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- #1
-¿Te gusta, verdad Dany? - Fue mi pregunta cargada de perversión al yo ver por su expresión cómo se deleitaba de mi endurecida carne entre sus suaves y voluptuosos pechos; un deleite evidenciado por la dureza de sus pezones y ese inconfundible gesto lleno de gozo sexual en los labios de una mujer. Asintió sin dejar de respirar agitadamente con los ojos cerrados, sintiendo el roce de mi carne cargada de deseo sobre ella.
-Te encanta masturbarme mi endurecida verga con tus riquísimas tetas- Se rió un poco mientras asentía. Todavía no estaba acostumbrada a que le hablara vulgar y cuando ella lo hacía era en voz baja aún penosa de usar un lenguaje tan procaz pero que indudablemente la ayudaba a soltarse más sexualmente, sintiendo una liberación que nunca con ningún otro hombre había sentido.
Era un exquisito alimento para mi ego de hombre. Quizá la única razón por la que realmente me sigue pareciendo tan irresistible mujer, más allá de sus voluptuosos pechos irresistibles bajo la presentación de un buen escote, o sus engañosas y discretas nalgas que a pesar de los años, conservan esa figura de pera tan deleitante sólo apreciable cuando ya no había nada que las cubría. La excitación de mi ego. Ahora entendía esa extraña fijación de los hombres por comerse a una virgen, el sentir ese extraño logro de conquistar a chicas inocentes como si fueran tierras nuevas para moldearlas a sus más profundos y perversos deseos.
A pesar de su edad, ella me hacía sentir como si fuera mi adolescente inocente pero sexuada, ignorante pero curiosa, penosa pero fascinada por la lujuria. Me hacía sentir un hombre que sabe tener el control, que sabía seducir y someterla a mis caprichos sexuales. No era virgen en cuerpo, pero parecía serlo en imaginación. Era la primera vez que se lo hacían como si fuera un muñeca sexual a merced de los caprichos pervertidos de su amo, como si fuera alguna especie de esclava sexual haciendo su debut con sus primeros jalones de cabello, sus primeras nalgadas, sus primeras mordidas en los pezones, las nalgas, los muslos y le daban de cachetadas con el pene en su boca por primera vez. Y gustoza se dejaba utilizar por mí. Total, como una vil putita que sólo estaba para darme placer.
Falta que aún conozca a una sola mujer que no le excite este tipo de trato tan dominante y perverso, rayando en vil trato de objeto sexual.
La tenía sentada sobre el sofá del cuarto del motel, con la blusa corrida hacia arriba, sus brazos atrás y arriba de su cabeza sujetas por mi mano mientras la otra le apretaba los pezones y le daba ligeras "cachetadas" con mi pene a sus desnudos pechos. Mi punta rosando sus endurecidos pezones.
- ¡Aaah, me encanta! - Soltaba junto a un gemido - Cómo extrañaba esto -
- ¿Te gusta, eh? Ponerme mi verga durísima y gozarla todita, Dany. Eres una calenturienta traviesa, te voy a castigar.
- Sí... castígame - Respondió entre gemidos sin dejar de enfocarse al goce del más mínimo roce de mi pene a sus tetas. Es de las gratificaciones sexuales y egocéntricas más gloriosas: una mujer sometida sexualmente y entregada como esclava. Más aún si estaba pechugona. Cómo AMO las tetas. Sentir cómo mi virilidad es masajeada por un buen par de voluptuosas tetas, esta vez sujetas por mi mano libre para poder sentir más apretado el roce.
Era demasiado. Su docilidad, su voluptuosidad, sus gemidos, su carita de chica decente vencida por la tentación, era tanta la excitación que tenía que determe a los pocos segundos, sentir ligeros espasmos, continuar unos segundos más, detenerme otra vez y así repetidamente hasta sentir espamos más fuertes para poder continuar con mi goce a costa de sus senos. Le solté las manos.
Sin esperar se sujetó sus pechos para poder masturbarme mejor. Qué indescriptiblemente placentero es el ver esos ojos de "tómame y hazme lo que quieras" mientras se mojaba al someterse a mí.
La volví a sujetar de las manos y la empecé a besar, con nuestras lenguas revolcándose una sobre otra tal y como nuestros cuerpos tenían intención de hacer. Le jalé el cabello y besé su cuello, sus pechos, le chupé los pezones y acabé por darle un vulgar lenguetazo lento a uno de ellos. Excitadísimo, me agarré mi verga y ella con los ojos cerrados sólo se limitó a esperar lo que seguía. Y siguió un particular sonido de fap fap fap fap.
