Cuernabecerro
Bovino adicto
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- 21 Feb 2010
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Ia parte casualidad?
Un dolor intenso atravesó todo mi ser, llegando hasta mi cabeza, sentí que taladraba todo mi cerebro, lleve ambas manos a mis sienes ejerciendo presión intentando aliviar un poco lo que estaba sintiendo…
Desesperado busque incorporarme de la cama, el dolor en mi muela me estaba matando, busque un analgésico mientras mi esposa me daba los datos del Doctor Santibáñez, el viejo dentista de la familia al cual siempre trataba de evitar, odiaba ir al dentista.
10 de la mañana en punto, ingrese al consultorio que lucia recién remozado, busque a la recepcionista la cual no estaba en su lugar, ya mi esposa había llamado para buscar que me recibieran temprano, mi mirada buscaba a la recepcionista, o la regordeta y bonachona cara del Doctor. En eso, a la puerta del consultorio, veo de espaldas la silueta de una mujer, enfundada en un uniforme como de quirófano, pantalón y playera flojos, aunque este era de color azul marino como deslavado, me acerco para preguntar por el doctor, cuando ella, gira la cabeza y me mira intrigada: ¿puedo ayudarle en algo?. Dios mío, era el rostro más bello que había visto, cabello castaño claro, ondulado, que caía por debajo de sus hombros, tez blanca y tersa, un par de hermosos ojos verdes, con grandes pestañas y mirada angelical, nariz respingada y breve y sus labios… pequeños, pero anchos, sin exageraciones, carnosos, rojizos, sin labial aparente, Solo con brillo. Era la carita más hermosa de mujer que recordaba haber visto en mucho tiempo,
¿Puedo ayudarle en algo? Repitió un poco más fuerte, regresándome de mi eventual letargo, aun maravillado con esa angelical visión, pregunte tímidamente: ¿Se encuentra el Doctor Santibáñez?, tengo cita con el. Ella me miro divertida, yo pensé que seria por la cara de bobo que aun tendría, ¿perdón?, me dijo con cara entre asombrada y burlona. Le digo que tengo cita con el Doctor Sa… no me dejo terminar, El Doctor Santibáñez hace tiempo que ya no da consulta, ya se retiro. Me miraba fijamente como queriendo adivinar que tramaba yo.
Sr. Alejandro?, escuche una vocecilla a mis espaldas. Así es, asentí mientras me giraba para ver de donde provenía la voz. Llamaron para ver si se le podía atender. Era la recepcionista, una muchachita de unos 18 años, chaparrita de piel morena clara, con ojos vivarachos y sonrisa contagiosa. La doctora Ivette en este momento tiene consulta, pero si la espera un momento lo atenderá. Volteé buscando a la carita preciosa que vi en un inicio, pero ya no estaba.
Afortunadamente la pastilla que tome había mitigado considerablemente mi dolor, tome asiento dispuesto a esperar; Aquel dulce rostro no dejaba de merodear en mi cabeza, ¿a donde se habrá metido? Pensaba mientras con la mirada hurgaba en todas direcciones buscándola, Un ruido me regreso nuevamente a la realidad, la gentil recepcionista venia con un precioso ramo de rosas rojas, de diversos tamaños, acompañadas de un agradable follaje, ese olor tan particular inundo de inmediato la salita de espera, la recepcionista venia diciendo algo inentendible y gesticulando de una manera muy simpática, detuvo su camino unos pasos delante de mi, abrió un bote de basura y ¡ZAZ! Ese hermoso arreglo fue a dar directo a la basura, regreso y seguía vociferando: “ya quisiera una que le regalaran, una, aunque fuera una flor”. Ahora si entendí lo que decía, mi mirada inquisitiva la hizo voltear a verme y sin mas comento: “a la Doctora Ivette le molesta mucho que todos quieran ligársela, así es que tengo instrucciones de tirar a la basura, cualquier cosa que le llegue que no tenga un fin estrictamente profesional, como tiene poco tiempo de casada..” Comento en voz muy baja, ¿seria acaso que la belleza que vi era la doctora?, ¿tendría yo tanta suerte? En ese momento la puerta del consultorio se abrió, salió el paciente y detrás de el, la Doctora, efectivamente, se trataba de la belleza que vi al llegar, no paso desapercibido para mi el trato frio, seco, de ella con el paciente, muy impersonal diría yo. La recepcionista llamo a otro paciente quien como resorte se levanto, se arreglo el cabello y la ropa y entro muy sonriente a consulta, de entrada me pareció que el trato era igual de frio y seco, aunque el se desvivía por parecer chistoso, la recepcionista hizo cara como de: “otro conquistador” una vez mas mi mirada inquisitiva y ella que se ve que era de lengua muy floja, inmediatamente me dijo: Le chocan los conquistadores, señalando al paciente que recién entro. La información que me había dado en poco tiempo “July” que así se llamaba la recepcionista, me seria de mucha utilidad, como muchas otras que me daría mas adelante, ahí me entere de que: Ivette, era la hija del que por mucho tiempo fuera el dentista de la familia.
Por fin toco mi turno de consulta, yo ya no pensaba en mi malestar, solo pensaba en ella, tendría que ser muy cauto para no ganarme su enemistad.
