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la inquilina 3

sorullo27

Becerro
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9 Nov 2009
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5
Tengo que confesarles algo . . .


Anna estaba acostada en nuestra cama!!! Tenía miedo de despertar y que todo fuera un sueño. Yo acariciaba sus hermosas piernas, no muy delgadas, tenían lo necesario para invitarte a tocarlas y con esos zapatos de tacón alto que siempre usaba, se veían firmes y torneadas. Esa suavidad como la seda de las piernas de Anna, y la mirada de mi mujer a un lado, quien observaba a detalle mis movimientos, incitándome a que avanzara más y más pero con el temor de que Anna se arrepintiera y todo esto terminara. Delicadamente y con movimientos suaves recorría con mis manos de sus tobillos hasta las rodillas, la vista era perfecta, Anna con su falda negra, que al recostarse se le había subido un poco, lo suficiente para dejar a mi vista su diminuta tanga rosa de algodón, así como las evidencias de que efectivamente se encontraba mojadita, por la sombra húmeda que había dejado como rastro las caricias de mi mujer. Dentro de mí imperaba un gran deseo de despojarla de la poca ropa que le quedaba, ese bra negro de encaje que hacía un efecto en sus tetas que nadie resistiría las ganas de acariciarlas, esa falda negra tan corta y la tanguita que me apetecía tanto quedármela como recuerdo de ese momento. Que ganas por Dios de hacerla mía, era una lucha interna entre el deseo voraz que me provocaba y el miedo de que todo se acabara. Naty, insistía en que yo avanzara con cada caricia un poco más, me daba instrucciones con la mirada, la cual la delataba evidentemente y quizás ella estaba hasta más deseosa que yo de jugar con Anna. No sé cuánto tiempo pasó, cada instante me duraba una eternidad, podía sentir que todo pasaba en cámara lenta, la sensación entre latido y latido que provenía de mi cuerpo excitado, mil pensamientos pasaban por mi mente, de qué quisiera hacerle a Anna y a mi mujer. Ante la insistencia de Naty y venciendo el temor que yo tenía de que todo acabara, procedí a recorrer más camino del cuerpo de Anna. Mi prudencia y temor, no me permitió más que ganar a lo mucho diez centímetros de avance, lo que no pareció incomodarle en lo absoluto a Anna, por el contrario, su respiración se aceleraba cada vez más, al grado de percibirse a simple vista y a escucharse de vez en cuando un quedito y agudo gemido.


Ante mi poca valentía para proceder con Anna con mayor velocidad, Naty se recostó junto a ella, quedando las dos frente a mí. Mi mujer con sutileza y cuidado, acarició la parte de las tetas de Anna que quedaban al descubierto, de forma circular y suave pasaba de una a otra de singular manera. Yo hipnotizado por aquella escena, no era dueño ni consiente de lo que mi cuerpo y manos hacían. Cuando por fin reaccioné de aquella escena, me percaté que mis manos ya habían recorrido el camino que apenas hace unos instantes, no me atrevía a cruzar. Mis manos se encontraban rosando muy apenitas su mojada vagina y su entrepierna, mis dedos sentían perfectamente la humedad de sus braguitas, que momento, que excitación, que combinación de sensaciones debido a la situación del momento.


Naty ya había conseguido bajar los tirantes del bra y poco a poco despojaba las tetas de Anna de su prisión de encaje, mientras le besaba el hombro hasta que se hicieron presentes aquellas tetas que tanto habíamos deseado tocar por culpa de aquel video que encontramos en el baúl que dio pauta a todo lo que hasta el momento había sucedido. Eran tal cual las recordábamos, no muy grandes pero perfectas para jugar con ellas. Sus pezones estaban a la vista, que ganas de morderlos pensaba, cuando en eso, Naty se dirigió a ellos y comenzó a rosarlos con su lengua en forma circular rodeando todo el perímetro, pasaba de uno a otro sin problema alguno. Anna ya no pudo disimular, su excitación era más que notoria, su respiración acelerada y sus gemidos ya no eran suaves y agudos, por el contrario, cada vez subían de intensidad y volumen. Yo aproveché ese momento y coloqué mi mano en su vagina, que a pesar de estar protegida por su braguita rosa, sobre pasaba lo mojada que estaba. Naty se encontraba prácticamente sobre ella, dejando a mi vista esas nalgas que tanto me encanta comerme, así que con una mano tocaba y acariciaba a Anna y con la otra, acariciaba a mi mujer. Me encontraba en un concierto de gemidos, que se perdía quién era la autora de cada uno. La excitación que dicho concierto me causaba había rebasado mis temores, así que acerque mi boca a la vagina de Anna y comencé a besarla poco a poco, ella instintivamente abrió las piernas un poco más, eso era una aceptación, una de mis manos ya había llegado a sus tetas, me encontraba acariciando a Anna y a mi mujer, mis manos no perdían el tiempo, así que para no distraerlas, con la boca fui bajando lentamente la braguita rosa, que hace rato quería que desapareciera. Ya con la braguita a nivel de las rodillas, comencé a deleitar ese manjar que tanto había deseado, mi mujer ya se había alejado un poco para participar como espectadora de aquel momento. Naty se encontraba completamente desnuda, su mirada me daba la aprobación de que siguiera, y sus manos que le acariciaban su propia vagina, me decían que estaba gozando de aquel momento.


