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- #1
otro relato mas esperoles agrade y ya saben critiquen saluden o lo que quieran pero haganlo
Debo confesarles que durante estos años he estado sola, después de enviudar me dediqué a mi familia y nada más, aunque al pasar de los años pretendientes no han faltado, me considero una mujer afortunada, pues físicamente no me he descuidado, causando ciertas envidias en mis amigas, me ruborizo de cierta manera al tratar de describirme, físicamente soy una mujer de contextura delgada, mis pechos no son realmente mi fuerte, son más bien pequeños, pero bien formados, mis piernas son largas, delgadas, pero bien torneadas, donde si es mi fuerte son mis caderas y un culo con unas nalgas bien hechas.
Para no aburrirlos tanto con detalles, les cuento que conocí a Ignacio, conocerlo más a fondo, pues somos vecinos de departamento, separados por cinco pisos, nos veíamos muy a menudo pues casi siempre estábamos llegando de nuestros trabajos a la misma hora, y el ascensor era motivo para saludarnos y comentar alguna novedad, pero nada más, casado, ya bastante mayor, muy alto, una incipiente calvicie, una barbita entrecana tipo candado, pero sobretodo con una vitalidad bárbara.
Cierto día nos encontramos en el supermercado, donde muy gentil se ofreció en traerme de regreso, ese día yo vestía, como era verano, una falda muy corta, una remera tipo top que dejaba ver mis hombros, no llevaba sostén, bueno ya en el auto durante el trayecto, vi a Ignacio algo nervioso, noté eso si que un bulto considerable asomaba por debajo de la tela de su pantalón, lejos de incomodarme me provocó una risita maliciosa, estos hombres, pensé, traté de distraerme mirando hacia fuera durante el trayecto, pero me di cuenta, que lo que había provocado a Ignacio fueron mis muslos, pues la falda al ser muy corta, al sentarme dejó al descubierto buena parte de ellos.
Llegamos a nuestro edificio, me acompañó hasta mi departamento, ayudándome con los paquetes, lo invité a pasar, no había nadie, pues las niñas se habían ido a pasar ese fin de semana en casa de unas amigas en la playa, se acomodó en el sofá, mientras yo traía las bebidas, y tengo por costumbre sentarme en el sofá con las piernas recogidas, me senté en el otro extremo del sofá, y como de costumbre recogí las piernas, Ignacio se arrellanó en el sillón dejándose notar algo incómodo, apareciendo otra vez ese bulto entre sus piernas, traté de bajar disimuladamente la falda, no era mi intención provocarlo ni nada parecido, pero la falda no cedió un centímetro, entonces me levanté para ir a buscar más hielo, creo que ese movimiento debió haber gatillado toda la situación de aquella tarde, pues me incliné sobre la hielera, él se levanta y se acerca a mí, su actitud no me provocó temor, lejos de rechazarlo, mi mirada lo invitó a seguir.
Me tomó de las manos, Andrea, me dijo, y sus brazos rodearon mi cintura, para atraerme hacia él y darme un beso, de adolescente la situación, pero mis brazos no le correspondieron, sus manos se posaron en mis caderas, y cuando comenzaban a posarse sobre mis nalgas, lo detuve, incómodo se disculpó por la situación, se sentó, y yo me acomodé a su lado, diciéndole que lo comprendía que no se preocupara, que a los adultos les suele pasar también, y porque no, entonces mientras lo trataba de calmar, se acercó como buscando otro beso, mis palabras cesaron y entonces mis labios se entreabrieron, cerré los ojos y pude sentir como me besaba, sus manos lentamente se posaron en mi vientre y echándome hacia atrás, sus manos comenzaron subir lentamente por debajo de la tela, hasta llegar a mis pechos.
