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Mi Vero! 1 parte.

tarromocho

Becerro
Desde
4 Ago 2008
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9
Este relato es completamente real y me sucedió a mi. Si les gustan las historias largas; esta va ser una de sus favoritas.

La historia es lago larga; así que está en partes.

Comenzamos:

PRIMERA PARTE

Entré a trabajar a una escuela secundaria particular en el turno de la tarde; en el área de informática. Mi trabajo era supervisar y dar mantenimiento a los equipos de cómputo, servidores, etc.

Tenía relación con el área administrativa y los profesores de informática. En particular había una profesora de nombre Verónica que me llamaba la atención; una hermosa cabellera color negro que le llegaba a los hombros, estatura 1.60 m aprox. Guapa, lindos ojos, muy elegante, de buen cuerpo; pero en particular tenía unas tetas perfectas talla 36 (naturales).

Era un placer verla dar clases, ya que como era yo era el encargado del salón de computo, veía a todos los profesores dar clases, por si requerían de mi servicios.

Sin duda alguna era el amor platónico de los estudiantes, tenía un porte fino y elegante, siempre de pantalón de vestir pegado, que dejaban ver la silueta de sus piernas y sus ricas nalgas; pero lo mejor eran sus blusas transparentes con escote que mayormente usaba, y sus brasieres con encaje eran un deleite.

En la primera reunión que hubo, tuve la oportunidad de observar cómo era el ambiente laboral, Verónica estuvo en esa junta, les reitero que es una mujer que tiene presencia, no pasa desapercibida; varios profesores le buscan plática. Es seria, pero tiene relación con la mayoría del personal. Mi primera impresión de ella es que le gustaba hablar en doble sentido, pero por su porte, nadie le responde en doble sentido. Esa junta sirvió para que me presentaran, me dieron la bienvenida y Verónica lanzó un comentario al aire: - Espero sepas dar buen mantenimiento; a lo que los presentes respondieron con sonrisas.

Verónica era la primera en entrar al salón y la última en irse; claro antes que yo. Su horario era de 5 a 7 de la tarde todos los días. Siempre llegaba de 15 a 20 min. Temprano. La primera vez que entró al salón no la vi llegar, estaba supervisando los servidores; pero el aroma que impregnaba era delicioso, me acerqué al escritorio, extendí mi mano y me presenté: -Buenas tardes! Me llamo Mauricio, como sabe soy el encargado del salón de cómputo y estoy para servirle. Estreché su mano; fue el primer contacto que tuve con ella, unas manos suaves, de piel tersa y fina. Me respondió que era la profesora Verónica y me comentó cuál era su horario. Como ella estaba sentada, yo no dejaba de admirar disimuladamente esas hermosas tetas, que gracias a la blusa transparente y al escote dejaban ver parte de esos placeres carnales. En un instante empezaron a entrar los alumnos, me despedí de ella y me fui al fondo del salón. Cuando empezó su clase, los alumnos atendían de manera ejemplar. Tenía un dominio excelente, una voz clara y segura; un porte fino y un andar delicado.

El segundó día que llegó Verónica al salón, la recibí con un – Qué delicioso aroma tienen las flores; a lo que solo me respondió con un buenas tardes y una hermosa sonrisa. Yo no que quería parecer un chicle con ella (estar pegado y acosándola), así que decidí solo hablarla o saludarla al inicio y al final de sus clases.

Los días transcurrieron de manera normal, cuando entraba Verónica al salón; la recibía con un alago que no fuera vulgar y me despedía de igual forma. Verla dar clases, era algo gratificante; ver su caminar y contoneo por el salón, escuchar su voz, sentir su aroma y en algunas ocasiones hablarles en doble sentido a los alumnos, eran cosas que me producían deleite.

Una tarde decidí no recibirla con un alago ni saludarla, cuando entró al salón la miré discretamente, ella me observó y se fue al escritorio. Al terminar su clase, acomodó sus cosas, se levantó y me dijo desde el escritorio ya caminando para irse – Adiós. Cómo yo estaba hasta el fondo del salón, decidí no contestarle.

Soy una persona de 35 años de edad, delgado; practico deporte, no soy un galán pero tengo mis encantos (jajaja), soy casado.

En la tarde del día siguiente; Ya faltando poco para la clase de Verónica; ella entró al salón, miró al fondo del salón y me dio las buenas tardes, yo le respondí con un buenas tardes profesora en un tono seco. La clase transcurrió de manera normal, al término de esta; Verónica se levantó y se apersonó hacía donde yo estaba. Diciéndome –Hola Mauricio. Yo le respondí con un hola profesora, ella me dijo que la podía llamar simplemente Verónica; a lo que le respondí que de simple no tenía nada, se ruborizó un poco y me dijo –Ya me estaba preocupando, pensé que estabas enfermo o te pasaba algo pero ya veo que no. A lo que le respondí que todo estaba bien, pero podía estar mejor; a lo que se volvió a ruborizar. Le pregunté que por qué pensaba que me pasaba algo; a lo que me contestó que ayer no la saludé, ni la despedí como solo yo lo acostumbro. Solté una risa pícara y le pregunté que como era eso? Me respondió entre risa que de una manera única, que le alegra la tarde y le levanta la moral. A lo que le dije que bueno que le levanto algo, la seguiré saludando y despidiendo como solo yo lo hago. Soltó una carcajada, me dijo –Más te vale, me extendió su mano, la estreché con la mía, se despidió y la despedí con un Adiós hermosa dama; llegando verónica a la puerta del salón solo volteando su cara, me regaló una sonrisa y un adiós, con su mano.

