- Tema Autor
- #1
Nunca he sido una chica decente, eso lo tengo que admitir, pero creo que el que me llamen “fácil” no es sólo culpa mía. La primera persona que tiene culpa en mi forma de ser es mi esposo y todo debido a sus perversiones; pero la culpa también es mía por haber aceptado sus caprichos y locuras.
Nunca he sido la chica más linda pero no soy fea, tal vez normal dirían algunos; simple y normal, si no me conoces no pensarías nada malo de mí, pero una vez que ya hemos entrado en confianza, entrego todo a la primera.
Cuando conocí a Sergio era una alumna aplicada y él, el típico vago de la prepa. En una de esas raras ocasiones en que acudí a una fiesta lo conocí. Es guapo, simpático y buen conversador. Yo, la tonta e ingenua estudiante que soñaba con tener un novio.
Estuvimos charlando durante la fiesta, bailando, riendo (bueno la que se reía más era yo debido a la bebida porque no soy buena con el alcohol) hasta que llegó la hora de retirarme a casa. El haber tomado bastante bebida alcohólica me había puesto alegre y desinhibida.
Sergio se ofreció para acompañarme a casa y no dude en aceptar su compañía. Mientras caminábamos trataba de mantener el equilibrio debido a mi estado poco lúcido, y era más que evidente que ya estaba ebria. No recuerdo en que momento me tomó de los hombros con su brazo y me acercó a su cuerpo; olía muy bien y su calor me transmitía seguridad y alegría. Lo que no pude o no quise evitar, fue que me besara en la calle; una calle desierta a las dos de la mañana.
Sin dejar de besarme me llevó hasta un portal que estaba abierto y nos colamos como escolares al interior del edificio. No se escuchaba ninguna voz y el silencio fue nuestro cómplice. Sus manos volaron por todo mi cuerpo, acariciándome y sobándome por encima de la ropa.
No fue difícil que sus manos llegaran a mis vaqueros y desabrochara el botón delantero, y sin bajarlos, introdujo sus manos por dentro para acariciar mis nalgas mientras sentía su erección en mi pubis.
Sus dedos llegaron hasta mi concha y los introdujo lentamente, y sin dejarme de besar me comenzó a masturbar lentamente. No protesté cuando sus manos bajaron mis vaqueros hasta la cintura, ni tampoco cuando mi tanga bajó más allá de mis rodillas, pues la sensación de sus dedos hurgando dentro de mí me estaban haciendo gemir de placer.
Subió mi sudadera y dejo al descubierto mis pechos para tocarlos a placer, mientras llevaba mi mano hasta su miembro erecto, que ya estaba afuera, mientras hacía que lo pajeara lentamente. Me hizo hincarme para que pusiera su pene en mis labios y comenzara a chuparlo, y lo hice como si ese falo fuera el último en el mundo, rápido y fuerte, haciéndolo entrar y salir lo más aprisa que podía, porque aún y con mi borrachera esta consiente de que en cualquier momento podíamos ser descubiertos.
No necesito decir que terminó corriéndose en mi boca y que su semen me llenó la cara y parte de mi ropa. Fue una sensación maravillosa el que me acariciara el cabello mientras terminaba de limpiar su pene con mi boca. No era la primera vez que lo hacía, lo confieso, pero sí la primera vez que lo disfrutaba al máximo.
Al despedirnos, me volvió a besar y me dijo que me llamaría al otro día. Claro que me llamó, y nuestras salidas a partir de ese momento fueron diarias, buscando la ocasión para disfrutar de nuestros cuerpos en donde fuera. Todo hubiera sido genial sino hubiera sido por su temperamento y sus locuras.
Alguna ocasión coincidimos en una salida con sus amigos, y terminamos en casa de uno de ellos echándonos unos tragos, que aunque no me gustaba la idea, termine aceptando porque Sergio me insistió demasiado.