Entre intentado aparentar un total desinterés en su persona, disculpándome por no saber que el Doctor Santibáñez ya no daba consulta, por que, hacia mucho tiempo que no me paraba por el consultorio.
¿Por qué?, ¿le da miedo?, me inquirió. ¡Mucho! Respondí con la mayor naturalidad, mi respuesta dio en el blanco, ella sonrió de buena gana al saber que no intentaba hacerme el “macho”, sentí que bajaba un poco sus defensas, me pregunto que me pasaba y yo le explique lo sucedido durante la noche. Muy bien, pues, vamos a revisarlo, dijo, señalándome el trágico sillón de los dentistas, en eso, sonó mi celular, era mi esposa, jamás una interrupción de mi esposa, estando yo con una bella mujer, habría sido tan oportuna para lo que necesitaba aparentar.
Hola mi amor, … bien, todo bien, si corazón, apenas están a punto de revisarme, ok, yo te aviso, te amo, un beso. El dardo estaba lanzado y dio directo al blanco una vez mas, ella cambio por completo el tono de su voz y mientras me sentaba en el sillón y comenzaba a bajar el respaldo pregunto: ¿tu esposa? Ah caray, pensé, hasta el turrón rompimos.
Si, le respondí, esta muy preocupada por que sabe que soy muy cobarde. ¿y? ¿Cuánto llevan de casados?, pregunto. Doce años, doce maravillosos años le respondí, poniendo mucho énfasis en mis palabras, ella hizo un ademan de aceptación, seguramente se sentía muy liberada, estaba segura que yo no buscaría acosarla.
Ya estaba yo prácticamente recostado, ella se sentó detrás de mi cabeza, paso sus manos, una por cada lado y me solicito que abriera la boca, inmediatamente su sutil perfume lleno todos mis sentidos, opium, pensé, ese sutil aroma oriental no podía se otro, me deje llevar con los ojos cerrados, la boca abierta, fantasee con que estaba recostado en sus piernas mientras esa belleza me acariciaba, así permanecí por unos minutos hasta que su voz me saco de mis cavilaciones. Muy bien, ya esta, dijo. Una caries que se ve como un pequeño punto, pero por dentro seguramente llego hasta el nervio y será necesario hacer una endodoncia, pero para confirmarlo, necesito tu autorización para perforar tu muela.
No tenia mucha opción, así es que accedí y dio comienzo con su labor, yo recostado con una luz muy intensa de frente y con el aterrador sonido de la llamada “fresa” de los dentistas, opte por intentar relajarme cerrando los ojos y dejándome llevar por su cercanía… y por su aroma.
No se cuanto tiempo habremos pasado así, hasta que dio por terminada la primera etapa, me explico lo que había hecho y me dijo que seria necesario unas tres citas mas, para terminar la endodoncia, pero, tenia varias caries mas que necesitaría revisarme y curarme, estaríamos hablando de un tratamiento de unos tres meses con aproximadamente tres visitas por semana, la verdad es que con tal de verla yo iría diario si fuera necesario. Esta bien, le dije, hagámoslo, ella me vio con un poco de extrañeza.
Pensé que a las personas que les da miedo el dentista, tratan de evitarlo a toda costa, dijo.
Así es, le confirme, solo que tengo una muy buena razón para hacer todo el tratamiento respondí poniendo cierta picardía a mi respuesta, ella se puso inmediatamente a la defensiva,
¿Ah si? Y ¿se puede saber cual es esa razón?
¡Claro! Respondí con seguridad y me sumergí en ese par de ojos verdes, ¿de verdad no lo sabes? Le dije.
Algo irritada respondió, NO, claro que no
Bueno, la verdad es que por nada del mundo me arriesgaría a pasar otra noche, como la que pase anoche, no me gustaría repetir ese dolor. Ella respiro aliviada y me invito a que agendara mi próxima visita, me extendió la mano nos despedimos con un leve beso en la mejilla. July me veía asombrada, ¿por que se tardaron tanto? Y como le hiciste para que saliera tan de buenas, le guiñe un ojo y le dije: Primero: Era un emergencia y Segundo: soy gay, ambos soltamos una carcajada y pasamos a lo de mi cita, la cual, solicite que fuera la ultima del día, por razones de trabajo…
Pasaron 10 semanas, o sea 30 citas con Ivonne, mi único avance había sido: ganarme aparentemente su confianza, sabiendo que yo era feliz en mi matrimonio, no haciéndole insinuaciones, ni coqueteándole, era muy indiferente con ella, cosa que le agradaba mucho, aunque, comenzaba a pensar que no le gustaba tanto el sentirse ignorada, su vanidad no aceptaba eso, y, había otra cosa que no lograba descifrar, ella tenia en su mirada, “algo” se reflejaba cierta tristeza, creo que no era completamente feliz como se empeñaba en hacernos creer a todos.
En mi siguiente cita, Llegue un poco mas tarde de lo normal, por cuestiones de trabajo, al llegar, July me comento: No le vayas a decir a Ivette que yo te dije, pero, deberías de esperarla al salir, por que por atenderte se va a ir mas tarde y a ella le da mucho miedo salir sola de aquí.
Todo fue normal dentro de nuestra sesión, cuando estábamos por terminar, recibió una llamada, deduje que era su esposo, ella le dijo: esta bien, no hay problema, que descanses.
