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Las Brujas de Doctor Mora

chippo

Bovino maduro
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22 Jun 2008
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102
Recuerdo que fue en la época en que trabajaba como mesero en cualquier evento que podía, a veces me tocaba trabajar en la ciudad, más que nada en fiestas de niños, banquetes de las empresas y cumpleaños de gente de sociedad, pero los eventos en que mejor pagaban y los que todos buscábamos eran aquellos que se llevaban a cabo fuera de la ciudad, en la comunidades aledañas a la capital, fiestas de las personas influyentes de la comunidad a donde se llevaban a muchos invitados y nos traían de la capital hasta aquellos lugares a servirles a todos ellos, pero; tenías que estar muy al pendiente por que esos eran los eventos que la mayoría estaban esperando y a mi cuate y a mi casi siempre nos llevaban, todo estaba en entrarle a cualquier cosa que nos pusieran en frente:
Que es el cumpleaños del hijo del señor influyente y hay que quedarse hasta tarde, nos llevaban a nosotros.
Que nos faltaron meseros al momento de la boda y no hay quien los supla, nos llamaban a nosotros para salir al quite, estábamos chavos, decididos y con todas las ganas del mundo.

En aquella ocasión nos habían llevado a la fiesta de quince años de la hija del entonces regidor de la pequeña comunidad Doctor Mora. El señor regidor había decidido a última hora hacerle fiesta a su princesa en el increíble corto plazo de dos semanas, en sólo quince días se habían realizado los preparativos. Una banda había sido traída del Meritito Jalisco para amenizar la fiesta, el pastel desde la ciudad de México hecho por una empresa francesa, los arreglos florales, el vestido y muchas cosas más se lograron en ese corto plazo y para coronar el evento, se había invitado a toda la comunidad y por supuesto un ejército de meseros para poder atenderles como se debe.

Esa vez a nosotros nos llamaron de último momento, mi amigo no pudo asistir por problemas de salud yo no le puse ninguna objeción al trabajo, sin embargo, les aclaré que me tenía que retirar a eso de las dos de la mañana para poder estar en la capital para las seis y poder llegar a la fiesta de mi sobrina, el patrón me dijo que no había problema, es más hasta se ofreció a darme un aventón hasta la carretera Querétaro- San Luís cuando se lo pidiera.

Eran las dos de la mañana con quince minutos cuando por fin me dejaron en la carretera, me bajé de la camioneta de redilas y me despedí del patrón de mano, “seguro que no quieres que te llevemos más cerca” me dijo el patrón con una mirada perdida y su aliento apestando a alcohol. “No, gracias patrón, de aquí me la llevo paso a pasito hasta llegar lo más cerca y luego a ver quién me da un aventón a Querétaro”.
La camioneta arrancó, siguiendo la fiesta en la cabina, y yo tomé rumbo a la capital con un paso lento y con mis manos en los bolsillos.

Antes de partir, mi madre me había persignado y ella y mi hermana se habían encargado de contarme todos los detalles de las cosas que se cuentan suceden allá.
“Dicen que las brujas salen de noche, que se les puede ver a la distancia como grandes bolas de fuego brincando entre los cerros” me decía mi madre desde la cocina cuando le dije a dónde me llevaban ésta vez a dar el servicio de mesero.
“Mi maestro nos dijo, que una vez le tocó ver en la comunidad en la que estaba haciendo su servicio docente, como la gente se reunían en una de las casa de adobe, a velar al niño que lo había chupado una bruja esa misma madrugada, dice que las mujeres lloraban amargamente el deceso del niño y que las que se aventuraban a verle recostado en su pequeño ataúd de madera, gritaban bien horrible de la impresión de ver como había quedado el cuerpo. Dice que los hombres sólo se quedaban fuera de la pequeña casa con sombrero en mano y que siendo él, el profesor de la comunidad, las personas lo miraban como exigiéndole entrar a la casa y reconfortar a la familia, mi profesor dice que la escena era tan intensa y espantosa, que sólo abrazó a la madre del niño, y mostrándole sus respetos a los familiares dirigió unas palabras a los que estaban presente, pero jamás se atrevió a ver el cuerpo del niño”
Así, mi hermana, mientras arreglaba la mesa, cooperaba con el susto que ya me había puesto mi madre desde la cocina.
Pues no sé nada de brujas ni creo en ellas, lo que sí sé, es que el dinero es muy bueno y me dieron oportunidad de salirme temprano para poder llegar a tiempo al bautizo de mañana.

