El caballero de Mirvel
Becerro
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- 3 Nov 2014
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La gigantesca palma de mi mano apareció a cuadro. Luego se retiró y dio paso a mi cara de expresión ansiosa tratando de colocar el celular en el mejor lugar para que grabara todo lo que ocurriría en ese cuarto de hotel. Me alejé, me recosté en la cama y me quité el bóxer que era lo único que vestía, pasaron unos segundos y se escucharon unos tacones, luego el rechinido de una puerta que se abría y más pazos huecos, estruendosos, lentos, hasta que apareció ella por un costado de la pantalla como una súper estrella que entra a escena.
Sobre su rostro había un antifaz, debajo de éste una boca roja. Su cabello negro y lacio caía por los bordes de su cara, acariciando su cuello largo y apenas rosando sus hombros angostos de donde se sostenían los tirantes de su brasier. Se paró enfrente de mí que la veía embobado: sus ojos ensombrecidos debajo de esa mascara que le quitaba expresión y la dotaba de enigma; su vientre firme y desnudo; la diminuta tanga cubriendo su sexo flanqueado por pequeñas ligas sujetas de sus caderas amplias dando sostén a las medias que luchaban por contener dentro de sí a aquellos muslos que a su vez se debatían por desbordarse.
En el video no se notan muchos detalles por lo que me tomaré el lujo de relatarlos, como la sonrisa que se le dibujó en su rostro, probablemente por la cara que puse cuando la vi de esa forma, no era sólo el atuendo, era su actitud, esa seguridad con la que caminó sobre sus tacones desde el baño hasta la cama, su altivez era la que me tenía impactado y sumamente excitado, emocionado, impaciente, sobre todo luego de las dos fumadas de hierba que había dado casi recién llegamos a la habitación. Con esa risa de malicia todavía en sus labios se mordió un dedo al que luego chupó antes de sacarlo de su boca.
- ¿Así es como me querías?- me dijo mientras se giraba despacio para que viera su esbelta espalda larga y sus enormes nalgas devorando el hilo de la tanga, el cual vi hasta que se inclinó un poco hacia adelante y con ayuda de sus manos las separó, agitó sus caderas e hizo temblar esa basta parte de su cuerpo, el Twerking que tanto le pedí mientras planeábamos este día.
-Sí- le dije con una voz ronca que apenas pude reconocer como mía, mientras mi pene ya era meneado por mi mano sacándole unos gruesos hilos de "baba".
Cuando ella notó mi escueta masturbación fingió enojarse, se incorporó de inmediato, y me dijo que no tenía derecho de tocarme, porque yo le pertenecía y sólo ella podía decidir qué, cuándo y cómo lo haría, incluso con mi propio cuerpo.
- Voy a tener que amarrarte- me dijo mientras recogía unas cintas, se subía a la cama sin quitarse las zapatillas y a gatas sobre mí comenzó a sujetarme a la cabecera, sobando su sexo y sus nalgas sobre mi verga dura, sus tetas contra mi cara mientras lo hacía, un juego que comenzaba a disfrutar poco a poco.
Una vez terminada su tarea se sentó sobre mí, volvió a sonreír mientras movía su trasero de atrás hacia adelante en dos, tres ocasiones, nada más, eran "probaditas", una tortura a base de placer.
- Me quieres coger ¿Verdad? Quieres meterme tu verga sucia en mi panochita- me dijo mientras levantaba la pelvis poniendo sus manos sobre ella como si se estuviera abriendo la vagina, luego metió un dedo bajo su tanga, dentro de su concha y cerró los ojos, echó atrás la cabeza y abrió grande la boca conteniendo un gemido.
Luego de un par de sumersiones sacó su dedo y lo puso bajo mi nariz. Huélelo. Ordenó y yo no la desobedecí, aspiré fuerte en repetidas ocasiones y en cada una de ellas aumentaban mis ganas de poseerla.
-Ahora come-dijo mientras metía el dedo en mi boca- ¿Quieres más?- preguntó y volvió a meter su dedo en su vagina como quien lo mete en el tarro de mermelada para sacar los restos que yacen en el fondo y una vez obtenida esa jalea, volvió a introducirlo en mi boca- Chupa, chupa que es jugo de panocha, tu favorito- me decía.