Perfectamente vi sus ojos llenos de lagrimas, aunque saco fuerzas para intentar aparentar que todo estaba bien, siguió con su labor y cuando dio por finalizada la consulta, dentro de la platica le dije que una noche antes, fui a cenar con mi esposa, y que la habíamos pasado muy bien, y llegando a casa rematamos con una noche de pasión. Ella se quedo quieta… totalmente quieta, sus ojos estaban fijos en mi, yo no entendía que pasaba.
¿Dije algo malo? Pregunte. Ella seguía inmóvil con la mirada muy fija en mí, entonces, no aguanto más y estallo en llanto, mi primera reacción fue ofrecerle mis brazos y ella… los acepto
Inesperadamente tenía a Ivette entre mis brazos, su calor invadió todo mi cuerpo, su cuerpo se convulsionaba con su doloroso llanto, no dije nada, únicamente acaricie su cabello y espalda, ella me apretaba con fuerza. Que extraño, pensaba, llevábamos mas de dos meses viéndonos y jamás, había pensado en su cuerpo, llevaba su cara grabada, pero a su cuerpo, no le había dedicado un solo pensamiento, hasta ese momento, ese momento en que sentí sus duros senos apretarse contra mi pecho, hasta ese momento en que mi mano palpaba su diminuto talle y llegaba justo a donde sus caderas abrían prometiendo una figura perfecta. En ningún momento me propase y respete su dolor, no se cuanto tiempo permanecimos así, ella lamentando no se que, y yo… yo embebido con su cercanía, respirando ese perfume que me trasladaba a otro sitio, disfrutando ese calor que emanaba de su cuerpo.
La calma llego y ella intento sonreírme tratando de justificar su infantil tontería, según sus propias palabras, nos miramos sin dejar de abrazarnos, ella me llegaba cerca de los ojos, mediría 1.75, mis ojos se perdieron en la profundidad de los suyos, sentí un deseo inmenso de besarla, pero, me contuve, no quería perder lo que había venido ganando.
¿Estas bien? Le dije con voz suave, ella sonrió y asintió con la cabeza, pero en sus ojos se adivinaba tristeza.
Soy una tonta, no me hagas caso dijo, mientras delicadamente soltaba sus brazos de mi cuerpo invitándome a que hiciera lo mismo, deslice mis manos a lo largo de sus brazos llegando hasta sus manos, las tome entre las mías y di un pequeño apretón, ella agradeció, haciendo lo mismo. Nos fuimos separando lentamente, como no queriendo hacerlo, sonrió nuevamente y me dijo ¿Hugo Boss?, seguramente mi cara fue de interrogación. Tu loción dijo mientras aspiraba profundo, es Hugo Boss ¿no?,
Le Male, de Jean Paul Gaultier, le respondí, volvió a aspirar con clara cara de disfrute y comento: Me encanta…
Estaba ganando punto pensé. Te veo pasado mañana, le dije mientras me acercaba para despedirme con un beso, no se si fui yo, o fue ella, pero nuestras comisuras de los labios se rozaron desatando una descarga de adrenalina por todo mi cuerpo, ella sentiría algo parecido pues al momento desvió su mirada hacia el suelo revelando cierto sentimiento de culpa. Di vuelta y me dirigí a la salida, atravesé la puerta y llegue a la calle, la noche era oscura y fría, una brisa fresca me recibió, contrastando con la calidez que recién había experimentado, me dirigí a mi auto, cuando recordé lo que me había pedido July, sin pensarlo dos veces me regrese a toda prisa, y entre de nuevo, sin motivo aparente, mi corazón parecía querer salirse de mi pecho, la recepción se encontraba completamente en penumbras, solo se veía iluminado el consultorio y se escuchaba música instrumental. Me acerque para ofrecerme a esperarla y que no saliera sola y al asomarme, me lleve una gran sorpresa, Ivette se encontraba recostada en su sillón reclinable, el mismo en el que minutos antes me atendía. Su cabeza se encontraba reclinada mirando al techo ensimismada seguramente en sus tribulaciones, el cabello caía sobre uno de sus hombros, su cuello delicado, fino, se dibujaba perfectamente, quise contemplar un poco mas antes de hacerle mi ofrecimiento, me moví de lugar para verla de cuerpo entero, al moverme, mis ojos se encontraron con su perchero, en el se apreciaba su uniforme, con el que realizaba su labor diaria, seguramente se habría cambiado para salir. Desde mi nuevo lugar al otro lado de la puerta, volví a mirar su cabeza, disfrute una vez mas de su bellas y delicadas facciones, su rostro me encantaba, sus hombros mostraban algunas pecas, en eso momento caí en cuenta y la adrenalina volvió a posarse de mi ser, se quito su uniforme pero ¡aun no se vestía! Inmediatamente mi respiración sufrió un cambio y comenzó a agitarse, respire profundo intentando controlarme y continué con la exploración. Las pecas de los hombros se extendían hasta el pecho, mi vista se lleno con la elevada cuesta del inicio de sus senos, que se mostraban erguidos, firmes, protegidos por un delicado y fino sostén de media copa color turquesa con flores de encaje, agucé mi vista queriendo adivinar sus pezones, pero no lo logre, continué bajando la vista y contemple su abdomen, plano, terso, su ombligo