Sus caricias eran suaves, me subió la polera y comenzó a pasar su lengua por mis pezones que ya estaban erectos, habían pasado años, sin la compañía masculina, pero mi cuerpo respondió inmediatamente, sus manos comenzaron a recorrer mis piernas por fuera, metiéndolas por debajo de la falda, después comenzó a recorrer y apretar suavemente por la parte interna, entonces yo las entreabrí un poco más, para sentir sus manos en mi vulva pues sus caricias habían surtido efecto me sentía húmeda, tomó una de mis manos y la colocó sobre su entrepierna, mi cuerpo se estremeció, mi respiración se agitó, al tocarlo sentí su cosa dura, comencé a masajearlo por sobre la tela, mientras que el pasaba su mano sobre mi vulva, haciendo a un lado la tanga para tocarme el clítoris, me estremecí completa, sus dedos eran maravillosos, luego él se desabrocha el pantalón y se lo quita, para dejar al descubierto su virilidad, una vigorosa erección, al verlo desnudo me quise abalanzar, quería tocarlo, sentirlo, me quité la polera y la falda, quedándome con la tanga puesta, pues por cierto pudor y además no quería que notara que la abstinencia me había afectado.
Sentados sobre el sofá no acariciamos mutuamente, yo empuñaba su miembro caliente, húmedo, pegajoso, lentamente me dejé quitar la tanga bajando hasta mi entrepierna para recorrer con su lengua mi vulva, haciéndome un comentario que me hizo sonrojar, con respecto a mi vulva, pues es muy carnosa, eso siempre me ha dado vergüenza, hasta colocarme malla en el gimnasio por esa misma razón como que se me notaba mucho, pero me lamió suavemente reteniendo mi clítoris con sus labios dándome un pequeños tirones, haciéndome gemir, mientras producto de mi excitación, yo acariciaba mis pezones, su experiencia y mi ansiedad hizo que me corriera, mojando mi vagina, fue divino, me dejaba llevar.
Lejos de apresurarse, me comenzó a besar los pies, siguiendo por las piernas, los vellos de mi pubis, mi vientre, mis pechos para darme un profundo beso que correspondí, abrazándolo y acariciándole, se puso de pie frente a mí, con su sexo erecto, me di cuenta lo que quería, el tamaño de su sexo me dio pavor debo confesar que por un momento no podría disfrutar de esa masculinidad, lentamente me lo llevé a la boca mis labios aprisionaron su glande, mis manos acariciando ese cuerpo venoso, vigoroso, recorriendo sus piernas robustas, nuevamente me encontraba excitada, lo mismo Ignacio.
Me levanté, subimos las escaleras y nos dirigimos a mi dormitorio, me tendí sobre la cama, abrí mis piernas invitándolo a que me hiciera suya, su glande al descubierto parecía reventar, mientras pasaba su cuerpo por el arco de mis piernas, las elevé un poco más, y lentamente y sin apuros fue introduciendo su sexo en mi húmeda vagina, esta se fue dilatando hasta ajustarse como un guante alrededor de ese maravilloso miembro masculino, haciéndome exhalar un quejido que salió por mi boca entreabierta, una vez que estuvo completo dentro de mi vagina, todo mi cuerpo parecía vibrar nuevamente, Ignacio no aprovechándose de su maravillosa dotación, tratando delicadamente, nos besamos, y sin apuros y muy suavemente nuestros cuerpos comenzaron ese movimiento divino, donde él vigorosamente comenzó a entrar y salir de mi vagina, recorriéndola en toda su longitud.
Dilatada y mojada, mis caderas y mis piernas abiertas hacíamos una danza perfecta, mi vagina estaba muy húmeda, su pene se cubrió de un líquido blanquecino, haciendo un sonido, burbujeante, cada vez que me penetraba, su cuerpo macizo me cubría completa, sus brazos fuertes soportaban el peso de su cuerpo, entregada completamente giraba mi cabeza tratando de ahogar mis gemidos entre las almohadas, entreabriendo mis ojos, mi boca, era divino, había pasado tanto tiempo sin sentir esa sensación electrizante recorrer mi cuerpo, de mi boca ya no salían solo quejidos sino gritos, que inundaban toda la habitación, disfrutaba de ese momento como una jovencita esto lo provocaba agradablemente, haciendo que sus movimientos sean cada vez más rápido, su pene golpeaba hasta el fondo de mi vagina.