-¿Qué haces? - Preguntó al abrir sus ojos. Víctima de la curiosidad ante el inconfundible sonido tan cercano de mi mano frotando mi pene con lujuria. De pronto su rostro, después de una ligera expresión de sorpresa, se inundó entre el placer de sentirse deseada, de niña curiosa y de víctima ante la perversión de estarme masburbando literalmente a unos centímetros de su rostro. No podía palpar su entrepierna pero su respiración agitándose me decía que esa extraña acción tan cerca de su rostro y con el pecho desnudo la mojaba aún más. Sus ojos la delataban por completo. Se acercaba casi imperceptiblemente a mi verga con sus ojos llenos de deseo.
-¿Quieres probarla todita?-
-Sí...- contestó entre gemidos.
Se levantó del sofá y de inmediato se acomodó ante mis pies, con nada más que su pantalón de mezclilla desabrochado.
Me imagino que para todo hombre, no existe un momento más glorioso, triunfal y sensual que éste: una guapa tetona de rodillas, desnuda ante mí, mamándomela con completo deseo (el epítome de la entrega y el sometimiento femenino que hallamos inexplicablemente excitante), entregándome no sólo su cuerpo sino también la poca decencia moral que le quedaba y que ella inconcientemente tenía deseos de echar a patadas (o a mamadas a mi verga y a sentones a su culo) por la ventana desde hace años por falta de un buen compañero sexual. Era evidente, dos adictos. Yo por su cuerpo de abundantes encantos y ella por el placer de sentirse deseada y poseída como nunca la habían poseído en la vida.
No esperé mucho para ponerla de pie, empujarla a la orilla de la cama con sus nalgas levantadas y empezar a cojerla, primero suave y lento y unos minutos más tarde duro y sin piedad como queriendo romperla en dos.
- Ssss, aaah! ssss, aaaah! - Me mata cómo gime esta mujer. No podía distinguir si realmente sentía dolor con sus 'sssss' pero me excitaba más ese contraste aparente entre dolor y placer, entre la entrega y la impresión de estarla violando, de sentirse presionada por entregarme sus nalgas.
Me detuve. Tuve otros ligeros espasmos en mi pene dentro de ella. - ¡Ay, que ricooo! - Y lo era, el poder tener ligeros orgasmos sin eyacular y sin perder la erección para seguir gozando de sus nalgas.
Pero seguí quieto. La nalguié.
-Vamos, hermosa. Mueve esas caderas para mí - Confundida se volteó a verme.
-No sé cómo - La volví a nalguear
-Como se te dé la gana, Dany. Sólo gozala, muéstrame con tus caderas lo mucho que te encanta ponerme la verga durísima. Que se vea que te encanta sentirla y que me quieres exprimir toda la leche!-
Se movió como podía. Nada mal. Una mujer muy inexperta en explotar su sensualidad pero que con el tiempo podría aprender. Me meneaba las caderas y se movía hacia adelante y atrás, mirando con delicia cómo ella solo se reintroducía mi pene en ella.
Nada mal. Pero mejor la tomé de las caderas y comencé a darle duro y cada vez más y más rápido.
-No! Esper--!- No podía hablar del placer. Cada empujón la hacía soltar un gemido y le interrumpía el habla. Trató de sujetarme una de las manos que tenía firmemente sujetada a sus caderas. Me solté para soltarle una fuerte nalgada.
-Espe--!- Le jalé el cabello hasta hacer que su vista se forzara sobre el reflejo del espejo y viera cómo la estaba tomando y haciéndola mía.
-Calláte y gózala, preciosa. Te encanta, no me mientas ¡Te encanta que te coja como una putita!- Quería responderme pero sus gemidos de placer no se lo permitían expresar su indignación. Le jalé el cabello y veía como abría más y más la boca de placer, incapaz de negarse a denigrarla. Quería negarse pero el placer la sometía y mi virilidad la dominaba.
-¿La quieres, preciosa? ¿Quieres toda mi lechita sobre ti? -
-¡Siii, damela toda, mi amor!-
Ya no podía aguantar más. O más bien, ya no quise, quería embarrarla todita y mancharla con mi leche como si fuera de mi propiedad. Se arrodilló ante mi y le jalé el cabello para que tuviera mi vergota endurecida frente a ella.
