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Becerro
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- 1 Abr 2013
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Había caído la noche, si bien el calor no era abrasador como lo había sido durante todo el día, aun se hacía sentir. Era muy agradable sentir el aire en mi cara mientras manejaba mi moto, por un camino periférico de mi ciudad. El haz de luz de la moto, era todo lo que podía ver, aún, cuando el camino tenía poco más de un kilómetro, la zona era desierta y me despertaba cierta inquietud.
Todavía no podía comprender porque había ido. Qué extraña razón me obligaba a salir de casa en secreto y dirigirme a una zona casi desierta, en la tarde noche. La propuesta no podía ser peor, ¿la razón? ese rubor abrazador que me inquietaba y aceleraba mi respiración hasta producirme palpitaciones en mis zonas erógenas.
- ¡Animate! ¡Dale! Es un ratito y no nos verá nadie, habían sido las palabras de Jorge al teléfono, obligándome a bajar la voz y disimular mientras me ruborizaba, a la vez, tenía la sensación que mi marido oía lo que decía.
No recuerdo cual fue el pretexto para salir a esa hora, mi marido se ofreció a llevarme.
- Voy en la moto y aprovecho pasar por la tienda, le dije, - hay que comprar unas verduras. Vuelvo enseguida.
El lugar quedaba en el otro extremo del pueblo, en la zona del río, casi a la mitad del camino periférico, enfrente de un lugar de juegos para niños. A esa hora no habría nadie porque la zona no está iluminada.
A medida que me acercaba fui disminuyendo la velocidad, cuando alcancé ver una portera abierta, enfrente al parque, hacía las veces de estacionamiento. Solo la entrada estaba descubierta, a los lados la vegetación y lo poco mantenida del área, hacían que no se apreciara su interior, eso de día. A la hora que fui, resultaba, por lo menos, lúgubre.
Paré la moto al medio de la entrada y no podía ver el interior, solo la zona donde el foco de la moto alumbraba, nuevamente pensé,- ¡¿Que hago aquí?!
Fue cuando observé que una persona salía de las sombras…era él. Se paró delante, la rueda delantera de la moto entre sus piernas, apoyaba las manos en los manubrios, a cada lado del foco. - ¡Apagá la moto! Dijo, imperativamente.
Al apagarla, además del ruido, se extinguió la luz. Tardé unos momentos en apreciar el silencio, mientras mis ojos empezaban a acostumbrase a la falta de luz, entonces noté que no estaba tan obscuro, la luna emitía una luz muy nítida, que incluso, permitía dar sombra a los árboles.
Me ayudó a mover la moto hacia un costado, desde donde quien pasara por el camino, no podría verla. Me tomó con la mano la cara y comenzó un beso con mucha presión sobre mi boca, con su lengua buscaba la mía, mi lengua fue al encuentro, la tomo suavemente con los dientes mientras aumentaba la presión impidiendo que la retirara. Sus manos ya habían comenzado el erótico recorrido, una, la izquierda, se encontraba apretando mis nalgas, mientras la derecha forcejeaba con mi sostén para acariciar mis senos. Sentía mi cara afiebrada, lo que ocurría en todo el cuerpo, presionó hacia él, me hizo sentir el pene, duro como un palo, apoyarse en mi estómago. Eso me excitó aún más.
Estaba vestida con un jogging, remera de mangas cortas y zapatillas sin medias. Jorge estaba de shorts y una camisa de mangas cortas, totalmente desprendida, exhibiendo descaradamente el pecho velludo al descubierto y otro matorral de bello más pequeño, que se perdía en el short.
- Sacate la ropa, me dijo.
– ¿Aquí? Pregunté. Pensé que no nos íbamos a desvestir. Recién allí reparé que estaba su moto bajo un árbol, con un bolso colgando del manillar.
Fue hasta la moto, revolvió el bolso, y finalmente sacó una manta mora. Se separó de la moto y la extendió en un limpión donde el pasto parecía césped y quedaba iluminado por la luna. Se sacó la camisa, parado sobre la manta extendió un brazo hacia mí a la vez que me decía.
- Quiero que te desnudes toda. Miré los lados, evaluando la situación, y rápidamente (como si el desvestirme fuera más peligroso que quedar desnuda) me quite la ropa, incluso la interior, me dejé las zapatillas
-Que buena que estás…que hermosas tetas tenés. Dijo, a la vez que me abrazaba por debajo de los brazos y me levantaba en peso, haciéndome sentir todo su cuerpo en el abrazo. Me puso de espaldas en el suelo y comenzó a chuparme los senos.
