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Capítulo 1
Se hacía llamar Manzana, ella decidió que sería su apodo y sus conocidos así la llamábamos, mamá soltera de 26 años y con una eterna historia de amor no correspondido llegando a tintes violentos, Manzana es una mujer alegre y jovial, muy hermosa, de complexión delgada y un cuerpo de tentación, muy bien formado y definido pues constantemente practicaba ejercicio, de estatura media y cabellera rojiza siempre despertó deseo en mí, deseo que permaneció oculto a sabiendas de su historia de amor (o desamor).
Nunca hizo algún tipo de insinuación a mi persona, más allá de un trato cordial y amistoso, si bien compartíamos algunos gustos en cuanto a música y entretenimiento se refiere en muchas ocasiones solo conversábamos vía remota a través de Whatsapp, mensajes sms e incluso correo electrónico.
Ya con más de un año de no vernos físicamente recibí una llamada de ella, nos actualizamos sobre como estábamos y quedamos en ir a comer la siguiente semana, en un primer momento pensé que solo necesitaba a alguien que la escuchara y algo de compañía pues en varias ocasiones me expresó su soledad y aunque varias veces le ofrecí poder acompañarla tuve diversos rechazos que me desanimaron a seguir intentándolo.
El día de la cita quedamos de vernos en un Vips por la tarde, yo llegue algunos minutos antes, siempre he tratado de ser muy puntual en todos mis compromisos, tras una espera de 15 minutos después de la hora acordada y sin tener noticias de ella sospechaba que me iba a quedar ahí privado nuevamente de su compañía, decidí pedir un café para sobrellevar la espera, pasados 5 minutos mi celular me alertó de una notificación: “llego en 10 minutos, discúlpame” decía el Whatsapp.
Al fin la vi entrar por la puerta del restaurante, fresca y radiante como la recordaba, llevaba puesto un vestido color negro el cual remarcaba su figura a la perfección, el rojo de su cabello se intensificaba gracias al contraste de su ropa, verla acercarse a mí me provoco una muy agradable sensación, la nostalgia y el deseo de verla nubló por completo el morbo que podría sentir hacía ella.
Con todavía menos de la mitad de café, pedí a la camarera que rellenara mi taza y Diana pidió una también, pronto comenzamos a platicar de nuestras vidas, que si el trabajo, la escuela, la pareja, los hijos, etc. Pronto la conversación se volcó totalmente a ella, inmersa en su soledad y tras negarse de la compañía de los hombres comenzó a experimentar cierto contacto femenino con una chica que le rebasaba al menos diez años.
No negaré lo interesante que eso me pareció, aunque también entendí que probablemente su interés era meramente en mujeres, me comentó que le gustaría un encuentro con un hombre para poder tomar una decisión definitiva a lo que evidentemente sin pensarlo me ofrecí a cumplir ese deseo. Quedamos de vernos la semana siguiente en un hotel sobre circuito interior en la Ciudad de México, aunque me ofrecí a pasar por ella a su casa me insistió en que nos viéramos directo en la habitación a lo que accedí con cierta reserva.
Al fin llegó el día, recuerdo que era viernes, desde que me desperté tenía una gran sonrisa en mi cara de pensar en todo lo que me iba a comer en la noche, el día se hizo eterno, no podía hacer más que contar los minutos para llegar a mi encuentro, al fin el reloj marcó las 5 de la tarde, rápidamente me dispuse a tomar mi camino, en breve llegué al hotel y pedí una habitación, aunque habíamos quedado a las 8 p.m. decidí llegar antes para tomar un baño.
Algunos minutos antes de la hora pactada sonó el teléfono de la habitación, me preguntaron si esperaba a alguien, contesté que sí. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, de verdad estaba emocionado por comerme aquella manzana tan rica, me recosté un momento hasta escuchar el llamado en la puerta, inmediatamente me levanté para abrir la habitación. Cuál fue mi sorpresa al ver a Manzana acompañada de otra mujer, no negaré que al principio me sacó mucho de onda, ella sin inmutarse demasiado me saludó y me presentó a su acompañante llamada Canela.
