tiburonxx
Bovino de la familia
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Roberta Garza
Milenio Diario
http://impreso.milenio.com/node/8648896
Hace 40 años algunos tomaban las armas al grito de los pobres y los oprimidos y otros por la defensa de la civilización occidental y las libertades individuales. Qué más da: en realidad las juventudes en éxtasis embarraban sus entrañas en el fango africano, asiático o latinoamericano en aras de los intereses hegemónicos de una u otra superpotencia, y no por demasiado más. Prueba de eso es que muy poco cambió el mundo gracias a esas décadas de sangre derramada: estamos tan lejos como antes de conseguir la utopía social que sueña nuestra filosofía pero que nuestra naturaleza nos negará siempre.
Desvarío. El asunto es que hoy los nebulosos contrapuntos ideológicos de ayer son regenteados ya no exclusivamente por el imperio ruso o estadunidense, sino por sus pequeños émulos trasnochados —Venezuela, Corea del Norte, Cuba, la cadena Fox y Oliver Stone, por ejemplo— y por empresas transnacionales como el narcotráfico, el negocio de las armas y el petróleo. Pero lo que asombra no es el cambio de los usufructuarios de la vieja retórica incendiaria, sino la naturaleza dispersa y a veces levemente ridícula de su añadido posmoderno y anárquico: el ecoterrorismo.
No bromeo cuando digo que los animales me merecen más respeto que la mayoría de los humanos, que suelo preferir la compañía de los primeros, que mi mascota es el rey del hogar y que rechino los dientes cada que veo alguno sufrir. Pero cuando escucho que en nombre del derecho animal ha sido incendiada una carnicería o que combatientes veganos montaron un operativo para liberar a un puñado de gallinas no sé qué pensar: aunque sin duda somos los más inconscientes y gandallas, no somos la única especie carnívora en el planeta. De seguir la misma lógica, también en la lista negra debían estar, entre otros, los perros y los gatos, que sólo comen croquetas en el estado sumiso, clasemediero y doméstico paradójicamente vilificado por sus defensores, pero que han sido dotados por la Madre Naturaleza de magníficas tendencias depredadoras, y más: cualquiera que haya visto a un gato jugar con un ratón moribundo sabe que las criaturitas del señor no matan sólo para comer y sin malicia todavía.
Quizá, al final, las cosas no hayan cambiado tanto: el maniqueísmo ciego, la ausencia total de investigación y de crítica, la violencia como opción glorificada y la falta de sentido de pertenencia y de relevancia social de quienes se arrojan a la arena del combate vengador son las mismas ayer y hoy. Pero, carajo: ¿vegetarianos del mundo, uníos?
:eolo:
Milenio Diario
http://impreso.milenio.com/node/8648896
Hace 40 años algunos tomaban las armas al grito de los pobres y los oprimidos y otros por la defensa de la civilización occidental y las libertades individuales. Qué más da: en realidad las juventudes en éxtasis embarraban sus entrañas en el fango africano, asiático o latinoamericano en aras de los intereses hegemónicos de una u otra superpotencia, y no por demasiado más. Prueba de eso es que muy poco cambió el mundo gracias a esas décadas de sangre derramada: estamos tan lejos como antes de conseguir la utopía social que sueña nuestra filosofía pero que nuestra naturaleza nos negará siempre.
Desvarío. El asunto es que hoy los nebulosos contrapuntos ideológicos de ayer son regenteados ya no exclusivamente por el imperio ruso o estadunidense, sino por sus pequeños émulos trasnochados —Venezuela, Corea del Norte, Cuba, la cadena Fox y Oliver Stone, por ejemplo— y por empresas transnacionales como el narcotráfico, el negocio de las armas y el petróleo. Pero lo que asombra no es el cambio de los usufructuarios de la vieja retórica incendiaria, sino la naturaleza dispersa y a veces levemente ridícula de su añadido posmoderno y anárquico: el ecoterrorismo.
No bromeo cuando digo que los animales me merecen más respeto que la mayoría de los humanos, que suelo preferir la compañía de los primeros, que mi mascota es el rey del hogar y que rechino los dientes cada que veo alguno sufrir. Pero cuando escucho que en nombre del derecho animal ha sido incendiada una carnicería o que combatientes veganos montaron un operativo para liberar a un puñado de gallinas no sé qué pensar: aunque sin duda somos los más inconscientes y gandallas, no somos la única especie carnívora en el planeta. De seguir la misma lógica, también en la lista negra debían estar, entre otros, los perros y los gatos, que sólo comen croquetas en el estado sumiso, clasemediero y doméstico paradójicamente vilificado por sus defensores, pero que han sido dotados por la Madre Naturaleza de magníficas tendencias depredadoras, y más: cualquiera que haya visto a un gato jugar con un ratón moribundo sabe que las criaturitas del señor no matan sólo para comer y sin malicia todavía.
Quizá, al final, las cosas no hayan cambiado tanto: el maniqueísmo ciego, la ausencia total de investigación y de crítica, la violencia como opción glorificada y la falta de sentido de pertenencia y de relevancia social de quienes se arrojan a la arena del combate vengador son las mismas ayer y hoy. Pero, carajo: ¿vegetarianos del mundo, uníos?
:eolo: