Fantasiosa
Becerro
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La recepcionista golosa - Parte Uno y Dos-
Hola a todos! Dejo la primera parte de mi primer relato. Tengo mucho sueño, así que lo sigo mañana!
Muchas historias se cuentan acerca de las recepcionistas. Por ser la cara de la empresa, muchas veces se prioriza el aspecto por sobre la capacidad laboral, y eso hace que muchas sean tratadas como objetos sexuales, y tengan que dar favores para ser contratadas. Afortunadamente no es mi caso, ya que mi empresa es joven, dinámica, y quiere dar una imagen relajada. Eso me permite, de hecho, ir con jean y zapatillas al trabajo, lo que igualmente, no evita cierto grado de acoso. Al estar expuesta al paso de todos los empleados, de los proveedores y mensajeros, siempre hay quienes buscan levantarse a la recepcionista. Y no es precisamente porque sea un bombón, sino una chica normal, pelo castaño oscuro lacio y largo, algo gordita, aunque con buena delantera.
Yo, sin embargo, no había aceptado nunca ninguna invitación, hasta ese día.
Las cosas con mi novio no estaban bien, hacía casi un mes que nada pasaba entre nosotros. Después de los reproches, y las peleas, yo tenía que ir a trabajar, y poner buena cara todo el día. Afortunadamente, tenía un amigo entre mis compañeros, Javier, un motoquero (mensajero en moto) que todos los días venía a buscar paquetes a la empresa. Con el contacto diario comenzamos a hablar, y él me daba ánimos en ese momento difícil. Nada más que agradecimiento sentía hacia él, y esperaba que fuera mutuo.
Ese jueves llovía, muchísimo. Javier, como todos los días, llegó a traer una caja y buscar un sobre. Pese a tener un impermeable encima, estaba empapado, y me daba pena que tuviera que trabajar todo el día así. Afortunadamente para él, los cheques que debía llevar al banco estaban retrasados, por lo que tenía tiempo para pasar al baño, y allí secarse la lluvia lo más posible. En la empresa no había casi nadie, al ser nueva tiene normas permisivas, como dejar trabajar a los empleados desde su casa los días de lluvia, por lo que nadie iba a molestarlo. Él pasó al baño, y yo me fui a la cocina a preparar un té. Sin embargo, mientras esperaba que el agua se calentara, me empezó a picar la curiosidad. En algunas ocasiones, al abrazarme para saludarme, o levantar las cajas de los pedidos, pude ver que Javier mantenía bien trabajado su cuerpo, a diferencia de mi novio, lo que siempre me había llamado la atención de él. Intrigada, volví sobre mis pasos, para espiar por el agujerito de la cerradura del baño, y verlo sacarse la remera, mostrar ese fuerte torso desnudo. Pero grande fue mi sorpresa cuando, al asomarme, lo primero que vi fue su miembro, semierecto pero descansando, a la altura de mi cara. Volví corriendo a la cocina, a ver mi té y huir lo más posible de aquella embarazosa situación, pero ya no podía quitarme esa visión de la cabeza. Aun dormido, su pito era más grande que el de mi novio, lo que me hizo sonreir y pensar en cosas chanchas. Me dediqué a tomar mi té, pero la idea no se me iba más: quería ser cogida por aquella verga.
No me animaba a entrar en el baño de sopetón, incluso me daba vergüenza pensar en mirarlo a la cara después de aquel encuentro, pero él no estaba al tanto de nada. Repetí eso internamente, y preparé un té para él. Cuando ya estaba listo, Javier salía del baño, secándose el pelo con una toalla de mano.
-¿Con eso te secaste? – le pregunté. Si bien hoy no había casi nadie, esas toallas eran para las manos.
-Uh, ¿no se podía? – Me respondió, un poco asustado.
-Ya fue, igual. ¿te alcanzó?
-Si, un poco, para lo más importante – dijo con una sonrisa.
-A ver, damela que la llevo para lavar.
Tomé la toalla de sus manos, y fui hacia el pequeño depósito, a buscar una nueva. En el camino, no pude evitar la tentación, y me llevé la toalla a la cara. Evidentemente, “lo más importante” era su pene y sus huevos, los que habían dejado un penetrante aroma en la toalla. Ahora estaba excitada, hace tiempo que no sentía nada así. Decidida, tomé dos toallas y volví.
-Tomá, terminá de secarte. Y la otra dejala en reemplazo de esta. – le dije, mientras le alcanzaba las toallas.
-Pero ya me sequé, te dije.
-Secate algo más que los huevos y el pelo.
-¿Y vos como sabés?
Me quedé congelada, no sabía que responder, y solo pensé en la verdad.
-La toalla tenía un olor…
-¿Estuviste oliéndola? Vos si que ya estás desesperada, eh? Buscás restos de hombres en todo lados – dijo riéndose fuertemente. Yo le agradecí internamente por esa broma que relajó el ambiente.
-Y, extraño bastante… - respondí yo, con la cabeza baja y gesto triste, mirando el té.
Javier se apiadó de mí, y me abrazó para consolarme. Pero yo sentía que no era como siempre, algo estaba pasando por abajo. Así que cuando me soltó, le dije, con cara pícara:
-¿No me das leche para el té?
Él se quedó duro, y el bulto entre sus piernas comenzó a crecer. Entonces, me acerqué más, y lo besé. Ya no iba a esperar más, quería aquello que me negaban hace tanto, y necesitaba ansiosamente. Javier se recuperó rápidamente de su sorpresa, y comenzó a besarme apasionadamente, mientras tocaba mi culo por arriba del pantalón, y con la otra mano me acariciaba las tetas.
- Vamos al baño – le dije, y tomándolo de la mano, lo guié. El aprovechó para apoyar mi mano sobre su bulto, lo que me calentó aún más.
