tuhoyo69
Becerro
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- 16 Ene 2013
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Debo admitir que siendo una persona tímida me ha costado mucho pensar si escribir este relato y compartirlo con ustedes. Puesto que fue la única ocasión la atesoro como lo más valioso. Sin embargo, bien vale la pena darlo a conocer.
Tenía la edad de 15 años y cursaba el primer año de la preparatoria en el turno vespertino. Siendo un joven delgado, de estatura media y promedio entre los demás de mi salón, puedo decir que no me daba mucho a notar. Lo que me hacía resaltar entre los demás eran mis buenas notas y el empeño que ponía en cada materia tratando siempre de obtener buenas calificaciones. No soy un nerd, pero debo admitir que me esforzaba mucho por lograr sobresalir teniendo en mente que eso podría llevarme a tener mayores éxitos en la vida. Todas las materias me gustaban, pero en especial las ciencias de la vida siempre llamaron mi atención. Este año no era la excepción pero había un motivo más fuerte para dedicarle todo mi esmero.
Mi maestra de Biología…
Era un mujer madura de veintiocho años con unos hermosos ojos verde olivo, profundos y sensuales que cuando los iluminaba el sol hacían resaltar cada rasgo de su rostro perfectamente delineado: una nariz pequeña y bien perfilada; una boca chica de labios gruesos y carnosos que siempre estaban ligeramente pintados por un brillo labial y que al sonreír dejaban ver unos dientes blancos y perfectamente alineados; unas orejas pequeñas y que dejaban verse cada vez que recogía su largo cabello ondulado y castaño pasándolas detrás de ellas, o sujeto por un listón a veces blanco y otras rojo.
En un día normal en la prepa, mi maestra siempre llevaba vestidos sin mangas de colores pastel, lisos, unos diez centímetros por encima de la rodilla, perfectamente ajustados y que delineaban su hermosa figura y siempre remarcaban su ropa interior lo cual, a mí en particular me provocaba mucha excitación en mi imaginación. Su torso era perfecto: unos hombros bien formados dejados al descubierto por el vestido y que mostraban la perfección de sus brazos que finalizaban en sus manos bien cuidadas y con unas uñas medianas y siempre bien pintadas. Al bajar para observar sus brazos irremediablemente había que detenerse a observar sus pechos, redondos y bien marcados y que se dejaban entrever en un breve medio escote del vestido y que me hacían soñar más allá de lo imaginable. Cada que se escribía algo en la pizarra dejaba ver una espalda hermosa y de piel blanca aterciopelada. Y toda esta perfección remataba en un abdomen plano y que por causa del vestido dejaba ver la única imperfección tan perfecta que tenía: su ombligo marcado por debajo del vestido.
Pero para mi lo más delicioso de mi maestra eran sus caderas y su hermoso trasero, las cuales -puedo asegurar ahora-, ella sabía que eran su mejor arma ya que se observaba cómo se deleitaba al moverlo y saber que todos nosotros, los alumnos, nos quedábamos mirándola con deseos y excitación de pubertos. Sus piernas estaban perfectamente delineadas en esos muslos fuertes que inmediatamente después del vestido dejaban verse a flor de piel y que continuaban en unas pantorrillas bien marcadas a causa de los zapatos de tacón medio que remataban sus pies.
Una diosa...
Yo sé ahora que mi maestra le encantaba sentirse observada y deseada. Cada que entraba al salón de clases se movía con mucha cadencia y esbozaba una hermosa sonrisa sabiendo que todas las miradas de "sus muchachos", como decía, estaban sobre ella. No contenta con saberse deseada, siempre tenía la hermosa costumbre de sentarse sobre el escritorio, el cual se situaba sobre un escalón a especie de templete de modo que quedaba por encima de toda su audiencia. Esta de mas comentar que las primeras bancas frente al escritorio eran las más peleadas y cotizadas en el salón ya que, además, mi maestra siempre acostumbraba, una vez sentada sobre el escritorio, cruzar las piernas y dándonos a todos nosotros el delicioso espectáculo de poder mirar un poco más de piel aterciopelada de sus muslos que se escondían debajo de su hermoso vestido.
Por esta razón, cada día que el horario indicaba clases de biología, que generalmente era en la tarde y la última hora, procuraba sentarme frente a su escritorio y mostrarme lo más solícito posible para que ella pudiera, de alguna manera, notar mi presencia no solo con mis tareas sino en el uniforme bien planchado y con un perfume especial. Ella se daba cuenta de eso ya que siempre me pedía que le ayudara a colocar su rotafolio, o material para la clase, o a calificar tareas de otros compañeros. Eso sí, junto a ella. Eso me daba la oportunidad de estar muy cerca de mi maestra, sentir su aroma y algunas veces su calor, y platicar de varios temas: la escuela, la familia, su materia, mis aspiraciones. Mi maestra se había convertido en mi amor platónico y nunca pasó por mi mente que algo pudiera pasar con ella más allá de mi imaginación.
Hasta ese día...