Pero una de esas veces que se dedeó, ya no sacó más miel para mí, sólo sacaba y metía su dedo, se frotaba el clítoris, los labios de su concha que se mostraba a mí con la tanga corrida a un costado, clavada en su ingle. Era como si yo no existiera o como si fuera un objeto sin importancia, estaba sentada sobre mí igual que si lo estuviera encima de un sillón o la misma cama pero sin mí. Se estaba masturbando encima de mí, se estaba dando placer sin importarle nada más que eso, mucho menos yo.
-¿Te gusta?- me dijo finalmente recordando que era una persona y no un colchón sobre el cual masturbarse.
-Sí-le respondí mientras seguía contemplando cómo con una mano que en ratos acariciaba sus pechos, abría los labios de su vagina, mientras dos dedos de la otra pasaban de su interior al clítoris.
-Te gusta ver cómo me doy placer ¿Verdad? Te gusta ver cómo me dedeo, pervertido. Te excita ver cómo disfruto ¿Verdad cabrón? Pues a mí no me gusta que me veas.
De pronto se estiró para tomar una bufanda que estaba en un lado de la cama y la puso sobre mis ojos, me levantó la cabeza y atrás de ella comenzó a hacer un nudo que me tapó toda visión, sólo quedaron sonidos confusos luego de que se levantó.
-¿Qué haces? ¿A dónde te fuiste? ¿Estás aquí?- le pregunté porque no me hablaba, no sabía si aún seguía masturbándose ahí a un lado mío sin poder ver ese espectáculo y esa idea me mataba, me gustaba pero también me hacía sufrir. Mis sentidos empezaron a agudizarse tratando de saber qué pasaba a mi alrededor, fue por eso que luego de sentirla subirse a la cama percibí un olor que conozco y conozco bien, porque me gusta, porque me excita, porque viene de la parte de mi adoración, era el dulce aroma de su culo.
En el centro de la pantalla se encontraba la cama, en medio de la cual estaba yo con las manos atadas a la cabecera y los ojos vendados, mi pene erecto, mis piernas abiertas. Luego de vendarme y quitarse de encima de mí ella sí había continuado tocándose parada a un lado de la cama mirándome, la expresión de su cara era sólo de placer, de lujuria no disfrazada. Luego, esa mujer que era mi dueña -porque como me lo dijo, yo era su esclavo- continuó obedeciendo una de mis instrucciones más severas cuando planeamos todo "no te quites las zapatillas para nada" y con ellas puestas se paró sobre el colchón conmigo en medio de sus piernas, se puso de espaldas a mí pero de frente a la cámara del celular, luego colocándose en cuclillas posó su trasero sobre mi cara, primero cerca solamente, después se sentó por completo en ella, ahogándome con sus nalgas que restregaba de arriba a abajo contra mi boca, mi lengua que salía para recorrerla de raja a raja -la de su vagina y la de su cola-, contra mi nariz, mis mejillas; todo mi rostro terminó oliendo a ella, sobre todo cuando acabó viniéndose en él después de haberse continuado tocando el clítoris mientras veía como hipnotizada mi verga a la que en ratos jalaba con desespero, lujuria, todo menos delicadeza.
Aunque me hubiera gustado no pude ver sus nalgas frente a mí, los pliegues de su ano ni los vellitos húmedos de su vagina abierta y palpitante, pero los sentí como jamás lo había hecho, con el olfato; con el tacto -no el de mis manos atadas, sino el de mi cara que por primera vez en la vida proporcionó una caricia-; con el gusto, que me llevó a saborear su dulce -literal- culo y la sal de su orgasmo viscoso; sensaciones que me llevaron a experimentar un placer similar, un orgasmo de los sentidos.
