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Becerro
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- 1 Abr 2013
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La reunión se realizaba entre la cocina, el comedor y un patio con terraza. Todo separado por lo que había distintos tipos grupos de mesas y a la vez todos participábamos en todas. Estaba sentada conversando con mi hermana y Patricia, aunque en realidad Patricia participaba muy poco, recordé entonces las quejas de Jorge. Ellas fueron hacia la cocina y quede sola en la mesa, enseguida apareció él y se sentó junto a mi. Lo primero que dijo me sorprendió, pero no me disgustó, aunque seguramente logró que me ruborizara, me dijo que hace tiempo quería sexo conmigo pero que no se animaba a pedírmelo. No supe que responder, lo tomé como una broma y le pedí que no dijera pavadas. Apenas pude me levanté y fui hacia donde estaban las demás, en la cocina, y me ofrecí a ayudar. Con las manos ocupadas por unos platos me dispuse a servir la mesa, en el paso de la cocina al comedor, por un pasillo, nos cruzamos, el espacio era ajustado y los platos en mis manos me impedían maniobrar para pasar, entonces sentí que me tocaba la cola, no de forma casual, sino impunemente. Di un respingo, de todas formas siguió apoyando su mano más firme aún. No dije más nada pero me sentí invadida, me ruborice, mi preocupación no fue por el toque sino por temor a que nos vieran. Al día siguiente estaba yo en mi casa y mi marido había viajado a otra localidad por trabajo. Sonó el teléfono, era Jorge, me consultaba si iba a estar en casa porque tenía que levantar una herramienta, que había hablado con mi esposo y este le había dicho que fuera a buscarla. Me quedé nerviosa y ansiosa, vendrá? se animará?, bueno, no importa.., era habitual que se prestaran herramientas y que el fuera a buscarlas. En realidad no tenía nada de raro, solo, lo que había ocurrido en la reunión del día anterior. Al rato sonó el timbre y aunque no lograba entenderlo, me alegró que fuera él. Mantuve la distancia. Apenas saludo, me dijo que sabía que mi esposo no estaba en la ciudad y que no volvería hasta la tarde, eran las 10 de la mañana. Mido algo más de 1.60 m, soy rellenita, pelo negro y tez blanca, con unos senos muy grandes que hacen que los hombres fijen inmediatamente los ojos en ellos, por lo general trato de disimularlos. Jorge mide más de 1,80 es delgado, fibroso, bastante desaliñado y acostumbrado al trabajo físico del campo. Explico esto a modo de justificación de o que pasó enseguida. Apenas abrí la puerta entró, cosa que no me sorprendió ya que el galpón donde están las herramientas queda al fondo y debía atravesar a casa. Pero camino a la cocina, me tomo fuertemente de la mano y me arrastró a mi dormitorio. No opuse mucha resistencia porque lo ví decidido. No me dejó decir palabra. Comenzó a quitarme la ropa, en forma muy brusca y aunque no lo facilité, tampoco reaccioné impidiéndoselo. No es fácil llegar a mis senos, habitualmente uso sostenes que hacen que se disimulen y eso complica el poder descubrirlos, finalmente corrió el sostén hacia abajo sin desabrocharlo, esto provocó que los senos parezcan más imponentes por la presión que provoca el sostén de abajo hacia arriba. Luego me bajo el pantalón hasta los tobillos y me empujó hacia la cama. "Esperá!", atine a decir a lo que respondió con un corto, "desnúdate!". En realidad, mi esperá! era para poder acomodarme del lío que era estar a medio vestir. Me saqué los zapatos, el pantalón. La remera y el buzo me los había quitado apenas pisamos el dormitorio. Me subí la tanga, la tenía a media pierna y dejaba mi sexo a la vista, estaba acostada en mi cama casi desnuda, con los senos al aire. Se desnudó, mientras me contemplaba sin decir nada, se inclinó sobre mí, me sacó la tanga de un tirón. No hice nada, estaba ruborizada, el corazón a mil y sentía un calor en la piel