JoGaDe
Bovino adicto
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"Que no, abuela, que se dice cro-que-ta. Cro-que-ta. Cocreta no existe, ni tampoco concreta, al menos al referirse al popular manjar. Se lo repito despacio: cro-que-ta".
¿Quién no se ha visto en una igual? Mucho se ha dicho acerca de si la Real Academia Española, la popular RAE, iba a incluir o no dicha desviación lingüística, y el debate no es tontería, pues son muchas las palabras que pronunciamos mal.
Si ese uso incorrecto se extendiera lo suficiente pasaría, sin duda, a ser correcto, como ha ocurrido numerosas veces a lo largo de la historia de la lengua. Se dice con frecuencia que los españoles pronunciamos muy mal en inglés, y el comentario resulta irónico ya que lo que realmente pronunciamos mal es el español.
Sea por razones fonéticas, fonológicas o de dialectología, muchos vocablos se desvían del uso pertinente y se pronuncian con otras variantes que, si bien normalmente son reflejo de un estrato cultural más bajo, podrían llegar a implantarse como normativas de la lengua si su uso se fijase realmente.

Aquí tienes las palabras que peor pronunciamos, según una encuesta que realizó la empresa SpinVox
1. Veniste Los tiempos verbales son los que más padecen la mala pronunciación. La conjugación verbal española es compleja y presenta múltiples irregularidades, por lo que a menudo son objeto de confusión en algunos estratos sociales. Veniste en lugar de "viniste" es uno de los errores más frecuentes en castellano aunque, dentro de los verbos, tampoco se quedan cortos "conducí" en lugar de "conduje" y "andé" en vez de "anduve".
2. Transtorno Es sencillo observar de dónde procede este error: se dice transporte, transatlántico, transformación. Sin embargo, se dice trastorno, sin n. La adición de la nasal en esta palabra es frecuentísima por analogía con todas aquellas que en castellano sí la presentan –que son muchas–.

3. Perjuicios La palabra perjuicios, efectivamente, existe en español, el problema es que mucha gente la utiliza cuando quiere referirse a los prejuicios. No debemos confundirlas, pues son bien distintas: los perjuicios son los daños ocasionados, y los prejuicios, la opinión acelerada y sin fundamento que tenemos de algo o alguien.
4. Idiosincracia En muchas zonas hispanohablantes, como en todo el sur de la Península Ibérica, se confunde el sonido de la ese con el de la zeta. Sin duda, éste debe ser el origen de la mala pronunciación de idiosincrasia, palabra ya de por sí enrevesada, y que además presenta la confusión entre esos dos sonidos.

5. Zarpullido Lo mismo sucede con la mala pronunciación de sarpullido, a la que debemos añadir, quizá, una asociación semántica: es con la zarpa con la que nos rascamos cuando nos sale un sarpullido, de manera que la asociación de ambas, unida a la confusión fónica, da lugar a este frecuente error.
6. Inaptitud La falta de aptitud o capacidad se llama en castellano ineptitud, y la "inaptitud", sin embargo, no existe.
7. Madrí La última d de la capital española brilla por su ausencia, en una típica relajación de la pronunciación de las consonantes finales que no tienen apoyo en otra vocal: no seamos vagos, y pronunciemos Madrid, con todas sus letras.

8. Esparatrapo De nuevo, se unen aquí razones fónicas y semánticas. Por un lado, la t y la d sólo se distinguen en un rasgo: una es sorda y la otra sonora. Por el otro, es obvia la relación con el trapo, pues ambos, el esparadrapo y el trapo, sirven para limpiar. De ahí la divertida confusión entre uno y otro.
9. Helicótero Sucede aquí lo mismo que con "Madrí", y es que hay consonantes que carecen de apoyo en otra vocal y requieren un mayor esfuerzo en la pronunciación. Por eso nos comemos la p de helicóptero.

10. Tortículis El famoso dolor de cuello se llama tortícolis, que no tortículis. Tal vez porque la molestia se origina en esa parte del cuerpo, tendemos a pasar la sílaba –cu– de cuello al dolor que se expande por dicha zona. Pero un término tan técnico no deja lugar a dudas.
Fuente: elconfidencial.com