jarochilandio
Bovino de la familia
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Roberto Rueda Monreal
09/05/2018
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SAÚL LÓPEZ /CUARTOSCURO
¿Hacia una república amorosa?
El no tan viejo proyecto
No hace tanto Andrés Manuel López Obrador, líder de MORENA y candidato presidencial por tercera ocasión, propuso la redacción de una nueva constitución, pero no cualquiera constitución sino una de carácter moral.
Contrario a lo que piensan muchos articulistas e intelectuales que han reflexionado a botepronto dicho asunto, en absoluto menor, esta propuesta no es ninguna ocurrencia ni otro más de los "disparates" del candidato. Antes bien, se trata de una idea de campaña perfectamente pensada y estructurada que tomó forma y fuerza a principios de 2012, en su entonces segundo intento por llegar a la silla presidencial.
En aquel año, AMLO supo posicionarse como el líder indiscutible de la mayoría de las corrientes llamadas de izquierda, pero, sobre todo, y mucho más importante, supo crear con tesón y paciencia (dones de los que carecen muchos de los actuales personajes públicos) una atmósfera polarizadora (en aquella época ya había colocado en el cadalso de la ira popular a figuras emblemáticas como Cuauhtémoc Cárdenas, quien al grito de "traidor" fue puesto en las sombras del ostracismo político) en donde él y sólo él, por un lado, era el bueno, el salvador, el único luchador social, el ungido, y en donde los demás, el otro, cruel dicotomía, eran los malos, los de la mafia, los del PRI, los traidores a su causa.
Para entonces, mucho mejor asesorado que en 2006, López Obrador había dado un giro impresionante. Así, mientras desplegaba su brutal atmósfera polarizadora al interior del espectro político de las izquierdas del país, hacia el exterior era imperativo que su nuevo perfil se construyera en el sentido contrario: un político conciliador que hablara mucho más lento para mantener la atención en su persona, más sereno, capaz de escuchar al otro, dispuesto a dialogar y a entender que ya no se trataba de bloquear importantes avenidas, afectar fuentes de empleo o de obstruir el paso a pozos petroleros, sino de ubicarse cada vez más al centro ideológico del espectro político y de ofrecer, desde ahí, una vez bien posicionado.
En definitiva, la imagen que lo proyectara ante las masas nacionales y el respetable internacional como el estadista que desde siempre ha intentado, pero nunca ha logrado ser.
Fue también en 2012 cuando el diario The Economist echó por los suelos los balances alegres en términos económicos del entonces desastroso, saliente y sangriento gobierno calderonista. Así que, a pesar de que perdería la importante elección, el momentum de la transformación era imperdible.
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Vuelve a mostrar la misma tendencia de hace doce años: un primer lugar que llega a su tope, un lapso de reacomodo de intereses una vez perfilados los candidatos mejor posicionados y un segundo lugar que asciende hasta rebasar.
Vuelve a mostrar la misma tendencia de hace doce años: un primer lugar que llega a su tope, un lapso de reacomodo de intereses una vez perfilados los candidatos mejor posicionados y un segundo lugar que asciende hasta rebasar.
En el periodo presidencial siguiente, luego de la euforia del inflado triunfo del partido de Estado (solo faltaron las encuestas en donde Peña Nieto rebasara al 100% en intención de voto al mismísimo Obama), más temprano que tarde, las añejas cínicas formas y el actuar irresponsable de los principales "jóvenes rostros" del gobierno federal priísta se tradujeron en las peores y gangsteriles prácticas políticas de que se tenga memoria (el estilo Toluca) y en epicentro de la más grande impunidad ante hechos imperdonables de crimen organizado en gran parte del país. Y de corrupción sistémica gestados desde las amplias estancias y pasillos de Los Pinos, arrojando un escenario nacional en donde políticos, empresarios y sectores clave, cínicos ambiciosos inamovibles, cooperaron también —con su criminal tesón durante los últimos doce años— para que en la actual contienda presidencial López Obrador, que nunca ha dejado de hacer campaña, hoy no se prive en absoluto de insultarlos. Sabe que es el encumbrado del momento, y así lo demuestran sus porcentajes en las intenciones de voto de no pocas encuestas.