Susurraba mi nombre con los dientes apretados, cada vez que me penetraba, haciéndome colocar en cuatro patas como los perritos, quería ver y sentir mi cola, sus grandes manos se posesionaron de mis caderas, recorrieron mis trabajadas nalgas, atrayéndome hacia él, sentí su miembro entrar de una sola estocada por mi húmeda vagina, nuevamente comenzó a mover su pelvis, dándome muy fuerte, se sentía muy rico, muy fuerte haciendo que me corriera un par de veces, le pido entonces que se tendiera, para que yo pudiera montarme encima, me senté encima y comencé a moverme como una posesa, sus manos se posaron sobre mis pechos, apretándolos, luego bajaron por mi cintura, para tomarme por las nalgas como abriéndolas, para ayudarme en ese movimiento de sube y baja mientras yo lo cabalgaba.
Me atrajo hacia adelante y con sus manos me tomó por las nalgas y apretándolas, comenzó a embestirme muy fuerte, siempre él abajo, sus ojos me miraban fijos, sus dientes apretados, como gruñendo noté que se venía, sintiendo como su sexo entraba y salía cada vez más rápido, me apretó contra su cuerpo, sentí su eyaculación, su semen inundó mi vagina, nos quedamos así por un momento, nos besamos, estando aún sobre él, comencé a mover mis caderas suavemente para sentir su pene que aún conservaba su erección quería disfrutar hasta el último instante, nuestros cuerpos sudorosos, terminaron entrelazados sobre la cama, con la mitad de mi cuerpo sobre él, me entregué a las caricias que me prodigaba. Esa tarde volvía a sentirme plena, mujer, mi cuerpo satisfecho, me sentía como una adolescente, más tarde le pediría que me hiciera suya nuevamente.
Sus comentarios serán bien recibidos.
Autora: Andrea
Introdujo su sexo en mi húmeda vagina, esta se fue dilatando hasta ajustarse como un guante alrededor de ese maravilloso miembro haciéndome exhalar un quejido, todo mi cuerpo parecía vibrar, Ignacio no aprovechándose de su maravillosa dotación, tratando delicadamente y sin apuros nuestros cuerpos comenzaron ese movimiento divino.
Hola, debo contarles que como mujer me da ciertos reparos en tratar de contar mis experiencias y sobre todo cuando no se trata de una jovencita sino más bien de una mujer madura como yo, de unos cuarenta y tantos, que por cosas de la vida quedé viuda hace 6 años atrás, con dos hijas ya adolescentes, como persona independiente mayores problemas económicos no tengo, aunque hasta ahora no me había dado cuenta de que los años han pasado muy rápido, sobre todo cuidando de las niñas.
Debo confesarles que durante estos años he estado sola, después de enviudar me dediqué a mi familia y nada más, aunque al pasar de los años pretendientes no han faltado, me considero una mujer afortunada, pues físicamente no me he descuidado, causando ciertas envidias en mis amigas, me ruborizo de cierta manera al tratar de describirme, físicamente soy una mujer de contextura delgada, mis pechos no son realmente mi fuerte, son más bien pequeños, pero bien formados, mis piernas son largas, delgadas, pero bien torneadas, donde si es mi fuerte son mis caderas y un culo con unas nalgas bien hechas.
Para no aburrirlos tanto con detalles, les cuento que conocí a Ignacio, conocerlo más a fondo, pues somos vecinos de departamento, separados por cinco pisos, nos veíamos muy a menudo pues casi siempre estábamos llegando de nuestros trabajos a la misma hora, y el ascensor era motivo para saludarnos y comentar alguna novedad, pero nada más, casado, ya bastante mayor, muy alto, una incipiente calvicie, una barbita entrecana tipo candado, pero sobretodo con una vitalidad bárbara.
Cierto día nos encontramos en el supermercado, donde muy gentil se ofreció en traerme de regreso, ese día yo vestía, como era verano, una falda muy corta, una remera tipo top que dejaba ver mis hombros, no llevaba sostén, bueno ya en el auto durante el trayecto, vi a Ignacio algo nervioso, noté eso si que un bulto considerable asomaba por debajo de la tela de su pantalón, lejos de incomodarme me provocó una risita maliciosa, estos hombres, pensé, traté de distraerme mirando hacia fuera durante el trayecto, pero me di cuenta, que lo que había provocado a Ignacio fueron mis muslos, pues la falda al ser muy corta, al sentarme dejó al descubierto buena parte de ellos.