decorado con un pequeño piercing, era una piedra brillante que daba ese toque juvenil, baje mas y me encontré con una ligera vellosidad, a la luz de la lámpara se apreciaban blanquecinos que se perdían en el inicio de su tanga, que hacia juego con el sostén de la misma tela, una doble tira en los costado le daban un toque mas sexy a la prenda, su pierna derecha estaba flexionada y la izquierda completamente estirada. Bien torneada, sus pies pequeños, con las uñas bien pintadas, era un verdadero monumento. Trate de ubicarme mejor para obtener una mejor vista, mis movimientos tendrían que ser imperceptibles, no podía creer en mi buena suerte, aunque, si ella llegaba a descubrirme, seria el fin de mis sueños con ella. Estaba a punto de emprender la retirada, cuando vi como con su mano buscaba algo, repentinamente se incorporo y se dirigió hacia una mesa de trabajo que tenia. Se detuvo a tres metros de mi, Sentí que mi sangre se congelaba, ¿me habría descubierto? Me quede lo mas quieto posible, luchaba contra mi agitada respiración para hacerla silenciosa, sin embargo el hormigueo recorría con esa maravillosa sensación todo mi cuerpo, si ella decidía salir del consultorio estaba perdido, no pude dejar de admirar a plenitud su belleza, su tanga en “V” vista de frente era maravillosa, su “monte” parecía invitarme a tomarlo, sus senos se levantaban imponentes, no cabe duda, era perfecta. Sus manos localizaron el control de la música y bajaron el volumen, dio la vuelta y se dirigió nuevamente al sillón, de espaldas pude admirar su abultados glúteos, el lado izquierdo de la tanga se había incrustado en su bifurcación dejando descubierto totalmente esa parte de sus glúteos, en ese momento me hice consiente de mi erección que estaba a tope, su cintura delgada se marcaba perfectamente y su espalda era esplendida.
Si muñeca, escuche su voz y permanecí atento, Lo amo, tu sabes cuanto, pero… (Estaba hablando por teléfono.) Es que, no se, su educación es así, pero yo necesito sentirme mujer, no he tenido ni un orgasmo con el, bueno, casi ni desnudo lo he visto, siempre apaga la luz y a lo que va, dizque a buscar un hijo para trascender, ya no se que hacer… si nena, ¡NO COMO CREES!, ja ja ja, estas loca, claro que me sobra con quien, pero… No, no me tientes… esta bien, lo voy a considerar…
En ese momento decidí salir con el mayor sigilo posible. Si nena, yo te llamo. Alcance a escuchar antes de cerrar la puerta con seguro.
Mi agitación y erección eran sumamente palpables, el frio de la noche me recibió nuevamente buscando apaciguar mi febril estado, de algo estaba seguro ahora, además de que me encantaba su rostro, ahora sabia que poseía un cuerpo escultural, y además, no le estaban dando lo que ella requería. Que irónico, esta mañana yo pensaba que era prácticamente imposible pensar en algo más con ella y ahora la historia daba un giro de 180 grados, ese, ese era el motivo de la tristeza que reflejaban sus ojos. En esas estaba cuando escuche que se abría la puerta, sus ojos se abrieron intentando descubrir quien estaba ahí. No te asustes, soy yo, le dije intentando que no se sobresaltara. ¿Qué haces aquí?, ¿Por qué no te has ido? Dijo sorprendida. Perdón le dije con fingida pena, la verdad es que vi que estaba muy oscuro y me percate de que tu auto esta prácticamente solo aquí y quise esperar a que no salieras sola, yo se que por mi culpa te estas yendo mas tarde… Una linda y franca sonrisa ilumino su bello rostro, subió hasta el cuello el cierre de la chamarra de su pants, que por cierto se pegaba perfectamente a su cuerpo confirmando la perfección del mismo, aunque ya lo había constatado de la mejor manera posible. Te lo agradezco mucho, dijo estirando su mano y tomando la mía, la verdad es que si me da un poquitín de miedo, ¡oye! Que frio estas exclamo, no vayas a enfermarte por mi culpa y con ambas manos comenzó a frotar la mía, lancé un soplido de placer intentado hacerle evidente que me estaba congelando por estar esperándola, ella lo noto y me abrazo. ¡Que pena! De saber que te estabas congelando no me hubiera tardado tanto, decía mientras la calidez de su cuerpo inundaba el mío, no te preocupes no hay problema y me pegue a ella lo mas posible intentando no ser obsceno haciendo un movimiento como sacudiéndome el frio, claramente pude sentir la calidez de su pubis junto a mi pene, quería permanecer así por mucho mas tiempo, pero comenzó a apartarse, yo la tome delicadamente de la cintura y nos dirigimos hacia su auto, al llegar, abrí su puerta ella agradeció con la cabeza subió un pie en el estribo y volteo para despedirse, volví a abrazarla en señal de despedida, apretándola delicadamente contra mi, nos miramos a los ojos, yo acerque mi cara, ella permaneció inmóvil, tal ves aceptando que la besara, pero en sus ojos descubrí cierto temor, desvié mi movimiento un poco y roce su mejilla con un beso tronado, ella sonrió nerviosa y me devolvió el beso, en la misma forma.