abrazador. Se hincó en el suelo, me atrajo hacia él, tirando de las piernas a la vez que las separaba (tengo facilidad para abrir las piernas casi a 180°) no necesitó abrirlas tanto. Metió su cabeza entre mis piernas y comenzó a empujar con su cara mí ya húmeda vagina. Brutalmente, metía la lengua, sorbía y mordisqueaba mis labios...que sensación más hermosa, aun en la violencia y lo inesperado. Se fue calmando, los movimientos se fueron adecuando, la lengua entraba y salía de mi vagina. Con las manos me tomaba fuertemente de las caderas para impedir que me saliera, cosa que no intenté ni me interesaba. Nunca había comenzado un acto sexual donde me comieran la vagina primero, generalmente ocurre bastante después y es algo que no me excita, a veces me da cosquillas y me desestimula. Pero así, a lo bestia, nunca lo había experimentado. Mordía los labios de la vagina con tanta fuerza que me costaba entender si me gustaba o me dolía, de pronto encontró mi clítoris, que ya era del tamaño de un botón y aparecía entre los pliegues del vértice de mi vagina, lo tomo con el labio inferior recubriendo los dientes y con los dientes superiores apretaba firmemente y soltaba según me oyera quejarme, exploté en un orgasmo, me sentía empapada, a todo esto sus manos habían abandonado las caderas, que cómplices se movían cadenciosamente según esa lengua me provocaba. Las manos estaban en los senos estrujándolos fuertemente, cosa que me encanta, pellizcando dolorosamente mis pezones. Notó mi orgasmo, y se retiró para observarme, yo me retorcía de placer, me agarraba mis senos, los sobaba y trataba de llegar a morderlos. Se sonrió, sin hablar y aún arrodillado a los pies de la cama mientras mis piernas colgaban temblorosas, me tomo de las caderas y me dio vuelta, me puso en cuatro patas en el borde de la cama, se paró detrás, quedé totalmente indefensa, metió dos dedos en la vagina, los empapo en mis jugos y empapados los retorcía abajo y arriba, pasaba los dedos completamente húmedos por mi ano sin introducirlos, pero ejerciendo una presión deliciosa, yo movía la cadera y empujaba hacia atrás tratando que un dedo, por lo menos, se introdujera en el ano. De pronto sacó los dos dedos de mi vagina y de una embestida introdujo su miembro. Hasta el momento lo había visto apenas, pero sentirlo fue bien impresionante, entró a fondo, violentamente, de no tenerme fuertemente asida de las caderas, me hubiera acostado sobre la cama del envión, pero hizo las dos cosas a la vez, mientras penetraba a fondo tiraba hacia sí de mis caderas, lo que le permitía mantener el control y llegar tan hondo como nunca había sentido. Mantuvo su miembro unos momentos a fondo sin moverse, creo que me daba un respiro que yo no necesitaba, se irguió con toda la pija dentro de mi vagina, las palmas de sus manos en mi cola y luego de un resonante cachetazo en mis nalgas, me dijo: "cojete sola, dale, movete". Empecé a moverme atrás y adelante, lentamente tratando de saborear todas las sensaciones que me provocaba, entonces comencé a escucharlo o el comenzó a hablar, decía: "que hace tanto me tenía ganas, que no se imaginaba que fuera tan bueno cogerme, que quien diría lo puta que era..." entonces mientras me agarraba del pelo tirando hacia atrás como la rienda de una yegua arisca, cosa que profundizaba la penetración de forma maravillosa empezó a meterla y sacarla, la sacaba casi completamente para meterla de un envión con el manojo tenso de mi pelo en la mano, que hacía las veces de timón y freno. No tarde nada en llegar al orgasmo nuevamente, no se detenía, seguía meta y saca, golpeando con los huevos los bordes de mi vagina, una y otra vez, cada vez más rápido, fueron una serie de orgasmos o un orgasmo interminable. Esperaba su chorro caliente, lo deseaba, cuando llegó, no pude más, el emitía un sonido desgarrador y decía "ahí tenés, te alcanza?" y se vaciaba dentro de mí, exuberante, delicioso, interminable.
