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Bovino de la familia
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Es un hecho que la FMF es manejada hoy –y lamentablemente así seguirá por muchos años- por un círculo pequeño de dueños que como resulta lógico velan por sus intereses, no necesariamente por los del futbol mexicano a nivel global. Es claro que las dos televisoras más importantes del país, y para ser precisos y claros, Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego, son los hombres a los que les rinde cuentas la industria del balón.
No miente el que asegura que Justino Compeán y Decio de María primordialmente responden y defienden esos intereses, y aunque se agradezca la intención de mejorar el producto que el futbol mexicano entrega semanalmente, los cambios que estos personajes pretenden realizar en el corto plazo no modificaran estructuralmente la Liga mexicana. Dicho de otra forma. La premisa de la que “esta preocupación” se origina no es mejorar el futbol cancha, sino aumentar el negocio que éste implica, y penosamente, por lo que se ha filtrado, el acento de las nuevas propuestas va encaminado a un nuevo modelo de negocios y a la intención de mejorar más “la percepción” que “la realidad” de nuestro balompié, rubro en el que penosamente se buscará hacer “alianzas” con algunos medios de comunicación y ciertos periodistas afines, para acallar o reducir la importancia de todas las voces críticas que aún están vigentes en el periodismo mexicano.
Por eso, sin dejar de reconocer que algunas de las medidas que se anuncien en próximos días pueden resultar positivas, algunos de los temas de fondo que ayudarían a mejorar la salud de nuestro futbol seguirán sin ser tratados por obvias razones. No serán Justino y Decio, subordinados a los intereses de las televisoras, los que, por ejemplo, le pidan a éstas que concentren sus energías en un solo equipo y se acabe de una buena vez con la multipropiedad que tanto daño causa. Tampoco serán ellos quienes se atrevan siquiera a mencionar la posibilidad de abrir el espectro de televisoras que puedan invertir más en el futbol mexicano y generar mayores ganancias en ese rubro. Mucho menos se animarán ambos a pedirle a Televisa y TV Azteca que como supuestos “socios comerciales” ayuden desinteresadamente a la difusión de torneos Sub-17, Sub-20, o a una Liga femenil, o le den más espacio a la Liga de ascenso, a la que no parecen apoyar ni siquiera por el hecho de tener equipos en ella, y ni hablar de que estos dirigentes permitan abrir la posibilidad de que, como sucede en Inglaterra, al futbol mexicano lleguen exóticos millonarios –algunos de dudosa procedencia- con la intención de invertir alocadamente millones de euros y “agiten” las aguas de un futbol que se defiende a veces patrioteramente peor que a Pemex.
No soy, en ese sentido muy optimista, aunque tampoco caeré en el error de creer que todo en la FMF está mal y que no se ha avanzado en algunos rubros, ya sea por conveniencia económica de quienes invierten en la punta del iceberg. Por otra parte, si las cosas funcionaran correctamente no se les debería “cargar” los costos de todo lo que ocurre en el futbol mexicano a unos cuantos dueños, pero como éstos han asumido el control total del organismo y se han adueñado de la Selección Nacional y de la Liga, también deberían encargarse de amparar el desarrollo del resto de las ramas de un futbol mexicano que tiene, me parece, un importante margen de mejora.
Es claro que hay mucho por hacer en nuestro futbol, pero también que muchas de las críticas que sistemáticamente éste recibe son desmedidas y absurdas. No es extraño escuchar a colegas despotricar contra la Liga mexicana comparándola con la Champions League –y además los partidos estelares de ésta- como si fuera un punto válido a imitar. Ese mismo desajuste que puede detectarse a simple vista entre un Milán-Barcelona, un Bayern-Real Madrid, o un Chelsea-Nápoles y un partido promedio de la liga doméstica en México lo pueden sufrir comparativamente en Bélgica, Ucrania, Argentina, Escocia u Holanda y en un 80 o 90 % de las ligas del mundo. De entrada la Champions es el mejor torneo de clubes del planeta ya que en ella participan primordialmente los equipos más poderosos de las Ligas económicamente más fuertes. Uno de esos elencos estelares, como el del Real Madrid o el del FC Barcelona está cotizado a mayor precio todos los futbolistas de los 18 equipos de la Primera División Mexicana juntos. El Monterrey, que según la agencia Transfermarkt (www.transfermarkt.de) tiene hoy en día la nómina más valiosa de la Liga mexicana, vale algo así como 39 millones de euros, lo mismo que el Dinamo Zagreb de Croacia y sólo por encima de cuatro de los equipos que participaron en la presente edición de la Champions, el Otelul Galati, el Viktoria Plzeb, el Bate Borisov y el sorprendente Apoel de Nicosia que logró colarse hasta los Cuartos de Final, aunque en ellos dejó en claro su incapacidad para competir con un peso pesado como el Madrid.