Excitada ante el sonido que hacía al masturbarme pareció ponerse impaciente y abrió la boca ansiosa por venirme. Como buen caballero no la dejé esperando mucho tiempo y le di su buena ración de yogurt y le di unas palmaditas a sus tetas con mi pene que poco a poco iba cediendo en fuerza ante su sensual voluptuosidad.
La free perfecta. Mi rica y sensual putita.
-Te encanta masturbarme mi endurecida verga con tus riquísimas tetas- Se rió un poco mientras asentía. Todavía no estaba acostumbrada a que le hablara vulgar y cuando ella lo hacía era en voz baja aún penosa de usar un lenguaje tan procaz pero que indudablemente la ayudaba a soltarse más sexualmente, sintiendo una liberación que nunca con ningún otro hombre había sentido.
Era un exquisito alimento para mi ego de hombre. Quizá la única razón por la que realmente me sigue pareciendo tan irresistible mujer, más allá de sus voluptuosos pechos irresistibles bajo la presentación de un buen escote, o sus engañosas y discretas nalgas que a pesar de los años, conservan esa figura de pera tan deleitante sólo apreciable cuando ya no había nada que las cubría. La excitación de mi ego. Ahora entendía esa extraña fijación de los hombres por comerse a una virgen, el sentir ese extraño logro de conquistar a chicas inocentes como si fueran tierras nuevas para moldearlas a sus más profundos y perversos deseos.
A pesar de su edad, ella me hacía sentir como si fuera mi adolescente inocente pero sexuada, ignorante pero curiosa, penosa pero fascinada por la lujuria. Me hacía sentir un hombre que sabe tener el control, que sabía seducir y someterla a mis caprichos sexuales. No era virgen en cuerpo, pero parecía serlo en imaginación. Era la primera vez que se lo hacían como si fuera un muñeca sexual a merced de los caprichos pervertidos de su amo, como si fuera alguna especie de esclava sexual haciendo su debut con sus primeros jalones de cabello, sus primeras nalgadas, sus primeras mordidas en los pezones, las nalgas, los muslos y le daban de cachetadas con el pene en su boca por primera vez. Y gustoza se dejaba utilizar por mí. Total, como una vil putita que sólo estaba para darme placer.
Falta que aún conozca a una sola mujer que no le excite este tipo de trato tan dominante y perverso, rayando en vil trato de objeto sexual.
La tenía sentada sobre el sofá del cuarto del motel, con la blusa corrida hacia arriba, sus brazos atrás y arriba de su cabeza sujetas por mi mano mientras la otra le apretaba los pezones y le daba ligeras "cachetadas" con mi pene a sus desnudos pechos. Mi punta rosando sus endurecidos pezones.
- ¡Aaah, me encanta! - Soltaba junto a un gemido - Cómo extrañaba esto -
- ¿Te gusta, eh? Ponerme mi verga durísima y gozarla todita, Dany. Eres una calenturienta traviesa, te voy a castigar.
- Sí... castígame - Respondió entre gemidos sin dejar de enfocarse al goce del más mínimo roce de mi pene a sus tetas. Es de las gratificaciones sexuales y egocéntricas más gloriosas: una mujer sometida sexualmente y entregada como esclava. Más aún si estaba pechugona. Cómo AMO las tetas. Sentir cómo mi virilidad es masajeada por un buen par de voluptuosas tetas, esta vez sujetas por mi mano libre para poder sentir más apretado el roce.
Era demasiado. Su docilidad, su voluptuosidad, sus gemidos, su carita de chica decente vencida por la tentación, era tanta la excitación que tenía que determe a los pocos segundos, sentir ligeros espasmos, continuar unos segundos más, detenerme otra vez y así repetidamente hasta sentir espamos más fuertes para poder continuar con mi goce a costa de sus senos. Le solté las manos.
Sin esperar se sujetó sus pechos para poder masturbarme mejor. Qué indescriptiblemente placentero es el ver esos ojos de "tómame y hazme lo que quieras" mientras se mojaba al someterse a mí.
La volví a sujetar de las manos y la empecé a besar, con nuestras lenguas revolcándose una sobre otra tal y como nuestros cuerpos tenían intención de hacer. Le jalé el cabello y besé su cuello, sus pechos, le chupé los pezones y acabé por darle un vulgar lenguetazo lento a uno de ellos. Excitadísimo, me agarré mi verga y ella con los ojos cerrados sólo se limitó a esperar lo que seguía. Y siguió un particular sonido de fap fap fap fap.