Nuevamente la incertidumbre me acompañó en la cama cuando volvió a levantarse de ella, dado lo reciente de su orgasmo supuse que habría una pausa en su actuación, que me quitaría la venda, que probablemente me desataría y me pediría que la abrazara mientras se acurrucaba a mi pecho. Pero estaba en esos pensamientos cuando un nuevo goce me sorprendió súbitamente, provocado por mi pene siendo engullido en su totalidad.
El primer plano ahora en la pantalla era de sus nalgas majestuosas con aquel pequeñísimo hilo bloqueando su ano, mientras su cabeza subía y bajaba siguiendo el ritmo de su felación, en esa donde introducía mi verga hasta su garganta, en la que me jalaba con fuerza mientras se dedicaba a lamer mis huevos y hasta mi ano, una mamada increible en la que escupía mi miembro mientras me decía cosas cómo "qué rica verga tienes papi, me la quiero comer toda, quiero chupartela siempre, cabrón, quiero que te vengas en mi boca" y al menos en una ocasión le dio una sonora palmada a mi cosa. Yo al fondo me retorcía de un placer infinito, trataba de zafar mis manos, doblaba y estiraba las piernas, gemía, gritaba y cuando estaba a punto de correrme de una forma bestial, ella dejó de hacerlo.
Esperé unos instantes con la respiración agitada, con el glande palpitándome ya preparado para disparar el semen acumulado en mis testículos adoloridos por dicha carga y por los fuertes apretones que ella les había propinado. Una gota de la saliba que me escupió comenzó a descender por mi escrotó y se introdujo en mis nalgas, las que separé abriendo las piernas para darle libre acceso, pero ella no volvió a chuparmela.
-¿En serio me vas a dejar así?-le lancé la pregunta al aire ante mi desorientación por el placer interrumpido y por la vista ya habituada a la oscuridad.
-Los esclavos están para servir, no para disfrutar y menos para reclamar-me susurró al oido lo que me tomó por sorpresa y me volvió a herizar los folículos de la piel.
Al menos era una "ama" considerada, pues además de darme una explicación, cosa a la que los esclavos no tenemos derecho, continuó lamiendome la oreja, el cuello, la cara, la boca y de nueva cuenta la oreja. Volvió a tomar con su mano mi verga casi entumida por la presión sanguinea sin consuelo, decir que me la jalaba era poco porque lo que en realidad parecía era que me la quería arrancar, el mismo trato volvieron a recibir mis huevos pero ahora extendió sus dominios amasando mis nalgas, pellizcandolas y rosando su interior.
Entre sus besos apasionados en los que incluyó también escupitajos como antes lo hizo con mi pene, sus lamidas y esas invaciones esporádicas a mi trasero, apenas pude darme cuenta cuando mi esfinter comenzó a ceder, para ser honestos deseaba que lo hiciera, yo mismo movía el culo como una puta buscando que introduciera cada vez más su dedo, pero cuando lo hizo, el goce fue lo único cierto para mí y me dejé llevar por él.
Supongo que fueron mis gritos y gemidos los que la excitaron nuevamente. En la pantalla se veía ella montada sobre mí, una pierna completamente apoyada sobre su rodilla, la otra flexionada, en posición de arquero, se nota el momento en que se vuelve a hacer a un lado la tanga y si pone uno atención justo debajo de sus nalgas, se ve su mano envolviendo mi pene el cual frota contra su panocha.
En ratos siento que está a punto de introducirselo por completo, pero de golpe se frena y todo queda en el intento. Las muñecas ya me duelen por todas las veces que he tratado de safarme de mis ataduras, sé que fui yo el de la idea pero no me imaginé que sería tan desesperante, más con las ganas que ya tenía de finalmente correrme, de tener un orgasmo; de estar libre la tomaría fuerte de las caderás y la jalaría empujandole mi pedazo de carne hasta el fondo. Como si además de verme a su disposición, pudiera conocer mis pensamientos, se dejó caer con violencia y con la misma comenzó a cabalgarme.
Mi fantasía estaba siendo una realidad y era mejor de lo que esperaba, porque a estas alturas ya era tan suya como mía. Yo tenía la dominación que deseaba, porque ella estaba disfrutando dominarme, amaba que fuera su esclavo y se metió tanto en el papel que lo que menos le importaba era lo que yo sintiera, mis suplicas de que lo hiciera más despacio, pero también le valía cuando estaba a punto de venirme, se detenía de golpe buscando prolongar su placer, aunque con ello frustrara el mío.