No hacía tanto frío en la madrugada, más bien era fresca la noche ese día y la luna iluminaba la carretera que para entonces ya estaba desierta. Metí la mano en mi bolsillo buscando el dinero que me habían dado por los servicios de la de aquella noche, junté todo con el dinero de las propinas y los cuatro billetotes de cincuenta que al terminar mi turno, me dio el Secretario por la atención personal y tenerle lista su bebida favorita cada que el señor levantaba su mano sin siquiera pedirla.

La primera hora de caminata se fue tranquila, entre contando el dinero y haciendo cálculos de las deudas. Que veinte pesos aquí. . . que otros diez pesos acá. . . que los otros treinta de las camisas en el mercado; no, no, mejor sólo doy diez y lo demás se los voy pagando en lo que salga del mes. Hacía cuentas, sumaba y restaba y buscaba como iba a cubrirlas buscando dejar la mayor parte como ganancia.

En eso iba caminando y pensando, meditando y andando, cuándo de los matorrales que van bordeando a lo largo de la carretera, se escucha un ruido de algo que va avanzando, de inmediato hice un alto, saqué mi encendedor para dar luz a lo que se me venía enfrente, podía ver claramente las ramas moverse delante de mí y por la altura, no parecía ningún animal como un perro o algún becerro que se hubiese extraviado de camino al rancho. Con una voz fuerte pregunte quien andaba ahí y nadie respondió, estiré mi mano diestra con el encendedor y con la otra resguardaba el dinero dentro del bolsillo de mi pantalón, con mis ojos aguzados buscaba ayarle forma a lo que venía caminando por entre los matorrales y cuando por fin salió de la espesa verdura, vi la figura de un hombre y de prisa di tres o cuatro pasos hacia atrás.

Quién vive, Preguntó él al verme parado a lo alto, frente a él en la carretera. Martín Escamilla pasa por aquí, y usted, quién es, Le pregunté con un poco más de tranquilidad al verlo más de cerca y reconocer un sombrero y un morral, como los que usan los arrieros por allá. Soy Eugenio Ramírez, para servirle, me dijo estirando la mano para ofrecerme un saludo, yo le di mi mano para saludarle y ayudarle a subir a la carretera, apague mi encendedor y más tranquilos los dos tomamos rumbo a Querétaro platicando.

Y qué hace usted por entre las milpas señor, que susto me puso al salir de la nada y entrar a la carretera, le dije al cabo de unos minutos de caminata. Lo que pasa es que soy velador de la fábrica textil de aquí adelante y por andar en el chongolongo, se me hizo tarde y quise cortar por entre los sembradíos, pero santa perdida y rasguñada me di con tanta vara alta alta, no se veía nada oiga, ya hasta ganas me daban de regresar por donde me había venido, eso claro si encontraba por dónde era eso, porque verdad de dios que no se veía nada, agrego el señor de edad avanzada que caminaba junto a mí, Usted joven Martín, de dónde viene tan elegante oiga. Vengo de trabajar oiga, de ser mesero en un evento acá por Doctor Mora, y como debo estar en la casa a las seis, pues me vine caminando a ver si encontraba alguien que me echara un aventón a la ciudad, pero llevo casi una hora caminando y no más no pasa nadie. Pues no es para preocuparlo joven, pero es bien difícil que pasen carros a ésta hora, casi todo el tráfico es en la tarde y ya para las nueve de la noche dejan de pasar, si acaso algún camión o tráiler que llevan mercancía, pero es bien difícil y aparte bien peligroso oiga, por eso andaba yo retepreocupado allá perdido entre la milpa. Hay muchos asaltos por aquí, pregunté al ser el dinero en lo primero que me preocupó cuando mencionó “peligroso”. No que asaltos ni que nada, ya a éstas horas comienzan a salir las brujas y pobre del cristiano que agarren oiga porque no lo volvemos a ver, así le pasó a mi compadre Manuel, un día salió de borrachote y nada más vimos las bolas saltar de cerro a cerro y cuando lo buscamos en la madrugada, no vimos ni su rastro, y ya no supimos nada de él.
De mi lado iba sólo escuchándole, y me preguntaba cómo la gente creía en tales historias, y lo dejé que hablara y hablara por mucho tiempo contándome otras anécdotas y de vez en cuando le preguntaba algo para que pareciera que le estaba poniendo atención pero más que nada dejaba pasar el tiempo y que llegáramos al lugar en dónde él se quedaba.