-¿Qué haces? - Preguntó al abrir sus ojos. Víctima de la curiosidad ante el inconfundible sonido tan cercano de mi mano frotando mi pene con lujuria. De pronto su rostro, después de una ligera expresión de sorpresa, se inundó entre el placer de sentirse deseada, de niña curiosa y de víctima ante la perversión de estarme masburbando literalmente a unos centímetros de su rostro. No podía palpar su entrepierna pero su respiración agitándose me decía que esa extraña acción tan cerca de su rostro y con el pecho desnudo la mojaba aún más. Sus ojos la delataban por completo. Se acercaba casi imperceptiblemente a mi verga con sus ojos llenos de deseo.
-¿Quieres probarla todita?-
-Sí...- contestó entre gemidos.
Se levantó del sofá y de inmediato se acomodó ante mis pies, con nada más que su pantalón de mezclilla desabrochado.
Me imagino que para todo hombre, no existe un momento más glorioso, triunfal y sensual que éste: una guapa tetona de rodillas, desnuda ante mí, mamándomela con completo deseo (el epítome de la entrega y el sometimiento femenino que hallamos inexplicablemente excitante), entregándome no sólo su cuerpo sino también la poca decencia moral que le quedaba y que ella inconcientemente tenía deseos de echar a patadas (o a mamadas a mi verga y a sentones a su culo) por la ventana desde hace años por falta de un buen compañero sexual. Era evidente, dos adictos. Yo por su cuerpo de abundantes encantos y ella por el placer de sentirse deseada y poseída como nunca la habían poseído en la vida.
No esperé mucho para ponerla de pie, empujarla a la orilla de la cama con sus nalgas levantadas y empezar a cojerla, primero suave y lento y unos minutos más tarde duro y sin piedad como queriendo romperla en dos.
- Ssss, aaah! ssss, aaaah! - Me mata cómo gime esta mujer. No podía distinguir si realmente sentía dolor con sus 'sssss' pero me excitaba más ese contraste aparente entre dolor y placer, entre la entrega y la impresión de estarla violando, de sentirse presionada por entregarme sus nalgas.
Me detuve. Tuve otros ligeros espasmos en mi pene dentro de ella. - ¡Ay, que ricooo! - Y lo era, el poder tener ligeros orgasmos sin eyacular y sin perder la erección para seguir gozando de sus nalgas.
Pero seguí quieto. La nalguié.
-Vamos, hermosa. Mueve esas caderas para mí - Confundida se volteó a verme.
-No sé cómo - La volví a nalguear
-Como se te dé la gana, Dany. Sólo gozala, muéstrame con tus caderas lo mucho que te encanta ponerme la verga durísima. Que se vea que te encanta sentirla y que me quieres exprimir toda la leche!-
Se movió como podía. Nada mal. Una mujer muy inexperta en explotar su sensualidad pero que con el tiempo podría aprender. Me meneaba las caderas y se movía hacia adelante y atrás, mirando con delicia cómo ella solo se reintroducía mi pene en ella.
Nada mal. Pero mejor la tomé de las caderas y comencé a darle duro y cada vez más y más rápido.
-No! Esper--!- No podía hablar del placer. Cada empujón la hacía soltar un gemido y le interrumpía el habla. Trató de sujetarme una de las manos que tenía firmemente sujetada a sus caderas. Me solté para soltarle una fuerte nalgada.
-Espe--!- Le jalé el cabello hasta hacer que su vista se forzara sobre el reflejo del espejo y viera cómo la estaba tomando y haciéndola mía.
-Calláte y gózala, preciosa. Te encanta, no me mientas ¡Te encanta que te coja como una putita!- Quería responderme pero sus gemidos de placer no se lo permitían expresar su indignación. Le jalé el cabello y veía como abría más y más la boca de placer, incapaz de negarse a denigrarla. Quería negarse pero el placer la sometía y mi virilidad la dominaba.
-¿La quieres, preciosa? ¿Quieres toda mi lechita sobre ti? -
-¡Siii, damela toda, mi amor!-
Ya no podía aguantar más. O más bien, ya no quise, quería embarrarla todita y mancharla con mi leche como si fuera de mi propiedad. Se arrodilló ante mi y le jalé el cabello para que tuviera mi vergota endurecida frente a ella.
Excitada ante el sonido que hacía al masturbarme pareció ponerse impaciente y abrió la boca ansiosa por venirme. Como buen caballero no la dejé esperando mucho tiempo y le di su buena ración de yogurt y le di unas palmaditas a sus tetas con mi pene que poco a poco iba cediendo en fuerza ante su sensual voluptuosidad.
La free perfecta. Mi rica y sensual putita.