-Ay qué rica está tu verga cabrón. Ay cómo me hace gozar ¿Te gusta que te coja, te gusta mi panocha? Quiero que me llenes con tu pinche cosa rica papi- decía entre gritos y maldiciones.
No pude soportar más, sin imaginarme el calvario que me esperaba cuando comencé a venirme copiosamente, cuando le dejé toda la concha llena de leche, cuando no pude agarrarle su maravilloso culo mientras que lo hacía como comunmente pasa, cuando a pesar de que lo mío parecía más un llanto, ella siguió dandose sentones ahora más rápidos y fuertes, me invadió esa desesperación post orgasmo, cuando sientes que te moriras si aquello no para, cosa que no sucedió porque ella estaba próxima a venirse de nuevo y no estaba dispuesta a renunciar a eso. Cuando finalmente lo hizo apretó fuerte sus piernas y hasta creo que mi pene con su vagina, fue entonces que se sacó mi verga que ya expulsaba lo que yo sentía que era pipi. Estaba yo al borde del llanto en el momento en que sentí una mata de pelos empapados, olorosos a sexo que empezaron a soltar una buena cantidad de líquidos en mi cara, en mi boca.
La escena fue violenta, los auriculares se saturan por los gritos de ambos, mis piernas se mueven como si me estuvieran matando mientras ella sigue cogiendome con fuerza, luego se convulsiona levemente, se levanta y en un brinco sube hasta mi cara, vuelve a sentarse en ella, a frotar su concha en mi boca. Chupa, lame mi panocha cabrón. Me ordena y yo lo hago, lamo sus jugos vaginales y mi semen que empieza a salir de su rajada, así continuo hasta que ella se harta y se pone de pie, voltea hacía la cámara y se dirige a ella. Su cuerpo ocupa toda la pantalla, luego lo hace su mano al tomar el celular, se ve fugazmente el suelo del hotel, luego la cama conmigo revolcandome todavía de satisfacción, me graba el pene empapado, mis nalgas y luego a mí.
-¿Te gustó mi amor?-pregunta y es lo último que capta la cámara, aunque no haya sido todo lo que pasó aquella tarde.
Sobre su rostro había un antifaz, debajo de éste una boca roja. Su cabello negro y lacio caía por los bordes de su cara, acariciando su cuello largo y apenas rosando sus hombros angostos de donde se sostenían los tirantes de su brasier. Se paró enfrente de mí que la veía embobado: sus ojos ensombrecidos debajo de esa mascara que le quitaba expresión y la dotaba de enigma; su vientre firme y desnudo; la diminuta tanga cubriendo su sexo flanqueado por pequeñas ligas sujetas de sus caderas amplias dando sostén a las medias que luchaban por contener dentro de sí a aquellos muslos que a su vez se debatían por desbordarse.
En el video no se notan muchos detalles por lo que me tomaré el lujo de relatarlos, como la sonrisa que se le dibujó en su rostro, probablemente por la cara que puse cuando la vi de esa forma, no era sólo el atuendo, era su actitud, esa seguridad con la que caminó sobre sus tacones desde el baño hasta la cama, su altivez era la que me tenía impactado y sumamente excitado, emocionado, impaciente, sobre todo luego de las dos fumadas de hierba que había dado casi recién llegamos a la habitación. Con esa risa de malicia todavía en sus labios se mordió un dedo al que luego chupó antes de sacarlo de su boca.
- ¿Así es como me querías?- me dijo mientras se giraba despacio para que viera su esbelta espalda larga y sus enormes nalgas devorando el hilo de la tanga, el cual vi hasta que se inclinó un poco hacia adelante y con ayuda de sus manos las separó, agitó sus caderas e hizo temblar esa basta parte de su cuerpo, el Twerking que tanto le pedí mientras planeábamos este día.