Ella llegó con un vestido azul turquesa que se entallaba perfectamente a su cuerpo, aunque esta vez no había muestra de que hubiera ropa interior ya que no se marcaba; esto por supuesto que logró hacerme divagar y excitarme. Sin embargo, a diferencia de otros días llegó muy seria y podría decirse que casi disgustada por alguna situación, razón por la cual únicamente se situó detrás de su escritorio, se sentó en su silla y dio la indicación de realizar varias páginas del libro de texto en las cuales habían muchos ejercicios e investigaciones. Todo en el salón era silencio. Algunos de mis compañeros empezaron a comentar, en voz baja, que esta vez no habría deleite de pupila por lo que la mayoría optó por solicitar a la maestra salir a la biblioteca a realizar los ejercicios o para consultar libros adicionales a los temas de investigación. Yo sin embargo, decidí quedarme pues además de desear contemplarla, estaba algo preocupado por lo que le sucedía, así que me acerqué a ella presentando primero las soluciones de algunos ejercicios, haciendo algunos comentarios sobre dónde encontrar información de las investigaciones y después de unos momentos aprovechar para preguntarle en voz baja si tenía algún problema:
- ¿Maestra se encuentra usted bien? – le pregunté.
- No, la verdad no me siento bien – me respondió -, acabo de tener una discusión algo fuerte que me dejó enojada y a la vez triste.
- Ya no esté enojada maestra y cuente conmigo por si hay que golpear a alguien; solamente avíseme y con todo gusto - le respondí a son de chiste y con una señal del puño, sin ningún otro afán que alegrarla. Y rematé…
- Estoy para servirle en lo que usted desee.
Ella me miró fijamente y esbozo una hermosa sonrisa que hizo que mi corazón empezara a latir muy fuerte. Le devolví la sonrisa y muy nervioso me dirigí a sentarme. En ese momento ella se levantó y para deleite de los escasos tres compañeros que quedábamos –yo al frente del escritorio y los otros dos más lejanos- se subió al escritorio y comenzó a platicar con nosotros muy amenamente. De vez en cuando cruzaba sus piernas de un lado otro sin ser tan obvia, dejándome casi sin aliento al observar mucho más allá de lo que nos tenía acostumbrados.
Sonó el timbre y para desilusión mía ella se bajó del escritorio y dirigiéndose hacia sus papeles comenzó a acomodarlos alistándose para salir del salón; yo por mi parte estaba tan excitado que intentaba por todos los medios alejar las últimas imágenes de ella sentada sobre el escritorio y que quedaron grabadas en mi mente, a fin de disminuir la ya muy obvia erección que tenía debajo de mis pantalones. En ese momento pude observar como mi maestra de reojo me miraba y sonreía sensualmente situación que logro ponerme nervioso y bajarme inmediatamente la excitación.
En el momento en que mis dos compañeros y yo estábamos a punto de salir del salón, ella se volteo hacia mí y de nuevo con esa bella sonrisa en su rostro me preguntó, al mismo tiempo que se mordía el labio inferior:
- ¿Podrías ayudarme a llevar mis cosas a mi cubículo?
Con el corazón latiéndome a mil por hora le respondí:
- Por supuesto que si maestra, ya le dije que estoy para servirle y lo hago con mucho gusto.
- Que galante – me respondió. Creo que hay muy pocos jóvenes como tú, tan buen estudiante y a la vez tan caballeroso, dispuesto y guapo.
- Lo hago con todo gusto maestra.
Y mientras respondía eso mi excitación regresó de tal modo que se empezó a notar el abultamiento el cual no podía esconder pues teniendo las manos ocupadas con sus papeles me era imposible bajarlos para cubrirme. Mi maestra miró lo ruborizado que me encontraba y solamente logró sonreír con cierta picardía.
Siendo la última hora ya no había nadie en el área de maestros y tan solo el conserje estaba terminado de limpiar el último lugar de un maestro y al vernos nos saludo y con la misma se despidió de la maestra con un “hasta mañana”. Llegamos a su cubículo me pidió que acomodará sus cosas sobre su escritorio al mismo tiempo que me decía que me daría unos libros de donde saldría todo el material necesario para realizar las investigaciones que horas antes había marcado y de donde aplicaría el examen. Mientras decía eso se subió a una silla, pues los libros se encontraban en una repisa superior y al darme vuelta solo pude observar frente a mis ojos esas hermosas piernas bien torneadas y sus pantorrillas marcadas al estar de puntas sobre los zapatos. En ese momento comencé a fantasear y no pude darme cuenta que mí maestra me observaba complacida; solo una pregunta logró sacarme de mi fantasía y ponerme rojo de vergüenza:
- ¿Te gusta lo que ves?
Nervioso y titubeante respondí:
- Maestra… este… lo siento… perdón por mirarla… no pude contenerme…
Ella se bajó con lentitud y simulando trastabillar se dejó caer para yo recibirla. Fue el primer momento en que pude abrazarla y sentirla tan cerca de mí. Sentir su olor y su calor. Su respiración tan cerca. Su cuerpo cálido y firme. La solté y me retiré pero mi excitación ya era muy obvia. Ella dejó los libros sobre el escritorio, puso un CD de KennyG en su grabadora – lo cual hacía siempre en su oficina mientras leía o revisaba tareas-, y empujándome suavemente hizo que me sentará en la silla que siempre tiene frente a su escritorio, se hincó entre mis piernas y mirándome me dijo:
- Hoy me has hecho sentir muy bien al alegrarme el día. Me sentía triste pero lograste devolverme el ánimo y la alegría y hacerme sentir importante y que alguien se interesa por mí al punto de protegerme. Eres mi mejor alumno y quiero recompensarte.
Yo estaba respirando a mil por hora. Empezó a desabotonar mi pantalón y a bajar el cierre, me levantó de la silla y me quitó el pantalón dejándome tan solo con el bóxer. Abrió mi camisa y me hizo sentar de nuevo. Ahí sentado se me quedo observando y viendo mi erección por encima del bóxer.
