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La otra transformación que necesitamos de AMLO

jarochilandio

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Gustavo de Hoyos Walther
Presidente Nacional de COPARMEX
19/07/2018


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REUTERS/GUSTAVO GRAF
Gustavo de Hoyos, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), y Andrés Manuel López Obrador, virtual presidente.


Desde la campaña electoral el candidato Andrés Manuel López Obrador señaló que, de ganar la elección, encabezaría en la Presidencia la República la que llamó "la cuarta transformación de México". Sostuvo que después de haber experimentado el país tres grandes movimientos evolutivos -a saber la Independencia, la Reforma y la Revolución- con el triunfo de Morena en la elección presidencial y su posterior arribo al Poder Ejecutivo Federal, se iniciaría un cambio de época, un nuevo hito en la historia patria: la cuarta transformación, que bien podría denominarse la "regeneración" nacional.

Como es bien sabido, AMLO y el partido político que fundó lograron un triunfo avasallador en las elecciones del primero de julio, lo cual les confiere un poder sin precedente en la historia reciente del país, lo que permitirá impulsar su proyecto político sin grandes obstáculos en el ámbito legislativo federal. E incluso, en la modificación del texto constitucional en base a la mayoría que también obtuvo en más de la mitad de las legislaturas locales.

Esta acumulación de poder, aunada al liderazgo carismático de AMLO y a que no parte de una estructura partidaria preexistente, sino en el arrastre y credibilidad personal, hacen indispensable que también experimente su propia transformación.

Por el bien de México, e incluso por el éxito de su propio proyecto político, sin traicionar su ser, AMLO debería evolucionar en su pensar y en su actuar.


El tránsito rápido hacia una condición de estadista puede serle de gran valor a México.

Varias de las posiciones y acciones que le conocimos primero como gobernante local, posteriormente como fundador y líder partidario -y recientemente como candidato presidencial- deberían quedar superadas, a partir de la cuarta transformación de AMLO en su nuevo papel como Jefe de Estado y de Gobierno.

La tolerancia debería ser uno de los nuevos atributos del futuro presidente, ser menos intransigente a la crítica y flexible ante sus adversarios. La inclusión aportaría al próximo titular del Poder Ejecutivo abrevar de las ventajas de la pluralidad en la difícil tarea de gobernar. Alentar el pensamiento divergente -incluso al interior de su equipo- le apartará de los riesgos del actuar con rasgos de infalibilidad, debilidad que hizo perder la brújula a varios de sus predecesores en nuestra historia contemporánea.

La reflexión en la acción y la apertura para enmendar el error pueden evitar decisiones desacertadas y de graves consecuencias. En tanto candidato, propuestas no meditadas como la amnistía y su incapacidad para identificar y reconocer rápidamente un desacierto, le significaron altos costos personales, que siendo gobierno pueden resultar más onerosos y que al final pagaría el país.

El análisis exhaustivo y la planeación rigurosa deben sobreponerse al pragmatismo y la improvisación que pudieron serle útiles como líder partidario y como candidato. Al gobernar toda una nación, por su complejidad, el piloto debe actuar con inspiración, pero siempre con método y protocolo.

Finalmente, la templanza que haga desaparecer exabruptos verbales y de acción, aún en condiciones extremas de confrontación política. Este es sin duda, el atributo que ha caracterizado a los grandes hombres que en su tiempo han marcado la historia de México y del mundo.

López Obrador puede, en efecto, realizar la cuarta transformación de México.

Para ello tiene que lograr, a la par, su propia transformación personal. El tránsito rápido hacia una condición de estadista puede serle de gran valor a México.

* Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.



Fuente


¡Sooopass! Creo que se le piden demasiados cambios (que también opino serían deseables) a una persona ideática que ya tiene 64 años. Ya imagino el trabajal que le ha de haber costado a quienes lo convencieron de dejar las trifulcas baratas, la confrontación, las expresiones vulgares y demás costumbritas para que se transformara en el predicador actual (¡les tomó algo así como cinco años!); aunque reiteradamente, y más ahora que ya tiene lo que quería, se le escapan esos resabios que siguen existiendo en su subconsciente. ¿Será que Alfonso Romo podrá otra vez convencerlo de hacer caso a estas sanas sugerencias? (porque el que lleva las riendas de todo es él, Alfonso Romo). De no hacerlo, tendremos a un serio competidor al título que actualmente ostenta el Payaso Naranja al otro lado del Río Bravo.
 
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