IVETTE PARTE II http://ba-k.com/showthread.php?t=2581838
Un dolor intenso atravesó todo mi ser, llegando hasta mi cabeza, sentí que taladraba todo mi cerebro, lleve ambas manos a mis sienes ejerciendo presión intentando aliviar un poco lo que estaba sintiendo…
Desesperado busque incorporarme de la cama, el dolor en mi muela me estaba matando, busque un analgésico mientras mi esposa me daba los datos del Doctor Santibáñez, el viejo dentista de la familia al cual siempre trataba de evitar, odiaba ir al dentista.
10 de la mañana en punto, ingrese al consultorio que lucia recién remozado, busque a la recepcionista la cual no estaba en su lugar, ya mi esposa había llamado para buscar que me recibieran temprano, mi mirada buscaba a la recepcionista, o la regordeta y bonachona cara del Doctor. En eso, a la puerta del consultorio, veo de espaldas la silueta de una mujer, enfundada en un uniforme como de quirófano, pantalón y playera flojos, aunque este era de color azul marino como deslavado, me acerco para preguntar por el doctor, cuando ella, gira la cabeza y me mira intrigada: ¿puedo ayudarle en algo?. Dios mío, era el rostro más bello que había visto, cabello castaño claro, ondulado, que caía por debajo de sus hombros, tez blanca y tersa, un par de hermosos ojos verdes, con grandes pestañas y mirada angelical, nariz respingada y breve y sus labios… pequeños, pero anchos, sin exageraciones, carnosos, rojizos, sin labial aparente, Solo con brillo. Era la carita más hermosa de mujer que recordaba haber visto en mucho tiempo,
¿Puedo ayudarle en algo? Repitió un poco más fuerte, regresándome de mi eventual letargo, aun maravillado con esa angelical visión, pregunte tímidamente: ¿Se encuentra el Doctor Santibáñez?, tengo cita con el. Ella me miro divertida, yo pensé que seria por la cara de bobo que aun tendría, ¿perdón?, me dijo con cara entre asombrada y burlona. Le digo que tengo cita con el Doctor Sa… no me dejo terminar, El Doctor Santibáñez hace tiempo que ya no da consulta, ya se retiro. Me miraba fijamente como queriendo adivinar que tramaba yo.
Sr. Alejandro?, escuche una vocecilla a mis espaldas. Así es, asentí mientras me giraba para ver de donde provenía la voz. Llamaron para ver si se le podía atender. Era la recepcionista, una muchachita de unos 18 años, chaparrita de piel morena clara, con ojos vivarachos y sonrisa contagiosa. La doctora Ivette en este momento tiene consulta, pero si la espera un momento lo atenderá. Volteé buscando a la carita preciosa que vi en un inicio, pero ya no estaba.
Afortunadamente la pastilla que tome había mitigado considerablemente mi dolor, tome asiento dispuesto a esperar; Aquel dulce rostro no dejaba de merodear en mi cabeza, ¿a donde se habrá metido? Pensaba mientras con la mirada hurgaba en todas direcciones buscándola, Un ruido me regreso nuevamente a la realidad, la gentil recepcionista venia con un precioso ramo de rosas rojas, de diversos tamaños, acompañadas de un agradable follaje, ese olor tan particular inundo de inmediato la salita de espera, la recepcionista venia diciendo algo inentendible y gesticulando de una manera muy simpática, detuvo su camino unos pasos delante de mi, abrió un bote de basura y ¡ZAZ! Ese hermoso arreglo fue a dar directo a la basura, regreso y seguía vociferando: “ya quisiera una que le regalaran, una, aunque fuera una flor”. Ahora si entendí lo que decía, mi mirada inquisitiva la hizo voltear a verme y sin mas comento: “a la Doctora Ivette le molesta mucho que todos quieran ligársela, así es que tengo instrucciones de tirar a la basura, cualquier cosa que le llegue que no tenga un fin estrictamente profesional, como tiene poco tiempo de casada..” Comento en voz muy baja, ¿seria acaso que la belleza que vi era la doctora?, ¿tendría yo tanta suerte? En ese momento la puerta del consultorio se abrió, salió el paciente y detrás de el, la Doctora, efectivamente, se trataba de la belleza que vi al llegar, no paso desapercibido para mi el trato frio, seco, de ella con el paciente, muy impersonal diría yo. La recepcionista llamo a otro paciente quien como resorte se levanto, se arreglo el cabello y la ropa y entro muy sonriente a consulta, de entrada me pareció que el trato era igual de frio y seco, aunque el se desvivía por parecer chistoso, la recepcionista hizo cara como de: “otro conquistador” una vez mas mi mirada inquisitiva y ella que se ve que era de lengua muy floja, inmediatamente me dijo: Le chocan los conquistadores, señalando al paciente que recién entro. La información que me había dado en poco tiempo “July” que así se llamaba la recepcionista, me seria de mucha utilidad, como muchas otras que me daría mas adelante, ahí me entere de que: Ivette, era la hija del que por mucho tiempo fuera el dentista de la familia.
Por fin toco mi turno de consulta, yo ya no pensaba en mi malestar, solo pensaba en ella, tendría que ser muy cauto para no ganarme su enemistad.