Una hora después, la madrugada traía consigo ya un frio incómodo y el silencio ya se había apoderado de nosotros, él y yo veníamos caminando con la mirada fija en el pavimento desde hacer rato, sólo se escuchaba el tallar de mis zapatos por entre las piedras que se brincaban de la terracería al asfalto y hacían rechinar mis suelas. De pronto, El señor se detiene y me toma por un brazo y me dice a mi capote. . . espera muchacho, ya escuchaste, preguntó el señor en voz baja alzándose su sombrero, Y yo trataba de escuchar algo pero no se oía nada, ni los animales a la orilla de la carretera, o el rumor del viento que pasaba entre nosotros hace un momento. No escucho nada Don, qué escucha usted. Nada muchacho, no escucho nada y eso es lo que me preocupa, me comentó el señor al oído, mientras yo no sabía de lo que me estaba hablando. Mira, allá en aquellos cerros, me dijo Don Eugenio señalando al par de montes que se alzaban frente a nosotros a varios kilómetros, miraba y buscaba yo lo que el viejo me quería mostrar pero no miraba nada, al cabo de unos segundos, me dijo de nuevo. Mira, ahí están otra vez. Y ésta ocasión si las pude ver, vi tres luces amarillas, muy grandes para ser vistas de ese tamaño a la distancia, incandescentes como pequeños soles que brincaban de cerro a cerro como alternándose, jugando entre las puntas del par de cerros que se levantaban frente a nosotros.

Hay que apurar el paso, me dijo Don Eugenio jalándome del brazo, es muy peligroso seguir caminando a estas horas con esas cosas sueltas por ahí. Concluyó el viejo soltándome y caminando lo más rápido que podían sus pies calzando huaraches. Yo no daba crédito a lo que acababa de ver a lo lejos, buscaba una explicación lógica que me diera la razón de que esas cosas no eran más que fenómenos de algún tipo que se manifestaban, pero por precaución seguía a toda prisa a Don Eugenio a su costado sin perderle de vista. Por aquí debe de estar. . . Ya casi llegamos. . . está pasando los arbustos de allá adelante. . . así murmuraba el Viejo a mi lado con su aliento agitado tras la caminata a toda velocidad que llevábamos ya desde hacer rato.

Y así fue, pasando los árboles altos a la vuelta del camino encontramos la única fábrica que podía verse en la carretera. Al llegar, tocó en la reja y de adentro salieron dos trabajadores que se veía le estaban esperando, él sólo los saludo con un gesto con la cabeza, ellos le abrieron la puerta y nos dejaron entrar.

