Dragut
Bovino de alcurnia
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La libertad del asco
"Mi nombre es Dingana, de Etiopía, y quiero dar las gracias a Irfak por ayudarme a sobrevivir haciendo posible que ahora yo pueda estar enviando esta carta…"
Así comienza la carta de agradecimiento de un niño etíope enviada a la empresa holandesa Irfak, que le arrancó de las garras de una muerte segura por desnutrición.
Hasta aquí nada raro si tenemos en cuenta que, gracias a las bonificaciones fiscales que ello conlleva, muchas empresas europeas tienen esta clase de gestos para con los países empobrecidos (empobrecidos por ellas, se entiende). Lo extraordinario de "Irfak - Fat to Food Recycling" es que se preocupa de la alimentación de los niños empobrecidos proporcionándoles galletitas elaboradas a base de grasa humana.
La directora de esta empresa, Mieke Smits, nos explica cómo reciclan la grasa humana procedente de liposucciones gracias a la colaboración de la clínica de cirujanos estéticos "Van Gerven & Van Iersel". Pero solamente -ante todo la ética profesional- si usted dona expresa y voluntariamente sus grasas sobrantes antes de someterse a la liposucción. También señala Smits que la grasa obtenida se mezcla con azúcar (sic) “para mejorar su sabor” y se le añade cierta cantidad de vitaminas. Incluso puede usted ser el afortunado ganador o ganadora de una liposucción que se sortea periódicamente sólo con rellenar sus datos en la propia web de la empresa:
http://www.irfak.org/
Eso sí, deberá donar la grasa que le extraigan.
Una vez que Irfak - Fat to Food Recycling se dio a conocer, el escándalo fue tan mayúsculo que llegó incluso al propio Parlamento Europeo. La prensa se hizo eco y millones de civilizados ciudadanos, como usted, como yo, torcieron el gesto ante el asco que les produjo esta nueva y caritativa versión de Soylent Green. Tan fuerte fue el indignado clamor contra la empresa que hubo que destapar la verdad antes de tiempo: se trataba de una farsa. La inexistente Irfak no era más que un montaje parte de la exposición de arte "Glocal Affairs", centrada en la interrelación entre las escalas globales y locales para denunciar la miseria que el mundo desarrollado ocasiona a los países empobrecidos.
Suspiro colectivo de alivio. ¿Se lo creyó usted, mi prudente lector? Yo sí; sin dudarlo. ¿Por qué no iba a creerlo? Al fin y al cabo qué es lo que hacen los países económicamente desarrollados si no eso: arrojar sus despojos, sus miserables migajas a los países empobrecidos para lavarse las manos, para sentirse mejor, tan mejor como la gente civilizada se sintió al descubrir que Irfak era una farsa.
Así que olvide el asco que le produjo imaginar la existencia y posible sabor de esas galletitas. Y olvide también, si es que lo sintió, el asco que le produjo imaginar que hubiera niños que las comieran para no morir.
Todo era mentira.
Tranquilidad, no existe en Etiopía ningún Dingana que coma galletitas hechas con grasa humana. Allí tan sólo existen decenas de miles de Dinganas agonizando de hambre en este mismo instante. Pero eso no parece escandalizar tanto.
Cada quién elija lo verdaderamente digno de asco.
"Mi nombre es Dingana, de Etiopía, y quiero dar las gracias a Irfak por ayudarme a sobrevivir haciendo posible que ahora yo pueda estar enviando esta carta…"
Así comienza la carta de agradecimiento de un niño etíope enviada a la empresa holandesa Irfak, que le arrancó de las garras de una muerte segura por desnutrición.
Hasta aquí nada raro si tenemos en cuenta que, gracias a las bonificaciones fiscales que ello conlleva, muchas empresas europeas tienen esta clase de gestos para con los países empobrecidos (empobrecidos por ellas, se entiende). Lo extraordinario de "Irfak - Fat to Food Recycling" es que se preocupa de la alimentación de los niños empobrecidos proporcionándoles galletitas elaboradas a base de grasa humana.
La directora de esta empresa, Mieke Smits, nos explica cómo reciclan la grasa humana procedente de liposucciones gracias a la colaboración de la clínica de cirujanos estéticos "Van Gerven & Van Iersel". Pero solamente -ante todo la ética profesional- si usted dona expresa y voluntariamente sus grasas sobrantes antes de someterse a la liposucción. También señala Smits que la grasa obtenida se mezcla con azúcar (sic) “para mejorar su sabor” y se le añade cierta cantidad de vitaminas. Incluso puede usted ser el afortunado ganador o ganadora de una liposucción que se sortea periódicamente sólo con rellenar sus datos en la propia web de la empresa:
http://www.irfak.org/
Eso sí, deberá donar la grasa que le extraigan.
Una vez que Irfak - Fat to Food Recycling se dio a conocer, el escándalo fue tan mayúsculo que llegó incluso al propio Parlamento Europeo. La prensa se hizo eco y millones de civilizados ciudadanos, como usted, como yo, torcieron el gesto ante el asco que les produjo esta nueva y caritativa versión de Soylent Green. Tan fuerte fue el indignado clamor contra la empresa que hubo que destapar la verdad antes de tiempo: se trataba de una farsa. La inexistente Irfak no era más que un montaje parte de la exposición de arte "Glocal Affairs", centrada en la interrelación entre las escalas globales y locales para denunciar la miseria que el mundo desarrollado ocasiona a los países empobrecidos.
Suspiro colectivo de alivio. ¿Se lo creyó usted, mi prudente lector? Yo sí; sin dudarlo. ¿Por qué no iba a creerlo? Al fin y al cabo qué es lo que hacen los países económicamente desarrollados si no eso: arrojar sus despojos, sus miserables migajas a los países empobrecidos para lavarse las manos, para sentirse mejor, tan mejor como la gente civilizada se sintió al descubrir que Irfak era una farsa.
Así que olvide el asco que le produjo imaginar la existencia y posible sabor de esas galletitas. Y olvide también, si es que lo sintió, el asco que le produjo imaginar que hubiera niños que las comieran para no morir.
Todo era mentira.
Tranquilidad, no existe en Etiopía ningún Dingana que coma galletitas hechas con grasa humana. Allí tan sólo existen decenas de miles de Dinganas agonizando de hambre en este mismo instante. Pero eso no parece escandalizar tanto.
Cada quién elija lo verdaderamente digno de asco.