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- #1
Conforme pasaron las semanas mi relación con Sergio no tenía cambio alguno, se la pasaba de fiesta en fiesta y conmigo en la mayor parte de las veces lo acompañaba; yo en cambio, pasaba de mano en mano y de polla en polla.
Sus “amigos” no perdían oportunidad para estarme metiendo mano en el menor descuido de Sergio, y cuanto más abusaban de mí, más convencida estaba de que disfrutaba de los abusos de los que era objeto.
Empecé a sentir placer siendo humillada y vejada por esos chicos; por las noches terminaba fatigada de tanto masturbarme, recordando todas las cosas que me hacías esos puercos. Metía en mi concha todo lo que podía y tenía a mi alcance, pero no era igual darme placer yo sola que recibirlo de alguien más.
A la prepa empezó a faltar Sergio con mucha frecuencia, por lo que estaba francamente disponible para el abuso. En cuanto me encontraba sola llegaban a abordarme uno o dos de ese grupo de chicos. El “juego” que inventaron fue que en una hora libre acudiera al cubículo de orientación vocacional, que siempre estaba vacío por la ausencia de un orientador. Resultó fácil para ellos abrirlo y tenerlo a su disposición.
Yo llegaba con la cabeza baja y con pasos tímidos, pero eso era una mentira, porque por dentro me encontraba ansiosa de que me usaran, de que me humillaran, de que me follaran hasta el cansancio, de hacer cosas sucias y que abusaran de cada parte de mi cuerpo.
En cuanto entraba me ponía de rodillas, sin levantar la cara hasta que una polla se ponía frente a mí; erecta y lista para entrar en mi boca. Las primeras veces fue sencillo y antes de perderle gusto a mamar pollas, se me ocurrió hacerme dos coletas en el cabello, una a cada lado. Y para suerte empezaron a usarlas; tiraban de mis coletas cuando les comenzaba a mamar sus pollas.
Sus movimientos eran bruscos y violentos, tiraban de mis coletas con fuerza, para obligarme a introducir lo más posible sus pollas en mi boca. Chupaba y chupaba al ritmo que ellos quisieran y mientras más me ultrajaban, más disfrutaba mi cuerpo y mi mente.
Alguno de ellos tuvo la idea de sacarme una foto mientras hacía la felación, mirándolo a los ojos y con su tronco dentro de mi boca. Después todos ya tenían una foto mía en esa posición y en su móvil me tenían como contacto con esa foto. Me hacían llamarles para que pudieran observar mi foto al identificar mi llamada en sus móviles.
No perdían la oportunidad de correrse dentro de mi boca o en mi cara. Algunas fotos me tomaron con semen escurriendo de mi barbilla o dentro de la boca, y no perdía la ocasión para beberme su semen.
Mi forma de vestir ayudaba para sus abusos, ya que usaba comúnmente pantalones de malla y sudaderas o sweters holgados. Así cuando introducían sus manos bajo mi ropa, podía palpar discretamente mis senos.
Mis visitas a la casa abandonada no faltaron, y cada vez que iba me follaban por todos lados. Mientras dijera las palabras mágicas “ya no más por favor”, más me follaban, más pollas para mamar, más enculadas en la concha y en el culo.
Los hombres son tan predecibles, que si les dices ¡por ahí no!, más se empeñan en hacértelo así.
Por ahora debo parar, más adelante te seguiré contando más sucesos en mi vida.
Sus “amigos” no perdían oportunidad para estarme metiendo mano en el menor descuido de Sergio, y cuanto más abusaban de mí, más convencida estaba de que disfrutaba de los abusos de los que era objeto.
Empecé a sentir placer siendo humillada y vejada por esos chicos; por las noches terminaba fatigada de tanto masturbarme, recordando todas las cosas que me hacías esos puercos. Metía en mi concha todo lo que podía y tenía a mi alcance, pero no era igual darme placer yo sola que recibirlo de alguien más.
A la prepa empezó a faltar Sergio con mucha frecuencia, por lo que estaba francamente disponible para el abuso. En cuanto me encontraba sola llegaban a abordarme uno o dos de ese grupo de chicos. El “juego” que inventaron fue que en una hora libre acudiera al cubículo de orientación vocacional, que siempre estaba vacío por la ausencia de un orientador. Resultó fácil para ellos abrirlo y tenerlo a su disposición.
Yo llegaba con la cabeza baja y con pasos tímidos, pero eso era una mentira, porque por dentro me encontraba ansiosa de que me usaran, de que me humillaran, de que me follaran hasta el cansancio, de hacer cosas sucias y que abusaran de cada parte de mi cuerpo.
En cuanto entraba me ponía de rodillas, sin levantar la cara hasta que una polla se ponía frente a mí; erecta y lista para entrar en mi boca. Las primeras veces fue sencillo y antes de perderle gusto a mamar pollas, se me ocurrió hacerme dos coletas en el cabello, una a cada lado. Y para suerte empezaron a usarlas; tiraban de mis coletas cuando les comenzaba a mamar sus pollas.
Sus movimientos eran bruscos y violentos, tiraban de mis coletas con fuerza, para obligarme a introducir lo más posible sus pollas en mi boca. Chupaba y chupaba al ritmo que ellos quisieran y mientras más me ultrajaban, más disfrutaba mi cuerpo y mi mente.
Alguno de ellos tuvo la idea de sacarme una foto mientras hacía la felación, mirándolo a los ojos y con su tronco dentro de mi boca. Después todos ya tenían una foto mía en esa posición y en su móvil me tenían como contacto con esa foto. Me hacían llamarles para que pudieran observar mi foto al identificar mi llamada en sus móviles.
No perdían la oportunidad de correrse dentro de mi boca o en mi cara. Algunas fotos me tomaron con semen escurriendo de mi barbilla o dentro de la boca, y no perdía la ocasión para beberme su semen.
Mi forma de vestir ayudaba para sus abusos, ya que usaba comúnmente pantalones de malla y sudaderas o sweters holgados. Así cuando introducían sus manos bajo mi ropa, podía palpar discretamente mis senos.
Mis visitas a la casa abandonada no faltaron, y cada vez que iba me follaban por todos lados. Mientras dijera las palabras mágicas “ya no más por favor”, más me follaban, más pollas para mamar, más enculadas en la concha y en el culo.
Los hombres son tan predecibles, que si les dices ¡por ahí no!, más se empeñan en hacértelo así.
Por ahora debo parar, más adelante te seguiré contando más sucesos en mi vida.