Las siguientes tardes, saludaba a Verónica y la despedía; según ella, como solo yo lo hacía (con halagos). Comenzó una amistad de trabajo, antes de que empezara su clase, platicábamos de todo un poco, conforme avanzaban los días se iba consolidando la amistad, platicábamos de cosas más personales, pláticas con doble sentido pero sin salirnos del tema. El único contacto que teníamos era el de estrecharnos las manos, a veces yo le apretaba la mano y en otras ella me apretaba la mano.

Verónica me comentó que era casada; su esposo viajaba mucho por su trabajo, tenía una hija que también viajaba por su trabajo. Era una familia acomodada, tenían dinero; Verónica no tenía necesidad de trabajar, pero como entre semana se quedaba sola en su casa; prefería trabajar para pasar el tiempo y aprovechar ejercer lo que estudió. Por mi cuenta supe que Verónica tenía 42 años de edad.

Una tarde, cuando acabó su clase; Verónica me pidió el favor de configurarle su celular nuevo, me dejó su micro sd y su correo. Me comentó que iban a tener junta de consejo los profesores y que al terminar la junta, regresaba a buscar su celular. Cómo yo tenía unos pendientes por hacer, no tenía inconveniente en hacerle el favor y esperarla. Terminé mis pendientes y configuré el celular de Verónica; me acordé que me había dejado la micro sd, así que se la puse al celular. Me entró la curiosidad de revisar lo que tenía en la micro, así que lo hice; tenía fotos de su familia en vacaciones, selfies de ella vestida posando y lo mejor; selfies de ella, algunas posando en ropa íntima y otras de medio cuerpo, mostrando sus brasieres cubriendo sus hermosos senos. Mi corazón latía a mil, parecía que se me iba a salir del pecho. Tuve una erección automática; me sentía impresionado de la belleza y atributos perfectos de esa mujer. Pensé en pasarme las fotos a mi celular, pero no me atreví; dejé el celular de Verónica en el escritorio y me recosté en la silla, cerré los ojos para recordar esas increíbles fotos; estaba volando mi imaginación, cuando Verónica entro al salón diciéndome –Se puede? A lo que le respondí –Contigo se puede todo. Verónica se ruborizada, se acercó a mi preguntándome si ya estaba listo su celular, a lo que le respondí que si.

Me preguntó si había quedado bien y le respondí que cuando hago algo lo hago bien. Lo revisó por un momento y me dijo –Haces buenos trabajos soltando una sonrisa. Me preguntó cuánto era, a lo que le dije que no era nada, que por cualquier favor o trabajo para ella; con su belleza y amistad me daba por bien pagado. Me dio las gracias y me preguntó si tenía su número de celular, le dije que no me lo había dado; a lo que me respondió que en el pedir está el dar. La mire y le sonreí ella me miró por un momento y luego me dio su número diciéndome que para lo que se me ofreciera la contactara, le contesté que a mí cuando me dicen algo me lo cumplen. Verónica me vio y me dijo que era mujer de palabra. Se acercó a mí y puso su boca para darme un beso en la mejilla a lo que le respondí con un beso en su mejilla pero mi mano bajó hasta su cadera agarrándola y sintiendo esa curva perfecta. No hubo molestia alguna por parte de ella; se despidió y se fue.

Como de costumbre; al otro día en la tarde, Verónica llegó al salón y dio las buenas tardes, yo estaba revisando una computadora, así que sólo le moví la cabeza. Tenía como medía hora de haber empezado su clase, le mandé un mensaje con el texto: -Muy buenas las tenga; hermosa profesora! Al escuchar el sonido del mensaje de su celular que estaba en el escritorio, terminó de explicar y puso una actividad. Agarró su celular y leyó el mensaje, como a los 10 min. Se levantó del escritorio y se fue al fondo del salón donde yo estaba, como los alumnos tenían tarea, estaban ocupados en las computadoras y no se percataban de donde estaba su profesora! Se me acercó al oído y me dijo –Gracias, ya te dije que me digas Verónica, me soltó un soplido en el oído y se alejó.

Me dejó erizado, con la respiración agitada y con ganas de tenerla cerca otra vez. Al terminar la clase e irse los alumnos, me acerqué a ella diciéndole –Hola mi Vero, respondiéndome que le gustó como le dije y más lo de mí (que era mía). Muero de hambre, me dijo Verónica. La invité a cenar sin pensarlo; a lo que aceptó gustosa. Acordamos en que restaurante nos íbamos a ver, porque cada uno llevaba su coche y para que los profesores o el personal de la escuela no vieran que nos quitamos juntos.




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