-Sí- le dije con una voz ronca que apenas pude reconocer como mía, mientras mi pene ya era meneado por mi mano sacándole unos gruesos hilos de "baba".
Cuando ella notó mi escueta masturbación fingió enojarse, se incorporó de inmediato, y me dijo que no tenía derecho de tocarme, porque yo le pertenecía y sólo ella podía decidir qué, cuándo y cómo lo haría, incluso con mi propio cuerpo.
- Voy a tener que amarrarte- me dijo mientras recogía unas cintas, se subía a la cama sin quitarse las zapatillas y a gatas sobre mí comenzó a sujetarme a la cabecera, sobando su sexo y sus nalgas sobre mi verga dura, sus tetas contra mi cara mientras lo hacía, un juego que comenzaba a disfrutar poco a poco.
Una vez terminada su tarea se sentó sobre mí, volvió a sonreír mientras movía su trasero de atrás hacia adelante en dos, tres ocasiones, nada más, eran "probaditas", una tortura a base de placer.
- Me quieres coger ¿Verdad? Quieres meterme tu verga sucia en mi panochita- me dijo mientras levantaba la pelvis poniendo sus manos sobre ella como si se estuviera abriendo la vagina, luego metió un dedo bajo su tanga, dentro de su concha y cerró los ojos, echó atrás la cabeza y abrió grande la boca conteniendo un gemido.
Luego de un par de sumersiones sacó su dedo y lo puso bajo mi nariz. Huélelo. Ordenó y yo no la desobedecí, aspiré fuerte en repetidas ocasiones y en cada una de ellas aumentaban mis ganas de poseerla.
-Ahora come-dijo mientras metía el dedo en mi boca- ¿Quieres más?- preguntó y volvió a meter su dedo en su vagina como quien lo mete en el tarro de mermelada para sacar los restos que yacen en el fondo y una vez obtenida esa jalea, volvió a introducirlo en mi boca- Chupa, chupa que es jugo de panocha, tu favorito- me decía.
Pero una de esas veces que se dedeó, ya no sacó más miel para mí, sólo sacaba y metía su dedo, se frotaba el clítoris, los labios de su concha que se mostraba a mí con la tanga corrida a un costado, clavada en su ingle. Era como si yo no existiera o como si fuera un objeto sin importancia, estaba sentada sobre mí igual que si lo estuviera encima de un sillón o la misma cama pero sin mí. Se estaba masturbando encima de mí, se estaba dando placer sin importarle nada más que eso, mucho menos yo.
-¿Te gusta?- me dijo finalmente recordando que era una persona y no un colchón sobre el cual masturbarse.
-Sí-le respondí mientras seguía contemplando cómo con una mano que en ratos acariciaba sus pechos, abría los labios de su vagina, mientras dos dedos de la otra pasaban de su interior al clítoris.
-Te gusta ver cómo me doy placer ¿Verdad? Te gusta ver cómo me dedeo, pervertido. Te excita ver cómo disfruto ¿Verdad cabrón? Pues a mí no me gusta que me veas.
De pronto se estiró para tomar una bufanda que estaba en un lado de la cama y la puso sobre mis ojos, me levantó la cabeza y atrás de ella comenzó a hacer un nudo que me tapó toda visión, sólo quedaron sonidos confusos luego de que se levantó.
-¿Qué haces? ¿A dónde te fuiste? ¿Estás aquí?- le pregunté porque no me hablaba, no sabía si aún seguía masturbándose ahí a un lado mío sin poder ver ese espectáculo y esa idea me mataba, me gustaba pero también me hacía sufrir. Mis sentidos empezaron a agudizarse tratando de saber qué pasaba a mi alrededor, fue por eso que luego de sentirla subirse a la cama percibí un olor que conozco y conozco bien, porque me gusta, porque me excita, porque viene de la parte de mi adoración, era el dulce aroma de su culo.
