El relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, ha advertido de que "la situación alimentaria en Níger es de extrema gravedad, con 3,6 millones de personas y entre ellos 800.000 niños afectados ya de una malnutrición severa que puede transformarse en cualquier momento en hambruna".

Desde la última trinchera

África paga, África espera... me duele África. ¿Qué demonios me va a doler?

Bastante tenemos aquí como para tragarnos las penas de los negros

Hey ¡Eso es mío! Me pregunto cómo es que las arenas de Tiktabra no invadieron también las bocas de los políticos. Y sí, bastante tenemos aquí como para aguantar penas de nadie. Hace poco la gasolina volvió a subir, mi equipo ha vuelto a perder jugando en casa y mi flamante móvil de ultimísima generación se ha quedado obsoleto. Y viene el pendejo de Jean Ziegler de nuevo aburriendo y contando milongas de que en Níger pueden morir en las próximas semanas 3'6 millones de personas de hambre a causa de la sequía y la langosta.
No sabía yo que el responsable del F.M.I. fuera un insecto.
Que si uno de cada cinco niños africanos no llega a cumplir los cuatro años. Que si cada 3 segundos muere un niño menor de 10 años de puritita hambre y cada cuatro minutos uno de los que sobreviven queda ciego por falta de vitamina A. Si es que estos niños no tienen remedio: los acostumbran a los telepizzas y a los macdonalds y luego no quieren comer en casa. Ah, también he aprendido cosas muy interesantes como que el hambre se reproduce biológicamente. Sí, sí... un niño subalimentado durante el embarazo y los dos primeros años está condenado de por vida. Tampoco es muy larga esa condena, porque en algunos de estos países la esperanza media de vida ronda los 35 años. Anda que no saben nada estos negros, ¡La de pasta que se van a ahorrar los gobiernos africanos al no tener que pagar pensiones de jubilación!
Así que mientras que aquí tengamos el precio del pollo constipado y por las nubes, que no me vengan a fastidiar con lo de "tengo hambre, tengo hambre buaah buaaah". Que problemas tenemos todos.

¡Cantad conmigo!
El precio de la vida sube y sube... el valor de la vida baja y baja...

Además, nuestro presidente Luther Zapatero King, ha encontrado la solución a los dos problemas: ha dicho que "sin luchar contra el hambre en los países de origen, la lucha contra la inmigración ilegal está condenada al fracaso" y aunque no sabemos si a tan sabia conclusión ha llegado él solito o le han ayudado, siempre es bueno oir alguna verdad de vez en cuando aunque salga de la boca de un tipo que tiene cara de Bambi.

Este Ziegler es un tarado. Nos cuenta cosas como que una mujer ponía a hervir piedras, barro y hojarasca en una olla. La mujer le explicó que no tenía nada que dar de comer a sus hijos, así que "cocinaba" eso para engañarlos, confiando en que cuando los niños se cansaran de esperar a que la comida estuviera lista, se dormirían y así pasaría un día más. También jura que allí muchos miles de personas, para sobrevivir, rompen los hormigueros para sacar el grano almacenado por los insectos. Ya veis, estos negros roban a las honradas y laboriosas hormigas y luego tienen la desfachatez de acusarnos a los europeos de expoliar sus recursos naturales.

Dice Ziegler, dirigiéndose a los que nos tomanos estas cosas tan en broma, que:
“La auténtica amenaza es el gran capital financiero internacional, que pretende que la mano invisible del mercado es la única y suprema autoridad de la historia. Vivimos en un mundo en el que los Derechos Humanos ya no tienen cabida, en la jungla del capitalismo globalizado y la ley del más fuerte. Puede haber salida, pero debemos ser conscientes de que estamos defendiendo la última trinchera."

Pues nada, Señor Quattermain, pase usted delante que a mí me da la risa.
Se me ha apagado de nuevo la pipa. Estos malditos africanos ¿se orinan en el tabaco que recolectan o qué? Y yo necesito que los negros me sigan recogiendo tabaco, aunque sea a latigazos, para poder fumar mientras escribo artículos como este. Y necesito también desayunar un chocolate, hecho con las semillas que miles de niños esclavos arrastran por los bosques de Costa de Marfil, para tener energías y caminar dos calles gritando en una manifestación a favor de esos niños. Y necesito del coltán de mi móvil – mineral que sólo se encuentra en algunas zonas centroafricanas y por cuyas minas mueren miles de personas cada año – para mandar mensajitos con el “pásalo” convocando a la gente a una marcha bajo el lema “No más muertos en el Congo”. Y es que además quiero que esa manifestación sea divertida y para que sea divertida necesito que tenga negros.

Eh, negro, diviérteme. Sacúdete el polvo milenario de las inmigrantes plantas de tus pies bailándome algo exótico mientras marchamos. A cambio, quitaremos las fronteras; caerán bajo las trompetas de nuestras consignas las murallas de Jericó, el muro de Berlín, el de Palestina y el de los pink floyd. Y sobre los escombros de esos muros plantaremos la bandera roja, que engloba a todos los parias y desheredados de la tierra.

Amén.

Y es que entre el inmovilismo de quienes atrapan utopías y votos despistados con el mismo cazamariposas electoral, y la pasividad indiferente reflejada en los escaparates de las tiendas de moda sólo media una retórica sutil y grandilocuente. Mientras, los negros se están volviendo blancos allá abajo: blanco fácil en las alambradas y blancos serán sus huesos resecos por el sol del desierto. Blancos como nuestras conciencias de manifestantes divertidos. Blancos como las arenas de Tiktabra. Todos blancos y felices. Que al fin y al cabo el delito de esas gentes no se mide en gramos de melanina sino de papel moneda; grave error ese de nacer en el hemisferio equivocado y ciertamente lo malo no es nacer negro, sino pobre.

Y en medio de toda esa espiral, nosotros, los que nos hacemos llamar activistas, cooperantes y gentes de mal vivir, sentimos el vértigo del miedo a que nos equivoquen, a que nos arrastren o a que prostituyan nuestra conciencia. No, amigos, amigas, compañeros, compañeras o lo que diablos seamos. No vamos a las marchas ni a los estercoleros del planeta para cambiar el sistema, sino para evitar que el sistema nos cambie. Porque al fin y al cabo la última trinchera de Ziegler no está en en el sur de Europa ni en el norte de México sino en las ampollas de nuestras manos, allí donde debemos, todos juntos y cada uno por su cuenta, plantar una barricada de sacos de arena.
De arena de Tiktabra, naturalmente...

Abrazotes.