Entre intentado aparentar un total desinterés en su persona, disculpándome por no saber que el Doctor Santibáñez ya no daba consulta, por que, hacia mucho tiempo que no me paraba por el consultorio.
¿Por qué?, ¿le da miedo?, me inquirió. ¡Mucho! Respondí con la mayor naturalidad, mi respuesta dio en el blanco, ella sonrió de buena gana al saber que no intentaba hacerme el “macho”, sentí que bajaba un poco sus defensas, me pregunto que me pasaba y yo le explique lo sucedido durante la noche. Muy bien, pues, vamos a revisarlo, dijo, señalándome el trágico sillón de los dentistas, en eso, sonó mi celular, era mi esposa, jamás una interrupción de mi esposa, estando yo con una bella mujer, habría sido tan oportuna para lo que necesitaba aparentar.
Hola mi amor, … bien, todo bien, si corazón, apenas están a punto de revisarme, ok, yo te aviso, te amo, un beso. El dardo estaba lanzado y dio directo al blanco una vez mas, ella cambio por completo el tono de su voz y mientras me sentaba en el sillón y comenzaba a bajar el respaldo pregunto: ¿tu esposa? Ah caray, pensé, hasta el turrón rompimos.
Si, le respondí, esta muy preocupada por que sabe que soy muy cobarde. ¿y? ¿Cuánto llevan de casados?, pregunto. Doce años, doce maravillosos años le respondí, poniendo mucho énfasis en mis palabras, ella hizo un ademan de aceptación, seguramente se sentía muy liberada, estaba segura que yo no buscaría acosarla.
Ya estaba yo prácticamente recostado, ella se sentó detrás de mi cabeza, paso sus manos, una por cada lado y me solicito que abriera la boca, inmediatamente su sutil perfume lleno todos mis sentidos, opium, pensé, ese sutil aroma oriental no podía se otro, me deje llevar con los ojos cerrados, la boca abierta, fantasee con que estaba recostado en sus piernas mientras esa belleza me acariciaba, así permanecí por unos minutos hasta que su voz me saco de mis cavilaciones. Muy bien, ya esta, dijo. Una caries que se ve como un pequeño punto, pero por dentro seguramente llego hasta el nervio y será necesario hacer una endodoncia, pero para confirmarlo, necesito tu autorización para perforar tu muela.
No tenia mucha opción, así es que accedí y dio comienzo con su labor, yo recostado con una luz muy intensa de frente y con el aterrador sonido de la llamada “fresa” de los dentistas, opte por intentar relajarme cerrando los ojos y dejándome llevar por su cercanía… y por su aroma.
No se cuanto tiempo habremos pasado así, hasta que dio por terminada la primera etapa, me explico lo que había hecho y me dijo que seria necesario unas tres citas mas, para terminar la endodoncia, pero, tenia varias caries mas que necesitaría revisarme y curarme, estaríamos hablando de un tratamiento de unos tres meses con aproximadamente tres visitas por semana, la verdad es que con tal de verla yo iría diario si fuera necesario. Esta bien, le dije, hagámoslo, ella me vio con un poco de extrañeza.
Pensé que a las personas que les da miedo el dentista, tratan de evitarlo a toda costa, dijo.
Así es, le confirme, solo que tengo una muy buena razón para hacer todo el tratamiento respondí poniendo cierta picardía a mi respuesta, ella se puso inmediatamente a la defensiva,
¿Ah si? Y ¿se puede saber cual es esa razón?
¡Claro! Respondí con seguridad y me sumergí en ese par de ojos verdes, ¿de verdad no lo sabes? Le dije.
Algo irritada respondió, NO, claro que no
Bueno, la verdad es que por nada del mundo me arriesgaría a pasar otra noche, como la que pase anoche, no me gustaría repetir ese dolor. Ella respiro aliviada y me invito a que agendara mi próxima visita, me extendió la mano nos despedimos con un leve beso en la mejilla. July me veía asombrada, ¿por que se tardaron tanto? Y como le hiciste para que saliera tan de buenas, le guiñe un ojo y le dije: Primero: Era un emergencia y Segundo: soy gay, ambos soltamos una carcajada y pasamos a lo de mi cita, la cual, solicite que fuera la ultima del día, por razones de trabajo…
Pasaron 10 semanas, o sea 30 citas con Ivonne, mi único avance había sido: ganarme aparentemente su confianza, sabiendo que yo era feliz en mi matrimonio, no haciéndole insinuaciones, ni coqueteándole, era muy indiferente con ella, cosa que le agradaba mucho, aunque, comenzaba a pensar que no le gustaba tanto el sentirse ignorada, su vanidad no aceptaba eso, y, había otra cosa que no lograba descifrar, ella tenia en su mirada, “algo” se reflejaba cierta tristeza, creo que no era completamente feliz como se empeñaba en hacernos creer a todos.
En mi siguiente cita, Llegue un poco mas tarde de lo normal, por cuestiones de trabajo, al llegar, July me comento: No le vayas a decir a Ivette que yo te dije, pero, deberías de esperarla al salir, por que por atenderte se va a ir mas tarde y a ella le da mucho miedo salir sola de aquí.
Todo fue normal dentro de nuestra sesión, cuando estábamos por terminar, recibió una llamada, deduje que era su esposo, ella le dijo: esta bien, no hay problema, que descanses.
