreció tomar una copa. En el salón estaban, además de nosotros, tres hombres, entre ellos el que nunca follaba, y dos mujeres.
- Estaréis sedientos. - nos dijo, con un guiño de complicidad.
Cuando nos sirvió la copa nos dijo:
- Todavía no me he estrenado. Voy a ver si alguien quiere follar conmigo.
El anfitrión se fue, yo me bebí la copa en dos o tres tragos y me decidí a ir al salón donde estaba Pili, pues un morbo extraño me impulsaba a hacerlo.
- Voy a ver lo que hace mi mujer. - les dije a mis dos acompañantes.
- Ya te lo puedes imaginar. Estará follando como una loca. - dijo uno de ellos.
- Nosotros preferimos no verlo. - dijo el otro.
Salí del salón y, aunque no sabía dónde estaba el otro salón, no tardé en localizarlo, entré en aquel salón y, lo primero que vi fue un grupo de gente de pie que miraba a otro grupo que estaba follando sobre unos colchones en el suelo. Me acerqué a ellos y, desde segunda fila, vi que una de las mujeres era Pili. Estaba follando con un tío, a horcajadas sobre él, como a ella le gustaba hacer, y al tiempo, se la chupaba a otro. Me retiré enseguida porque los comentarios que oí de la gente que miraba, no me gustaron.
Regresé al otro salón. Miguel no había llegado todavía. Me acerqué a los hombres con los que había estado y me dijeron:
- Cuando una primeriza viene a una fiesta de estas, todos la quieren follar, y ellas se ponen tan calientes que se lo tragan todo.
Estuvimos charlando durante un buen rato, después dije que iba al baño y el hombre que me la había mamado dijo que él también tenía que ir. Salimos del salón y él me condujo hasta el baño. Cuando llegamos me dijo:
- ¿Te gustaría chupármela?
Me quedé sorprendido y él añadió:
- Vamos he visto como me mirabas cuando os la chupaba. Estás deseándolo.
Casi me empujó para entrar al baño. Cerró la puerta, se bajó Los pantalones y me dijo:
- Chúpamela.
Me agaché y comencé a chupársela. Cuando sentí su polla en mi boca, un escalofrío recorrió mi espalda. Era la primera vez que lo hacía y me gustaba. Él me corrigió dos o tres veces la forma en cómo lo hacía, pero después pareció gustarle, porque empezó a jadear y se corrió. Lo único desagradable fue la corrida en mi boca, pues é me había agarrado la cabeza con sus manos y no pude evitar que mi boca se llenase de semen.
Regresamos al salón. En el salón estaban los mismo que antes. Mi mujer todavía no había llegado y tampoco Miguel y la anfitriona. Los esperé unos minutos y de nuevo, no pude evitar regresar al salón donde sabía que estaba Pili.
En cuanto abrí la puerta del salón oí gemidos de Pili que no sabía si eran de placer o de dolor. El grupo de gente que miraba era mayor, y me fui difícil verla. Encima de ella estaba el anfitrión, y ella lo abrazaba con piernas y brazos. Mi mujer gritó de placer un par de veces y el anfitrión jadeó con fuerza cuatro o cinco veces y se paró.
Entonces oí la voz potente de Miguel que decía:
- Ahora me toca a mí.
- Prepara el culo, que el coño ya te lo han agrandado bastante.
Nunca habíamos hecho el anal pero mi mujer no protestó. Salí casi corriendo del salón.
Me reuní con los otros dos y tomé una última copa. Unos minutos después toda la gente que había estado mirando llegó al salón. Algunos venían comentando lo que habían visto. El anfitrión y Miguel llegaron un poco después. Miguel se acercó a mi y me dijo que Pili llegaría enseguida, que se estaba duchando.
Cuando Pili llegó y se acercó, fingí que no había visto nada y le pregunté cómo lo había pasado, me dijo que bien, pero que estaba agotada.
En el trayecto hasta el hotel, Pili charló con Miguel como si no hubiese pasado nada, estaba satisfecha, era evidente. Llegamos al hotel a las cinco de la mañana. Nos acostamos. Yo apenas dormí y a Pili tuve que despertarla pues teníamos que dejar el hotel antes de las doce.
Han pasado varios meses, ninguno de los dos hemos vuelto a hablar de lo que ocurrió, yo porque no quiero recordar cómo follaba mi mujer y, supongo, que ella tampoco quiere hablar porque sospecha que me ha afectado verla follar.