No era la típica reunión en donde todos beben y fuman lo que sea, sino que todo era música, baile, alcohol, risas y me la estaba pasando bien; pero todo cambió cuando una de las chicas que estaba cerca de nosotros comenzó un strep, y todos los chicos y chicas le aplaudían para que se apurara y se quitara la ropa lo más pronto posible. A esa le siguieron otras seis, que desnudas bailaban al ritmo de la música estridente.
Sergio me tomó de la mano y me lanzó hacia donde estaban las chicas desnudas y me dijo al oído: -no me falles princesa, tú también puedes hacerlo y mejor-
Y tragándome la pena inicie un torpe baile mientras poco a poco iba dejando caer mis prendas al suelo, y me detuve cuando ya estaba en ropa interior, y me encontré con la mirada de Sergio que me indicaba que todo era todo. Aunque me sentía morir de la pena, terminé desnuda junto con las otras chicas en la improvisada pista de baile, y aunque trataba de mantenerme calmada, sentía que de un momento a otro me iba a desmayar de la vergüenza.
De improviso alguien grito: - ¡sobre ellas que viene lo mejor!- y los chicos se abalanzaron sobre nosotras, y en un instante ya tenía manos sobre todo mi cuerpo, igual que las otras chicas. Por instinto traté de cubrir mi concha y mis senos, pero con tantas manos sobre mí cuerpo era difícil evitar el manoseo.
Al grito de –¡fuera todos!- los chicos se alejaron aprisa, y todas las chicas se carcajeaban del manoseo que habíamos sufrido, menos yo, que ya tenía unas lágrimas a punto de salírseme. Como pude tome mi ropa y presurosa me comencé a vestir. Sergio llego a mi lado y tiernamente me beso y solo alcanzó a exclamar -¡que valiente es mi princesa!- mientras reía como estúpido; a leguas se veía que ya estaba drogado.
Es claro que ese día me enfurecí y me marche a mi casa sola. No pude dejar de llorar gran parte de la noche, y sentía que por mi culpa había pasado eso. Sergio me buscó al otro día y para él, no había pasado nada, era una simple travesura de estudiantes como dijo.
La siguiente semana que me llevó a otra de “sus reuniones”, estaba decidida a que no pasará nada de eso. Lo que no contaba era que Sergio ya tenía planes para esa noche. Durante un rato se desapareció de mi vista, aprovechando que fui al baño. Regresé y no lo encontré por ningún lado hasta que me topé con unas chicas de su grupo; estaban fumando un porro y se lo iban pasando, y para no quedarme con sus “amigos”, preferí quedarme con ellas.
No sé por qué lo hice, pero cuando el porro llegó a mis manos, inhale profundamente y una sensación de paz me invadió segundos después; lo seguimos pasando de mano en mano hasta que alguna de ellas sacó otro y volvió a circular por todas nosotras.
La sensación de tranquilidad iba seguida de alegría, y hasta cierto punto era como una embriaguez que te hace sentir que vuelas, que todo es irreal. En algún momento me levanté para ir al baño, porque me entraron unas nauseas terribles, tal vez el alcohol y el porro estaban haciendo estragos en mi cuerpo.
Vomité en el baño y aun así, la sensación de estupor no se desvaneció del todo, se aminoro pero no tanto como para estar lúcida. Me recargue en una pared para no caerme y fue cuando esas manos detuvieron mi inminente caída al suelo. Me deje llevar sin saber quién era. Mi lamentable estado fue el que impidió que tuviera noción de lo que pasaba.
Como si fuera un sueño, esas manos me subieron la falda, mostrando mi trasero cubierto solo por mi ropa interior. Varias manos se apoderaron de mis nalgas y las apretaban y sobaban de manera descarada. En segundos mis ropas volaron de su sitio y quede desnuda, boca abajo sobre una mesa.
Mis piernas las separaron y alguien se colocó a mis espaldas y de un empujón me penetró toscamente. En mis pechos sentía lo frío de la mesa, mientras me follaba ese desconocido, que sin compasión me taladraba. Traté de girar la cabeza para ver quién era mi abusador pero otras manos me detuvieron y no alcancé a levantar la cabeza.