Llegamos a nuestro edificio, me acompañó hasta mi departamento, ayudándome con los paquetes, lo invité a pasar, no había nadie, pues las niñas se habían ido a pasar ese fin de semana en casa de unas amigas en la playa, se acomodó en el sofá, mientras yo traía las bebidas, y tengo por costumbre sentarme en el sofá con las piernas recogidas, me senté en el otro extremo del sofá, y como de costumbre recogí las piernas, Ignacio se arrellanó en el sillón dejándose notar algo incómodo, apareciendo otra vez ese bulto entre sus piernas, traté de bajar disimuladamente la falda, no era mi intención provocarlo ni nada parecido, pero la falda no cedió un centímetro, entonces me levanté para ir a buscar más hielo, creo que ese movimiento debió haber gatillado toda la situación de aquella tarde, pues me incliné sobre la hielera, él se levanta y se acerca a mí, su actitud no me provocó temor, lejos de rechazarlo, mi mirada lo invitó a seguir.
Me tomó de las manos, Andrea, me dijo, y sus brazos rodearon mi cintura, para atraerme hacia él y darme un beso, de adolescente la situación, pero mis brazos no le correspondieron, sus manos se posaron en mis caderas, y cuando comenzaban a posarse sobre mis nalgas, lo detuve, incómodo se disculpó por la situación, se sentó, y yo me acomodé a su lado, diciéndole que lo comprendía que no se preocupara, que a los adultos les suele pasar también, y porque no, entonces mientras lo trataba de calmar, se acercó como buscando otro beso, mis palabras cesaron y entonces mis labios se entreabrieron, cerré los ojos y pude sentir como me besaba, sus manos lentamente se posaron en mi vientre y echándome hacia atrás, sus manos comenzaron subir lentamente por debajo de la tela, hasta llegar a mis pechos.
Sus caricias eran suaves, me subió la polera y comenzó a pasar su lengua por mis pezones que ya estaban erectos, habían pasado años, sin la compañía masculina, pero mi cuerpo respondió inmediatamente, sus manos comenzaron a recorrer mis piernas por fuera, metiéndolas por debajo de la falda, después comenzó a recorrer y apretar suavemente por la parte interna, entonces yo las entreabrí un poco más, para sentir sus manos en mi vulva pues sus caricias habían surtido efecto me sentía húmeda, tomó una de mis manos y la colocó sobre su entrepierna, mi cuerpo se estremeció, mi respiración se agitó, al tocarlo sentí su cosa dura, comencé a masajearlo por sobre la tela, mientras que el pasaba su mano sobre mi vulva, haciendo a un lado la tanga para tocarme el clítoris, me estremecí completa, sus dedos eran maravillosos, luego él se desabrocha el pantalón y se lo quita, para dejar al descubierto su virilidad, una vigorosa erección, al verlo desnudo me quise abalanzar, quería tocarlo, sentirlo, me quité la polera y la falda, quedándome con la tanga puesta, pues por cierto pudor y además no quería que notara que la abstinencia me había afectado.
Sentados sobre el sofá no acariciamos mutuamente, yo empuñaba su miembro caliente, húmedo, pegajoso, lentamente me dejé quitar la tanga bajando hasta mi entrepierna para recorrer con su lengua mi vulva, haciéndome un comentario que me hizo sonrojar, con respecto a mi vulva, pues es muy carnosa, eso siempre me ha dado vergüenza, hasta colocarme malla en el gimnasio por esa misma razón como que se me notaba mucho, pero me lamió suavemente reteniendo mi clítoris con sus labios dándome un pequeños tirones, haciéndome gemir, mientras producto de mi excitación, yo acariciaba mis pezones, su experiencia y mi ansiedad hizo que me corriera, mojando mi vagina, fue divino, me dejaba llevar.
