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- #1
Eran como las dos y media de la tarde cuando mi amigo Jorge y yo llegamos de la primaria a comer a mi casa. Abrí la puerta y a pesar del calor que se sentía en la calle, la casa nos recibió con una ola de frío intenso. A los dos nos tomó por sorpresa y nos frotamos los brazos para entrar en calor. Pasamos por la sala donde un olor extraño, que podría describirlo como algo viejo y podrido por la humedad, comenzó a hacerse presente. Él dijo “Buenas tardes” y asintió con la cabeza mirando a los sillones de la pared. Yo lo miré con extrañeza al ver el cuarto vacío, pero me encogí de hombros sabiendo que mi amigo era una persona extraña. Botamos las mochilas junto al librero y nos fuimos directo a la cocina donde ya se escuchaba el ruido de cazuelas en la estufa y los platos que eran colocados sobre mesa.
- Hola, mijo ¿cómo se llama tu amiguito?
- Hola, mamá, se llama Jorge, el que te dije que iba a venir a comer hoy.
- Buenas tardes, señora. Mi nombre es Jorge Guillermo.
Mi hermana, que estaba sentada a la mesa, le dijo – Hola, Jorge El Loco ¿a quién saludaste?
- Sí, loquillo ¿a quién saludaste en la sala, si no había nadie? – le pregunté sentándome a la mesa.
- Pues a la viejita que estaba tejiendo en el sillón.
- ¿A la del delantal y los lentes? – preguntó mi hermana después de ponerse pálida y un poco temblorosa.
- Sí, a ella – Dijo él mirándonos a todos un poco incrédulo, como si le estuviéramos jugando una broma.
- Ves, mamá. ¡Te dije que ya la había visto antes, ustedes nunca me creen! – dijo mi hermana Antonieta poniéndose de pie notablemente exaltada, mientras cruzaba los brazos intentando controlar el temblor que se había apoderado de su cuerpo.
* Basado en una experiencia real
- Hola, mijo ¿cómo se llama tu amiguito?
- Hola, mamá, se llama Jorge, el que te dije que iba a venir a comer hoy.
- Buenas tardes, señora. Mi nombre es Jorge Guillermo.
Mi hermana, que estaba sentada a la mesa, le dijo – Hola, Jorge El Loco ¿a quién saludaste?
- Sí, loquillo ¿a quién saludaste en la sala, si no había nadie? – le pregunté sentándome a la mesa.
- Pues a la viejita que estaba tejiendo en el sillón.
- ¿A la del delantal y los lentes? – preguntó mi hermana después de ponerse pálida y un poco temblorosa.
- Sí, a ella – Dijo él mirándonos a todos un poco incrédulo, como si le estuviéramos jugando una broma.
- Ves, mamá. ¡Te dije que ya la había visto antes, ustedes nunca me creen! – dijo mi hermana Antonieta poniéndose de pie notablemente exaltada, mientras cruzaba los brazos intentando controlar el temblor que se había apoderado de su cuerpo.
* Basado en una experiencia real