No puedo decir cuánto tiempo duró, pero sentí su semen correr por dentro de mí. Otro ocupó su lugar y aunque me odio por admitirlo, comencé a disfrutar cuando me la metió hasta el fondo. Sus manos me apretaban las nalgas y no paraba de decirme –puta- y por instinto paré más el culo. Uno de sus dedos intentaba colarse por mi ano, mientras me follaba.
No sentí mucho dolor, pero la excitación estaba creciendo. Me volvieron a llenar de semen la concha y ya no tuve que esperar a ver quién tomaba su turno, pues de mi boca salieron estas palabras: -¡el que sigue!- y ya no pararon de pasar por mí varios chicos.
Me colocaron como quisieron, como les vino en gana me cogieron, me pusieron en cuatro, con las piernas separadas, volteada, de pie, de rodillas mamando, pajeándose con mis senos, jugando con sus dedos en mi culo, eyaculándome en la boca, en la cara, en las tetas, en la concha.
No puedo recordar cuantos fueron y quienes, pero termine en esa habitación desnuda y con semen por todos lados. Unas de las chicas que habían compartido el porro conmigo fueron quienes me ayudaron a vestirme mientras decían entre risas –mira nada más a la santurrona, se dejó follar por todos y no compartió nada-.
Cuando Sergio por fin se apareció traía el cierre abajo y venía acompañado de una chica de otro grado, y en ese momento supe que no le importó lo que había pasado conmigo, solo buscó a quien más follarse.
No hablé con él de lo que había hecho ni se quiso dar por enterado. Pero a la semana recibí un mensaje a mi móvil que decía –hoy a las siete en la casa abandonada, sino Sergio se entera de eso- y venía adjunto un video en donde me estaban follando y yo decía casi a gritos –métemela porque soy tu puta-. La verdad es que no recordaba esa parte pero no había duda que era yo, y tuve que inventar una excusa para que Sergio se fuera temprano después de haberme dejado en casa.
fin PARTE 1
Nunca he sido la chica más linda pero no soy fea, tal vez normal dirían algunos; simple y normal, si no me conoces no pensarías nada malo de mí, pero una vez que ya hemos entrado en confianza, entrego todo a la primera.
Cuando conocí a Sergio era una alumna aplicada y él, el típico vago de la prepa. En una de esas raras ocasiones en que acudí a una fiesta lo conocí. Es guapo, simpático y buen conversador. Yo, la tonta e ingenua estudiante que soñaba con tener un novio.
Estuvimos charlando durante la fiesta, bailando, riendo (bueno la que se reía más era yo debido a la bebida porque no soy buena con el alcohol) hasta que llegó la hora de retirarme a casa. El haber tomado bastante bebida alcohólica me había puesto alegre y desinhibida.
Sergio se ofreció para acompañarme a casa y no dude en aceptar su compañía. Mientras caminábamos trataba de mantener el equilibrio debido a mi estado poco lúcido, y era más que evidente que ya estaba ebria. No recuerdo en que momento me tomó de los hombros con su brazo y me acercó a su cuerpo; olía muy bien y su calor me transmitía seguridad y alegría. Lo que no pude o no quise evitar, fue que me besara en la calle; una calle desierta a las dos de la mañana.
Sin dejar de besarme me llevó hasta un portal que estaba abierto y nos colamos como escolares al interior del edificio. No se escuchaba ninguna voz y el silencio fue nuestro cómplice. Sus manos volaron por todo mi cuerpo, acariciándome y sobándome por encima de la ropa.
No fue difícil que sus manos llegaran a mis vaqueros y desabrochara el botón delantero, y sin bajarlos, introdujo sus manos por dentro para acariciar mis nalgas mientras sentía su erección en mi pubis.