Estos valores económicos evidentemente se reflejan en el futbol cancha, aunque la esencia democratizadora del balompié entregue eventualmente muestras de que el dinero no lo es todo. Así lo pensé ingenuamente durante mucho tiempo, y no discuto que en un partido único, sin importar el precio de los futbolistas, un equipo como el Alcorcón pueda vencer al poderoso Madrid o el Hércules al mismísimo Barcelona, pero a la larga, en un torneo –sobre todo en el formato europeo- y ante las tremendas desigualdades que el futbol moderno ofrece, lo normal es que los títulos se los queden siempre alguno de los dos o tres planteles más ricos y las nóminas menos poderosas ocupen los peores sitios en la tabla, salvo excepciones honrosas como la del Levante en España, que no aspira a la Liga pero sí a recompensas que superan por mucho lo que presupuesto invitaba a pensar.
Por eso cuando a la ligera muchos aficionados y periodistas comparan absurdamente a la Liga mexicana con la Champions League o pretenden que se vea en nuestro país un nivel similar al que se observa en los partidos estelares –porque ni siquiera ven el resto de los juegos- de Ligas como la inglesa, la alemana, la española o la italiana, me pregunto si tenemos una economía parecida a la de esas Ligas, y si estaríamos dispuestos a “pagar” lo que valen y a “generar” como clientes lo que en esos campeonatos se genera. La respuesta normalmente es no.
Tenemos una Liga acorde a una realidad económica y social. Estoy seguro que se puede mejorar en cuanto se permita la participación de más inversionistas, se les dé un trato equitativo, se respeten reglamentos a rajatabla y se entienda que no todo es lucro. Eso no lo discuto, ni me conformo con lo que tenemos. Pero tampoco podemos ser tan ingenuos de creer que es un asunto de “voluntades” para que nuestra Liga –que es una de las tres mejores del continente americano- sea una de las mejores tres o cuatro del planeta y nuestros equipos puedan tener 20 o 30 veces más recursos para darnos juegos “de Champions” cada fin de semana sin que eso implique un costo a nuestros bolsillos que seguramente millones de mexicanos no están en condiciones de pagar.
No miente el que asegura que Justino Compeán y Decio de María primordialmente responden y defienden esos intereses, y aunque se agradezca la intención de mejorar el producto que el futbol mexicano entrega semanalmente, los cambios que estos personajes pretenden realizar en el corto plazo no modificaran estructuralmente la Liga mexicana. Dicho de otra forma. La premisa de la que “esta preocupación” se origina no es mejorar el futbol cancha, sino aumentar el negocio que éste implica, y penosamente, por lo que se ha filtrado, el acento de las nuevas propuestas va encaminado a un nuevo modelo de negocios y a la intención de mejorar más “la percepción” que “la realidad” de nuestro balompié, rubro en el que penosamente se buscará hacer “alianzas” con algunos medios de comunicación y ciertos periodistas afines, para acallar o reducir la importancia de todas las voces críticas que aún están vigentes en el periodismo mexicano.
Por eso, sin dejar de reconocer que algunas de las medidas que se anuncien en próximos días pueden resultar positivas, algunos de los temas de fondo que ayudarían a mejorar la salud de nuestro futbol seguirán sin ser tratados por obvias razones. No serán Justino y Decio, subordinados a los intereses de las televisoras, los que, por ejemplo, le pidan a éstas que concentren sus energías en un solo equipo y se acabe de una buena vez con la multipropiedad que tanto daño causa. Tampoco serán ellos quienes se atrevan siquiera a mencionar la posibilidad de abrir el espectro de televisoras que puedan invertir más en el futbol mexicano y generar mayores ganancias en ese rubro. Mucho menos se animarán ambos a pedirle a Televisa y TV Azteca que como supuestos “socios comerciales” ayuden desinteresadamente a la difusión de torneos Sub-17, Sub-20, o a una Liga femenil, o le den más espacio a la Liga de ascenso, a la que no parecen apoyar ni siquiera por el hecho de tener equipos en ella, y ni hablar de que estos dirigentes permitan abrir la posibilidad de que, como sucede en Inglaterra, al futbol mexicano lleguen exóticos millonarios –algunos de dudosa procedencia- con la intención de invertir alocadamente millones de euros y “agiten” las aguas de un futbol que se defiende a veces patrioteramente peor que a Pemex.