Discretamente, la invité a que me ayudara a probar a Anna, mi mujer no lo pensó dos veces y entre los dos saboreábamos aquella inquilina que hace semanas que nos trae locos. Anna estaba rendida ante nosotros, se encontraba a nuestra entera satisfacción sin queja alguna, al contrario cooperaba con cada caricia que le hacíamos. No me podía sentir más dichoso en ese momento, mi mujer compartía como mi cómplice, esa fantasía. Anna no había pronunciado palabra alguna, sólo gemía y cada vez con mayor intensidad, hasta que de pronto y a causa de la excitación que le producíamos, nos dijo: “Tengo que confesarles algo”, Naty y yo cruzamos miradas de intriga y complicidad de lo que ya sabíamos de ella y de lo que había sentido, según su relato en aquel libro viejo y desgastado. Anna continuó y nos confesó que sin querer nos había visto hacer el amor una noche, lo que a partir de ese momento le había causado un gran interés hacia nosotros, algo que nunca había experimentado antes. Continuó confesando que muchas noches había deseado estar en una situación con nosotros, como en la que en ese momento nos encontrábamos, que sólo de pensarlo le causaba un morbo y excitación y a la vez una gran pena. Naty y yo no pudimos disimular. Nuestras caras y sonrisas eran más que evidentes, así que le dijimos que nosotros también teníamos que confesarle algo, que desde que llegó nos había parecido atractiva y que de igual forma pensábamos en momentos como en el que nos encontrábamos, claro que no íbamos a delatarnos de la intromisión que habíamos hecho a su habitación y mucho menos de haber leído su diario y visto el video que hizo como resultado de la excitación que le produjo vernos aquella noche.


Una vez confesos todos, el ambiente cambió, los temores y nervios desaparecieron, la confianza y excitación se apoderó de nosotros tres. Después de darle un gran beso en los labios a mi mujer, como pago de penitencia de lo que pensaba hacer, me coloqué encima de Anna, y comencé a besarla delicadamente cada parte de su cuerpo. Mi mujer se acomodó a un lado para masturbarse mientras veía el espectáculo. Los gemidos de ambas iniciaron de nuevo, lo que me causaba una excitación mayor. Cuando la intensidad de los gemidos de Anna habían rebasado nuestras expectativas y revelaban su gran excitación, Naty se acercó a mí y en susurro me dijo: “quiero que la hagas tuya, quiero que lo disfrutes, quiero que le hagas lo que a mí, mientras yo te observo”. Obviamente esa circunstancia me puso a mil, y sin perder oportunidad, me cercioré de que Anna siguiera mojadita y mi miembro se introdujo en ella con gran facilidad. En ese momento, Anna dio un gran gemido que a nada estuve de venirme, pero logré controlarme, ella mostraba signos de aprobación y satisfacción y pedía que no parara, lo cual cumplí a pie de la letra. Mi mujer a un lado masturbándose mientras me observaba como le hacía el amor a Anna, la cual estaba totalmente dispuesta a complacernos y yo cumpliendo una de mis más grandes fantasías, que momento y sensaciones irrepetibles. Seguí introduciéndome en Anna mientras observaba a mi mujer, lo cual ocasionó que no durara mucho más.


A causa de esto, Naty al ver a Anna no muy satisfecha, se acercó a ella y comenzó a comerse su vagina, Anna no tardó en venirse, pero aún quedaba alguien a quien debíamos cumplirle y a la que le debíamos este momento, Naty, así que como si nos hubiéramos organizado, Anna y yo nos acercamos a Naty y le dedicamos tiempo. Entre los dos nos la comíamos completita, como si le agradeciéramos ese gran momento, ella lo disfrutaba, yo la embestía mientras Anna se comía de forma exquisita sus tetas. Naty tenía una cara de excitación y satisfacción que no conocía. Anna la acariciaba y besaba, con tal delicadeza que se antojaba. Naty se vino, con un gran contorneo de sus caderas y unos gritos de satisfacción que no olvidaré. Ya satisfechos los tres y evidentemente cansados de la larga noche, nos quedamos juntos dormidos hasta el mediodía.


A partir de esa noche, de forma recurrente Anna cancelaba sus salidas para quedarse con nosotros a “ver una película”, como nosotros le llamábamos. No era muy recurrente, pero cuando sucedía esto pasaba con gran intensidad por parte de todos. Por mí hubiera durado por siempre, pero Anna por motivos personales y de salud de su madre, tuvo que mudarse al año. De vez en cuando recibimos llamadas de ella y cuando menos una vez al año, nos viene a visitar para recordar y repetir aquel momento.
 
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