Ambas entraron a la habitación les ofrecí algo de tomar, solo pidieron agua y charlamos algunos momentos de trivialidades, Manzana se levantó y comentó que debido a las prisas no había podido tomar un baño y que le apetecía refrescarse un poco por lo que se levantó, tomó una toalla y se dirigió a ducharse.
Canela es una mujer madura, ronda entre los cuarenta años de estatura media, cabello corto, tetas medianas y un grande y prominente culo, pocas veces había visto una gran masa de carne como esa, evidentemente encendió mi instinto y mi virilidad, la cual resaltaba ya por debajo de mi pantalón.
Intenté seguir platicando con Canela de temas sin mucha relevancia pero ella se levantó, dirigió hacia mí y con una mirada sensual me dijo que no desaprovecháramos el tiempo, me abalancé sobre ella, la besé y recorrí su cuerpo con mis manos, salvajemente saqué sus tetas de su blusa y las mamé con locura, mi lengua recorría la suya, bajaba por su cuello y nuevamente llegaba a la punta de sus pezones, si bien no eran tan grandes como son mis favoritos me encantó el sabor de aquellos pezones maduros.
Sin darme cuenta mi verga ya era completamente abrazada por su mano la tomó como si fuera una correa y me llevó a la orilla de la cama invitando a sentarme, ella se puso en cuclillas y de inmediato devoró mi verga, la lamía con maestría y la llevaba al fondo de su garganta, con mis manos la tomaba del cabello y dirigía la mamada a mi gusto, ella tomaba mi pito con su mano y eventualmente la restregaba en sus tetas y volvía al fondo de su garganta, estaba tan concentrado en recibir tan tremenda mamada que no noté la presencia de Manzana, solo se cubría con una toalla y nos recriminó haber empezado sin ella, pronto también se inclinó delante de mí y junto a Canela compartió mi trozo de carne.
De ver aquel espectáculo de mamadas yo estaba extasiado, tan solo atinaba a acariciar sus cuerpos sus hombros, caderas y culos mientras ellas se daban un festín con mi trozo de carne, el cual solo paraban para poder juguetear con sus lenguas, jalar vigorosamente mi pito y llevarlo en medio de ese doble par de tetazas.
Se hacía llamar Manzana, ella decidió que sería su apodo y sus conocidos así la llamábamos, mamá soltera de 26 años y con una eterna historia de amor no correspondido llegando a tintes violentos, Manzana es una mujer alegre y jovial, muy hermosa, de complexión delgada y un cuerpo de tentación, muy bien formado y definido pues constantemente practicaba ejercicio, de estatura media y cabellera rojiza siempre despertó deseo en mí, deseo que permaneció oculto a sabiendas de su historia de amor (o desamor).
Nunca hizo algún tipo de insinuación a mi persona, más allá de un trato cordial y amistoso, si bien compartíamos algunos gustos en cuanto a música y entretenimiento se refiere en muchas ocasiones solo conversábamos vía remota a través de Whatsapp, mensajes sms e incluso correo electrónico.
Ya con más de un año de no vernos físicamente recibí una llamada de ella, nos actualizamos sobre como estábamos y quedamos en ir a comer la siguiente semana, en un primer momento pensé que solo necesitaba a alguien que la escuchara y algo de compañía pues en varias ocasiones me expresó su soledad y aunque varias veces le ofrecí poder acompañarla tuve diversos rechazos que me desanimaron a seguir intentándolo.
El día de la cita quedamos de vernos en un Vips por la tarde, yo llegue algunos minutos antes, siempre he tratado de ser muy puntual en todos mis compromisos, tras una espera de 15 minutos después de la hora acordada y sin tener noticias de ella sospechaba que me iba a quedar ahí privado nuevamente de su compañía, decidí pedir un café para sobrellevar la espera, pasados 5 minutos mi celular me alertó de una notificación: “llego en 10 minutos, discúlpame” decía el Whatsapp.
Al fin la vi entrar por la puerta del restaurante, fresca y radiante como la recordaba, llevaba puesto un vestido color negro el cual remarcaba su figura a la perfección, el rojo de su cabello se intensificaba gracias al contraste de su ropa, verla acercarse a mí me provoco una muy agradable sensación, la nostalgia y el deseo de verla nubló por completo el morbo que podría sentir hacía ella.