Gustas algo Muchacho, me pregunto el viejo dejando su morral en la silla y ponchando su tarjeta en la caseta de los veladores de la fábrica. Si tiene agua, me podría regalar un vaso, si no es mucha molestia, Le dije tomando asiento en una de las sillas reclinables de los escritorios llenos de tablas con hojas y relojes de guardia. El viejo tomó una de las tazas y en el pequeño lavabo la talló con fuerza para quitarle los restos del café del día anterior. Ya tengo varios años laborando aquí, me dijo al servirme agua, y no muy seguido veo las bolas de fuego bailar entre los cerros, los compañeros les tiene miedo, luego al hacer sus rondas, van sonando sus silbatos cada quince minutos para avisarnos que no hay problemas, cuando me toca a mi recorrer el lugar, me voy bien pegadito al edificio y sonando mi silbato, pero hasta eso, nunca ha pasado nada dentro de la fábrica.
Pues muchas gracias por el agua Don Eugenio, me retiro, no sea que lo vayan a regañar en la mañana si me encuentran aquí dormido. No te preocupes muchacho, aquí hay espacio para dormir, me dijo esto mientras quitaba las cosas de un catre que estaba al final de pequeño cuarto, Mira, aquí puedes pasar ésta noche y maña tempranito, antes de que lleguen los trabajadores te puedes ir, como a eso de las 5am. No muchas gracias, de verdad Don Eugenio, mire, debo llegar antes de las 6am a Querétaro y si me quedo aquí no llego, esa fue la única condición que me dieron en casa para salir a éste evento por acá, de verdad le agradezco. Y esto último lo dije tomando la taza y dejándola en el lavabo, y extendiéndole la mano para despedirme, el viejo me miro con un poco de tristeza en sus ojos y me dijo con un tono preocupado. Encomiéndate a dios chamaco, es muy peligroso andar caminando solo en la carretera con esas brujas allá afuera, encomiéndate a dios y ten mucho cuidado que no son un juego.

Al salir, el viejo me persigno y me rezó una padre nuestro sin dejarme ir, yo solo le agradecí el agua y su preocupación y tomé camino a la capital. No pasó mucho tiempo para que viera de nuevo los destellos de luz a la distancia, eran más grandes y luminosos, más blancos y tan intensos que en ocasiones tenía que desviar la mirada del horizonte. Brujas mis pelotas, me decía a mis adentros mientras mi cuerpo temblaba y mis manos cobijaban mi pecho.

A partir de entonces los recuerdos son un poco vagos, las cosas cambiaron y nunca supe cómo ni cuándo pero las tres luces ya me rodeaban y giraban a mi alrededor, yo trataba de fijar la mirada en el camino y en mi cabeza escuchaba las palabras del viejo y le veía muy claramente como de frente me platicaba de su compadre que se había perdido y nunca lo encontraron, yo sacudía mi cabeza para espantar esos pensamientos, el de mi mamá contándome de las brujas, mi hermana poniendo la mesa y contándome de su profesor y el viejo que caminaba a mi lado relatándome anécdotas de las bolas de fuego. Las luces, creo, se hicieron una, no les ponía mucha atención, trataba con todas mis fuerzas concentrarme en el camino y el ritmo de mis pasos y ahí recuerdo muy bien que comenzaron los golpes en mis piernas, sentía claramente como me golpeaban como con una vara en las corvas, yo me sacudía el ardor, me rascaba las pernas pero no dejaba de caminar, tenía tanto miedo que mi cuerpo temblaba sin control, oía las voces inteligibles, como personas discutiendo cosas alrededor de mi, sentía sus rostros pegarse a mis mejillas y respirar justo en mis oídos y luego las risas, las malditas risas que erizaban mi piel a flor viva, yo nunca levanté la mirada, muy dentro de mi pensaba que si no las veía y si trataba de ignorarles no me pasaría nada, yo encorvaba mi cuerpo cobijaba mi pecho con mis brazos y seguía mi andar pero no cesaban los golpes en las corvas, uno tras otro tras otro constantes mientras mis ojos clavados en el pavimento trataban de seguir el camino.

No sé cuánto tiempo estuve así, nunca sentí el tiempo, ni el cansancio, no sentía más que el frío y el ardor en mis piernas tras los golpes, pero si había momentos en que me decía “Maldición, por qué no llego. . . por qué no miro de reojo las luces de la ciudad, maldición ya quiero llegar a la ciudad”
Mi voluntad ya no me daba para seguir, con mis manos en el pecho y mis piernas destrozadas por los azotes, me senté a la mitad de la carretera, enterré mi ojos en mis manos y me había dado ya por vencido, el frío comenzaba a disminuir y una especie de calor me cobijaba mi cuerpo, no podía ver nada por el intenso resplandor a todo mi alrededor.