Perfectamente vi sus ojos llenos de lagrimas, aunque saco fuerzas para intentar aparentar que todo estaba bien, siguió con su labor y cuando dio por finalizada la consulta, dentro de la platica le dije que una noche antes, fui a cenar con mi esposa, y que la habíamos pasado muy bien, y llegando a casa rematamos con una noche de pasión. Ella se quedo quieta… totalmente quieta, sus ojos estaban fijos en mi, yo no entendía que pasaba.
¿Dije algo malo? Pregunte. Ella seguía inmóvil con la mirada muy fija en mí, entonces, no aguanto más y estallo en llanto, mi primera reacción fue ofrecerle mis brazos y ella… los acepto
Inesperadamente tenía a Ivette entre mis brazos, su calor invadió todo mi cuerpo, su cuerpo se convulsionaba con su doloroso llanto, no dije nada, únicamente acaricie su cabello y espalda, ella me apretaba con fuerza. Que extraño, pensaba, llevábamos mas de dos meses viéndonos y jamás, había pensado en su cuerpo, llevaba su cara grabada, pero a su cuerpo, no le había dedicado un solo pensamiento, hasta ese momento, ese momento en que sentí sus duros senos apretarse contra mi pecho, hasta ese momento en que mi mano palpaba su diminuto talle y llegaba justo a donde sus caderas abrían prometiendo una figura perfecta. En ningún momento me propase y respete su dolor, no se cuanto tiempo permanecimos así, ella lamentando no se que, y yo… yo embebido con su cercanía, respirando ese perfume que me trasladaba a otro sitio, disfrutando ese calor que emanaba de su cuerpo.
La calma llego y ella intento sonreírme tratando de justificar su infantil tontería, según sus propias palabras, nos miramos sin dejar de abrazarnos, ella me llegaba cerca de los ojos, mediría 1.75, mis ojos se perdieron en la profundidad de los suyos, sentí un deseo inmenso de besarla, pero, me contuve, no quería perder lo que había venido ganando.
¿Estas bien? Le dije con voz suave, ella sonrió y asintió con la cabeza, pero en sus ojos se adivinaba tristeza.
Soy una tonta, no me hagas caso dijo, mientras delicadamente soltaba sus brazos de mi cuerpo invitándome a que hiciera lo mismo, deslice mis manos a lo largo de sus brazos llegando hasta sus manos, las tome entre las mías y di un pequeño apretón, ella agradeció, haciendo lo mismo. Nos fuimos separando lentamente, como no queriendo hacerlo, sonrió nuevamente y me dijo ¿Hugo Boss?, seguramente mi cara fue de interrogación. Tu loción dijo mientras aspiraba profundo, es Hugo Boss ¿no?,
Le Male, de Jean Paul Gaultier, le respondí, volvió a aspirar con clara cara de disfrute y comento: Me encanta…
Estaba ganando punto pensé. Te veo pasado mañana, le dije mientras me acercaba para despedirme con un beso, no se si fui yo, o fue ella, pero nuestras comisuras de los labios se rozaron desatando una descarga de adrenalina por todo mi cuerpo, ella sentiría algo parecido pues al momento desvió su mirada hacia el suelo revelando cierto sentimiento de culpa. Di vuelta y me dirigí a la salida, atravesé la puerta y llegue a la calle, la noche era oscura y fría, una brisa fresca me recibió, contrastando con la calidez que recién había experimentado, me dirigí a mi auto, cuando recordé lo que me había pedido July, sin pensarlo dos veces me regrese a toda prisa, y entre de nuevo, sin motivo aparente, mi corazón parecía querer salirse de mi pecho, la recepción se encontraba completamente en penumbras, solo se veía iluminado el consultorio y se escuchaba música instrumental. Me acerque para ofrecerme a esperarla y que no saliera sola y al asomarme, me lleve una gran sorpresa, Ivette se encontraba recostada en su sillón reclinable, el mismo en el que minutos antes me atendía. Su cabeza se encontraba reclinada mirando al techo ensimismada seguramente en sus tribulaciones, el cabello caía sobre uno de sus hombros, su cuello delicado, fino, se dibujaba perfectamente, quise contemplar un poco mas antes de hacerle mi ofrecimiento, me moví de lugar para verla de cuerpo entero, al moverme, mis ojos se encontraron con su perchero, en el se apreciaba su uniforme, con el que realizaba su labor diaria, seguramente se habría cambiado para salir. Desde mi nuevo lugar al otro lado de la puerta, volví a mirar su cabeza, disfrute una vez mas de su bellas y delicadas facciones, su rostro me encantaba, sus hombros mostraban algunas pecas, en eso momento caí en cuenta y la adrenalina volvió a posarse de mi ser, se quito su uniforme pero ¡aun no se vestía! Inmediatamente mi respiración sufrió un cambio y comenzó a agitarse, respire profundo intentando controlarme y continué con la exploración. Las pecas de los hombros se extendían hasta el pecho, mi vista se lleno con la elevada cuesta del inicio de sus senos, que se mostraban erguidos, firmes, protegidos por un delicado y fino sostén de media copa color turquesa con flores de encaje, agucé mi vista queriendo adivinar sus pezones, pero no lo logre, continué bajando la vista y contemple su abdomen, plano, terso, su ombligo decorado con un pequeño