max-dar
Bovino maduro
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- 27 Ene 2010
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Hace algún tiempo me contaron esta historia; ocurrió en una de las cuadrillas que rodean el municipio donde vivo.
Cuando la envidia llega en una familia y sobre todo entre los hermanos, es tan malo como si fuera una maldición; y lo digo porque esto se desarrollo dentro de una familia, eran varios hermanos de los cuales dos de ellos tenían don (tono) a uno le pondremos Felipe y al menor Benito; resulta que al cabo de los años el papa de los hermanos repartió el solar entre todos ellos, y como siempre, hubo alguien que no quedo contento con la forma del reparto.
A Felipe le toco su herencia a orillas de calle y a Benito al fondo teniendo que pasar por en medio del solar para salir a la calle; cosa que no le gusto para nada, creciendo dentro de su corazón la envidia por Benito.
Con el paso del tiempo cada quien formo familia y vinieron los hijos; Felipe ya con dos hijas y Benito esperando su primera hija empezaban a crecer los problema por la ubicación del solar de cada quien, o mejor dicho cualquier cosa que ocurriera entre ellos era suficiente para discutir ellos y sus respectivas mujeres.
Cierto día de madrugada llego Benito con un venado que instantes antes lo había cazado; llego a su casa, su mujer al ver tal animal se asombro por el tamaño, señalándole que era una hembra criando, por lo que le pregunto por la cría, pregunta que le ocasiono una risa burlona a Benito respondiéndole que sin remedio moriría en el monte, pero eso no era de su incumbencia lo que importaba era tenían suficiente comida y por tal motivo podían celebrar.
Hasta en la casa de Felipe se escuchaba todo el alboroto de Benito y se preguntaba cual sería el motivo de su gran alegría… No pasaron muchos días y la hija mayor de Felipe (todavía una pequeña niña) empezó a enfermar y por desgracia murió. A Felipe nadie le tuvo que decir el motivo de la muerte de su pequeña, el ya sabía que había pasado.
Paso el año de la muerte de la hija de Felipe y al siguiente día habría una luna de esas que alumbran como si fuese de día; Felipe salió a venadear y entrada la madrugada regreso a su casa con dos venados medianos. Inmediatamente los preparo para que su mujer los cocinara, ya era media mañana cuando Felipe con un plato en la mano llego a la casa de Benito a quien se lo entrego comentándole que al igual que él, él también había ido a venadear y encontró comida suficiente; al momento de regresar Felipe y darle la espalda le alcanzo a decirle a Benito “ESTAMOS A MANO”
En el momento Benito se quedo inmóvil porque sabía perfectamente lo que sucedería; días después su niña murió.
Lo que en realidad sucedió que Benito dejo a la deriva al pobre animalito sin protección en el monte y murió de hambre; momento en que murió la hija de Felipe. Al cabo del año Felipe salió de cacería y también mato al tono de la hija de su hermano Benito. Por eso “ESTAMOS A MANO”
Hoy en día los dos ya son hombre viejos; nunca más se volvieron a decir ninguna palabra ni para bien ni para mal. No hubo aplicación de ninguna autoridad.
Cuando la envidia llega en una familia y sobre todo entre los hermanos, es tan malo como si fuera una maldición; y lo digo porque esto se desarrollo dentro de una familia, eran varios hermanos de los cuales dos de ellos tenían don (tono) a uno le pondremos Felipe y al menor Benito; resulta que al cabo de los años el papa de los hermanos repartió el solar entre todos ellos, y como siempre, hubo alguien que no quedo contento con la forma del reparto.
A Felipe le toco su herencia a orillas de calle y a Benito al fondo teniendo que pasar por en medio del solar para salir a la calle; cosa que no le gusto para nada, creciendo dentro de su corazón la envidia por Benito.
Con el paso del tiempo cada quien formo familia y vinieron los hijos; Felipe ya con dos hijas y Benito esperando su primera hija empezaban a crecer los problema por la ubicación del solar de cada quien, o mejor dicho cualquier cosa que ocurriera entre ellos era suficiente para discutir ellos y sus respectivas mujeres.
Cierto día de madrugada llego Benito con un venado que instantes antes lo había cazado; llego a su casa, su mujer al ver tal animal se asombro por el tamaño, señalándole que era una hembra criando, por lo que le pregunto por la cría, pregunta que le ocasiono una risa burlona a Benito respondiéndole que sin remedio moriría en el monte, pero eso no era de su incumbencia lo que importaba era tenían suficiente comida y por tal motivo podían celebrar.
Hasta en la casa de Felipe se escuchaba todo el alboroto de Benito y se preguntaba cual sería el motivo de su gran alegría… No pasaron muchos días y la hija mayor de Felipe (todavía una pequeña niña) empezó a enfermar y por desgracia murió. A Felipe nadie le tuvo que decir el motivo de la muerte de su pequeña, el ya sabía que había pasado.
Paso el año de la muerte de la hija de Felipe y al siguiente día habría una luna de esas que alumbran como si fuese de día; Felipe salió a venadear y entrada la madrugada regreso a su casa con dos venados medianos. Inmediatamente los preparo para que su mujer los cocinara, ya era media mañana cuando Felipe con un plato en la mano llego a la casa de Benito a quien se lo entrego comentándole que al igual que él, él también había ido a venadear y encontró comida suficiente; al momento de regresar Felipe y darle la espalda le alcanzo a decirle a Benito “ESTAMOS A MANO”
En el momento Benito se quedo inmóvil porque sabía perfectamente lo que sucedería; días después su niña murió.
Lo que en realidad sucedió que Benito dejo a la deriva al pobre animalito sin protección en el monte y murió de hambre; momento en que murió la hija de Felipe. Al cabo del año Felipe salió de cacería y también mato al tono de la hija de su hermano Benito. Por eso “ESTAMOS A MANO”
Hoy en día los dos ya son hombre viejos; nunca más se volvieron a decir ninguna palabra ni para bien ni para mal. No hubo aplicación de ninguna autoridad.