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La retorcida historia de Sealand (I):

Alej17

Bovino de la familia
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La retorcida historia de Sealand (I): Hitler, hippies, radios pirata, países inventados y reductos digitales


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Os voy a contar la historia de Sealand
. Una historia en la que aparece Adolf Hitler, y también hippies y adoradores del rock prohibido, así como de reyes de mentira, países inventados, y granjas para datos; sin olvidarnos del papel carpetovetónico y cutre que jugó España en toda la ecuación. Os parecerá una historia inventada, pero os lo aseguro: es rigurosamente cierta.

Coged aire, y bienvenidos a Sealand, un lugar que parece salido de una película de ciencia ficción (no en vano es de metal y hormigón, y se eleva por encima del mar como un edificio metalúrgico al estilo Blade Runner); una república de 500 metros cuadrados situada a 51º53?40?N y 1º28?57?E.

Adolf Hitler es sin duda el responsable de la existencia de Sealand, al menos indirectamente. En los inicios de la Segunda Guerra Mundial, el Tercer Reich tenía un gran interés por el puerto de Londres, que por aquel entonces era uno de los puertos con más actividad del mundo. La mejor forma para acceder a Londres era a través del río Támesis, desde el mar, así que los alemanes decidieron que ya era hora de probar una nueva arma salida de las mentes de sus ingenieros: la mina magnética. El funcionamiento básico de la mina magnética es el siguiente: detona cuando se aproxima a un objeto metálico de envergadura, sin necesidad de contacto físico.

El ataque al estuario del río Támesis dio un excelente resultado, pues a Hitler no le costó demasiado hundir cientos de embarcaciones mercantes y militares inglesas. Aunque las embarcaciones inglesas pronto diseñaron un equipo antimagnético que neutralizaba el magnetismo del caso de la nave, aquel acceso a Londres a través del mar constituía un punto débil que debía protegerse de un modo totalmente nuevo.

Para encontrar una solución innovadora, los ingleses recurrieron al arquitecto Guy Anson Maunsell. Pero la idea de Maunsell resultó ser demasiado innovadora para los estrategas ingleses: la construcción de plataformas marinas a lo largo de la costa meridional de Inglaterra como primera línea de defensa frente a las incursiones alemanas. Con el tiempo, sin embargo, Maunsell acabó demostrando que su proyecto no sólo era factible sino sencillo de llevar a cabo.
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Los ingleses quedaron finalmente convencidos, dieron el visto bueno y entonces la empresa Holloway Brothers, situada en Gravesend, Kent, empezó a fabricar aquellos titanes de acero que obrarían como centinelas de la población londinense, las Fortalezas Marinas Maunsell. Los cuatro primeros fortines fueron construidos y remolcados a unas pocas millas de la costa inglesa a través del río Támesis, donde fueron hundidos compartimiento por compartimiento hasta que la base se hundió en las arenas del fondo del mar. El estuario del Támesis posee numerosos bancos de arena producto de la sedimentación, así que la operación se parecía a la de pinchar una vara en la playa. De alguna manera, aquellos fortines también eran como icebergs: sobre la superficie del mar sólo quedaba una ínfima sección de la construcción y el resto quedaba fuera de la vista.

Los fuertes estaban constituidos por dos columnas de acero y hormigón reforzado de ocho metros de diámetro, una superestructura sobre la cual descansaba una cubierta de quinientos metros cuadrados. En sus entrañas contaban con siete pisos habitables para más de cien personas, amén de depósitos para municiones, víveres y combustible. A efectos prácticos era como un barco de proporciones gigantescas fijado frente a las costas británicas a modo de faro con capacidad de disparar. Faros provistos de centro de control, radares, sistemas de comunicaciones y cuatro torretas de defensa.

Los cuatro primeros fortines fueron bautizados como Knock John, Tongue Sands, Sunk Head y Roughs Tower. El primero se instaló en febrero de 1942 y el último, en junio del mismo año.
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Los fuertes resultaron ser altamente efectivos como barrera de protección, así que alentados por el éxito obtenido con aquellas construcciones ancladas en las arenas del fondo marino, los británicos no tardaron en solicitar a Maunsell que diseñara nuevas unidades para intensificar la defensa del Támesis. Al poco, Maunsell presentó unos fuertes mejor diseñados, con mayores capacidades y, además, provistos todos de ellos de unos cables de acero que unían entre sí los fuertes por encima del mar y que permitían a sus habitantes (ahora ya 265 por fuerte) desplazarse de uno a otro fuerte en pocos minutos. Estas nuevas islas de metal que recordaban a plataformas petrolíferas se llamaron Shivering Sands, Red Sand y Great Nore.