Se retiró de mí, cerró el cubículo con llave e inmediatamente se puso frente a mí de espaldas y comenzó a bajar el cierre de su vestido hasta llegarlo al principio de sus nalgas. En un solo momento lo soltó y para mi deleite ¡no tenía ropa interior! ¡Quedó completamente desnuda y de espaldas mostrándome sus deliciosas nalgas, blancas y firmes mientras me miraba por encima de su hombro! Era la primera vez que veía a una mujer desnuda y eso hizo que tuviera una prematura eyaculación. Ella, todavía de espaldas, pudo ver como mi bóxer se humedeció y se sonrió por lo que había logrado mientras yo estaba rojo de vergüenza.
- Veo que no pudiste contenerte y es normal por ser tu primera vez – me dijo- pero no te apures, también se que por ser tu primera vez no tardarás en estar listo de nuevo.
Y diciendo esto y al ritmo de la música comenzó a bailar tan sensualmente, tocándose, acariciándose, levantando los brazos mientras me dejaba contemplar todo su cuerpo, su espalda, sus nalgas, sus piernas, sus pantorrillas. En el momento indicado se inclinó al frente mostrándome, en todo su esplendor los detalles de su intimidad. Un culo hermoso rodeado de sus blancas nalgas y formando un perfecto corazón y en cuyo centro tenía su sexo rosado mostrando sus labios vaginales hinchados y deliciosos.
Mi erección regresó y ella entonces giró para quedar de frente y pude contemplar sus hermosos senos blancos, redondos, firmes y con unos pezones erectos y con areola rosada. Levantaba los brazos y los sacudía al mismo tiempo que me bailaba. Yo estaba extasiado. En ese momento se hincó de nuevo entre mis piernas y bajándome el bóxer dejó salir mi pene duro y firme para empezar a lamerlo con mucha delicadeza con la punta de la lengua, limpiando los excesos del semen que aun tenía. Su lengua daba vueltas sobre mi glande y luego la bajaba por el tronco hasta llegar a mis testículos. Yo estaba con los ojos cerrados sintiendo las maravillas que esta hermosa mujer me estaba haciendo. En un momento que no esperaba engulló mi pene metiéndolo completamente dentro de su boca y pude sentir el fondo de su garganta lo que me hizo abrir los ojos y emitir un gemido de placer al mismo tiempo que ella, teniendo mi pene en su boca, levanto la cara y me miro tan sensual y deliciosa.
Ella se dio cuenta de lo que me estaba haciendo y entonces comenzó a chupar mi pene con una maestría indescriptible, metiéndolo y sacándolo, de arriba hacia abajo, llenándolo de su saliva y recorriéndolo con más facilidad. Lo chupaba, lo sorbía, lo lamía desde el tronco y hasta la punta para metérselo de un solo golpe hasta el fondo de su garganta como una experta y yo estaba a mil. En ese punto le dije que estaba punto de venirme y ella aceleró el ritmo haciendo que tenga el orgasmo más delicioso y placentero y mientras me sacudía sobre esa silla, ella se bebía cada gota de mi semen exprimiéndolo hasta vaciarme completamente.
Pero ella aun no había terminado…
Me tomó de una mano y me levantó, acercó sus labios hacia mí y nos dimos el beso más profundo y tierno del que pueda tener memoria. Mientras nos besábamos, se sentó sobre su escritorio y reclinándose hacia atrás subió sus piernas las cuales abrió de par en par dejándome ver completamente su sexo: rosado, carnoso, con tan solo una línea de vellos sobre él y del cual sobresalía un botón rosa. Entonces me dijo:
-Quiero enseñarte como debes dar placer a cualquier mujer y hacerte un experto. Quiero que aprendas, mi amor, como desea una mujer ser amada. Acércate a mí y recorre con tu lengua mi cuerpo.
Sobra decir que de nuevo mi pene estaba logrando tener una nueva erección ante tal solicitud de mi maestra.
Entonces me incliné sobre ella y puso sus manos en mi nuca y dirigiéndome hacia sus labios nos fundimos una vez más en un beso, pero esta vez más apasionado y lleno de placer. Sus manos me indicaron el momento de comenzar a bajar por su cuello, sus hombros, sus brazos y llegar hasta sus senos. Por instinto los recorrí con mi nariz haciendo círculos sobre ellos y noté que eso le gustó pues se erizó toda. Seguí oliéndolos. Olían tan exquisitos y en ese momento abrí mi boca y de la misma manera como ella empezó lamiendo mi pene, comencé a lamer sus pezones rosados y erectos. Primero el izquierdo y luego el derecho, suavemente. Al pasar mi lengua ella soltaba gemidos muy bajos y entonces comencé a chupárselos. Ella pasaba una de sus manos entre mis cabellos y me aprisionaba sobre sus tetas como pidiendo que se las chupara con más intensidad. Hubiera sido un deleite quedarme chupándolas hasta que su voz me sacó de ese delicioso placer:
- Mi amor, ve bajando despacio hacia mi ombligo y hasta mi sexo. Quiero que me chupes toda y que me lo comas. Quiero ser toda tuya y darte todo lo que soy.