Ahora bien, dado que de nueva cuenta las antes odiadas encuestas ahora vuelven a ser amadas y aclamadas, solo quisiera hacer una observación: la fotografía demoscópica global, a estas alturas (ojo) vuelve a mostrar la misma tendencia de hace doce años: un primer lugar que llega a su tope, un lapso de reacomodo de intereses una vez perfilados los candidatos mejor posicionados y un segundo lugar que asciende hasta rebasar.
Estemos, pues, atentos al renovado sprint.
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CUARTOSCURO
Un proyecto a largo plazo.
La doble estrategia
La doble estrategia es una que implementa religiosamente la extrema derecha política (sea partidista, escolar, deportiva, gremial, institucional...) del mundo una vez que llega al poder, en aras de echar siempre por delante la verdadera estrategia oculta: aquella de ganar-ganar.
A saber, la doble estrategia consiste en tener siempre a la mano —una vez bien establecida y arraigada la mística del líder incuestionable— a personajes secundarios capaces de inmolarse sin cuestionamiento ninguno al momento de una crisis de altos vuelos, casi siempre de índole política o económicamente corruptas. Ellos son los que deberán asumir públicamente los platos rotos, en caso de que haya algo escandaloso que involucre ética, política y hasta judicialmente, de ser el caso, al líder.
Así las cosas, el líder carismático siempre estará libre de toda culpa (hay que salvaguardar en todo momento la mística), sin importar de qué se le acuse. Por lo ya dicho, no se le podrá comprobar nunca nada.
Únicamente cumpliendo esta primera etapa se puede llevar a cabo la fase complementaria de la estrategia: aquella en donde el líder en todo momento deberá permanecer alejado y ajeno a lo que está ocurriendo como resultado del escándalo coyuntural. Por lo que deberá permanecer sereno y proyectando una imagen bonachona, bromista, confiable y, cuando le dé el arrojo, hasta intelectual.
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López Obrador no fue acogido en el orbe como el gran líder o el gran articulador que desde "la izquierda mexicana" se quiso proyectar ante el mundo.
López Obrador no fue acogido en el orbe como el gran líder o el gran articulador que desde "la izquierda mexicana" se quiso proyectar ante el mundo.
En la coyuntura de 2012, por ejemplo, la doble estrategia de López Obrador resultó perfecta, pues mientras él visitaba Institutos de gran prestigio como el Ortega y Gasset o el Woodrow Wilson, la triada BBP (Batres-Bejarano-Padierna) movilizaba a rudos cuadros lumpen, golpeadores profesionales, para reventar las elecciones internas del PRD. Allí el personaje llamado Marcelo Ebrard, con el aval de una mayoría de las corrientes, pintaba ya como una verdadera posibilidad para las presidenciales desde el ala moderna y vanguardista de la izquierda. Es decir, desde las mismas filas amigas, estaba naciendo el posible y jovial contrincante real de López Obrador.
Los medios serios, curiosamente poco reflexivos y dados cada vez más a guiarse por el show mediático, solo atinaban a mostrar una y otra vez "las peleas entre las vandálicas tribus del PRD", mientras se olvidaban de lo fundamental: al final, López Obrador no fue acogido en el orbe como el gran líder o el gran articulador que desde "la izquierda mexicana" se quiso proyectar ante el mundo (una especie de nuevo Luiz Inácio 'Lula' Da Silva) y el aspirante Ebrard, una vez descabezado se puso de rodillas antes de dar siquiera una batalla digna (infancia política es destino). El PRD también.
AMLO fue al final, tal como era su deseo desde un principio en el ámbito doméstico, el único candidato.
¡Ganar-ganar!
[CONTINUA EN LA SIGUIENTE ENTRADA]