En el centro de la pantalla se encontraba la cama, en medio de la cual estaba yo con las manos atadas a la cabecera y los ojos vendados, mi pene erecto, mis piernas abiertas. Luego de vendarme y quitarse de encima de mí ella sí había continuado tocándose parada a un lado de la cama mirándome, la expresión de su cara era sólo de placer, de lujuria no disfrazada. Luego, esa mujer que era mi dueña -porque como me lo dijo, yo era su esclavo- continuó obedeciendo una de mis instrucciones más severas cuando planeamos todo "no te quites las zapatillas para nada" y con ellas puestas se paró sobre el colchón conmigo en medio de sus piernas, se puso de espaldas a mí pero de frente a la cámara del celular, luego colocándose en cuclillas posó su trasero sobre mi cara, primero cerca solamente, después se sentó por completo en ella, ahogándome con sus nalgas que restregaba de arriba a abajo contra mi boca, mi lengua que salía para recorrerla de raja a raja -la de su vagina y la de su cola-, contra mi nariz, mis mejillas; todo mi rostro terminó oliendo a ella, sobre todo cuando acabó viniéndose en él después de haberse continuado tocando el clítoris mientras veía como hipnotizada mi verga a la que en ratos jalaba con desespero, lujuria, todo menos delicadeza.
Aunque me hubiera gustado no pude ver sus nalgas frente a mí, los pliegues de su ano ni los vellitos húmedos de su vagina abierta y palpitante, pero los sentí como jamás lo había hecho, con el olfato; con el tacto -no el de mis manos atadas, sino el de mi cara que por primera vez en la vida proporcionó una caricia-; con el gusto, que me llevó a saborear su dulce -literal- culo y la sal de su orgasmo viscoso; sensaciones que me llevaron a experimentar un placer similar, un orgasmo de los sentidos.
Nuevamente la incertidumbre me acompañó en la cama cuando volvió a levantarse de ella, dado lo reciente de su orgasmo supuse que habría una pausa en su actuación, que me quitaría la venda, que probablemente me desataría y me pediría que la abrazara mientras se acurrucaba a mi pecho. Pero estaba en esos pensamientos cuando un nuevo goce me sorprendió súbitamente, provocado por mi pene siendo engullido en su totalidad.
El primer plano ahora en la pantalla era de sus nalgas majestuosas con aquel pequeñísimo hilo bloqueando su ano, mientras su cabeza subía y bajaba siguiendo el ritmo de su felación, en esa donde introducía mi verga hasta su garganta, en la que me jalaba con fuerza mientras se dedicaba a lamer mis huevos y hasta mi ano, una mamada increible en la que escupía mi miembro mientras me decía cosas cómo "qué rica verga tienes papi, me la quiero comer toda, quiero chupartela siempre, cabrón, quiero que te vengas en mi boca" y al menos en una ocasión le dio una sonora palmada a mi cosa. Yo al fondo me retorcía de un placer infinito, trataba de zafar mis manos, doblaba y estiraba las piernas, gemía, gritaba y cuando estaba a punto de correrme de una forma bestial, ella dejó de hacerlo.
Esperé unos instantes con la respiración agitada, con el glande palpitándome ya preparado para disparar el semen acumulado en mis testículos adoloridos por dicha carga y por los fuertes apretones que ella les había propinado. Una gota de la saliba que me escupió comenzó a descender por mi escrotó y se introdujo en mis nalgas, las que separé abriendo las piernas para darle libre acceso, pero ella no volvió a chuparmela.
-¿En serio me vas a dejar así?-le lancé la pregunta al aire ante mi desorientación por el placer interrumpido y por la vista ya habituada a la oscuridad.
-Los esclavos están para servir, no para disfrutar y menos para reclamar-me susurró al oido lo que me tomó por sorpresa y me volvió a herizar los folículos de la piel.
Al menos era una "ama" considerada, pues además de darme una explicación, cosa a la que los esclavos no tenemos derecho, continuó lamiendome la oreja, el cuello, la cara, la boca y de nueva cuenta la oreja. Volvió a tomar con su mano mi verga casi entumida por la presión sanguinea sin consuelo, decir que me la jalaba era poco porque lo que en realidad parecía era que me la quería arrancar, el mismo trato volvieron a recibir mis huevos pero ahora extendió sus dominios amasando mis nalgas, pellizcandolas y rosando su interior.
