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LAURA

SRDorvas

Becerro
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15 Jun 2015
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9
Laura paró el coche. No podía más. Su cuerpo le pedía revivir aquellas sensaciones que su mente le traía.
Cerró los ojos y se dejó llevar por sus pensamientos. El recuerdo de lo que había vivido con él, le hizo entreabrir los labios y exhalar un leve suspiro. Las manos se deslizaron por encima de la blusa y las piernas se apretaron comprimiendo el sexo. Abrió la blusa y acarició con la punta del índice, la piel que el sujetador no cubría. La otra mano, se deslizó entre sus piernas acariciando el sexo por encima de las bragas. El calor que desprendía y la tela totalmente mojada, le creó un cosquilleo en su interior que le llevó a morderse el labio inferior hasta hacerse daño.
Recordaba los besos, el calor de la piel desnuda apretada contra la suya, el aliento quemándole el cuello. Liberó sus pechos y pellizcó los pezones que respondieron a la caricia aumentando en dureza y tamaño a la vez que le proporcionaban un leve latigazo de placentero dolor.
Apartó las bragas. También el sexo le dolía de deseo. Rozó el clítoris y dejó escapar un quejido al notar aquella sensación ascendiendo, a través de ella, hasta su cerebro. El mundo comenzó a desaparecer pero ella siguió frotando el pequeño botón deshaciéndose en jadeos y suspiros cada vez más pronunciados. Notaba el sexo inundado por sus jugos que la caricia de su mano extendía por el pubis y las ingles. Sintió el ansia de saberse y retirando la mano se la llevó a la boca para saborear su néctar mientras con la otra pellizcaba fuertemente uno de sus pezones.
Pensaba en él. Lo sentía a su lado con el miembro apretándose a sus muslos.
Bajó de nuevo la mano e introdujo, ayudada por los jugos que lubricaban sus labios, dos dedos en su interior. Gimió cuando un estallido de color inundó su cerebro. Inició un furioso vaivén. Le faltaba el aire. Los labios se cerraban sobre los dedos pero, aún así, la dureza que ella recordaba prometía algo más. Introdujo otro dedo y apretó los muslos mientras, con el pulgar, acariciaba el clítoris circularmente y sus caderas acompañaban los movimientos en un loco frenesí de caricias, jadeos y gemidos que era incapaz de controlar.
Una ola de calor ascendió desde lo más profundo, lo más íntimo de ella, hasta su garganta y con una convulsión que arqueó todo su cuerpo, se dejó ir exhalando un seco gemido. El mundo se paró por un instante. Su cara arrebolada, los ojos cerrados, los labios abiertos en un grito callado y su pecho paralizado por un momento en que se olvidó de respirar sintiendo como los jugos del placer rezumaban de su gruta y la dejaban completamente mojada.
Relajó el cuerpo y con un suave y risueño gemido, cayó en un cálido sopor viendo como, poco a poco, la imagen de él se desvanecía de aquella nube que flotaba en su cerebro.
©Dorvas,2015
 
Amigo se ve interesante pero a mi parecer no es un relato parece un texto escrito de un libro
 
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