Mientras ella decía eso comencé a bajar con mi lengua en su abdomen y lamí y chupe su ombligo el cual olía aun más delicioso que sus senos. Pero no me detuve allí. Llegué hasta su ingle y fue cuando no pude resistir y sumergí mi nariz completamente en su ingle para aspirar su aroma, olía dulcemente y con una mezcla de perfume y fresas. Olía delicioso pero al mismo tiempo se mezclaba con el olor de su sexo pues ya daba muestras de tener una lubricación extraordinaria. Pasaba mi nariz de un lado al otro entre su pierna izquierda y derecha aspirando aun más cuando pasaba sobre su sexo. En el momento indicado ella me detuvo sobre su sexo y entonces entendí que debía comenzar a explorarlo.
Con sus manos entreabrió sus labios vaginales y tomándome dirigió mi boca hacia su clítoris el cual comencé a chupar suavemente dando lengüetazos hacia arriba y hacia abajo arrancándole suspiros y gemidos cortos los cuales se entremezclaban con su agitada respiración. Me sujetó fuertemente de los cabellos e hizo que mi rostro se sumergiera completamente en su sexo el cual comencé a chupar y lamer desesperadamente tratando de no dejar caer ninguno de sus deliciosos jugos los cuales emanaban de ella a grandes cantidades. Y fue en ese momento que, arqueando su cadera hacia arriba dejo salir un grito ahogado en un orgasmo incontenible, fuerte, placentero y delicioso. Se retorcía sobre el escritorio mientras yo la admiraba. Esa deliciosa mujer, hermosa, exuberante, sensual y deseada por todos, ahora se entregaba a mí y estaba teniendo un orgasmo. Un orgasmo que yo le había provocado.
Mientras la observaba retorcerse alargue mi mano hacia su sexo y le metí dos dedos lo que hizo que empezara a moverse de tal modo que mi mano la masturbara fuertemente lo cual no pudo contener su segundo orgasmo el cual hizo que de nueva cuenta se retorciera sobre su escritorio. Para mí era un deleite verla así toda para mí. Mientras le duraba el orgasmo y con mi mano llena de sus jugos, tome mi pene y comencé a masturbarme deslizando mi mano con sus jugos sobre mi pene. Ella al verlo me dijo que me detuviera:
- Ahora mi amor culminaremos este momento. Quiero que me tomes toda, que me hagas tuya, que me ames completamente y que me des tu amor haciéndome completamente el amor.
- Busca en la bolsa pequeña de mi bulto y encontrarás un pequeño sobre.
Hice lo que me pidió y abriendo el pequeño paquete, sacó un condón el cual puso entre sus labio y con gran maestría me lo puso en mi pene tieso y duro simulando que me la estaba mamando. Se colocó de nuevo sobre el escritorio con las piernas abiertas y estiró su mano hacia mí llamándome y al acercarme me puso entre sus piernas, sujeto con su manos mi pene y lo colocó en la entrada de su sexo. Entonces me tomó de la cadera e hizo que entrara en ella lenta y suavemente. Yo estaba sin todavía creer que este portento de mujer con la cual había fantaseado tantas veces en la soledad de mi cuarto, ahora la tenía frente a mí, desnuda en toda su plenitud y haciéndole el amor:
- Si mi niño, hazme el amor, tómame completamente y hazme la mujer más deseada de este momento. Quiero sentirte completamente dentro de mí. Quiero que ésta tu primera vez sea lo más delicioso para ti como lo está siendo para mí.
- Maestra, usted ha sido siempre mi fantasía y ahora tenerla y hacerle el amor es lo más maravilloso que me ha pasado. Creo que estoy enamorado de usted maestra.
Ella llevaba el ritmo pues me tomaba de las caderas y me movía hacia delante y hacia atrás provocando que mi pene entrara y saliera con suavidad. En ese momento la hice recostarse completamente en el escritorio y levantándole las piernas por encima de mis hombros empecé un mete-saca más rítmico y con mayor fuerza de tal modo que ahora mi pene entraba tan profundamente en ella haciéndole soltar gemidos de placer.
- Dame mas fuerte mi niño, atraviésame, tómame toda y poséeme como desees.
Aceleré el ritmo con más intensidad y en el momento indicado pude ver como comenzó a sacudirse incontrolablemente y me tomaba de las caderas para hacer que mi pene tocará lo más profundo de su vagina. Ella movía con fuerza las caderas frotando intensamente su clítoris, su sexo y toda ella contra mí de tal modo que no tarde en tener una vez más otro intenso orgasmo lo cual me hizo dejar escapar un gemido un poco más fuerte. Y mientras los dos nos abrazábamos, nos sacudíamos fuertemente por ese delicioso orgasmo que acabábamos de tener. Tardamos un poco abrazados pues yo no quería soltarla y ella no deseaba que me saliera de ella. Entonces me susurró al oído:
- Mi niño, me has hecho muy feliz este día. Sé que ha sido tu primera vez y me alegra ser yo la que te haya dado este momento. Guarda esto en ti como lo más bello que pueda pasarte y espero que ahora hayas aprendido cómo debe tratarse delicadamente a una mujer.
- Maestra, usted siempre será mi amor y creo que la amaré toda mi vida.
Nos vestimos en silencio, ella tomó sus cosas, yo las mías y me llevó hasta mi casa. Nos despedimos en su auto con un tierno beso y se alejó.
La semana transcurrió con normalidad. Las clases, las tareas, los amigos en la prepa. Pero ya no volvimos a ver a la maestra. Supimos luego que ella tuvo que mudarse de ciudad una vez más por motivos personales. Nunca la he vuelto a ver pero siempre llevaré en mi corazón como un gran tesoro el momento tan hermoso que logré tener con mi maestra de biología.
