jarochilandio
Bovino de la familia
- Desde
- 14 Mar 2010
- Mensajes
- 6.207
- Tema Autor
- #1
Cuando Alejandro, un policía de investigación de la Ciudad de México, habla de “resolver” un homicidio se refiere a tener un culpable a quien presentar ante el juez. Como sea.
“Le voy a ser honesto: en la escena del crimen me vestía con playerita y me acercaba a la gente, amas de casa y les preguntaba qué habían visto, qué había pasado”. Si esas personas con quienes platicaba Alejandro le señalaban a alguien, “violando todo protocolo, agarraba al fulano y ‘te vas por homicidio’”.
Alejandro, quien pidió usar un nombre ficticio, es un hombre de 50 años, barrigón, de bigote tupido y con una experiencia de 15 años en la Fiscalía de Homicidios de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México.
“Los detenía con golpes ‘¡ora cabrón!’… hubo abusos fuertes”, reconoce. Aunque luego matiza y aclara que no siempre fue necesaria la fuerza. En ocasiones, “solo por ver que yo era judicial la persona declaraba su crimen”.
Alejandro viste una camisa verde pistache, un traje oscuro sin corbata y carga un portafolios algo viejo. Llega a la cita para esta entrevista con prisa, es su horario laboral y para escaparse de la oficina inventó una diligencia. Pide solo una taza de café al mesero. Está acostumbrado a malpasarse y ya más tarde comerá algo en la calle, según dice.
La imagen de Alejandro está lejos de parecerse a la de algún detective de serie de televisión de Estados Unidos. Quizá sólo comparte con ellos el desaliño y ese gesto de melancolía y soledad.
Su trabajo rutinario comienza a las 9 de la mañana, cuando llega a la Fiscalía a checar reloj, luego va con el ministerio público que tiene asignado y éste le entrega un paquete de citatorios, diligencias o entrevistas qué hacer.
Ese es el trabajo que le corresponde: cumplir con las diligencias del MP, que es responsable de la investigación. Este último dicta a quién buscar.
Entonces Alejandro se sube a una patrulla que comparte con otros 4 o 5 policías de investigación y pasa las 8 horas de su jornada laboral recorriendo la Ciudad de México para cumplir estos trámites. Cuando no hay patrulla o no tienen para la gasolina, Alejandro hace su repartición en metro. Cuando tiene que escribir un informe, acude a un cibercafé.
En todo homicidio el MP o fiscal es la cabeza de la investigación y dirige el trabajo del policía de investigación. Idealmente, el MP plantea la hipótesis del crimen, define la estrategia jurídica para llevar al acusado ante el juez y vigila que sea legal el trabajo del policía de investigación; éste, por su parte, trabaja en calle, entrevista testigos y sospechosos, recolecta la información, los datos y la evidencia para llevarla al MP. Pero en el México real, según el diagnóstico Reforma procesal y Ministerio Público publicado por la UNAM en 2016, esta coordinación no se da: el MP no tiene capacidad para dirigir al policía y éste es casi un “ente autónomo” sin controles.
(pinchar en la imagen para ir a la Fuente y visualizar el INTERACTIVO)
En Nuevo León la policía de investigación Laura, que tiene diez años de experiencia en el área, usa la misma técnica de investigación de Alejandro.
“Llegas a hacer cosas que no debes hacer”, como aleccionar a las familias para que declaren contra una persona o intimidar y amenazar con cárcel a testigos para que señalen a un culpable, reconoce Laura. “Hay veces que pega en juicio y hay veces que no. Las personas llegan a decir en pleno juicio que no sabían (quién era el culpable), sino que el policía le dijo que dijera que así se llamaba”.
Laura, quien también pidió usar nombre ficticio, calcula que la gran mayoría de los homicidios los ha resuelto por confesiones, ya sea de testigos o de familiares que conocían al culpable.
La estadística de Alejandro es más contundente: la totalidad de los homicidios que resolvió fue por testigos de hechos. “Si no hay testigos, no hay nada”, resume.
En su experiencia, la confesión o la delación son las únicas pruebas válidas para llevar a alguien ante el juez y, por lo tanto, las únicas que le importa obtener. "No sirven los peritajes ni las evidencias. La única forma de probar un asesinato es hacer que alguien te diga 'yo fui' o que te digan 'fue él'”.
El uso generalizado de la tortura en la investigación judicial en México, de hecho, motivó una condena por parte de Juan Méndez, relator de las Naciones Unidas, durante su visita al país en el 2017 y ese hecho lo confirman las estadísticas oficiales: registros de la Procuraduría General de la República y de las procuradurías estatales indican que, en una década, entre 2006 y 2016, en México se presentaron 15 mil denuncias por tortura. De ese total, 59% corresponden a autoridades federales y 41% a locales.
Las nuevas reglas del sistema penal, vigentes a partir de 2016, impiden que el testimonio sea la prueba máxima de las autoridades contra un acusado, aunque en los hechos, según los testimonios recabados, esa práctica se mantiene.
[CONTINUA EN LA SIGUIENTE ENTRADA]