frafraa
Bovino maduro
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Un empate entre los ministros de la Suprema Corte dejó para otra ocasión el fallo sobre el amparo que solicitaron 15 intelectuales contra la reforma electoral de 2007, que prohíbe contratar propaganda en radio y televisión dirigida a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos; hablar a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular.
Las opiniones divididas de los ministros, 5 contra 5, reflejan la dificultad de impedir que haya espacios comprados donde se denigre al adversario, porque los vacíos jurídicos y la debilidad de las autoridades electorales permite que haya propaganda disfrazada de información, no sólo en radio y televisión, sino en los medios impresos y en Internet donde se filtran datos para sepultar reputaciones personales y orientar el sentido de la votación.
La elección de Guerrero, donde fue evidente cómo se siguió al pie de la letra el manual de las ‘campañas sucias’, muestra que cuando los ministros de la corte retomen el tema del amparo de los intelectuales la realidad los habrá rebasado con creces.
Y es que, además de que el párrafo en cuestión atenta contra el artículo 1ro. de la Constitución, que establece la igualdad de todos los ciudadanos, no es válido determinar que sólo los militantes de los partidos podrán utilizar los medios electrónicos para hacer campañas, mientras que los candidatos independientes no tienen derecho a ser vistos ni escuchados.
Por otro lado ¿cómo medir la influencia de una palabra, un gesto, un dato en el ánimo de un votante?
Si las campañas son, por definición, para influir en el resultado de una elección, ¿porqué prohibir que ciudadanos manifiesten libremente sus preferencias ideológicas?
Los defensores de la contrarreforma electoral de 2007, argumentan que si se permite la libre contratación en radio y televisión, se les otorgaría un poder enorme a los grandes empresarios que podrían hacer campaña por sus intereses y esta circunstancia violentaría el principio de equidad.
Lo que no se dice es que el gran objetivo de impedir la dominación del dinero y de los medios de comunicación en el escenario político-electoral se construyó sin considerar un aspecto medular: los medios saben hablar de muchas maneras.
El derroche publicitario de conocidos personajes políticos muestra el maridaje entre medios de comunicación y clase política no sólo mediante spots, sino también a través de otros lenguajes mediáticos como entrevistas, reportajes, cadenas nacionales, cobertura de conferencias de prensa, telenovelas, infomerciales, que abren un sinfín de condiciones para el contubernio.
La equidad representa uno de los grandes acertijos de las democracias contemporáneas, pero no es la prohibición de utilizar libremente los espacios públicos lo que nos va a llevar a ella.
Tomado de la Revista Filos.mx
Las opiniones divididas de los ministros, 5 contra 5, reflejan la dificultad de impedir que haya espacios comprados donde se denigre al adversario, porque los vacíos jurídicos y la debilidad de las autoridades electorales permite que haya propaganda disfrazada de información, no sólo en radio y televisión, sino en los medios impresos y en Internet donde se filtran datos para sepultar reputaciones personales y orientar el sentido de la votación.
La elección de Guerrero, donde fue evidente cómo se siguió al pie de la letra el manual de las ‘campañas sucias’, muestra que cuando los ministros de la corte retomen el tema del amparo de los intelectuales la realidad los habrá rebasado con creces.
Y es que, además de que el párrafo en cuestión atenta contra el artículo 1ro. de la Constitución, que establece la igualdad de todos los ciudadanos, no es válido determinar que sólo los militantes de los partidos podrán utilizar los medios electrónicos para hacer campañas, mientras que los candidatos independientes no tienen derecho a ser vistos ni escuchados.
Por otro lado ¿cómo medir la influencia de una palabra, un gesto, un dato en el ánimo de un votante?
Si las campañas son, por definición, para influir en el resultado de una elección, ¿porqué prohibir que ciudadanos manifiesten libremente sus preferencias ideológicas?
Los defensores de la contrarreforma electoral de 2007, argumentan que si se permite la libre contratación en radio y televisión, se les otorgaría un poder enorme a los grandes empresarios que podrían hacer campaña por sus intereses y esta circunstancia violentaría el principio de equidad.
Lo que no se dice es que el gran objetivo de impedir la dominación del dinero y de los medios de comunicación en el escenario político-electoral se construyó sin considerar un aspecto medular: los medios saben hablar de muchas maneras.
El derroche publicitario de conocidos personajes políticos muestra el maridaje entre medios de comunicación y clase política no sólo mediante spots, sino también a través de otros lenguajes mediáticos como entrevistas, reportajes, cadenas nacionales, cobertura de conferencias de prensa, telenovelas, infomerciales, que abren un sinfín de condiciones para el contubernio.
La equidad representa uno de los grandes acertijos de las democracias contemporáneas, pero no es la prohibición de utilizar libremente los espacios públicos lo que nos va a llevar a ella.
Tomado de la Revista Filos.mx