Tenía la edad de 15 años y cursaba el primer año de la preparatoria en el turno vespertino. Siendo un joven delgado, de estatura media y promedio entre los demás de mi salón, puedo decir que no me daba mucho a notar. Lo que me hacía resaltar entre los demás eran mis buenas notas y el empeño que ponía en cada materia tratando siempre de obtener buenas calificaciones. No soy un nerd, pero debo admitir que me esforzaba mucho por lograr sobresalir teniendo en mente que eso podría llevarme a tener mayores éxitos en la vida. Todas las materias me gustaban, pero en especial las ciencias de la vida siempre llamaron mi atención. Este año no era la excepción pero había un motivo más fuerte para dedicarle todo mi esmero.
Mi maestra de Biología…
Era un mujer madura de veintiocho años con unos hermosos ojos verde olivo, profundos y sensuales que cuando los iluminaba el sol hacían resaltar cada rasgo de su rostro perfectamente delineado: una nariz pequeña y bien perfilada; una boca chica de labios gruesos y carnosos que siempre estaban ligeramente pintados por un brillo labial y que al sonreír dejaban ver unos dientes blancos y perfectamente alineados; unas orejas pequeñas y que dejaban verse cada vez que recogía su largo cabello ondulado y castaño pasándolas detrás de ellas, o sujeto por un listón a veces blanco y otras rojo.
En un día normal en la prepa, mi maestra siempre llevaba vestidos sin mangas de colores pastel, lisos, unos diez centímetros por encima de la rodilla, perfectamente ajustados y que delineaban su hermosa figura y siempre remarcaban su ropa interior lo cual, a mí en particular me provocaba mucha excitación en mi imaginación. Su torso era perfecto: unos hombros bien formados dejados al descubierto por el vestido y que mostraban la perfección de sus brazos que finalizaban en sus manos bien cuidadas y con unas uñas medianas y siempre bien pintadas. Al bajar para observar sus brazos irremediablemente había que detenerse a observar sus pechos, redondos y bien marcados y que se dejaban entrever en un breve medio escote del vestido y que me hacían soñar más allá de lo imaginable. Cada que se escribía algo en la pizarra dejaba ver una espalda hermosa y de piel blanca aterciopelada. Y toda esta perfección remataba en un abdomen plano y que por causa del vestido dejaba ver la única imperfección tan perfecta que tenía: su ombligo marcado por debajo del vestido.
Pero para mi lo más delicioso de mi maestra eran sus caderas y su hermoso trasero, las cuales -puedo asegurar ahora-, ella sabía que eran su mejor arma ya que se observaba cómo se deleitaba al moverlo y saber que todos nosotros, los alumnos, nos quedábamos mirándola con deseos y excitación de pubertos. Sus piernas estaban perfectamente delineadas en esos muslos fuertes que inmediatamente después del vestido dejaban verse a flor de piel y que continuaban en unas pantorrillas bien marcadas a causa de los zapatos de tacón medio que remataban sus pies.
Una diosa...
Yo sé ahora que mi maestra le encantaba sentirse observada y deseada. Cada que entraba al salón de clases se movía con mucha cadencia y esbozaba una hermosa sonrisa sabiendo que todas las miradas de "sus muchachos", como decía, estaban sobre ella. No contenta con saberse deseada, siempre tenía la hermosa costumbre de sentarse sobre el escritorio, el cual se situaba sobre un escalón a especie de templete de modo que quedaba por encima de toda su audiencia. Esta de mas comentar que las primeras bancas frente al escritorio eran las más peleadas y cotizadas en el salón ya que, además, mi maestra siempre acostumbraba, una vez sentada sobre el escritorio, cruzar las piernas y dándonos a todos nosotros el delicioso espectáculo de poder mirar un poco más de piel aterciopelada de sus muslos que se escondían debajo de su hermoso vestido.
Por esta razón, cada día que el horario indicaba clases de biología, que generalmente era en la tarde y la última hora, procuraba sentarme frente a su escritorio y mostrarme lo más solícito posible para que ella pudiera, de alguna manera, notar mi presencia no solo con mis tareas sino en el uniforme bien planchado y con un perfume especial. Ella se daba cuenta de eso ya que siempre me pedía que le ayudara a colocar su rotafolio, o material para la clase, o a calificar tareas de otros compañeros. Eso sí, junto a ella. Eso me daba la oportunidad de estar muy cerca de mi maestra, sentir su aroma y algunas veces su calor, y platicar de varios temas: la escuela, la familia, su materia, mis aspiraciones. Mi maestra se había convertido en mi amor platónico y nunca pasó por mi mente que algo pudiera pasar con ella más allá de mi imaginación.
Hasta ese día...