Sus dedos llegaron hasta mi concha y los introdujo lentamente, y sin dejarme de besar me comenzó a masturbar lentamente. No protesté cuando sus manos bajaron mis vaqueros hasta la cintura, ni tampoco cuando mi tanga bajó más allá de mis rodillas, pues la sensación de sus dedos hurgando dentro de mí me estaban haciendo gemir de placer.
Subió mi sudadera y dejo al descubierto mis pechos para tocarlos a placer, mientras llevaba mi mano hasta su miembro erecto, que ya estaba afuera, mientras hacía que lo pajeara lentamente. Me hizo hincarme para que pusiera su pene en mis labios y comenzara a chuparlo, y lo hice como si ese falo fuera el último en el mundo, rápido y fuerte, haciéndolo entrar y salir lo más aprisa que podía, porque aún y con mi borrachera esta consiente de que en cualquier momento podíamos ser descubiertos.
No necesito decir que terminó corriéndose en mi boca y que su semen me llenó la cara y parte de mi ropa. Fue una sensación maravillosa el que me acariciara el cabello mientras terminaba de limpiar su pene con mi boca. No era la primera vez que lo hacía, lo confieso, pero sí la primera vez que lo disfrutaba al máximo.
Al despedirnos, me volvió a besar y me dijo que me llamaría al otro día. Claro que me llamó, y nuestras salidas a partir de ese momento fueron diarias, buscando la ocasión para disfrutar de nuestros cuerpos en donde fuera. Todo hubiera sido genial sino hubiera sido por su temperamento y sus locuras.
Alguna ocasión coincidimos en una salida con sus amigos, y terminamos en casa de uno de ellos echándonos unos tragos, que aunque no me gustaba la idea, termine aceptando porque Sergio me insistió demasiado.
No era la típica reunión en donde todos beben y fuman lo que sea, sino que todo era música, baile, alcohol, risas y me la estaba pasando bien; pero todo cambió cuando una de las chicas que estaba cerca de nosotros comenzó un strep, y todos los chicos y chicas le aplaudían para que se apurara y se quitara la ropa lo más pronto posible. A esa le siguieron otras seis, que desnudas bailaban al ritmo de la música estridente.
Sergio me tomó de la mano y me lanzó hacia donde estaban las chicas desnudas y me dijo al oído: -no me falles princesa, tú también puedes hacerlo y mejor-
Y tragándome la pena inicie un torpe baile mientras poco a poco iba dejando caer mis prendas al suelo, y me detuve cuando ya estaba en ropa interior, y me encontré con la mirada de Sergio que me indicaba que todo era todo. Aunque me sentía morir de la pena, terminé desnuda junto con las otras chicas en la improvisada pista de baile, y aunque trataba de mantenerme calmada, sentía que de un momento a otro me iba a desmayar de la vergüenza.
De improviso alguien grito: - ¡sobre ellas que viene lo mejor!- y los chicos se abalanzaron sobre nosotras, y en un instante ya tenía manos sobre todo mi cuerpo, igual que las otras chicas. Por instinto traté de cubrir mi concha y mis senos, pero con tantas manos sobre mí cuerpo era difícil evitar el manoseo.
Al grito de –¡fuera todos!- los chicos se alejaron aprisa, y todas las chicas se carcajeaban del manoseo que habíamos sufrido, menos yo, que ya tenía unas lágrimas a punto de salírseme. Como pude tome mi ropa y presurosa me comencé a vestir. Sergio llego a mi lado y tiernamente me beso y solo alcanzó a exclamar -¡que valiente es mi princesa!- mientras reía como estúpido; a leguas se veía que ya estaba drogado.
Es claro que ese día me enfurecí y me marche a mi casa sola. No pude dejar de llorar gran parte de la noche, y sentía que por mi culpa había pasado eso. Sergio me buscó al otro día y para él, no había pasado nada, era una simple travesura de estudiantes como dijo.