De la nada escuché un ruido muy particular que se hacía presente junto a mí, levanté la vista y pude distinguir a un tráiler que se paraba justo al lado mío, se abrió la portezuela del copiloto y de la cabina del tráiler y se asomó la cabeza de un hombre que me decía “Súbete de volada pinche chamaco, ándale que ya vienen de regreso” Yo me paré lo más rápido que pude, me ayudé de su mano que se extendía para alzarme y llevarme dentro de la cabina, el conductor azotó la portezuela y arrancó como alma que se lleva judas.

Cómo te fue con la brujas mi buen, me preguntaba el hombre de gorra y chamarra de mezclilla que conducía el tráiler. Brujas, le preguntaba yo todavía asustado, cuáles brujas le respondí con mis ojos aún recuperándose de la momentánea ceguera que me había causado la intensa luz.
Pues las que te traían perdido, las tres bolas de fuego que se podían ver a la distancia, yo hasta lo pensé muy bien pasar por aquí porque ya tenía rato que las veía rodeándote. Como que me traían rodeando, le pregunté mientras tallaba mis ojos, Sí yo iba lo más rápido que podía rumbo a la capital, ya tenía más de dos horas andando por la carretera, le respondí con mi voz más fuerte y grave, tratando de aparentar seguridad.
El Joven tras el volante me dijo con su voz calmada, Ibas caminado a Querétaro, en serio y después me sonrió otorgándome compasión. Las brujas sólo te traían dando vueltas por la carretera chamaco, nunca avanzaste un solo metro, sólo dabas vueltas y vueltas rodeado de tres bolas de fuego, pareciera como si estuvieran esperando a que te cansaras, concluyó dándome unas palmadas en mi hombro.





*Basado en una historia real:

Mi padre me contaba esa historia una y otra vez, cuando me pedía de favor que le ayudara con unas heridas que le formaban como una pequeña costra en las corvas de sus piernas, y me decía que era justo ahí dónde le daban de varazos cuando lo había perdido las brujas.
 
Excelente historia, en un principio me asuste pero por lo extenso, muy bien redactado y con estilo, yo cuando era scout recuerdo como entre sueños haber visto ese tipo de bolas de fuego en los cerros, las recuerdo como si fueran en fila, una tras otra, como una oruga formada de bolas rojas amarillentas, eran como 4, avanzando a toda velocidad en la parte mas alta de los cerros. pero hoy por hoy siento como si lo hubiera soñado, como que derrepente el cerebro le da categoria de sueño y no de recuerdo a lo que no puede explicar, y tu historia me lo recordó.
 
Algo extenso y muy bien redactado, nadamas te agradeceria que pusieras un guion o algo en los dialogos, porque como que medio te pierdes, saludos!
 
¡Muy buena historia!
Vaya que esas historias de las brujas coinciden con que se ven como esferas de fuego y que buscan perder a la gente.


Sobre tu redacción: Redactas muy bien los detalles y la continuidad está bien estructurada. Concuerdo con los demás bakunos que si separas los diálogos, se leería con mayor claridad. Pero aún así, es buen trabajo. :vientos:
 
Pues yo vi tres bolas de fuego pero eran asi como del tamaño de bola de villar estaban dando vueltas entre si y yo iva en coche pensé que eran luciérnagas pero ahora que me dices no maaa si eran bruja :S ke buen relato gracias por compartir
 
Excelente relato, en que año sucedieron los hechos, es una historia escalofriante de verdad gracias po compartirla amigo.
 
Gracias a todos lo Bakunos por sus comentarios, los tomaré en cuenta para la que sigue!
 
Por un momento pense que las brujas eran hijas del doctor mora por el titulo .....buena historia
 
¡Hermosa historia! te felicito y muchas gracias por compartir.
 
aqui en mi comunidad, como a unos 5 km se puede ver un cerro muy famoso, hace aproximadamente 18 años, cuando yo tendria unos 5 o 6 años, una ocacion pude observar en el cerro unas bolas de fuego q brincaban, parecia como si jugaran entre ellas, pero ps uno de chamaco no les da importancia, actualmente el cerrito ya esta muy poblado y ya no se ve nada de eso, saludos, buen relato amigo!!!
 
Excelente relato, y muy bien redactado, gracias por compartirlo.
 
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