Ella llegó con un vestido azul turquesa que se entallaba perfectamente a su cuerpo, aunque esta vez no había muestra de que hubiera ropa interior ya que no se marcaba; esto por supuesto que logró hacerme divagar y excitarme. Sin embargo, a diferencia de otros días llegó muy seria y podría decirse que casi disgustada por alguna situación, razón por la cual únicamente se situó detrás de su escritorio, se sentó en su silla y dio la indicación de realizar varias páginas del libro de texto en las cuales habían muchos ejercicios e investigaciones. Todo en el salón era silencio. Algunos de mis compañeros empezaron a comentar, en voz baja, que esta vez no habría deleite de pupila por lo que la mayoría optó por solicitar a la maestra salir a la biblioteca a realizar los ejercicios o para consultar libros adicionales a los temas de investigación. Yo sin embargo, decidí quedarme pues además de desear contemplarla, estaba algo preocupado por lo que le sucedía, así que me acerqué a ella presentando primero las soluciones de algunos ejercicios, haciendo algunos comentarios sobre dónde encontrar información de las investigaciones y después de unos momentos aprovechar para preguntarle en voz baja si tenía algún problema:
- ¿Maestra se encuentra usted bien? – le pregunté.
- No, la verdad no me siento bien – me respondió -, acabo de tener una discusión algo fuerte que me dejó enojada y a la vez triste.
- Ya no esté enojada maestra y cuente conmigo por si hay que golpear a alguien; solamente avíseme y con todo gusto - le respondí a son de chiste y con una señal del puño, sin ningún otro afán que alegrarla. Y rematé…
- Estoy para servirle en lo que usted desee.
Ella me miró fijamente y esbozo una hermosa sonrisa que hizo que mi corazón empezara a latir muy fuerte. Le devolví la sonrisa y muy nervioso me dirigí a sentarme. En ese momento ella se levantó y para deleite de los escasos tres compañeros que quedábamos –yo al frente del escritorio y los otros dos más lejanos- se subió al escritorio y comenzó a platicar con nosotros muy amenamente. De vez en cuando cruzaba sus piernas de un lado otro sin ser tan obvia, dejándome casi sin aliento al observar mucho más allá de lo que nos tenía acostumbrados.
Sonó el timbre y para desilusión mía ella se bajó del escritorio y dirigiéndose hacia sus papeles comenzó a acomodarlos alistándose para salir del salón; yo por mi parte estaba tan excitado que intentaba por todos los medios alejar las últimas imágenes de ella sentada sobre el escritorio y que quedaron grabadas en mi mente, a fin de disminuir la ya muy obvia erección que tenía debajo de mis pantalones. En ese momento pude observar como mi maestra de reojo me miraba y sonreía sensualmente situación que logro ponerme nervioso y bajarme inmediatamente la excitación.
En el momento en que mis dos compañeros y yo estábamos a punto de salir del salón, ella se volteo hacia mí y de nuevo con esa bella sonrisa en su rostro me preguntó, al mismo tiempo que se mordía el labio inferior:
- ¿Podrías ayudarme a llevar mis cosas a mi cubículo?
Con el corazón latiéndome a mil por hora le respondí:
- Por supuesto que si maestra, ya le dije que estoy para servirle y lo hago con mucho gusto.
- Que galante – me respondió. Creo que hay muy pocos jóvenes como tú, tan buen estudiante y a la vez tan caballeroso, dispuesto y guapo.
- Lo hago con todo gusto maestra.
Y mientras respondía eso mi excitación regresó de tal modo que se empezó a notar el abultamiento el cual no podía esconder pues teniendo las manos ocupadas con sus papeles me era imposible bajarlos para cubrirme. Mi maestra miró lo ruborizado que me encontraba y solamente logró sonreír con cierta picardía.
Siendo la última hora ya no había nadie en el área de maestros y tan solo el conserje estaba terminado de limpiar el último lugar de un maestro y al vernos nos saludo y con la misma se despidió de la maestra con un “hasta mañana”. Llegamos a su cubículo me pidió que acomodará sus cosas sobre su escritorio al mismo tiempo que me decía que me daría unos libros de donde saldría todo el material necesario para realizar las investigaciones que horas antes había marcado y de donde aplicaría el examen. Mientras decía eso se subió a una silla, pues los libros se encontraban en una repisa superior y al darme vuelta solo pude observar frente a mis ojos esas hermosas piernas bien torneadas y sus pantorrillas marcadas al estar de puntas sobre los zapatos. En ese momento comencé a fantasear y no pude darme cuenta que mí maestra me observaba complacida; solo una pregunta logró sacarme de mi fantasía y ponerme rojo de vergüenza:
- ¿Te gusta lo que ves?
Nervioso y titubeante respondí:
- Maestra… este… lo siento… perdón por mirarla… no pude contenerme…
Ella se bajó con lentitud y simulando trastabillar se dejó caer para yo recibirla. Fue el primer momento en que pude abrazarla y sentirla tan cerca de mí. Sentir su olor y su calor. Su respiración tan cerca. Su cuerpo cálido y firme. La solté y me retiré pero mi excitación ya era muy obvia. Ella dejó los libros sobre el escritorio, puso un CD de KennyG en su grabadora – lo cual hacía siempre en su oficina mientras leía o revisaba tareas-, y empujándome suavemente hizo que me sentará en la silla que siempre tiene frente a su escritorio, se hincó entre mis piernas y mirándome me dijo:
- Hoy me has hecho sentir muy bien al alegrarme el día. Me sentía triste pero lograste devolverme el ánimo y la alegría y hacerme sentir importante y que alguien se interesa por mí al punto de protegerme. Eres mi mejor alumno y quiero recompensarte.
Yo estaba respirando a mil por hora. Empezó a desabotonar mi pantalón y a bajar el cierre, me levantó de la silla y me quitó el pantalón dejándome tan solo con el bóxer. Abrió mi camisa y me hizo sentar de nuevo. Ahí sentado se me quedo observando y viendo mi erección por encima del bóxer.