La siguiente semana que me llevó a otra de “sus reuniones”, estaba decidida a que no pasará nada de eso. Lo que no contaba era que Sergio ya tenía planes para esa noche. Durante un rato se desapareció de mi vista, aprovechando que fui al baño. Regresé y no lo encontré por ningún lado hasta que me topé con unas chicas de su grupo; estaban fumando un porro y se lo iban pasando, y para no quedarme con sus “amigos”, preferí quedarme con ellas.
No sé por qué lo hice, pero cuando el porro llegó a mis manos, inhale profundamente y una sensación de paz me invadió segundos después; lo seguimos pasando de mano en mano hasta que alguna de ellas sacó otro y volvió a circular por todas nosotras.
La sensación de tranquilidad iba seguida de alegría, y hasta cierto punto era como una embriaguez que te hace sentir que vuelas, que todo es irreal. En algún momento me levanté para ir al baño, porque me entraron unas nauseas terribles, tal vez el alcohol y el porro estaban haciendo estragos en mi cuerpo.
Vomité en el baño y aun así, la sensación de estupor no se desvaneció del todo, se aminoro pero no tanto como para estar lúcida. Me recargue en una pared para no caerme y fue cuando esas manos detuvieron mi inminente caída al suelo. Me deje llevar sin saber quién era. Mi lamentable estado fue el que impidió que tuviera noción de lo que pasaba.
Como si fuera un sueño, esas manos me subieron la falda, mostrando mi trasero cubierto solo por mi ropa interior. Varias manos se apoderaron de mis nalgas y las apretaban y sobaban de manera descarada. En segundos mis ropas volaron de su sitio y quede desnuda, boca abajo sobre una mesa.
Mis piernas las separaron y alguien se colocó a mis espaldas y de un empujón me penetró toscamente. En mis pechos sentía lo frío de la mesa, mientras me follaba ese desconocido, que sin compasión me taladraba. Traté de girar la cabeza para ver quién era mi abusador pero otras manos me detuvieron y no alcancé a levantar la cabeza.
No puedo decir cuánto tiempo duró, pero sentí su semen correr por dentro de mí. Otro ocupó su lugar y aunque me odio por admitirlo, comencé a disfrutar cuando me la metió hasta el fondo. Sus manos me apretaban las nalgas y no paraba de decirme –puta- y por instinto paré más el culo. Uno de sus dedos intentaba colarse por mi ano, mientras me follaba.
No sentí mucho dolor, pero la excitación estaba creciendo. Me volvieron a llenar de semen la concha y ya no tuve que esperar a ver quién tomaba su turno, pues de mi boca salieron estas palabras: -¡el que sigue!- y ya no pararon de pasar por mí varios chicos.
Me colocaron como quisieron, como les vino en gana me cogieron, me pusieron en cuatro, con las piernas separadas, volteada, de pie, de rodillas mamando, pajeándose con mis senos, jugando con sus dedos en mi culo, eyaculándome en la boca, en la cara, en las tetas, en la concha.
No puedo recordar cuantos fueron y quienes, pero termine en esa habitación desnuda y con semen por todos lados. Unas de las chicas que habían compartido el porro conmigo fueron quienes me ayudaron a vestirme mientras decían entre risas –mira nada más a la santurrona, se dejó follar por todos y no compartió nada-.
Cuando Sergio por fin se apareció traía el cierre abajo y venía acompañado de una chica de otro grado, y en ese momento supe que no le importó lo que había pasado conmigo, solo buscó a quien más follarse.
No hablé con él de lo que había hecho ni se quiso dar por enterado. Pero a la semana recibí un mensaje a mi móvil que decía –hoy a las siete en la casa abandonada, sino Sergio se entera de eso- y venía adjunto un video en donde me estaban follando y yo decía casi a gritos –métemela porque soy tu puta-. La verdad es que no recordaba esa parte pero no había duda que era yo, y tuve que inventar una excusa para que Sergio se fuera temprano después de haberme dejado en casa.
fin PARTE 1