Dragut
Bovino de alcurnia
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La elocuencia del silencio
Decía el bueno de José Mª de Larra, hace ya un par de siglos, y hasta el escroto de que le censuraran sus artículos, que "El verdadero talento no consiste en saber lo que hay que decir, sino lo que hay que callar".
Siglos antes, se dijo aquello de "serás dueño de tu silencio y esclavo de tus palabras."
El problema de estos tiempos tan curiosos en los que nos ha tocado vivir es que el silencio de nuestra maravillosa sociedad occidental está esclavizando al resto del planeta. Y cuando hablamos lo hacemos para acallar las voces más débiles en una suerte de elocuencia repugnante, como quien sube el volumen de la televisión cuando el vecino golpea a su mujer.
Bienvenidos al Nuevo Orden Mundial; ya somos dueños de todo; de nuestras palabras y del silencio de los demás. Larga vida a la democracia de los mudos: podéis escoger entre callar por tener la boca llena de monedas o callar por tenerla llena de tierra. Afasia o muerte.
Los estómagos satisfechos siempre permanecen silenciosos; mientras, los estómagos vacíos rugen a la nada como en esos sueños en los que quieres gritar y no te sale la voz. Emparedados entre la libertad de decir lo que quieras siempre que a mí me guste lo que digas, claro. Canten los poetas a las flores, a los pajaritos y al amor; los cantos al Hambre, a la injusticia o a la miseria no son poesía, son subversión. Desentonan. Hacen pensar, hacen sentir, y eso es molesto.
No, gente linda; cuando toque rendir cuentas no nos van a buscar por las cosas que dijimos, como ocurría en el pasado. Vendrán por nosotros para que respondamos por todas y cada una de las cosas que callamos.
El silencio es una buena cosa, especialmente cuando no se tiene nada que decir. El problema, a mi juicio, no son tanto aquellos que hablan cuando tienen que callar, sino los que callan cuando tendrían que gritar.
Se puede callar por cobardía, se puede callar por resignación y se puede callar por indiferencia. También se puede callar por desconocimiento. Todos esos son silencios ominosos.
Sobre los tres primeros poco puede hacerse porque el miedo es libre, la falta de esperazas también, y de nada sirve buscar sentimientos donde no los hay.
Pero el acabar con el cuarto silencio, el silencio ignorante, es una responsabilidad de todos; si el mundo calla, que calle por ser cobarde, que calle porque no aspira a ser mejor, o que calle porque le dé igual estar hecho una mierda. Pero que no pueda decir nunca que calla "porque no sabía", como aquellos oficiales de las SS en Nüremberg.
Existen silencios diferentes pues, que se corresponden a realidades diferentes; en unos sitios no te dejan hablar y en otros puedes hablar cuanto quieras que nadie te escuchará.
Pero gracias a quienes no callamos sabemos que pese a que nuestras realidades sean diferentes nuestros sentimientos no lo son.
Gracias a que hay gente que no calla, yo sé ahora lo que le ocurre al pueblo mapuche y lo de los niños de Tucumán, y otros saben del drama de los diamantes o del genocidio en Palestina. Nosotros no podemos hacer que eso le importe a nadie, ni siquiera podemos hacer que hagan algo. Pero sí evitar que luego vengan con el "yo no sabía".
Así pues, no se callen; sin información no hay conocimiento y sin conocimiento no se generan la empatía ni los sentires, que son los pilares básicos para mover un dedo. O para mover dos dedos. O para terminar parado delante de una excavadora israelí o vacunando niños en la jungla. Pero cuando uno se informa, por ese mero hecho, ya está alcanzando un cierto grado de compromiso.
Aunque después se tome un martini.
Abrazotes.
Decía el bueno de José Mª de Larra, hace ya un par de siglos, y hasta el escroto de que le censuraran sus artículos, que "El verdadero talento no consiste en saber lo que hay que decir, sino lo que hay que callar".
Siglos antes, se dijo aquello de "serás dueño de tu silencio y esclavo de tus palabras."
El problema de estos tiempos tan curiosos en los que nos ha tocado vivir es que el silencio de nuestra maravillosa sociedad occidental está esclavizando al resto del planeta. Y cuando hablamos lo hacemos para acallar las voces más débiles en una suerte de elocuencia repugnante, como quien sube el volumen de la televisión cuando el vecino golpea a su mujer.
Bienvenidos al Nuevo Orden Mundial; ya somos dueños de todo; de nuestras palabras y del silencio de los demás. Larga vida a la democracia de los mudos: podéis escoger entre callar por tener la boca llena de monedas o callar por tenerla llena de tierra. Afasia o muerte.
Los estómagos satisfechos siempre permanecen silenciosos; mientras, los estómagos vacíos rugen a la nada como en esos sueños en los que quieres gritar y no te sale la voz. Emparedados entre la libertad de decir lo que quieras siempre que a mí me guste lo que digas, claro. Canten los poetas a las flores, a los pajaritos y al amor; los cantos al Hambre, a la injusticia o a la miseria no son poesía, son subversión. Desentonan. Hacen pensar, hacen sentir, y eso es molesto.
No, gente linda; cuando toque rendir cuentas no nos van a buscar por las cosas que dijimos, como ocurría en el pasado. Vendrán por nosotros para que respondamos por todas y cada una de las cosas que callamos.
El silencio es una buena cosa, especialmente cuando no se tiene nada que decir. El problema, a mi juicio, no son tanto aquellos que hablan cuando tienen que callar, sino los que callan cuando tendrían que gritar.
Se puede callar por cobardía, se puede callar por resignación y se puede callar por indiferencia. También se puede callar por desconocimiento. Todos esos son silencios ominosos.
Sobre los tres primeros poco puede hacerse porque el miedo es libre, la falta de esperazas también, y de nada sirve buscar sentimientos donde no los hay.
Pero el acabar con el cuarto silencio, el silencio ignorante, es una responsabilidad de todos; si el mundo calla, que calle por ser cobarde, que calle porque no aspira a ser mejor, o que calle porque le dé igual estar hecho una mierda. Pero que no pueda decir nunca que calla "porque no sabía", como aquellos oficiales de las SS en Nüremberg.
Existen silencios diferentes pues, que se corresponden a realidades diferentes; en unos sitios no te dejan hablar y en otros puedes hablar cuanto quieras que nadie te escuchará.
Pero gracias a quienes no callamos sabemos que pese a que nuestras realidades sean diferentes nuestros sentimientos no lo son.
Gracias a que hay gente que no calla, yo sé ahora lo que le ocurre al pueblo mapuche y lo de los niños de Tucumán, y otros saben del drama de los diamantes o del genocidio en Palestina. Nosotros no podemos hacer que eso le importe a nadie, ni siquiera podemos hacer que hagan algo. Pero sí evitar que luego vengan con el "yo no sabía".
Así pues, no se callen; sin información no hay conocimiento y sin conocimiento no se generan la empatía ni los sentires, que son los pilares básicos para mover un dedo. O para mover dos dedos. O para terminar parado delante de una excavadora israelí o vacunando niños en la jungla. Pero cuando uno se informa, por ese mero hecho, ya está alcanzando un cierto grado de compromiso.
Aunque después se tome un martini.
Abrazotes.