Se retiró de mí, cerró el cubículo con llave e inmediatamente se puso frente a mí de espaldas y comenzó a bajar el cierre de su vestido hasta llegarlo al principio de sus nalgas. En un solo momento lo soltó y para mi deleite ¡no tenía ropa interior! ¡Quedó completamente desnuda y de espaldas mostrándome sus deliciosas nalgas, blancas y firmes mientras me miraba por encima de su hombro! Era la primera vez que veía a una mujer desnuda y eso hizo que tuviera una prematura eyaculación. Ella, todavía de espaldas, pudo ver como mi bóxer se humedeció y se sonrió por lo que había logrado mientras yo estaba rojo de vergüenza.
- Veo que no pudiste contenerte y es normal por ser tu primera vez – me dijo- pero no te apures, también se que por ser tu primera vez no tardarás en estar listo de nuevo.
Y diciendo esto y al ritmo de la música comenzó a bailar tan sensualmente, tocándose, acariciándose, levantando los brazos mientras me dejaba contemplar todo su cuerpo, su espalda, sus nalgas, sus piernas, sus pantorrillas. En el momento indicado se inclinó al frente mostrándome, en todo su esplendor los detalles de su intimidad. Un culo hermoso rodeado de sus blancas nalgas y formando un perfecto corazón y en cuyo centro tenía su sexo rosado mostrando sus labios vaginales hinchados y deliciosos.
Mi erección regresó y ella entonces giró para quedar de frente y pude contemplar sus hermosos senos blancos, redondos, firmes y con unos pezones erectos y con areola rosada. Levantaba los brazos y los sacudía al mismo tiempo que me bailaba. Yo estaba extasiado. En ese momento se hincó de nuevo entre mis piernas y bajándome el bóxer dejó salir mi pene duro y firme para empezar a lamerlo con mucha delicadeza con la punta de la lengua, limpiando los excesos del semen que aun tenía. Su lengua daba vueltas sobre mi glande y luego la bajaba por el tronco hasta llegar a mis testículos. Yo estaba con los ojos cerrados sintiendo las maravillas que esta hermosa mujer me estaba haciendo. En un momento que no esperaba engulló mi pene metiéndolo completamente dentro de su boca y pude sentir el fondo de su garganta lo que me hizo abrir los ojos y emitir un gemido de placer al mismo tiempo que ella, teniendo mi pene en su boca, levanto la cara y me miro tan sensual y deliciosa.
Ella se dio cuenta de lo que me estaba haciendo y entonces comenzó a chupar mi pene con una maestría indescriptible, metiéndolo y sacándolo, de arriba hacia abajo, llenándolo de su saliva y recorriéndolo con más facilidad. Lo chupaba, lo sorbía, lo lamía desde el tronco y hasta la punta para metérselo de un solo golpe hasta el fondo de su garganta como una experta y yo estaba a mil. En ese punto le dije que estaba punto de venirme y ella aceleró el ritmo haciendo que tenga el orgasmo más delicioso y placentero y mientras me sacudía sobre esa silla, ella se bebía cada gota de mi semen exprimiéndolo hasta vaciarme completamente.
Pero ella aun no había terminado…
Me tomó de una mano y me levantó, acercó sus labios hacia mí y nos dimos el beso más profundo y tierno del que pueda tener memoria. Mientras nos besábamos, se sentó sobre su escritorio y reclinándose hacia atrás subió sus piernas las cuales abrió de par en par dejándome ver completamente su sexo: rosado, carnoso, con tan solo una línea de vellos sobre él y del cual sobresalía un botón rosa. Entonces me dijo:
-Quiero enseñarte como debes dar placer a cualquier mujer y hacerte un experto. Quiero que aprendas, mi amor, como desea una mujer ser amada. Acércate a mí y recorre con tu lengua mi cuerpo.
Sobra decir que de nuevo mi pene estaba logrando tener una nueva erección ante tal solicitud de mi maestra.
Entonces me incliné sobre ella y puso sus manos en mi nuca y dirigiéndome hacia sus labios nos fundimos una vez más en un beso, pero esta vez más apasionado y lleno de placer. Sus manos me indicaron el momento de comenzar a bajar por su cuello, sus hombros, sus brazos y llegar hasta sus senos. Por instinto los recorrí con mi nariz haciendo círculos sobre ellos y noté que eso le gustó pues se erizó toda. Seguí oliéndolos. Olían tan exquisitos y en ese momento abrí mi boca y de la misma manera como ella empezó lamiendo mi pene, comencé a lamer sus pezones rosados y erectos. Primero el izquierdo y luego el derecho, suavemente. Al pasar mi lengua ella soltaba gemidos muy bajos y entonces comencé a chupárselos. Ella pasaba una de sus manos entre mis cabellos y me aprisionaba sobre sus tetas como pidiendo que se las chupara con más intensidad. Hubiera sido un deleite quedarme chupándolas hasta que su voz me sacó de ese delicioso placer:
- Mi amor, ve bajando despacio hacia mi ombligo y hasta mi sexo. Quiero que me chupes toda y que me lo comas. Quiero ser toda tuya y darte todo lo que soy.