Hola a todos! Dejo la primera parte de mi primer relato. Tengo mucho sueño, así que lo sigo mañana!
Muchas historias se cuentan acerca de las recepcionistas. Por ser la cara de la empresa, muchas veces se prioriza el aspecto por sobre la capacidad laboral, y eso hace que muchas sean tratadas como objetos sexuales, y tengan que dar favores para ser contratadas. Afortunadamente no es mi caso, ya que mi empresa es joven, dinámica, y quiere dar una imagen relajada. Eso me permite, de hecho, ir con jean y zapatillas al trabajo, lo que igualmente, no evita cierto grado de acoso. Al estar expuesta al paso de todos los empleados, de los proveedores y mensajeros, siempre hay quienes buscan levantarse a la recepcionista. Y no es precisamente porque sea un bombón, sino una chica normal, pelo castaño oscuro lacio y largo, algo gordita, aunque con buena delantera.
Yo, sin embargo, no había aceptado nunca ninguna invitación, hasta ese día.
Las cosas con mi novio no estaban bien, hacía casi un mes que nada pasaba entre nosotros. Después de los reproches, y las peleas, yo tenía que ir a trabajar, y poner buena cara todo el día. Afortunadamente, tenía un amigo entre mis compañeros, Javier, un motoquero (mensajero en moto) que todos los días venía a buscar paquetes a la empresa. Con el contacto diario comenzamos a hablar, y él me daba ánimos en ese momento difícil. Nada más que agradecimiento sentía hacia él, y esperaba que fuera mutuo.
Ese jueves llovía, muchísimo. Javier, como todos los días, llegó a traer una caja y buscar un sobre. Pese a tener un impermeable encima, estaba empapado, y me daba pena que tuviera que trabajar todo el día así. Afortunadamente para él, los cheques que debía llevar al banco estaban retrasados, por lo que tenía tiempo para pasar al baño, y allí secarse la lluvia lo más posible. En la empresa no había casi nadie, al ser nueva tiene normas permisivas, como dejar trabajar a los empleados desde su casa los días de lluvia, por lo que nadie iba a molestarlo. Él pasó al baño, y yo me fui a la cocina a preparar un té. Sin embargo, mientras esperaba que el agua se calentara, me empezó a picar la curiosidad. En algunas ocasiones, al abrazarme para saludarme, o levantar las cajas de los pedidos, pude ver que Javier mantenía bien trabajado su cuerpo, a diferencia de mi novio, lo que siempre me había llamado la atención de él. Intrigada, volví sobre mis pasos, para espiar por el agujerito de la cerradura del baño, y verlo sacarse la remera, mostrar ese fuerte torso desnudo. Pero grande fue mi sorpresa cuando, al asomarme, lo primero que vi fue su miembro, semierecto pero descansando, a la altura de mi cara. Volví corriendo a la cocina, a ver mi té y huir lo más posible de aquella embarazosa situación, pero ya no podía quitarme esa visión de la cabeza. Aun dormido, su pito era más grande que el de mi novio, lo que me hizo sonreir y pensar en cosas chanchas. Me dediqué a tomar mi té, pero la idea no se me iba más: quería ser cogida por aquella verga.
No me animaba a entrar en el baño de sopetón, incluso me daba vergüenza pensar en mirarlo a la cara después de aquel encuentro, pero él no estaba al tanto de nada. Repetí eso internamente, y preparé un té para él. Cuando ya estaba listo, Javier salía del baño, secándose el pelo con una toalla de mano.
-¿Con eso te secaste? – le pregunté. Si bien hoy no había casi nadie, esas toallas eran para las manos.
-Uh, ¿no se podía? – Me respondió, un poco asustado.
-Ya fue, igual. ¿te alcanzó?
-Si, un poco, para lo más importante – dijo con una sonrisa.
-A ver, damela que la llevo para lavar.
Tomé la toalla de sus manos, y fui hacia el pequeño depósito, a buscar una nueva. En el camino, no pude evitar la tentación, y me llevé la toalla a la cara. Evidentemente, “lo más importante” era su pene y sus huevos, los que habían dejado un penetrante aroma en la toalla. Ahora estaba excitada, hace tiempo que no sentía nada así. Decidida, tomé dos toallas y volví.
-Tomá, terminá de secarte. Y la otra dejala en reemplazo de esta. – le dije, mientras le alcanzaba las toallas.
-Pero ya me sequé, te dije.
-Secate algo más que los huevos y el pelo.
-¿Y vos como sabés?
Me quedé congelada, no sabía que responder, y solo pensé en la verdad.
-La toalla tenía un olor…
-¿Estuviste oliéndola? Vos si que ya estás desesperada, eh? Buscás restos de hombres en todo lados – dijo riéndose fuertemente. Yo le agradecí internamente por esa broma que relajó el ambiente.
-Y, extraño bastante… - respondí yo, con la cabeza baja y gesto triste, mirando el té.
Javier se apiadó de mí, y me abrazó para consolarme. Pero yo sentía que no era como siempre, algo estaba pasando por abajo. Así que cuando me soltó, le dije, con cara pícara:
-¿No me das leche para el té?
Él se quedó duro, y el bulto entre sus piernas comenzó a crecer. Entonces, me acerqué más, y lo besé. Ya no iba a esperar más, quería aquello que me negaban hace tanto, y necesitaba ansiosamente. Javier se recuperó rápidamente de su sorpresa, y comenzó a besarme apasionadamente, mientras tocaba mi culo por arriba del pantalón, y con la otra mano me acariciaba las tetas.
- Vamos al baño – le dije, y tomándolo de la mano, lo guié. El aprovechó para apoyar mi mano sobre su bulto, lo que me calentó aún más.