Estaba completamente distendida y deseosa, no me importaba ya, si alguien pasaba por allí. Me besaba los senos en forma atropellada, mordía los pezones, los senos, uno y otro, sin ritmo, comenzó a estimular mi vagina con la mano derecha, en realidad ya estaba húmeda y palpitante. Se montó encima y puso su pene entre mis senos, los juntó en lo que resultaba un túnel donde un pistón se ocultaba, comenzó a moverse, sacó las manos para acomodarse, yo misma apretaba los senos para no perder estímulo, comencé a darle un masaje que provocaba que embistiera más fuerte de modo que la glande quedaba rozando mi boca, con la punta de la lengua escarbaba su único ojo, las embestidas se hicieron más profundas, ya el pene llegaba fácilmente a mi boca, lo alcanzaba con los labios y sorbía. Apretó más y al momento me dijo que se acababa, solo el oírlo provocó que comenzara a experimentar un orgasmo, necesitaba que alguien atendiera mi vagina. Se acabó en mi boca, la posición en que estaba no me permitía moverme y la cantidad de semen me ahogó, tragué todo lo que podía hasta que sentí que me salía por la nariz, desesperadamente trate de mover la cabeza hacia uno de los lados para respirar, el quitó presión y al hacerlo se acentuaron mis sensaciones, estaba en medio de un orgasmo apresurado pero delicioso, tragaba semen, y más semen se deslizaba por mi cara, sobre los ojos. Sentía mis sienes latir. Tome aire y gemí satisfecha. Hacía tiempo que no me tomaban así, desde la última vez que estuvimos juntos.
Permaneció arrodillado con los pies a mis lados, encima, mientras me veía. Su cara era de satisfacción y lujuria. Noté que miraba hacia donde estaba su moto, un montecito de árboles.
- ¿Cómo está mi hembra? ¿Quiere más? ¿Qué quiere? Preguntaba, a la vez masajeaba mis pechos.
Me hizo dar vuelta, me puse en cuatro patas, me gustó la idea, quería que me penetrara.
En casa, si demoraba más de una hora, sospecharían, habían pasado como veinte minutos desde que salí.
Comenzó a usar sus dedos, uno en la vagina y otro en la cola, después dos y dos, metiendo y sacando rítmicamente, esperaba su pene pero alcanzó para que me viniera otro orgasmo, al notarlo intensificó el mete y saca, cuando no pudo dar más velocidad, metió tres dedos en la vagina y al ver que entraban, intentó cuatro, por suerte saco los de la cola. Yo, apoyaba mi cabeza sobre los brazos, manteniendo estoicamente la posición, siguió insistiendo en meter su mano. Era doloroso, su mano es muy grande, pero me ponía a mil, tanto, que comencé a empujar hacia atrás con mi cola, como queriendo empalarme.
Continúa mas abajo.
Todavía no podía comprender porque había ido. Qué extraña razón me obligaba a salir de casa en secreto y dirigirme a una zona casi desierta, en la tarde noche. La propuesta no podía ser peor, ¿la razón? ese rubor abrazador que me inquietaba y aceleraba mi respiración hasta producirme palpitaciones en mis zonas erógenas.
- ¡Animate! ¡Dale! Es un ratito y no nos verá nadie, habían sido las palabras de Jorge al teléfono, obligándome a bajar la voz y disimular mientras me ruborizaba, a la vez, tenía la sensación que mi marido oía lo que decía.
No recuerdo cual fue el pretexto para salir a esa hora, mi marido se ofreció a llevarme.
- Voy en la moto y aprovecho pasar por la tienda, le dije, - hay que comprar unas verduras. Vuelvo enseguida.
El lugar quedaba en el otro extremo del pueblo, en la zona del río, casi a la mitad del camino periférico, enfrente de un lugar de juegos para niños. A esa hora no habría nadie porque la zona no está iluminada.
A medida que me acercaba fui disminuyendo la velocidad, cuando alcancé ver una portera abierta, enfrente al parque, hacía las veces de estacionamiento. Solo la entrada estaba descubierta, a los lados la vegetación y lo poco mantenida del área, hacían que no se apreciara su interior, eso de día. A la hora que fui, resultaba, por lo menos, lúgubre.
Paré la moto al medio de la entrada y no podía ver el interior, solo la zona donde el foco de la moto alumbraba, nuevamente pensé,- ¡¿Que hago aquí?!
Fue cuando observé que una persona salía de las sombras…era él. Se paró delante, la rueda delantera de la moto entre sus piernas, apoyaba las manos en los manubrios, a cada lado del foco. - ¡Apagá la moto! Dijo, imperativamente.
Al apagarla, además del ruido, se extinguió la luz. Tardé unos momentos en apreciar el silencio, mientras mis ojos empezaban a acostumbrase a la falta de luz, entonces noté que no estaba tan obscuro, la luna emitía una luz muy nítida, que incluso, permitía dar sombra a los árboles.