Entre sus besos apasionados en los que incluyó también escupitajos como antes lo hizo con mi pene, sus lamidas y esas invaciones esporádicas a mi trasero, apenas pude darme cuenta cuando mi esfinter comenzó a ceder, para ser honestos deseaba que lo hiciera, yo mismo movía el culo como una puta buscando que introduciera cada vez más su dedo, pero cuando lo hizo, el goce fue lo único cierto para mí y me dejé llevar por él.
Supongo que fueron mis gritos y gemidos los que la excitaron nuevamente. En la pantalla se veía ella montada sobre mí, una pierna completamente apoyada sobre su rodilla, la otra flexionada, en posición de arquero, se nota el momento en que se vuelve a hacer a un lado la tanga y si pone uno atención justo debajo de sus nalgas, se ve su mano envolviendo mi pene el cual frota contra su panocha.
En ratos siento que está a punto de introducirselo por completo, pero de golpe se frena y todo queda en el intento. Las muñecas ya me duelen por todas las veces que he tratado de safarme de mis ataduras, sé que fui yo el de la idea pero no me imaginé que sería tan desesperante, más con las ganas que ya tenía de finalmente correrme, de tener un orgasmo; de estar libre la tomaría fuerte de las caderás y la jalaría empujandole mi pedazo de carne hasta el fondo. Como si además de verme a su disposición, pudiera conocer mis pensamientos, se dejó caer con violencia y con la misma comenzó a cabalgarme.
Mi fantasía estaba siendo una realidad y era mejor de lo que esperaba, porque a estas alturas ya era tan suya como mía. Yo tenía la dominación que deseaba, porque ella estaba disfrutando dominarme, amaba que fuera su esclavo y se metió tanto en el papel que lo que menos le importaba era lo que yo sintiera, mis suplicas de que lo hiciera más despacio, pero también le valía cuando estaba a punto de venirme, se detenía de golpe buscando prolongar su placer, aunque con ello frustrara el mío.
-Ay qué rica está tu verga cabrón. Ay cómo me hace gozar ¿Te gusta que te coja, te gusta mi panocha? Quiero que me llenes con tu pinche cosa rica papi- decía entre gritos y maldiciones.
No pude soportar más, sin imaginarme el calvario que me esperaba cuando comencé a venirme copiosamente, cuando le dejé toda la concha llena de leche, cuando no pude agarrarle su maravilloso culo mientras que lo hacía como comunmente pasa, cuando a pesar de que lo mío parecía más un llanto, ella siguió dandose sentones ahora más rápidos y fuertes, me invadió esa desesperación post orgasmo, cuando sientes que te moriras si aquello no para, cosa que no sucedió porque ella estaba próxima a venirse de nuevo y no estaba dispuesta a renunciar a eso. Cuando finalmente lo hizo apretó fuerte sus piernas y hasta creo que mi pene con su vagina, fue entonces que se sacó mi verga que ya expulsaba lo que yo sentía que era pipi. Estaba yo al borde del llanto en el momento en que sentí una mata de pelos empapados, olorosos a sexo que empezaron a soltar una buena cantidad de líquidos en mi cara, en mi boca.
La escena fue violenta, los auriculares se saturan por los gritos de ambos, mis piernas se mueven como si me estuvieran matando mientras ella sigue cogiendome con fuerza, luego se convulsiona levemente, se levanta y en un brinco sube hasta mi cara, vuelve a sentarse en ella, a frotar su concha en mi boca. Chupa, lame mi panocha cabrón. Me ordena y yo lo hago, lamo sus jugos vaginales y mi semen que empieza a salir de su rajada, así continuo hasta que ella se harta y se pone de pie, voltea hacía la cámara y se dirige a ella. Su cuerpo ocupa toda la pantalla, luego lo hace su mano al tomar el celular, se ve fugazmente el suelo del hotel, luego la cama conmigo revolcandome todavía de satisfacción, me graba el pene empapado, mis nalgas y luego a mí.
-¿Te gustó mi amor?-pregunta y es lo último que capta la cámara, aunque no haya sido todo lo que pasó aquella tarde.