Caí sobre la cama, agotada, complacida y deseosa a la vez. Se quedó parado observándome, mientras decía, lo buena que estaba, me di vuelta, lo miré, su miembro se veía menos erecto, pero mantenía un interesante tamaño, su glande se había cubierto un poco, con el prepucio, pero ahí estaba atenta con su único ojo apuntándome, gateando sobre la cama fui hasta el borde y tomándolo suavemente, besé al cíclope. Comencé a lamerlo, el dio un respingo que hizo que perdiera el contacto, pero lo corrigió inmediatamente, empujando su cadera hacia adelante y apretándolo contra mi cara, lo metí en la boca lo succioné un par de veces, lo solté y comencé a pasar la lengua de arriba a abajo, lento unas veces y más rápido otras, llegando a escarbar con la lengua en ese único ojo, sin chuparla, baje recorriendo su miembro con la lengua hasta los genitales los mojé con saliva completamente. El miembro había recobrado su estado máximo y podía sentir los latidos cuando recorría las venas del tronco, tome uno de sus genitales con la boca y succioné, entonces gimió, luego el otro, se retorcía y me agarraba de la cabeza, a veces retirándome a veces apretando contra su estómago. Metí los dos genitales en mi boca y succioné con fuerza, se quejó, intentó retirarme, pero me mantuve, entonces me dijo, "me vengo", solté los genitales y me dirigí rápidamente a la glande, quería tragarme todo su esperma, pero ocurrió lo que no esperaba, no me dejó ponerla en la boca, me aparto agarrándome del cabello y separando mi cabeza, su urgencia hizo que ese pene me escupiera en la cara todo el delicioso esperma. Lamí lo que pude y mientras me limpiaba, el permanecía parado al pie de la cama contemplando satisfecho, le pregunté porque no me dejo chuparla y me dijo que su esposa le daba asco y que él no sabía si a mí me gustaría. Se comenzó a vestir, mientras me contaba lo poco satisfactorio que era el sexo con su esposa, solo lo hacemos en la posición del misionero. Pensé, tiene mucho que aprender...pero eso es para otra ocasión.
Caí sobre la cama, agotada, complacida y deseosa a la vez. Se quedó parado observándome, mientras decía, lo buena que estaba, me di vuelta, lo miré, su miembro se veía menos erecto, pero mantenía un interesante tamaño, su glande se había cubierto un poco, con el prepucio, pero ahí estaba atenta con su único ojo apuntándome, gateando sobre la cama fui hasta el borde y tomándolo suavemente, besé al cíclope. Comencé a lamerlo, el dio un respingo que hizo que perdiera el contacto, pero lo corrigió inmediatamente, empujando su cadera hacia adelante y apretándolo contra mi cara, lo metí en la boca lo succioné un par de veces, lo solté y comencé a pasar la lengua de arriba a abajo, lento unas veces y más rápido otras, llegando a escarbar con la lengua en ese único ojo, sin chuparla, baje recorriendo su miembro con la lengua hasta los genitales los mojé con saliva completamente. El miembro había recobrado su estado máximo y podía sentir los latidos cuando recorría las venas del tronco, tome uno de sus genitales con la boca y succioné, entonces gimió, luego el otro, se retorcía y me agarraba de la cabeza, a veces retirándome a veces apretando contra su estómago. Metí los dos genitales en mi boca y succioné con fuerza, se quejó, intentó retirarme, pero me mantuve, entonces me dijo, "me vengo", solté los genitales y me dirigí rápidamente a la glande, quería tragarme todo su esperma, pero ocurrió lo que no esperaba, no me dejó ponerla en la boca, me aparto agarrándome del cabello y separando mi cabeza, su urgencia hizo que ese pene me escupiera en la cara todo el delicioso esperma. Lamí lo que pude y mientras me limpiaba, el permanecía parado al pie de la cama contemplando satisfecho, le pregunté porque no me dejo chuparla y me dijo que su esposa le daba asco y que él no sabía si a mí me gustaría. Se comenzó a vestir, mientras me contaba lo poco satisfactorio que era el sexo con su esposa, solo lo hacemos en la posición del misionero. Pensé, tiene mucho que aprender...pero eso es para otra ocasión.
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