Me ayudó a mover la moto hacia un costado, desde donde quien pasara por el camino, no podría verla. Me tomó con la mano la cara y comenzó un beso con mucha presión sobre mi boca, con su lengua buscaba la mía, mi lengua fue al encuentro, la tomo suavemente con los dientes mientras aumentaba la presión impidiendo que la retirara. Sus manos ya habían comenzado el erótico recorrido, una, la izquierda, se encontraba apretando mis nalgas, mientras la derecha forcejeaba con mi sostén para acariciar mis senos. Sentía mi cara afiebrada, lo que ocurría en todo el cuerpo, presionó hacia él, me hizo sentir el pene, duro como un palo, apoyarse en mi estómago. Eso me excitó aún más.
Estaba vestida con un jogging, remera de mangas cortas y zapatillas sin medias. Jorge estaba de shorts y una camisa de mangas cortas, totalmente desprendida, exhibiendo descaradamente el pecho velludo al descubierto y otro matorral de bello más pequeño, que se perdía en el short.
- Sacate la ropa, me dijo.
– ¿Aquí? Pregunté. Pensé que no nos íbamos a desvestir. Recién allí reparé que estaba su moto bajo un árbol, con un bolso colgando del manillar.
Fue hasta la moto, revolvió el bolso, y finalmente sacó una manta mora. Se separó de la moto y la extendió en un limpión donde el pasto parecía césped y quedaba iluminado por la luna. Se sacó la camisa, parado sobre la manta extendió un brazo hacia mí a la vez que me decía.
- Quiero que te desnudes toda. Miré los lados, evaluando la situación, y rápidamente (como si el desvestirme fuera más peligroso que quedar desnuda) me quite la ropa, incluso la interior, me dejé las zapatillas
-Que buena que estás…que hermosas tetas tenés. Dijo, a la vez que me abrazaba por debajo de los brazos y me levantaba en peso, haciéndome sentir todo su cuerpo en el abrazo. Me puso de espaldas en el suelo y comenzó a chuparme los senos.
Estaba completamente distendida y deseosa, no me importaba ya, si alguien pasaba por allí. Me besaba los senos en forma atropellada, mordía los pezones, los senos, uno y otro, sin ritmo, comenzó a estimular mi vagina con la mano derecha, en realidad ya estaba húmeda y palpitante. Se montó encima y puso su pene entre mis senos, los juntó en lo que resultaba un túnel donde un pistón se ocultaba, comenzó a moverse, sacó las manos para acomodarse, yo misma apretaba los senos para no perder estímulo, comencé a darle un masaje que provocaba que embistiera más fuerte de modo que la glande quedaba rozando mi boca, con la punta de la lengua escarbaba su único ojo, las embestidas se hicieron más profundas, ya el pene llegaba fácilmente a mi boca, lo alcanzaba con los labios y sorbía. Apretó más y al momento me dijo que se acababa, solo el oírlo provocó que comenzara a experimentar un orgasmo, necesitaba que alguien atendiera mi vagina. Se acabó en mi boca, la posición en que estaba no me permitía moverme y la cantidad de semen me ahogó, tragué todo lo que podía hasta que sentí que me salía por la nariz, desesperadamente trate de mover la cabeza hacia uno de los lados para respirar, el quitó presión y al hacerlo se acentuaron mis sensaciones, estaba en medio de un orgasmo apresurado pero delicioso, tragaba semen, y más semen se deslizaba por mi cara, sobre los ojos. Sentía mis sienes latir. Tome aire y gemí satisfecha. Hacía tiempo que no me tomaban así, desde la última vez que estuvimos juntos.
Permaneció arrodillado con los pies a mis lados, encima, mientras me veía. Su cara era de satisfacción y lujuria. Noté que miraba hacia donde estaba su moto, un montecito de árboles.
- ¿Cómo está mi hembra? ¿Quiere más? ¿Qué quiere? Preguntaba, a la vez masajeaba mis pechos.
Me hizo dar vuelta, me puse en cuatro patas, me gustó la idea, quería que me penetrara.
En casa, si demoraba más de una hora, sospecharían, habían pasado como veinte minutos desde que salí.
Comenzó a usar sus dedos, uno en la vagina y otro en la cola, después dos y dos, metiendo y sacando rítmicamente, esperaba su pene pero alcanzó para que me viniera otro orgasmo, al notarlo intensificó el mete y saca, cuando no pudo dar más velocidad, metió tres dedos en la vagina y al ver que entraban, intentó cuatro, por suerte saco los de la cola. Yo, apoyaba mi cabeza sobre los brazos, manteniendo estoicamente la posición, siguió insistiendo en meter su mano. Era doloroso, su mano es muy grande, pero me ponía a mil, tanto, que comencé a empujar hacia atrás con mi cola, como queriendo empalarme.
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