Durante la guerra, los fuertes de Maunsell hicieron un gran servicio contra el Führer, derribando veintidós aviones, haciendo estallar veinticinco bombas aéreas y deteniendo un ataque por submarino. Al terminar la guerra, no obstante, todas aquellas instalaciones fueron desmanteladas y declaradas inservibles. En 1956 se les retiró el armamento y el instrumental militar y quedaron como esqueletos fantasmales de un edificio que ha sido víctima de un desastre nuclear. Desde cierto punto de vista, hasta recordaban a precarios castillos encantados.

Entonces, a rebufo del movimiento hippie, los derechos de los okupas y la moda europea de las radios piratas, algunos de estos fuertes abandonados fueron abordados por personajes iconoclastas que, amparándose en los límites marítimos de las aguas internacionales, aprovecharon las facilidades que ofrecía la infraestructura de los fuertes para la instalación de equipo electrónico a fin de construir radios clandestinas. Radio Tower, Radio Sutch, Radio Invicta y otras tantas se instalaron en aquellos enclaves ajenos a los preceptos morales de cualquier país para radiar arengas contestatarias y provocadoras, música alternativa y euforia lisérgica.
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Era como si un grupo de disidentes hubiera decidido irse a vivir a Marte, lejos de los corsés de lo políticamente correcto, y, desde allí, nos bañaran con ondas de radio contraculturales para hacer proselitismo marciano. Lo que antaño había servido para disparar armas de gran calibre contra tropas fascistas, hogaño descerrajaba munición etérea contra mentes que comulgaban con los dogmas administrados por la beatería inglesa.

Para sumergiros un poco más en todo este ambiente, os recomiendo una película de reciente estreno dirigida por Richard Curtis (Love Actually, Cuatro bodas y un funeral) y protagonizada por Kenneth Branagh y Philip Seymour Hoffman titulada Radio encubierta. En ella se muestra cómo 25 millones de personas trataban de sintonizar con estas radios piratas para escuchar rock & roll y a sus salvajes locutores en el año 1966; Seymour Hoffman es apodado como “el dios americano de las ondas”, inspirado en el extravagante deejay Emperador Rosco; y Bill Night es el revolucionario propietario del barco contracultural que pelea contra el establishment. Una divertida mezcla de Desmadre a la americana con la camaradería de la serie M.A.S.H., según su director, que también afirma que “en 1966 había gran cantidad de buenos grupos y nadie podía acceder a ellos, porque la BBC sólo emitía dos horas semanales de música”.

Todas aquellas atalayas contraculturales fueron acalladas con el tiempo, sufriendo los rigores de la censura, de los continuos litigios, de los desmantelamientos forzosos. Pero uno de los fuertes logró salir indemne de todos aquellos obstáculos: Roughs Tower. Allí se había instalado un tal Paddy Roy Bates, veterano inglés de la Segunda Guerra Mundial, con su mujer, Joan, y su hijo, Michael. La pretensión del ex mayor Bates ya no era la de retransmitir programas heterodoxos a través de una radio pirata sino la de vivir en su propio microcosmos, con sus propias reglas, lejos de todos y de todo.

Al principio, Roy Bates había participado activamente en el movimiento de las radios libres, emitiendo su propio programa en Radio Essex, del fuerte Knock John, desde 1965 hasta un año después, cuando la emisora cambió de nombre al de BBMS (Britain´s Better Music Station). Bates había sido condenado por emitir sin licencia, pero, tozudo hasta la médula, se trasladó entonces a Roughs Tower. La razón de su traslado era estratégica: aquel fuerte quedaba exento de la censura inglesa porque, en aquel momento, las aguas internacionales estaban fijadas en 2 millas y la plataforma quedaba fuera de ese límite.

De modo que, tras asesorarse legalmente, Roy Bates se instaló en Roughs Tower el 2 de septiembre de 1967, salió a la cubierta del fuerte y pintó en su superficie la siguiente palabra: Sealand. Ya se había constituido el primer principado artificial sobre el mar, el primer Estado autodeclarado como soberano en una construcción con trazas de plataforma petrolífera que había sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, en el que Roy Bates era Príncipe y su mujer, Princesa. El lema del principado de Sealand fue: E Mares Libertas. Desde el mar, libres.

Pero esto no fue nada. A Sealand le aguardaban peripecias mucho más
extravagantes. Pero para conocerlas deberéis esperar a la segunda entrega de esta serie de artículos.
Mañana espera la segunda entrega de Sealand:chommy:
http://www.xatakaciencia.com/sabias...pirata-paises-inventados-y-reductos-digitales

PD: Espero hayan salido las fotos :)
 
buena info. pero no se si no se ven las imagenes, o es mi maquina
 
Una estrategia más usada en la guerra. Buena info y seguiremos leyendo.
 
Buen post, imagino lo desesperante que ha de haber sido para los que la ocuparon durante algun ataque aleman.
Slds
 
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