Dragut
Bovino de alcurnia
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In dubio pro occidendo
(Ante la duda ¡mata!)
Corría el verano julio del año de Dios de 1209 cuando las tropas de Arnaud Amalric, general de la Orden de Citeaux, pusieron sitio a la ciudad francesa de Breziers en su cruzada católica de exterminio contra los practicantes de la religión cátara. El obispo entrega a Amalric una lista con los nombres de doscientos veinte herejes que habitan en la ciudad pero los ciudadanos de Breziers se niegan a entregar a sus vecinos y a rendir la plaza.
Cuando finalmente los soldados católicos irrumpen en la ciudad encuentran tras las murallas a veinte mil asustados habitantes y, confusos, se dirigen hacia su general para solicitar instrucciones que les permitan distinguir a los doscientos veinte herejes entre el total de la población. Arnaud Amalric lo tiene claro:
Matadlos a todos; Dios ya reconocerá a los suyos.
Días más tarde escribiría al Papa:
“Los nuestros, sin perdonar rango, sexo ni edad, han pasado por las armas a veinte mil personas. Tras una enorme matanza de enemigos, toda la ciudad ha sido saqueada y quemada: la venganza de Dios ha sido admirable”.
Ocho siglos justos han transcurrido desde entonces; ocho siglos durante los cuales se han conquistado continentes, se han detonado bombas atómicas, se ha pisado a la luna y las gentes se hablan con toda naturalidad a miles de kilómetros de distancia.
Pero poco o nada ha cambiado.
Nos lo recuerda esto un grupo de veintiseis soldados israelíes que, asqueados de sí mismos, de su ejército y de su gobierno, han decidido romper el silencio (que así se llama el documento que han firmado y hecho público) para denunciar los brutales crímenes que se sucedieron en la franja de Gaza el pasado invierno durante la operación Plomo Fundido en la que pereció un millar de civiles.
Les dejo algunos extractos:
Finalmente, algunos militares destacan, sorprendidos, el papel del Rabinato Militar, y en concreto del departamento "Conciencia Judía para un Ejército Israelí Ganador", desde el que se inspiraba a las fuerzas con expresiones como: "No tengas compasión, Dios te protege y todo lo que haces está santificado".
La verdad es que a estas alturas del partido no sabemos si Dios será capaz de reconocer a alguna de sus criaturas. Lo que sí podríamos afirmar es lo difícil que resulta reconocer a Dios en algunos lugares. Desde Breizers a Gaza, ocho siglos después, gentes con un arma en la mano, un vacío en el corazón y ninguna duda en la cabeza.
Abrazotes.
(Ante la duda ¡mata!)
Corría el verano julio del año de Dios de 1209 cuando las tropas de Arnaud Amalric, general de la Orden de Citeaux, pusieron sitio a la ciudad francesa de Breziers en su cruzada católica de exterminio contra los practicantes de la religión cátara. El obispo entrega a Amalric una lista con los nombres de doscientos veinte herejes que habitan en la ciudad pero los ciudadanos de Breziers se niegan a entregar a sus vecinos y a rendir la plaza.
Cuando finalmente los soldados católicos irrumpen en la ciudad encuentran tras las murallas a veinte mil asustados habitantes y, confusos, se dirigen hacia su general para solicitar instrucciones que les permitan distinguir a los doscientos veinte herejes entre el total de la población. Arnaud Amalric lo tiene claro:
Matadlos a todos; Dios ya reconocerá a los suyos.
Días más tarde escribiría al Papa:
“Los nuestros, sin perdonar rango, sexo ni edad, han pasado por las armas a veinte mil personas. Tras una enorme matanza de enemigos, toda la ciudad ha sido saqueada y quemada: la venganza de Dios ha sido admirable”.
Ocho siglos justos han transcurrido desde entonces; ocho siglos durante los cuales se han conquistado continentes, se han detonado bombas atómicas, se ha pisado a la luna y las gentes se hablan con toda naturalidad a miles de kilómetros de distancia.
Pero poco o nada ha cambiado.
Nos lo recuerda esto un grupo de veintiseis soldados israelíes que, asqueados de sí mismos, de su ejército y de su gobierno, han decidido romper el silencio (que así se llama el documento que han firmado y hecho público) para denunciar los brutales crímenes que se sucedieron en la franja de Gaza el pasado invierno durante la operación Plomo Fundido en la que pereció un millar de civiles.
Les dejo algunos extractos:
Se impuso la ausencia total de reglas para el combate, lo que derivó en una libertad absoluta de muchos soldados para disparar a cualquier palestino, civil o no.
Sin límites. No había límites. Todo el que hubiese respirando ahí era enemigo. Las órdenes en muchos casos fueron: "Entrad y disparad contra todo".
Las normas eran: dispara si te apetece
No había que tener ninguna consideración hacia los civiles, disparábamos a todo el que viésemos. Se nos repetía que las consideraciones humanitarias no tenían cabida: ´No dejéis que la moralidad sea un problema. Dejad las pesadillas para luego y ahora simplemente disparad.
Toda esa destrucción, todo ese fuego contra inocentes (...) era simplemente increíble Las instrucciones eran claras: si tienes dudas, mata.
Mejor disparar a un inocente que dudar en dar en el blanco enemigo.
En el minuto en que llegamos a nuestra línea de salida, simplemente comenzamos a disparar a lugares sospechosos. En una guerra urbana cualquiera es enemigo. No hay inocentes
En dos semanas de ofensiva, creo haber disparado cincuenta bombas, 32 cajas de munición de ametralladora de tamaño mediano (más de 7.000 disparos), 20 explosivos de mortero de 60 milímetros y 300 cargas de ametralladora pesada Browning 0.5. Y eso es sólo un tanque: había más de doscientos.
Y así más o menos continúa el resto del documento.Antes de entrar en cualquier casa, era normal lanzar misiles, fuego de tanques y metralletas, granadas y luego disparar según íbamos entrando
Finalmente, algunos militares destacan, sorprendidos, el papel del Rabinato Militar, y en concreto del departamento "Conciencia Judía para un Ejército Israelí Ganador", desde el que se inspiraba a las fuerzas con expresiones como: "No tengas compasión, Dios te protege y todo lo que haces está santificado".
La verdad es que a estas alturas del partido no sabemos si Dios será capaz de reconocer a alguna de sus criaturas. Lo que sí podríamos afirmar es lo difícil que resulta reconocer a Dios en algunos lugares. Desde Breizers a Gaza, ocho siglos después, gentes con un arma en la mano, un vacío en el corazón y ninguna duda en la cabeza.
Abrazotes.