Lejos de apresurarse, me comenzó a besar los pies, siguiendo por las piernas, los vellos de mi pubis, mi vientre, mis pechos para darme un profundo beso que correspondí, abrazándolo y acariciándole, se puso de pie frente a mí, con su sexo erecto, me di cuenta lo que quería, el tamaño de su sexo me dio pavor debo confesar que por un momento no podría disfrutar de esa masculinidad, lentamente me lo llevé a la boca mis labios aprisionaron su glande, mis manos acariciando ese cuerpo venoso, vigoroso, recorriendo sus piernas robustas, nuevamente me encontraba excitada, lo mismo Ignacio.
Me levanté, subimos las escaleras y nos dirigimos a mi dormitorio, me tendí sobre la cama, abrí mis piernas invitándolo a que me hiciera suya, su glande al descubierto parecía reventar, mientras pasaba su cuerpo por el arco de mis piernas, las elevé un poco más, y lentamente y sin apuros fue introduciendo su sexo en mi húmeda vagina, esta se fue dilatando hasta ajustarse como un guante alrededor de ese maravilloso miembro masculino, haciéndome exhalar un quejido que salió por mi boca entreabierta, una vez que estuvo completo dentro de mi vagina, todo mi cuerpo parecía vibrar nuevamente, Ignacio no aprovechándose de su maravillosa dotación, tratando delicadamente, nos besamos, y sin apuros y muy suavemente nuestros cuerpos comenzaron ese movimiento divino, donde él vigorosamente comenzó a entrar y salir de mi vagina, recorriéndola en toda su longitud.
Dilatada y mojada, mis caderas y mis piernas abiertas hacíamos una danza perfecta, mi vagina estaba muy húmeda, su pene se cubrió de un líquido blanquecino, haciendo un sonido, burbujeante, cada vez que me penetraba, su cuerpo macizo me cubría completa, sus brazos fuertes soportaban el peso de su cuerpo, entregada completamente giraba mi cabeza tratando de ahogar mis gemidos entre las almohadas, entreabriendo mis ojos, mi boca, era divino, había pasado tanto tiempo sin sentir esa sensación electrizante recorrer mi cuerpo, de mi boca ya no salían solo quejidos sino gritos, que inundaban toda la habitación, disfrutaba de ese momento como una jovencita esto lo provocaba agradablemente, haciendo que sus movimientos sean cada vez más rápido, su pene golpeaba hasta el fondo de mi vagina.
Susurraba mi nombre con los dientes apretados, cada vez que me penetraba, haciéndome colocar en cuatro patas como los perritos, quería ver y sentir mi cola, sus grandes manos se posesionaron de mis caderas, recorrieron mis trabajadas nalgas, atrayéndome hacia él, sentí su miembro entrar de una sola estocada por mi húmeda vagina, nuevamente comenzó a mover su pelvis, dándome muy fuerte, se sentía muy rico, muy fuerte haciendo que me corriera un par de veces, le pido entonces que se tendiera, para que yo pudiera montarme encima, me senté encima y comencé a moverme como una posesa, sus manos se posaron sobre mis pechos, apretándolos, luego bajaron por mi cintura, para tomarme por las nalgas como abriéndolas, para ayudarme en ese movimiento de sube y baja mientras yo lo cabalgaba.
Me atrajo hacia adelante y con sus manos me tomó por las nalgas y apretándolas, comenzó a embestirme muy fuerte, siempre él abajo, sus ojos me miraban fijos, sus dientes apretados, como gruñendo noté que se venía, sintiendo como su sexo entraba y salía cada vez más rápido, me apretó contra su cuerpo, sentí su eyaculación, su semen inundó mi vagina, nos quedamos así por un momento, nos besamos, estando aún sobre él, comencé a mover mis caderas suavemente para sentir su pene que aún conservaba su erección quería disfrutar hasta el último instante, nuestros cuerpos sudorosos, terminaron entrelazados sobre la cama, con la mitad de mi cuerpo sobre él, me entregué a las caricias que me prodigaba. Esa tarde volvía a sentirme plena, mujer, mi cuerpo satisfecho, me sentía como una adolescente, más tarde le pediría que me hiciera suya nuevamente.
Sus comentarios serán bien recibidos.
Autora: Andrea