No soy, en ese sentido muy optimista, aunque tampoco caeré en el error de creer que todo en la FMF está mal y que no se ha avanzado en algunos rubros, ya sea por conveniencia económica de quienes invierten en la punta del iceberg. Por otra parte, si las cosas funcionaran correctamente no se les debería “cargar” los costos de todo lo que ocurre en el futbol mexicano a unos cuantos dueños, pero como éstos han asumido el control total del organismo y se han adueñado de la Selección Nacional y de la Liga, también deberían encargarse de amparar el desarrollo del resto de las ramas de un futbol mexicano que tiene, me parece, un importante margen de mejora.
Es claro que hay mucho por hacer en nuestro futbol, pero también que muchas de las críticas que sistemáticamente éste recibe son desmedidas y absurdas. No es extraño escuchar a colegas despotricar contra la Liga mexicana comparándola con la Champions League –y además los partidos estelares de ésta- como si fuera un punto válido a imitar. Ese mismo desajuste que puede detectarse a simple vista entre un Milán-Barcelona, un Bayern-Real Madrid, o un Chelsea-Nápoles y un partido promedio de la liga doméstica en México lo pueden sufrir comparativamente en Bélgica, Ucrania, Argentina, Escocia u Holanda y en un 80 o 90 % de las ligas del mundo. De entrada la Champions es el mejor torneo de clubes del planeta ya que en ella participan primordialmente los equipos más poderosos de las Ligas económicamente más fuertes. Uno de esos elencos estelares, como el del Real Madrid o el del FC Barcelona está cotizado a mayor precio todos los futbolistas de los 18 equipos de la Primera División Mexicana juntos. El Monterrey, que según la agencia Transfermarkt (www.transfermarkt.de) tiene hoy en día la nómina más valiosa de la Liga mexicana, vale algo así como 39 millones de euros, lo mismo que el Dinamo Zagreb de Croacia y sólo por encima de cuatro de los equipos que participaron en la presente edición de la Champions, el Otelul Galati, el Viktoria Plzeb, el Bate Borisov y el sorprendente Apoel de Nicosia que logró colarse hasta los Cuartos de Final, aunque en ellos dejó en claro su incapacidad para competir con un peso pesado como el Madrid.
Estos valores económicos evidentemente se reflejan en el futbol cancha, aunque la esencia democratizadora del balompié entregue eventualmente muestras de que el dinero no lo es todo. Así lo pensé ingenuamente durante mucho tiempo, y no discuto que en un partido único, sin importar el precio de los futbolistas, un equipo como el Alcorcón pueda vencer al poderoso Madrid o el Hércules al mismísimo Barcelona, pero a la larga, en un torneo –sobre todo en el formato europeo- y ante las tremendas desigualdades que el futbol moderno ofrece, lo normal es que los títulos se los queden siempre alguno de los dos o tres planteles más ricos y las nóminas menos poderosas ocupen los peores sitios en la tabla, salvo excepciones honrosas como la del Levante en España, que no aspira a la Liga pero sí a recompensas que superan por mucho lo que presupuesto invitaba a pensar.
Por eso cuando a la ligera muchos aficionados y periodistas comparan absurdamente a la Liga mexicana con la Champions League o pretenden que se vea en nuestro país un nivel similar al que se observa en los partidos estelares –porque ni siquiera ven el resto de los juegos- de Ligas como la inglesa, la alemana, la española o la italiana, me pregunto si tenemos una economía parecida a la de esas Ligas, y si estaríamos dispuestos a “pagar” lo que valen y a “generar” como clientes lo que en esos campeonatos se genera. La respuesta normalmente es no.
Tenemos una Liga acorde a una realidad económica y social. Estoy seguro que se puede mejorar en cuanto se permita la participación de más inversionistas, se les dé un trato equitativo, se respeten reglamentos a rajatabla y se entienda que no todo es lucro. Eso no lo discuto, ni me conformo con lo que tenemos. Pero tampoco podemos ser tan ingenuos de creer que es un asunto de “voluntades” para que nuestra Liga –que es una de las tres mejores del continente americano- sea una de las mejores tres o cuatro del planeta y nuestros equipos puedan tener 20 o 30 veces más recursos para darnos juegos “de Champions” cada fin de semana sin que eso implique un costo a nuestros bolsillos que seguramente millones de mexicanos no están en condiciones de pagar.