Con todavía menos de la mitad de café, pedí a la camarera que rellenara mi taza y Diana pidió una también, pronto comenzamos a platicar de nuestras vidas, que si el trabajo, la escuela, la pareja, los hijos, etc. Pronto la conversación se volcó totalmente a ella, inmersa en su soledad y tras negarse de la compañía de los hombres comenzó a experimentar cierto contacto femenino con una chica que le rebasaba al menos diez años.
No negaré lo interesante que eso me pareció, aunque también entendí que probablemente su interés era meramente en mujeres, me comentó que le gustaría un encuentro con un hombre para poder tomar una decisión definitiva a lo que evidentemente sin pensarlo me ofrecí a cumplir ese deseo. Quedamos de vernos la semana siguiente en un hotel sobre circuito interior en la Ciudad de México, aunque me ofrecí a pasar por ella a su casa me insistió en que nos viéramos directo en la habitación a lo que accedí con cierta reserva.
Al fin llegó el día, recuerdo que era viernes, desde que me desperté tenía una gran sonrisa en mi cara de pensar en todo lo que me iba a comer en la noche, el día se hizo eterno, no podía hacer más que contar los minutos para llegar a mi encuentro, al fin el reloj marcó las 5 de la tarde, rápidamente me dispuse a tomar mi camino, en breve llegué al hotel y pedí una habitación, aunque habíamos quedado a las 8 p.m. decidí llegar antes para tomar un baño.
Algunos minutos antes de la hora pactada sonó el teléfono de la habitación, me preguntaron si esperaba a alguien, contesté que sí. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, de verdad estaba emocionado por comerme aquella manzana tan rica, me recosté un momento hasta escuchar el llamado en la puerta, inmediatamente me levanté para abrir la habitación. Cuál fue mi sorpresa al ver a Manzana acompañada de otra mujer, no negaré que al principio me sacó mucho de onda, ella sin inmutarse demasiado me saludó y me presentó a su acompañante llamada Canela.
Ambas entraron a la habitación les ofrecí algo de tomar, solo pidieron agua y charlamos algunos momentos de trivialidades, Manzana se levantó y comentó que debido a las prisas no había podido tomar un baño y que le apetecía refrescarse un poco por lo que se levantó, tomó una toalla y se dirigió a ducharse.
Canela es una mujer madura, ronda entre los cuarenta años de estatura media, cabello corto, tetas medianas y un grande y prominente culo, pocas veces había visto una gran masa de carne como esa, evidentemente encendió mi instinto y mi virilidad, la cual resaltaba ya por debajo de mi pantalón.
Intenté seguir platicando con Canela de temas sin mucha relevancia pero ella se levantó, dirigió hacia mí y con una mirada sensual me dijo que no desaprovecháramos el tiempo, me abalancé sobre ella, la besé y recorrí su cuerpo con mis manos, salvajemente saqué sus tetas de su blusa y las mamé con locura, mi lengua recorría la suya, bajaba por su cuello y nuevamente llegaba a la punta de sus pezones, si bien no eran tan grandes como son mis favoritos me encantó el sabor de aquellos pezones maduros.
Sin darme cuenta mi verga ya era completamente abrazada por su mano la tomó como si fuera una correa y me llevó a la orilla de la cama invitando a sentarme, ella se puso en cuclillas y de inmediato devoró mi verga, la lamía con maestría y la llevaba al fondo de su garganta, con mis manos la tomaba del cabello y dirigía la mamada a mi gusto, ella tomaba mi pito con su mano y eventualmente la restregaba en sus tetas y volvía al fondo de su garganta, estaba tan concentrado en recibir tan tremenda mamada que no noté la presencia de Manzana, solo se cubría con una toalla y nos recriminó haber empezado sin ella, pronto también se inclinó delante de mí y junto a Canela compartió mi trozo de carne.
De ver aquel espectáculo de mamadas yo estaba extasiado, tan solo atinaba a acariciar sus cuerpos sus hombros, caderas y culos mientras ellas se daban un festín con mi trozo de carne, el cual solo paraban para poder juguetear con sus lenguas, jalar vigorosamente mi pito y llevarlo en medio de ese doble par de tetazas.