piercing, era una piedra brillante que daba ese toque juvenil, baje mas y me encontré con una ligera vellosidad, a la luz de la lámpara se apreciaban blanquecinos que se perdían en el inicio de su tanga, que hacia juego con el sostén de la misma tela, una doble tira en los costado le daban un toque mas sexy a la prenda, su pierna derecha estaba flexionada y la izquierda completamente estirada. Bien torneada, sus pies pequeños, con las uñas bien pintadas, era un verdadero monumento. Trate de ubicarme mejor para obtener una mejor vista, mis movimientos tendrían que ser imperceptibles, no podía creer en mi buena suerte, aunque, si ella llegaba a descubrirme, seria el fin de mis sueños con ella. Estaba a punto de emprender la retirada, cuando vi como con su mano buscaba algo, repentinamente se incorporo y se dirigió hacia una mesa de trabajo que tenia. Se detuvo a tres metros de mi, Sentí que mi sangre se congelaba, ¿me habría descubierto? Me quede lo mas quieto posible, luchaba contra mi agitada respiración para hacerla silenciosa, sin embargo el hormigueo recorría con esa maravillosa sensación todo mi cuerpo, si ella decidía salir del consultorio estaba perdido, no pude dejar de admirar a plenitud su belleza, su tanga en “V” vista de frente era maravillosa, su “monte” parecía invitarme a tomarlo, sus senos se levantaban imponentes, no cabe duda, era perfecta. Sus manos localizaron el control de la música y bajaron el volumen, dio la vuelta y se dirigió nuevamente al sillón, de espaldas pude admirar su abultados glúteos, el lado izquierdo de la tanga se había incrustado en su bifurcación dejando descubierto totalmente esa parte de sus glúteos, en ese momento me hice consiente de mi erección que estaba a tope, su cintura delgada se marcaba perfectamente y su espalda era esplendida.
Si muñeca, escuche su voz y permanecí atento, Lo amo, tu sabes cuanto, pero… (Estaba hablando por teléfono.) Es que, no se, su educación es así, pero yo necesito sentirme mujer, no he tenido ni un orgasmo con el, bueno, casi ni desnudo lo he visto, siempre apaga la luz y a lo que va, dizque a buscar un hijo para trascender, ya no se que hacer… si nena, ¡NO COMO CREES!, ja ja ja, estas loca, claro que me sobra con quien, pero… No, no me tientes… esta bien, lo voy a considerar…
En ese momento decidí salir con el mayor sigilo posible. Si nena, yo te llamo. Alcance a escuchar antes de cerrar la puerta con seguro.
Mi agitación y erección eran sumamente palpables, el frio de la noche me recibió nuevamente buscando apaciguar mi febril estado, de algo estaba seguro ahora, además de que me encantaba su rostro, ahora sabia que poseía un cuerpo escultural, y además, no le estaban dando lo que ella requería. Que irónico, esta mañana yo pensaba que era prácticamente imposible pensar en algo más con ella y ahora la historia daba un giro de 180 grados, ese, ese era el motivo de la tristeza que reflejaban sus ojos. En esas estaba cuando escuche que se abría la puerta, sus ojos se abrieron intentando descubrir quien estaba ahí. No te asustes, soy yo, le dije intentando que no se sobresaltara. ¿Qué haces aquí?, ¿Por qué no te has ido? Dijo sorprendida. Perdón le dije con fingida pena, la verdad es que vi que estaba muy oscuro y me percate de que tu auto esta prácticamente solo aquí y quise esperar a que no salieras sola, yo se que por mi culpa te estas yendo mas tarde… Una linda y franca sonrisa ilumino su bello rostro, subió hasta el cuello el cierre de la chamarra de su pants, que por cierto se pegaba perfectamente a su cuerpo confirmando la perfección del mismo, aunque ya lo había constatado de la mejor manera posible. Te lo agradezco mucho, dijo estirando su mano y tomando la mía, la verdad es que si me da un poquitín de miedo, ¡oye! Que frio estas exclamo, no vayas a enfermarte por mi culpa y con ambas manos comenzó a frotar la mía, lancé un soplido de placer intentado hacerle evidente que me estaba congelando por estar esperándola, ella lo noto y me abrazo. ¡Que pena! De saber que te estabas congelando no me hubiera tardado tanto, decía mientras la calidez de su cuerpo inundaba el mío, no te preocupes no hay problema y me pegue a ella lo mas posible intentando no ser obsceno haciendo un movimiento como sacudiéndome el frio, claramente pude sentir la calidez de su pubis junto a mi pene, quería permanecer así por mucho mas tiempo, pero comenzó a apartarse, yo la tome delicadamente de la cintura y nos dirigimos hacia su auto, al llegar, abrí su puerta ella agradeció con la cabeza subió un pie en el estribo y volteo para despedirse, volví a abrazarla en señal de despedida, apretándola delicadamente contra mi, nos miramos a los ojos, yo acerque mi cara, ella permaneció inmóvil, tal ves aceptando que la besara, pero en sus ojos descubrí cierto temor, desvié mi movimiento un poco y roce su mejilla con un beso tronado, ella sonrió nerviosa y me devolvió el beso, en la misma forma.
IVETTE PARTE II http://ba-k.com/showthread.php?t=2581838