Mientras ella decía eso comencé a bajar con mi lengua en su abdomen y lamí y chupe su ombligo el cual olía aun más delicioso que sus senos. Pero no me detuve allí. Llegué hasta su ingle y fue cuando no pude resistir y sumergí mi nariz completamente en su ingle para aspirar su aroma, olía dulcemente y con una mezcla de perfume y fresas. Olía delicioso pero al mismo tiempo se mezclaba con el olor de su sexo pues ya daba muestras de tener una lubricación extraordinaria. Pasaba mi nariz de un lado al otro entre su pierna izquierda y derecha aspirando aun más cuando pasaba sobre su sexo. En el momento indicado ella me detuvo sobre su sexo y entonces entendí que debía comenzar a explorarlo.
Con sus manos entreabrió sus labios vaginales y tomándome dirigió mi boca hacia su clítoris el cual comencé a chupar suavemente dando lengüetazos hacia arriba y hacia abajo arrancándole suspiros y gemidos cortos los cuales se entremezclaban con su agitada respiración. Me sujetó fuertemente de los cabellos e hizo que mi rostro se sumergiera completamente en su sexo el cual comencé a chupar y lamer desesperadamente tratando de no dejar caer ninguno de sus deliciosos jugos los cuales emanaban de ella a grandes cantidades. Y fue en ese momento que, arqueando su cadera hacia arriba dejo salir un grito ahogado en un orgasmo incontenible, fuerte, placentero y delicioso. Se retorcía sobre el escritorio mientras yo la admiraba. Esa deliciosa mujer, hermosa, exuberante, sensual y deseada por todos, ahora se entregaba a mí y estaba teniendo un orgasmo. Un orgasmo que yo le había provocado.
Mientras la observaba retorcerse alargue mi mano hacia su sexo y le metí dos dedos lo que hizo que empezara a moverse de tal modo que mi mano la masturbara fuertemente lo cual no pudo contener su segundo orgasmo el cual hizo que de nueva cuenta se retorciera sobre su escritorio. Para mí era un deleite verla así toda para mí. Mientras le duraba el orgasmo y con mi mano llena de sus jugos, tome mi pene y comencé a masturbarme deslizando mi mano con sus jugos sobre mi pene. Ella al verlo me dijo que me detuviera:
- Ahora mi amor culminaremos este momento. Quiero que me tomes toda, que me hagas tuya, que me ames completamente y que me des tu amor haciéndome completamente el amor.
- Busca en la bolsa pequeña de mi bulto y encontrarás un pequeño sobre.
Hice lo que me pidió y abriendo el pequeño paquete, sacó un condón el cual puso entre sus labio y con gran maestría me lo puso en mi pene tieso y duro simulando que me la estaba mamando. Se colocó de nuevo sobre el escritorio con las piernas abiertas y estiró su mano hacia mí llamándome y al acercarme me puso entre sus piernas, sujeto con su manos mi pene y lo colocó en la entrada de su sexo. Entonces me tomó de la cadera e hizo que entrara en ella lenta y suavemente. Yo estaba sin todavía creer que este portento de mujer con la cual había fantaseado tantas veces en la soledad de mi cuarto, ahora la tenía frente a mí, desnuda en toda su plenitud y haciéndole el amor:
- Si mi niño, hazme el amor, tómame completamente y hazme la mujer más deseada de este momento. Quiero sentirte completamente dentro de mí. Quiero que ésta tu primera vez sea lo más delicioso para ti como lo está siendo para mí.
- Maestra, usted ha sido siempre mi fantasía y ahora tenerla y hacerle el amor es lo más maravilloso que me ha pasado. Creo que estoy enamorado de usted maestra.
Ella llevaba el ritmo pues me tomaba de las caderas y me movía hacia delante y hacia atrás provocando que mi pene entrara y saliera con suavidad. En ese momento la hice recostarse completamente en el escritorio y levantándole las piernas por encima de mis hombros empecé un mete-saca más rítmico y con mayor fuerza de tal modo que ahora mi pene entraba tan profundamente en ella haciéndole soltar gemidos de placer.
- Dame mas fuerte mi niño, atraviésame, tómame toda y poséeme como desees.
Aceleré el ritmo con más intensidad y en el momento indicado pude ver como comenzó a sacudirse incontrolablemente y me tomaba de las caderas para hacer que mi pene tocará lo más profundo de su vagina. Ella movía con fuerza las caderas frotando intensamente su clítoris, su sexo y toda ella contra mí de tal modo que no tarde en tener una vez más otro intenso orgasmo lo cual me hizo dejar escapar un gemido un poco más fuerte. Y mientras los dos nos abrazábamos, nos sacudíamos fuertemente por ese delicioso orgasmo que acabábamos de tener. Tardamos un poco abrazados pues yo no quería soltarla y ella no deseaba que me saliera de ella. Entonces me susurró al oído:
- Mi niño, me has hecho muy feliz este día. Sé que ha sido tu primera vez y me alegra ser yo la que te haya dado este momento. Guarda esto en ti como lo más bello que pueda pasarte y espero que ahora hayas aprendido cómo debe tratarse delicadamente a una mujer.
- Maestra, usted siempre será mi amor y creo que la amaré toda mi vida.
Nos vestimos en silencio, ella tomó sus cosas, yo las mías y me llevó hasta mi casa. Nos despedimos en su auto con un tierno beso y se alejó.
La semana transcurrió con normalidad. Las clases, las tareas, los amigos en la prepa. Pero ya no volvimos a ver a la maestra. Supimos luego que ella tuvo que mudarse de ciudad una vez más por motivos personales. Nunca la he vuelto a ver pero siempre llevaré en mi corazón como un gran tesoro el momento tan hermoso que logré tener con mi maestra de biología.