sadac17
Bovino de la familia
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Ella trató de huír...Él fué más fuerte.
Domingo 27 de noviembre de 2011Mónica Archundia | [email protected]
No tenía razones para desconfiar. Ana había cursado el semestre anterior de bachillerato con él, por lo que al llamarla lejos de la jardinera donde estaba sentada, fue sin pensar que la tomaba de la mano su violador.
Era lunes 14 de noviembre. Ana, de 16 años de edad, había terminado su clase de Turismo a las 11 de la mañana y mientras llegaba el tiempo de entrar a la siguiente, tenía una hora para estar con sus amigas en la jardinera del Colegio de Bachilleres (Cobach) 3 en la delegación Iztacalco, donde platicaban y jugaban.
Frente a ella apareció el joven de 17 años, que en el segundo semestre destacó por su búsqueda de pareja, que procreó con una novia de fuera un bebé que no llegó a término y que ya venía del Cobach 6 por problemas que nadie conocía. En dos ocasiones le pidió que le hiciera un favor, pero no le dijo qué, cuestionado por ella, decidió tomarla de la mano y jalarla con fuerza rumbo al edificio C del plantel, donde la introdujo en un salón vacío, cerró y la empujó hacia la puerta.
Ya arrinconada le dijo que su maestro de biología les había pedido a sus alumnos espermas, que le ayudara. Él le dijo que lo besara y ella lo rechazó, trató de huir del lugar, pero él fue más fuerte, se enojó y la empujó con el rostro hacia la puerta mientras subió su falda, bajó su pantaleta y la penetró. Su cuerpo se empujó una y otra vez hacia el de ella, pero Ana siguió resistiéndose hasta que él decidió no insistir más, se subió a la mesa del salón, donde se masturbó, se acomodó el pants y salió rumbo al baño, dejándola a ella petrificada.
Cuando pudo reaccionar, Ana salió del aula, se encontró a sus amigas y les platicó. Ellas le contaron a un compañero en común y él esperó al agresor en la salida, pero cuando intentó pegarle él se regresó al plantel, donde los policías
asignados lo detuvieron y llevaron a la dirección.
En poco tiempo llegó la mamá de Ana y también la patrulla que había solicitado la directora.
Él hizo alarde de tener un padre influyente y dio poca importancia al hecho: “no sé por qué se asustan, esas cosas pasan todos los días”, le oyeron decir todos los presentes. Su mayor argumento contra sus acusadores fue que Ana había accedido a estar con él, pero las laceraciones en el cuerpo de la menor fueron acreditadas por un médico legista.
La falta de personal especializado en el sistema judicial les obligó a pasar por tres agencias del Ministerio Público: Santa Anita, Venustiano Carranza e Iztapalapa, donde la risa burlona del joven se mezclaba con la de un policía
judicial con el que platicaba.
Ana fue canalizada a terapia sicológica, su cita el 27 de diciembre, por la excesiva demanda. Al conocer la fecha, la mamá de la joven supo entonces que el de su hija era el caso 24 mil 900 de violación de ese año y quedó impactada al ver niñas de cuatro años y adolescentes en espera de denunciar ese tipo de hechos delictivos, en el mismo lugar.
El agresor de Ana aún es menor de edad, por lo que fue canalizado a una de las comunidades donde se recluye ahora a los adolescentes. Su madre se dice horrorizada de que pueda quedar libre o cumplir su sentencia fuera, por el riesgo que representa para otras jovencitas.
Mientras se define la pena de su compañero de escuela, Ana enfrenta pesadillas nocturnas, se ha vuelto aislada, no ha regresado a clases y a lo largo de un año tendrá que ir, por distintos periodos, a la colonia Condesa a realizarse pruebas para detectar sino fue infectada de Sida.
http://www.eluniversal.com.mx/ciudad/109104.html
Domingo 27 de noviembre de 2011Mónica Archundia | [email protected]
No tenía razones para desconfiar. Ana había cursado el semestre anterior de bachillerato con él, por lo que al llamarla lejos de la jardinera donde estaba sentada, fue sin pensar que la tomaba de la mano su violador.
Era lunes 14 de noviembre. Ana, de 16 años de edad, había terminado su clase de Turismo a las 11 de la mañana y mientras llegaba el tiempo de entrar a la siguiente, tenía una hora para estar con sus amigas en la jardinera del Colegio de Bachilleres (Cobach) 3 en la delegación Iztacalco, donde platicaban y jugaban.
Frente a ella apareció el joven de 17 años, que en el segundo semestre destacó por su búsqueda de pareja, que procreó con una novia de fuera un bebé que no llegó a término y que ya venía del Cobach 6 por problemas que nadie conocía. En dos ocasiones le pidió que le hiciera un favor, pero no le dijo qué, cuestionado por ella, decidió tomarla de la mano y jalarla con fuerza rumbo al edificio C del plantel, donde la introdujo en un salón vacío, cerró y la empujó hacia la puerta.
Ya arrinconada le dijo que su maestro de biología les había pedido a sus alumnos espermas, que le ayudara. Él le dijo que lo besara y ella lo rechazó, trató de huir del lugar, pero él fue más fuerte, se enojó y la empujó con el rostro hacia la puerta mientras subió su falda, bajó su pantaleta y la penetró. Su cuerpo se empujó una y otra vez hacia el de ella, pero Ana siguió resistiéndose hasta que él decidió no insistir más, se subió a la mesa del salón, donde se masturbó, se acomodó el pants y salió rumbo al baño, dejándola a ella petrificada.
Cuando pudo reaccionar, Ana salió del aula, se encontró a sus amigas y les platicó. Ellas le contaron a un compañero en común y él esperó al agresor en la salida, pero cuando intentó pegarle él se regresó al plantel, donde los policías
asignados lo detuvieron y llevaron a la dirección.
En poco tiempo llegó la mamá de Ana y también la patrulla que había solicitado la directora.
Él hizo alarde de tener un padre influyente y dio poca importancia al hecho: “no sé por qué se asustan, esas cosas pasan todos los días”, le oyeron decir todos los presentes. Su mayor argumento contra sus acusadores fue que Ana había accedido a estar con él, pero las laceraciones en el cuerpo de la menor fueron acreditadas por un médico legista.
La falta de personal especializado en el sistema judicial les obligó a pasar por tres agencias del Ministerio Público: Santa Anita, Venustiano Carranza e Iztapalapa, donde la risa burlona del joven se mezclaba con la de un policía
judicial con el que platicaba.
Ana fue canalizada a terapia sicológica, su cita el 27 de diciembre, por la excesiva demanda. Al conocer la fecha, la mamá de la joven supo entonces que el de su hija era el caso 24 mil 900 de violación de ese año y quedó impactada al ver niñas de cuatro años y adolescentes en espera de denunciar ese tipo de hechos delictivos, en el mismo lugar.
El agresor de Ana aún es menor de edad, por lo que fue canalizado a una de las comunidades donde se recluye ahora a los adolescentes. Su madre se dice horrorizada de que pueda quedar libre o cumplir su sentencia fuera, por el riesgo que representa para otras jovencitas.
Mientras se define la pena de su compañero de escuela, Ana enfrenta pesadillas nocturnas, se ha vuelto aislada, no ha regresado a clases y a lo largo de un año tendrá que ir, por distintos periodos, a la colonia Condesa a realizarse pruebas para detectar sino fue infectada de Sida.
http://www.eluniversal.com.mx/ciudad/109104.html